Archivo de diciembre, 2023

Y se armó el belén

Belén, la palabra más nombrada estos días junto con Navidad, se evaporará pronto. Durante mucho tiempo representó el nacimiento de Jesús (equilibrio, paz, éxtasis del bienestar emocional, una estampa de la relación entre personas y animales, así como el comienzo de la salvación universal para los creyentes cristianos). Antaño, poner/armar el belén era un ejercicio de afectividad en el que la familia entera participaba, aunando sus creencias. No faltó algún año en el que se detuvieron peleas o guerras bajo aquel axioma que defendía tener la Navidad en paz. Otras gentes –entre ellas varias ONG- veían el pesebre como signo de dignificación de la pobreza, la denuncia de la no acogida de los migrantes en ninguna casa con decoro a pesar del estado de gestación de la mujer, y el deseo de un mundo más igualitario. Sea como fuere, el pesebre de Navidad – el primero se atribuye a san Francisco de Asís en 1223-  se difundió por todo el mundo. En España parece que durante el reinado de Carlos III en el siglo XVIII.

Se dice que José y María debían empadronarse en Belén para cumplir el decreto del César Augusto. La ciudad, de bote en bote, vivía un momento caótico y no encontraron alojamiento. Tanto que hubieron de refugiarse en un pesebre, lo cual supuso “denigrar” el nacimiento de Jesús. De ahí pudo surgir la frase “se armó el belén”. Con el tiempo, la evocadora palabra belén se convirtió casi en una antonimia, una trampa léxica, que tiene significados contrapuestos. Así la ve la RAE: complicación, dificultad, sitio en que hay mucha confusión o desorden, embrollo, alboroto, bulla, tumulto, enredo, lío y zapatiesta.

Parte del escenario del Belén napolitano de los Duques de Cardona, del siglo XVIII, legado de la Casa Ducal de Medinaceli. (Zipi / EFE / Archivo)

Sin duda, el mundo no debería haberse metido en tantos belenes en este 2023, casi recién salido de la Covid-19. Pero la voluntad política es quebradiza y cada vez se mira más en el espejo del yo y mis correligionarios, lo cual excluye todos los vosotros-as y ellos-as. Así lo demuestran la pérdida de la convivencia, el deterioro del decoro ante los demás que no piensan como uno mismo, la divergencia de objetivos entre quienes cohabitan un lugar o momento, la anteposición de los bienes materiales a todo desprendido sentimiento de afinidad con alguien.

La ciudad de la paz en 2030 podría ser Belén; la cuna de la espiritualidad para mucha gente. Ahora, en la sitiada ciudad cisjordana, apenas a 10 kilómetros de Jerusalén y en la cercana Franja de Gaza se ha armado un considerable belén. Las fes religiosas que lo complican ponen demasiado énfasis en aniquilar a quienes no tienen el mismo dogmatismo. Los credos son creencias antes que evidencias razonadas; por ejemplo aquello de matar en nombre de Dios, no importa cuál. En las religiones monoteístas, el dios vengador campa a sus anchas. Lo malo es que una parte considerable de sus fieles toma al pie de la letra lo de “ojo por ojo y diente por diente”. Se muestra en conversaciones de gente corriente y se defiende por parte de comunicadores mediáticos. La expresión más lacerante de inhumanidad de ahora vino precedida de la masacre terrorista de Hamás en Israel, que se quedó en un armado belén pequeñito si la comparamos con el posterior genocidio del ejército israelí. Ese sí armó un belén descomunal pues a la destrucción generalizada de todo lugar añade ya la muerte de más de 20.000 personas. ¿Cómo se celebrará la Navidad entre los escombros de Gaza?

El respeto a las creencias religiosas no exime de hacer una crítica cuando el ideario excluyente se pretende imponer a todo el mundo. Leo que el gobierno de la Sra. Meloni en Italia ha armado un belén monumental pues se propone sacar adelante una ley que pretende salvaguardar el belén (pesebre) en los colegios, con multas severas a los equipos directivos que no sean difusores del Nacimiento. La excusa es redimir la esencia de la Navidad cristiana. Puesta a esa tarea salvífica -hasta podría ser digna de una devota mandataria- podría haber empezado por legislar contra la banalización y comercialización de las compras y regalos que tanto crece en todo el mundo por estas fechas. Causa sonrojo y estupefacción ver en los escaparates de los grandes centros comerciales la estampa de pobreza del nacimiento en un establo al lado de la miles de objetos y prendas para que los ricos sean felices. ¡No querrá decir que los habitantes del pesebre nos invitan al consumo como un acto de fe!

