Archivo de octubre, 2023

Tiempo y clima: abstracción de placeres y desventuras en medio de una intersección

Dicen que el 24 de octubre es el Día Internacional contra el cambio climático. No me gusta nada el “contra” porque el cambio climático es una construcción muy humanizada, a no ser que contra signifique llamar la atención de quienes están a favor o no se enteran. Hubiera preferido Día Internacional ante/bajo/cabe/con/desde/durante/entre/hacia/hasta/sobre/(versus). El gozo completo es que llevase delante el sin. Pero vayamos al asunto.

Todavía no se han acabado los ecos energéticos de la Cumbre Internacional sobre Clima y Energía 2023 celebrada el pasado 2 de octubre en Madrid. Allí estuvieron los organismos, empresas y administraciones implicadas. Me da la impresión de que la ciudadanía ni se enteró, preocupada por problemas propios y envuelta en las madejas de los partidos políticos. Entre lo que las crónicas hablan se encuentra muchas veces el deseo de incrementar los compromisos. Parece que las personas presentes en la cita se apoyaron en el reciente informe de la IEA Net Zero Roadmap: A Global Pathway to Keep the 1.5 °C Goal in Reach – 2023 Update (Un camino global para mantener el objetivo de +1,5 ºC al alcance). Este Informe de la Agencia Internacional de la Energía fue publicado en mayo de 2021, cuando la COVID-19 hacía estragos por todo el mundo. Acaso fue por eso que quedó oscurecida, o directamente ignorada. Por eso aquí vamos a recordar los acuerdos y “compromisos escritos” que se deberían revisar en la Cumbre del Clima COP 28 del año 2024, en Dubai. Son algo idealizados, acaso una abstracción. Deberían ser vinculantes, pero por lo visto hasta ahora… Decían así:

  1. Perseguir la triplicación de la capacidad de energía renovable para 2030.
  2. Duplicar la tasa de mejoras de intensidad energética global para 2030.
  3. Asegurar la reducción gradual y ordenada del uso de combustibles fósiles.
  4. Reconocimiento de la necesidad de ampliar las inversiones.
  5. Destacar el papel crítico y la oportunidad para que la industria de los combustibles fósiles rebaje las emisiones de metano de sus operaciones, con el objetivo de reducirlas en un 75% para 2030.

Durante la semana del 17-24 de octubre, la ciudad de Nueva York acogió la XV edición de la Semana del Clima 2023 bajo el tema, We Can, We Will (nosotros podemos, nosotros lo haremos). Al igual que en anteriores ediciones, lo mismo que en la Cumbre de Madrid, el evento se presentaba como una plataforma de conexión y difusión; esta vez con otros protagonistas. Volvía a poner el foco sobre el cumplimiento de los objetivos climáticos. Recordaba la importancia de tejer alianzas en torno a los compromisos asumidos por empresas, gobiernos y organizaciones. Muchos nos creemos que el cambio climático es cosa seria. Si quienes tanto piensan y hablan de ello será por algo. ¡Por supuesto que estamos contra él!

Me da la impresión de que tanto en las grandes cumbres como en la vida ciudadana no se llega al fondo de la abstracción: el clima ha cambiado y será por eso que cada día más el tiempo meteorológico se expresa con magnitudes e intensidades nunca conocidas. Menos previsibles que en el pasado, con recorridos a veces erráticos para nosotros. Vemos que hay más días de calor –con récords en muchos lugares, que las sequías cunden por todos los lados, que las tormentas o DANA sobredimensionan los efectos anteriores, que el agua de mares y océanos alcanza temperaturas nunca vistas, que los casquetes polares pierden hielo o que las tierras heladas septentrionales se calientan y dejan escapar el metano atrapado. El tiempo acapara atención en las redes y televisiones de todo el mundo.

(Pixabay)

Escribíamos hace unos años en otro periódico que no resulta fácil utilizar con corrección tiempo y clima. Sirva este de muestra, que para más inri casi coincidía con Climate Week NYC. Cuando un fenómeno meteorológico sacude puntualmente con violencia en cualquier lugar del mundo, no es raro escuchar a los periodistas que “hace un clima desapacible”, o que “en días sucesivos se prevé un empeoramiento del clima”. Seguramente les explicaron las diferencias entre tiempo y clima, cuando estudiaron. Pero es un asunto que tarda en ser asimilado; a nuestros chicos y chicas del instituto les pasa algo parecido, ven un episodio pero no entienden sucesiones. En los últimos meses hemos vivido situaciones meteorológicas extremas: sequías junto con destructoras descargas de agua. Se dan en todos los lugares del mundo, también a un lado y otro del Atlántico. Cuando se desata uno de esos eventos poco puede hacerse, excepto proteger a la población. Sin embargo, vale mucho lo que se prevé para evitar su sobredimensión: los protocolos. Así lo aseguran los hombres y mujeres de ciencia que investigan cómo anticiparlos y disminuir sus efectos. La OMM (Organización Meteorológica Mundial) constata que estos sucesos meteorológicos extremos son 4 veces más frecuentes que en 1970 y avisa de que esto puede ser el preludio de climas extremos –sucesión, continuidad, concatenación, nuevos parámetros de caracterización, mayores afecciones a los seres vivos, destrucciones de las posesiones de la gente, tragedias humanitarias, etc.

El tiempo se descontrola debido al caldeamiento global; al menos eso demuestran quienes investigan fuera de lo que explosiona “TikTok”. Detrás de todos los zarpazos del tiempo extremo, visible por ejemplo en sequías o lluvias torrenciales en territorios varios, están el calentamiento de las aguas oceánicas y la modificación de sus corrientes, que no intercambian como antes su energía con la del aire y la tierra. Además del calor del suelo, la sequedad de las plantas. El tiempo ya no es solo troposférico, sino el resultado, visible o no, de un sistema tierra-aire-suelo en interacción; acompañado de la irrupción humana. No nos damos cuenta de que el tiempo y el clima son una intersección sin contornos fijos. Se alían al presentarse entre nosotros pero no sabemos concretar su relación; o no somos capaces de mitigarla ni de adaptarnos a ella.

Una ojeada a la Máquina del Tiempo Climática (Climate Time Machine) de Global Climate Change, accesible fácilmente en Internet, ilustra la evolución en los últimos 15 años del hielo marino –un efecto visible de un cambio climático acumulado- y el consiguiente aumento del nivel del mar. También habla de la acumulación de ciertas emisiones al aire –lo cual mata a millones de personas cada año– y del incremento de la temperatura global; signos que alertan de una inflexión climática. Hasta los árboles y arbustos caducos reverdecen cada vez antes, contradiciendo lo que hasta hace unos años llamábamos primavera.

Recordaba en un artículo de hace tiempo que aunque en realidad todos somos un poco inexpertos en las interacciones meteorológicas y climáticas, afortunadamente no todos ignoramos las mismas cosas, hubiera podido decir Albert Einstein. Para no caer en los repetidos errores sobre tiempo y clima imaginemos nuestro presente y el cercano futuro mediante abstracciones del pensamiento crítico. Hagamos uso de esa capacidad intelectual que todos debemos poseer de separar un elemento de su contexto para entenderlo mejor y ver su relación con el conjunto. La perplejidad meteorológica-climática es un flash social que debemos aprovechar. Será por eso que se celebran muchas jornadas dedicadas al clima. Pero también las hay dirigidas al profesorado. Esta misma semana se extenderán por miles en todo el mundo. Me han invitado a participar en una mesa redonda en Patios por el Clima dentro del Programa Climate Week. Cada vez que intervengo en un evento de este tipo, en el que se intercambian experiencias, me pregunto qué supone el cambio climático antes y después de ese día. Las dentadas ruedas que relacionan tiempo y clima no paran de girar. Ante ellas me encuentro despistado.