Mucha gente lamenta la idealización de un momento concreto, el nacimiento de Jesús, con la disfunción social que sostiene la Navidad profana; me resistía a poner profanada pero ahí va, sin intención de herir intenciones nobles. Traemos aquí una noticia de Vatican News pronunciada por el Papa: que la Navidad no sea víctima de un modelo comercial y consumista.

¿Les servirá de alerta a los católicos, cristianos y demás creyentes religiosos? Por lo visto hasta ahora no mucho; el Papa reside en Ciudad del Vaticano, metida en la Roma que habita la Sra. Meloni. A pesar de todo, vaya el deseo de felicidad y salud en 2024, pero también el de una lucha activa por acabar con el consumismo generalizado. El villancico de origen austriaco “Noche de paz” –cuyo origen tuvo algo que ver con trasgresiones climáticas y guerras hace más de 200 años- es uno de los más notables iconos de la Navidad. Tanto que es cantando en casi todo el mundo; en muchos lugares al margen de creencias y religiones. Invitamos a las gentes de buena voluntad que estos días lo entonan a que le añadan un estribillo pidiendo el cese inmediato de la masacre de Gaza, quizás así la Belén cisjordana sea la ciudad de la paz en 2030. Tal fuerza tiene la cancioncilla que fue declarada Patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco en 2011. Habrá que pensar si puede serlo en tiempos de matanzas bélicas.

 

 

Cuarto y mitad de clima

Qué pena no poder comentar con mi amigo Paco –está hospitalizado y dedicada a él va esta entrada- lo del “cuarto y mitad” de nuestra niñez pueblerina; allá por los años 1950-60 del siglo pasado en la depauperada España del racionamiento. Porque tengo la duda de que representaba esa cantidad, que no magnitud, si no la concretamos más a la unidad de medida. Para algunos significaba un cuarto (0,250) y una mitad (0,500) del todo –o sea 0,750 de lo que sea-; mientras que para otros representaba un cuarto (0,250) y la mitad de ese cuarto -0,125-, es decir 0,375. Resulta que la primera suma/cantidad es la mitad de otra; vaya lío. Por eso, cuando éramos niños nos lo llevábamos anotado en un papel a la tienda de ultramarinos a la que nuestra madre nos había enviado a comprar. Mayor confusión aún: en la escuela nos estaban enseñando el mundo complejo de las fracciones y los números decimales. No comento nada de los sudores que nos entraban para sumar, restar, multiplicar o dividir la mitad –más, menos, multiplicado por, o dividido entre) con el cuarto.

Puestos a reflexionar sobre la vida del año que acaba –qué tumultuoso- me suena todo a cuarto y mitad. Lo veo así con las actuaciones personales o colectivas frente a las desigualdades sociales, sobre las que tan implicado está el maestro Paco. Pero también con respecto al clima, llamémosle mejor la crisis climática. Depende del lugar, año, economía actual, afecciones sufridas por el rápido y cambiante reflejo del clima en fenómenos meteorológicos. Todo depende de según como se mire. Algo así nos cantaría Pau Donés. Vaya desde aquí nuestro reconocimiento de deuda ética.

Plenario de la Cumbre del Clima de Dubái, COP28. (AP)

Cuando todavía duran los ecos de la COP28 de Dubái me viene al pensamiento si por allí también andaban con concepciones diferentes sobre este cuarto y mitad; pero referido a lo hecho, y lo que queda por hacer, para convertir las cantidades en magnitudes comprensibles para la ciudadanía. Decimos esto porque la COP28 ha estado en todo momento al borde de la frustración, de no saber concretar con números, y ponerles plazos fijos a las palabras dichas o los deseos, cuarto o medio meditados:

Presiento que convendría transitar de forma comprensiva y comprometida hacia el todo climático vivible, entendido como una alianza para sujetar bastante varias magnitudes. Vaya adelante una muestra de esa inconcreción de magnitudes climáticas, para el caso de que el clima se pudiese reducir a cifras:

  • No sabemos si se ha llegado a un acuerdo sobre el todo decisivo o apenas se ha comprometido un cuarto y mitad de una decisión aburrida.
  • El todo sería, más o menos: compromisos para triplicar la energía renovable, duplicar la eficiencia energética, transitar más rápidamente a una fecha explícita de eliminación global de los combustibles fósiles,
  • El cuarto y mitad de la COP 28 serán los casi 100.000 asistentes. Mira si no se podía haber hecho algo no presencial.
  • Parecida cantidad y proporción difusas componían (ver imagen) los acuerdos para:
    • Abandonar el uso de combustibles fósiles ¿en 2050?
    • Triplicar las energías renovables en 2030. Pero poco conseguiremos si en el mismo periodo se incrementa, un cuarto o la mitad, el consumo energético al mismo tiempo.
    • Crear un fondo, ¿cuánto? para compensar pérdidas y daños en los países más vulnerables.
    • Eliminar los subsidios a los combustibles fósiles. ¿Cuándo y cuánto? No vaya a ser que se queden en el cuarto y mitad, se olviden del totalmente ante la presión de las insaciables energéticas. Una anécdota: según el informedel FMI de agosto del 2023, las empresas que nos venden la energía pasaron de 500.000 millones de dólares en el 2021 a 1,3 billones en el 2022. Más del doble y cuarto.
    • Duplicar la financiación, ¿con respecto a cuánto está ahora?, para hacer frente a las consecuencias del calentamiento global. Que por cierto va en aumento, luego habla que seguir duplicando cantidades. Ahí sí que se nos desborda el TODO.
  • Si parece que el clima lo cambia TODO, algo habrá que hacer para cambiar el TODO (aquí no valen cuarto y mitad) y que afecte menos al clima, siempre dinámico por configuración propia. ¿Llegaremos a un racionamiento similar al de nuestra niñez?
  • Cuánto, cuándo y cómo habrá que adelgazar las comunicaciones vía Internet, por lo que parece ancladas ahora en su diseño técnico y sus redes financieras. Sin embargo, pueden ser beneficiosas para reducir la huella de carbono. Aquí sí que nos pilla el cuarto y mitad.
  • No sabemos qué pesa más en la balanza, si en sus platillos colocamos magnitudes sujetas a precisiones de uso, aquello que manifestaba Lula da Silva, el presidente brasileño. Si su entrada en la OPEP era para “Convencer a los países productores de petróleo de que tienen que prepararse para el fin de los combustibles fósiles” o el dinero que vendiendo petróleo –puede que con pozos en enclaves frágiles- tendrá para reparar la maltrecha selva amazónica. Se suena al lío de los decimales y fracciones escolares.
  • También en las cantidades cuentan las proporciones. Oxfam dice en un informe recientemente publicado que el 1% extremadamente rico de la población mundial genera más emisiones que el 66% más pobre, o paupérrimo.
  • No sé dónde lo he leído sobre la crisis climática pero aquí va: algunas personas, entidades, gobiernos, empresas y multinacionales, etc., solo escuchan la mitad, entienden un cuarto, pero se aprovechan el doble.
  • Hay quien opina que tras “el acuerdo histórico” vendrá una ralentización real. Es más, auguran que el TODO no llegará ni a la mitad de la mitad. ¡Vaya!, eso es el cuarto. Si echamos cuentas con las cantidades y proporciones diversas antes citadas…
  • Otros defienden que nos iría mejor aplicando el cuarto o mitad al crecimiento sin ton ni son; apostando por reducir un cuarto hasta el año 20–, mucho tiempo antes de que sea límite de vida.
  • Las proyecciones de la Agencia Internacional de Energía dicen que estamos cerca del máximo —el momento de mayor consumo en la historia—, pero que todavía no lo hemos superado. Nos encontramos en la periferia del TODO imprevisible.
  • Un acertijo temporal: ¿Hasta cuándo seguirán mandando los combustibles fósiles en la movilidad individual? ¿Un cuarto o medio siglo? Para quienes gustan de las proyecciones y los datos aquí va un artículo y gráficos de Our World in Data.