Me pregunto si no seguiremos llevando en la mochila personal y colectiva aquello de los libros que presenta(ba)n los climas como algo estático en el espacio y en el tiempo, como si su distribución zonal y estacional estuviese regulada para siempre. ¿Será por eso que nos equivocamos tanto al hablar de tiempo y clima? Un filósofo monegrino, rural como pocos, me explicó por qué es tan difícil entender la diferencia: los indicadores del tiempo (subjetivo por sensaciones u objetivo mediante magnitudes) se pueden ver al momento. Para entender eso del clima hace falta anotar y ver cuántas veces pasa y cuánto mide; después proyectar. O seguir aquello que decía Aristóteles de los grados, muy simplificados, de la abstracción: primero observar lo que pasa para ver, después apreciar los “quantum” a la luz matemática, y finalmente entender la dimensión trascendental del ente –en este caso diacrónico y algo sincrónico a la vez-.

Con todo, como uno tiene todavía la cabeza de enseñante, me quedo con aquello que me parece decía J. Piaget para entender los placeres y desventuras, y lo aplico al tiempo y al clima:

  • La abstracción simple es la que permite al individuo extraer información a partir de los objetos, es decir, de la realidad sensible. Llámese fenómenos meteorológicos con sus posibles causas y sus visibles efectos. Añadamos afecciones personales.
  • La abstracción reflexiva sería la que permite al individuo extraer conocimiento –sucesión, temporalidad, magnitudes, concatenación, repetición y consolidación del modelo, variabilidad y constantes, etc.- a partir de sus acciones –intenciones o hechos- sobre la realidad sensible y compleja. Aquí se entremezclan las afecciones personales y colectivas. Además el clima no lo ve la gente, ni la mayoría lo infiere a lo largo de su vida.

Ambas suponen en algún momento placeres o desventuras. Afectan a poca gente o mucha, la biodiversidad no se salva de incentivos varios. ¡Hasta la geología se hace ver! Y sobre todas una ecosociedad que bastantes veces no comprende. Imaginen si hay mucha abstracción simple o reflexiva en The age of stupid (La era de la estupidez) producido en 2009. Rtve realizó un muy buen reportaje. En el sitio del Ministerio de Transición Ecológica se accede a la película completa en Youtube. Nadie debería perdérsela; es entretenida y se formula cantidad de preguntas sobre el comportamiento humano. Y a partir de ahí apreciar las venturas y desventuras del tiempo y del clima, movidos en la dimensión cambiante de sus incertidumbres.

Un Mundial 2030 entre calores, dineros y acciones contaminantes (debería mirar más a los ODS y a los derechos humanos)

La concesión de la celebración del Mundial de fútbol 2030 a Portugal, España y Marruecos mereció grandes titulares y comentarios de los medios de comunicación. Vaya mi respeto para quienes lo consideran un hito para su ciudad o país. Sus razones tendrán. En el momento de decidir en qué ciudades españolas corre la pelota mundial habrá peleas entre ellas. Los intereses comerciales, las ayudas o subvenciones de difícil encaje, las opiniones cruzadas entre políticos a favor o en contra rodarán de un campo a otro. Y muchas más cosas que iremos viendo durante este año y el siguiente. Ante ese barullo, nos atrevemos a aportar algunas ideas para el debate sosegado:

Si pensamos en un hito mundial

No es lo mismo que, en un año tan señalado en el calendario (Mundial y para el cumplimiento de los ODS), se magnifique más en cada país la consecución de un título que la evaluación de las metas conseguidas en los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) y Agendas 2030; al menos en los países participantes.

No es lo mismo competir en el Mundial en 2030 que celebrar que en ese año haya habido avances considerables en la metas ODS y crezcan las Agendas 2030 en todo el mundo.

No es lo mismo un mundial en el que las multinacionales que lo patrocinan dedican el 10 % de lo gastado a promocionar el deporte de base y de colectivos con dificultades varias –físicas y mentales- que un mundial sensible solamente a los dineros para los ganadores, los anunciantes o los jefazos de la FIFA.