Una pregunta existencial, casi metafísica, que compartir con el amigo Paco B. cuando salga de su enfermedad y con quienes se adentran en este blog, que recordemos se llama La Cima 2030: ¿se puede trocear, fraccionar, el clima? Pues eso. ¡Cuándo nos convenceremos todos de que si por algo se puede definir el presente futuro compartido es por la consolidación de alianzas éticas, que no dejen a nadie atrás o en el abandono?

Mi pantalón en Togo

En un artículo de hace unos años proponía alojar a los países ricos en un continente mental y ambiental, marcadamente europeo, con numerosas copias que se extendían por los cinco continentes llamado “Basurolandia”, o mejor “Gargameland” o “Wasteland”, por eso de la internacionalidad. Mientras se consigue tal desatino vamos a quedarnos con la “UE basurada”, se podría llamar también basurera o sin reciclar del todo.

Tengo aquí delante unos datos del Retema (Revista Técnica del Medio Ambiente) que me encenagan la visión: “Cada año se generan en la UE 2.200 millones de toneladas de residuos. Más de una cuarta parte (27%) son residuos municipales: residuos cotidianos recogidos y tratados por los municipios, generados principalmente por los hogares”. Haciendo unas cuentas sencillas que consideren ese porcentaje de los domicilios y el número de habitantes de los países UE, salimos de media a unos 1.330 kilogramos por habitante y año. ¡No me lo puedo creer! Seguro que he hecho mal el reparto. Habremos de confirmarlo en varias fuentes. En esta se dice que es media tonelada por persona y año, que ya es algo cuantioso. Sigo leyendo el artículo que habla sobre la generación de residuos UE y me quedo con dos cosas claras: la una negativa (aumentan los residuos que provocamos) y otra positiva (cada vez se recicla mejor y más cantidad). Es más, las estadísticas de 2021 recogían que el 49,6 % de todos los residuos municipales de la UE se reciclaban o se convertían en abono. La UE ha fijado un objetivo del 60 % de reutilización y reciclaje de residuos municipales para 2030; porcentaje que ya cumplen Alemania, Bulgaria, Austria y Eslovenia.

Dice también el artículo que el vertido es casi inexistente en países como Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Alemania, Austria, Luxemburgo, Eslovenia y Finlandia. Pero aquí hay una distorsión, porque algo o bastante  de esa no existencia se debe a que incineran buena parte de sus residuos, lo cual no se permite por aquí. Lo que sí parece cierto es que envían menos de un tercio de sus residuos al vertedero. Otro asunto, el de los vertederos y su gestión, que nos llevaría a escribir varios artículos. Pero no vamos a hablar de esto sino que vamos a centrarnos en seguir la pista de lo que le pasó a mi pantalón.

Para no ofender a los de fuera que no nos reñirán por semejante atrevimiento vamos a hablar de los de dentro. En España la gestión de los residuos sigue oliendo mal; menos que hace unos años pero aún apesta. A cualquier dirigente que sostenga su actividad colectiva como un servicio a la comunidad, que anteponga el bien social al rédito político, se le entornarán los ojos de vergüenza y los oídos de estupor cuando se entere de que 26 organizaciones de su país envían una demanda a la Unión Europea para que obligue a cumplir los compromisos adquiridos y aquello que la ley manda. Decían algo así como: “Pedimos amparo a Europa para no ahogarnos en basura”. Las administraciones tienen en el sótano mental bien guardado el protocolo de Aaarhus. Dicho así suena difuso porque pocos nos hemos leído el convenio, que obliga a dar información ambiental. Para los demás no resulta conocido, casi siempre por ocultación gubernamental o empresarial

Esto del reciclaje, y aquí entra mi pantalón en escena va para largo. Quizás se pierda la esencia de sus partes, incluido los botones metálicos y la cremallera que cerraba los interiores poco púdicos. Uno ya estaba alertado. La noticia publicada por 20minutos.es el 3/3/2023 no deja ningún resquicio a la duda “Los ecologistas denuncian ante Bruselas el incumplimiento de España de los objetivos de reciclaje y reclaman «un cambio de rumbo». Y tiene su fundamento porque España se comprometió al reciclaje de sus residuos en un 50 % en 2020, se quedó en el 40,5 %, y el año 2021 en el 36,7 %. Quien lo dude pásese por los datos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Pero no nos dejemos engañar. El descuido no es solo del Ministerio nombrado; tienen mucho que ver otros responsables bien sea en forma de gobiernos de CC.AA. o ayuntamientos. Las industrias también incumplen lo comprometido y algunas, solo unas pocas, se llevan sanciones por ello. La ciudadanía anda con el traje de camuflaje basural. Durante estos días del “Black Friday” lo ha enriquecido.

Sigamos amontonando desperdicios educativos y materiales. Aquí recogemos textualmente de la página antes mencionada:

Hay una escasa implantación de la “recogida separada”, afirma el responsable del área de residuos de Ecologistas en Acción, Carlos Arribas. El desecho selectivo –cartón por un lado, envases por otro, vidrio y basura orgánica– favorece mucho la posibilidad de reciclar. En España la separación solo alcanza el 20% de esos 22 millones de toneladas, según la Memoria del Ministerio de Transición Ecológica.

Fijémonos en el tránsito de la ropa usada. Podríamos hablar también de la pocilga en la que gente desaprensiva ha convertido una nave abandonada en Humanes (Madrid). Nadie sabe de dónde vino y en dónde acabará esa imagen tétrica del consumo humano. Si bien sospechan por allí que el origen de los detritus son contenedores falsos de donaciones de ropa, utilizada realmente para revenderla ilegalmente. Esto de la ropa usada daría para escribir una enciclopedia. Se decía que iba a producir un boom del reciclaje en 2025, ante la normativa –Ley de residuos- que en ese año obliga a los ayuntamientos a ser más cuidadosos. Puestos a pensar no sabemos cómo lo harán las marcas de moda, que tendrán que implicarse en la recogida de prendas usadas en sus tiendas, no podrán tirar los excedentes y deberán crear consorcios para gestionar sus desechos. Ojo al dato: en España se desechan unas 900.000 toneladas de ropa al año, y el 88% acaba en vertederos, según el informe Análisis de la recogida de la ropa usada en España. De la que sale de la cadena acumulativa,  el 12%, parece que  va a contenedores de ropa y, de allí, a modernas plantas que seleccionan las prendas —incluso aquellas que se encuentran en mal estado— y las reúsan o reciclan para… No me quedo con todas maniobras ni tanto dato, por lo que debo meterme de cabeza en el mundo de los residuos, de cuánto y cómo se recicla en España, en la web del Ministerio de Transición Ecológica.

Y es que la ropa era, ¿es?, moda. Por eso congratula leer que  hay estudios sesudos de lo que le sucede a la ropa usada en España como el realizado en 2021 por MODA-RE, una cooperativa de iniciativa social. Es más, leo que el desprestigio de la ropa de segunda mano se va a limitar también por la necesidad de recogerla en las tiendas, nuevas leyes así lo dicen, y porque cuenta ese artículo que gracias a la sostenibilidad la segunda mano ya no es cutre: “Cada vez está más de moda”. Sin duda por ahí están WallapopVinted, o Milanuncios. Me acabo de enterar al preparar este artículo que hay una tienda en Madrid Humana Vintage de la calle Hortaleza, junto a la Gran Vía de Madrid, que pone cara amable a nuevos tiempos en la ropa usada. Hasta en el escaparate hay maniquíes con prendas antiguas; no exhiben rodilleras remendadas  en los pantalones como las que añadían la mujeres de mi pueblo –casi siempre con telas de tonalidades diferentes a las primitivas-. No teníamos ni idea de que estábamos adelantándonos 50 años a la moda vintage. Así debía ser porque el jersey que ya te quedaba escaso se convertía en lana bien lavada y estirada. Combinada con alguna madeja nueva de otro color componía una chaqueta o jersey jaspeados que quedaban la mar de llamativos.