Si identificamos coste-beneficio social

No es lo mismo jugar al fútbol que jugar con el fútbol. Lo primero lo hacen millones de niños y niñas, también gente de más edad; lo segundo unos cuantos mandatarios que manejan el pelotón que a todos encandila. Más de una vez porque asocian tal o cual equipo al patrimonio patriótico inmaterial.

No es lo mismo un torneo restringido a esos lugares antes mencionados que otro que intenta colonizar las Américas, como este que se dice que antes de llegar por aquí se habrá paseado por Uruguay, Argentina y Paraguay; con el disgusto de Chile.

No es lo mismo un mundial como el de Qatar que celebró posiblemente en construcciones manchadas de explotación que otro en los que prime la consideración de salud de los trabajadores.

No es lo mismo hacer las cosas porque sí que plantearlas para que sirvan a un reequilibrio geoestratégico algo deteriorado entre Marruecos y los dos estados peninsulares.

No son lo mismo los intereses políticos de la FIFA que la resolución de problemas de relación entre países. Hoy casi nadie cree en la diplomacia del ping pon.

No es lo mismo un evento de tanto seguimiento mundial que se implique en resaltar los valores ecológicos de la vida que otro que busque la incitación al consumo de productos de las marcas patrocinadoras.

Si tenemos en cuenta la relación entre gastos e ingresos

No es lo mismo un mundial a pérdidas que otro que supone ganancias dedicadas a la mejora de las desigualdades por las ciudades que pasa.

No es lo mismo un mundial que reparte las pérdidas económicas en los presupuestos de cada país que otro que obliga a que las asuma la FIFA.

No es lo mismo construir campos de fútbol con la excusa del mundial, o solo para el fútbol, que levantar instalaciones deportivas que tengan un valor añadido por su uso posterior, abiertas a clubes pequeños y asociaciones deportivas y sociales.

No es lo mismo emplear los dineros en la relación balompédica entre los vecinos ibéricos que hacerlo para la conexión de alta velocidad entre ellos y con Europa para tener lazos permanentes de la gente.

Si nos atenemos a las previsiones meteorológicas y climáticas

No es lo mismo celebrar un mundial en otoño-invierno-primavera que un torneo en verano en la península Ibérica y Marruecos. Aquí las previsiones de temperatura para entonces. Un grupo de científicos climáticos ha justificado por qué no es lo mismo.

No es lo mismo la práctica saludable del deporte con una temperatura en torno a 25 ºC que soportar los más de 30 ºC corriendo con el consiguiente peligro para la salud de quienes juegan. También de quienes miran o se desplazan desde lejos.

No es lo mismo celebrar dos partidos y ajustar horarios al calor que programar alrededor de 100 encuentros para el Mundial 2030.

No es lo mismo celebrar el mundial en verano en unos campos de juego con autorregulación del aire sin gastos energéticos que otro con asientos refrigerados.

Si consideramos el gran beneficio para la salud física y mental que supone la práctica deportiva

No es lo mismo el fútbol como deporte escolar, desde la primaria hasta la universidad que la cantidad de torneos de todas clases que inundan las relaciones nacionales e internacionales.

No es lo mismo el fútbol adaptado con equipos heterogéneos que la exhibición rutilante de las estrellas balompédicas.

No es lo mismo ser campeones mundiales de fútbol que la muchachada de Campeones, de sueños.

No es lo mismo el equipo de mi pueblo, movido por la afición y costoso económicamente para quienes lo practican, que las “Champions y rechampions” que los dirigentes internacionales –con sueldos estratosféricos-, se inventan en connivencia con los entramados comerciales y políticos.

Si nos fijamos en la contaminación del aire por emisiones de dióxido de carbono y otras partículas

No es lo mismo para buena parte de la ciudadanía se entusiasme con un mundial casi Zero emisiones netas que ignorar la maraña de viajes en avión que dicen van a oscurecer los cielos de medio mundo y contaminar el aire , calentarlo, casi tanto como provocaría alguna erupción volcánica.