Un cliente en un local de ropa usada de la calle Tallers de Barcelona, epicentro de la ruta de la ropa de segunda mano en Cataluña. (MIQUEL TAVERNA)

Pero mi sorpresa aumenta cuando me entero de que Zara (la madre más importante de la vestimenta en casi todo el mundo) apuesta por la recuperación de ropa usada y arreglo de botones, rotos y cremalleras. Es más, ha creado una plataforma en el Reino Unido, que ahora hace extensible a España, Zara-pre-owned a la que el usuario normal de sus tiendas puede acudir para arreglar su ropa y comprar la de segunda mano. ¡Si me lo dicen en mis tiempos mozos no me lo creo! Bueno sí, porque en mi infancia monegrina los restos de ropa remendada –toda la ropa, lana, etc.,- se guardaba en un saco. Se los llevaba el trapero que venía por el pueblo y te lo cambiaba por naranjas o la fruta que hubiese en ese tiempo. No eran como los Traperos de Emaús pero casi.

Pero volvamos a lo de mi pantalón en Togo. Si todo fuera como debe ser, o deberá serlo dentro de muy poco, esa camiseta con chip que Greenpeace metió en el montón no debería haber llegado a Togo. Me imagino a mi pantalón en Togo. Lo deposité en Zaragoza en las máquinas traga ropa de mi serio ayuntamiento, que lo llevaría sin duda a una planta verdadera de reutilización de ropa. Miento deliberadamente: ¿a saber dónde está ahora mi pantalón roído al que ya le había arreglado dos veces la cremallera? ¡Qué pena que se me olvidase ponerle un chip y hacerle seguimiento! Pero no es necesario. Sé por mis amigos de Greenpeace que la ropa usada, cuyo final no se sabe, deja una huella quilométrica en su camino hacia el infinito.

Me gustaría acabar este artículo con un buen deseo: la ropa usada se hace “cool”, que para quienes no nadamos con soltura en inglés quiere decir algo así como que “mola cantidad”. Esto lo podría haber dicho Manolito Gafotas. De paso, gracias Elvira Lindo por procurarnos tantos gratos momentos en los que para nada había basura mental; todo se convirtió para nosotros en pensamientos reutilizados.

La vida se desvanece si comer cada día es un lujo, como en Gaza

La Biblia, en el Génesis, dice algo así: ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste sacado. Cada vez que lo releo me viene a la memoria la contundente imagen del infierno de El jardín de las delicias de El Bosco; esa obra moralizadora y algo o bastante pesimista. En más de una ocasión he tratado de entender la imagen global, presente o supuesta. En el panel de la izquierda aparecen en primer plano Eva y Adán con Dios en medio. Curiosa representación del paraíso, que van a perder. En el plano medio del mismo lado  el Bosco “incluye en el centro la fuente de los cuatro ríos del Paraíso, a la izquierda el drago -un árbol mágico que se asocia con el árbol de la vida-, y a la derecha el árbol de la ciencia del bien y del mal, con la serpiente enrollada en el tronco”, copio textualmente la explicación del Museo del Prado, donde se guarda esta joya. Lo curioso es que en aquella frase del Génesis (con la que hemos abierto esta entrada) unida a este castigo eterno venía aquello de “la tierra te producirá cardos y espinas, y comerás hierbas silvestres”.

En el panel central el artista querría representar una vida sin tope, pero –siguiendo con la explicación que nos da el Museo del Prado– se alude con ello a la fragilidad de la vida y placeres, al carácter efímero de las delicias que gozan los seres humanos que pueblan este jardín. La dialéctica de los árboles del paraíso nos llama una y otra vez. La tabla de la derecha representa el infierno de creencias y placeres, que nos avisa de que muchas veces se vuelven contra de la felicidad.

Jerónimo Bosch – Galería online, Museo del Prado.

Lejos de mí la intención de ser moralizante religioso, allá cada cual con lo suyo. Prefiero mirarlo desde la posición personal del consumo ético y sostenible. Prefiero insistir sobre la fragilidad de la vida en este mundo en el que las delicias nunca son permanentes. Pero tengo dudas, como aquellas que Victoria Camps desmenuza en El elogio de la duda. Más que nada por decir tantas cosas que van en dirección contraria a la mayoría. Por eso intento aproximarme con cautela a cómo vamos en el asunto del consumo –estadio principal en el que los occidentales nos vemos retratados en la tabla central del cuadro-, que lleva camino de rozar lo epigenético; subrayar que el drago pintado allí se encuentra muchas veces en contradicción con el árbol de la ciencia del bien y del mal, porque las complejidades comerciales del momento hacen que mucha gente pase hambre, circunstancia que la acerca a la muerte –escenario que impera ahora en Gaza, y en otros muchos lugares-. Lejos de  mí pensar que en Gaza son todos pecadores que merecen estar en la tabla derecha del tríptico. Pero muchos gazatíes se enfrentan al infierno que pinta la posibilidad de morir de hambre, como denuncia la ONU.

El WPF (Programa Mundial de Alimentos)  se pregunta por qué pasa hambre más gente que nunca. Lo concreta sobre todo en el Corredor Seco Centroamericano y Haití, a través del Sahel, la República Centroafricana, Sudán del Sur y luego hacia el este hasta el Cuerno de África, Siria, Yemen y por todo el camino hasta Afganistán.

A lo largo de esta semana hemos encontrado a gente voluntaria del Banco de Alimentos que nos invitaba a ejercer nuestra solidaridad y compromiso, que no caridad, de dar un poco de lo que nos sobra a quienes mucho les falta; otra vez aparece aquí Victoria Camps, que nos recuerda el valor de la ética aplicada. Sería algo así como intercambiar escenas del cuadro de El Bosco. Pero en esta iniciativa solidaria hay implicadas muchas personas e instituciones que buscan paliar del desigualdades humanas. En algunos sectores sociales de nuestras ciudades, en todo el mundo, se viven carencias humanitarias algo parecidas a Gaza, a veces sin guerras. El alto coste de ciertos productos básicos de alimentación sume a demasiadas familias en posiciones de cierta indigencia. Las progresivas crisis climáticas originan desastres sociales. Urge un nuevo sistema alimentario para una era de crisis múltiples.

Acongoja la noticia que nos acerca la ONU de mayo de este año: El hambre aumenta por cuarto año consecutivo y azota ya a más de 250 millones de personas. El hambre en España se podría llamar inseguridad alimentaria. Cruz Roja nos avisa de dos caras de la inseguridad alimentaria: una de cada nueve personas pasa hambre. Una de cada ocho es obesa. Un asunto para dedicarle muchos plenos en el parlamento español y en los de las CC.AA. Pero por ahora nuestros representantes están muy ocupados en ver quién suelta la mayor ocurrencia, o insulto maledicente, al que no es de su partido, que no tendría que ser contrario sino complementario. Se olvidan de que los parlamentos son lugares de encuentro para buscar lo que mejor le vaya a toda la ciudadanía. No me extraña que en última encuesta del CIS los parlamentos fuesen tan poco valorados.

Ashraf y varios de sus hijosen Gaza. (EFE/Anas Baba)

Vi el tríptico cerrado y lo vi todo negro en grisalla, como la vida en Gaza en donde las mujeres y los recién nacidos son los más afectados, en este noviembre indigno en la llamada comunidad internacional. Por allí no hay ningún rincón que se pueda llamar el jardín de las delicias. Mirémonos en el espejo del Black Friday de allí, seguro que provocará algún rasguño, o colapsos graves, en lo más íntimo del sentimiento global que el género humano debería cultivar y compartir. No sé por qué me vino a buscar aquella frase de Bertrand Russell: “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas”. Por cierto, detrás de la mínima tregua la guerra se recrudece en Gaza, hasta en el sur. Así lo cuenta la BBC.

¡Qué termine la guerra, para que entre la ayuda humanitaria y, en parte, se pueda paliar el hambre! Porque comer cada día con seguridad alimentaria es para muchos gazatíes un lujo del cual no tienen recuerdo; hasta el espíritu está desnutrido.