No es lo mismo ir caminando al estadio que mover a millones de personas en avión por medio mundo.

No es lo mismo un mundial programado para las apetencias de los anunciantes o posibles transmisiones que otro que busca lo mejor –económico y ambiental- para los futbolistas y quienes acuden a los estadios a verlos.

Si valoramos la necesaria lucha para conseguir la equidad y reducir desigualdades

No es lo mismo conseguir que muchas mujeres y hombres practiquen fútbol que miles de millones de personas se sienten delante de los televisores para entretenerse, y de paso consumir y ser bombardeados por la publicidad de las grandes empresas multinacionales.

No es lo mismo que el mundial sea de hombres que si hubiera sido de chicas. Siempre quedará la duda de cómo hubiera reaccionado el mundo árabe y otros países musulmanes.

No es lo mismo un campeonato que responde a intereses políticos que otro que mira principalmente a los crecimientos éticos – en DD.HH. y contra la discriminación-y haga propaganda de ellos. La misma FIFA lo dice.

No es lo mismo un mundial de fútbol en el que sus protagonistas –incluidos los mandamases de la FIFA que cobran sueldos millonarios- dedicasen el 7 % de sus beneficios a la reparación de las desigualdades de las personas de los países anfitriones que un mundial que solo engorda las carteras de unos cuantos.

No es lo mismo que las noticias del fútbol oscurezcan las mundiales violaciones de los derechos humanos que previamente a cada partido se haga una defensa explícita de los DD.HH.

No es lo mismo la política balompédica que la poliética de las Agendas 2030; aunque sea, incluso mejor que sea, en contextos lúdicos y a la vez comprometidos.

No es lo mismo un mundial que ponga en su ideario constantemente la universalización de los derechos humanos, con actividades coincidentes con los partidos o en otros escenarios de la sede, que otro que soslaye estos temas durante la celebración de la gran contienda mundial.

Nunca debe entenderse que la crítica con las razones expuestas y muchas más es oponerse. Hace falta un estudio profundo de todo lo fundamental y accesorio de los dos eventos mundiales del año 2030. Se nos ocurre que la lucha contra las desigualdades (no deportivas o sí) podría ser la bandera que los una y empuje avances mundiales de los ODS. Quedan 7 años para construir ideario social de lo trascendente, de lo permanente, de aquello que hace más llevadera la vida de la gente que menos cuenta.

Casi nada es lo mismo en el concierto mundial si alguien escucha las palabras del Secretario General de la ONU Antonio Guterres. Un portugués que habla del mundo humanitario y alerta sobre los calores incentivados. Suponemos que no se le verá mucho por los estadios, como no sean los de su país.

No es lo mismo… EL AÑO DE RENDIR CUENTAS DE LOS ODS QUE UN MUNDIAL DE FÚTBOL. ¿O no?

(EFE/ARCHIVO)

Las agendas 2030 de los inmigrantes y sus países

Casi cada día los medios de comunicación nos traen noticias de la llegada de mujeres y hombres, también niños, a las Islas Canarias y a zonas costeras del Mediterráneo comunitario. Buena parte de ellos no habrán oído hablar de las Agendas 2030 –que buscaban la desaparición del hambre y la pobreza mundiales entre otras muchas cosas-. En sus países, el silencio humanitario es una nada sepultada por intereses diversos de quienes allí mandan o de las naciones y compañías que les usurparon su porvenir.

Imagen de archivo de la llegada de un grupo de inmigrantes en patera a Motril (EFE).

Se cumplen ahora 8 años desde que publiqué en el blog Ecos de Celtiberia Inmigrantes emigrados, aislados en cuadrículas verbales de soliloquios escritos con tinta de un color indeterminado, pero claramente evanescente. A propósito de la corriente de migrantes que huían de Siria y otros países en dirección a la rica Europa. Desde entonces hemos acumulado demasiados sucesos que han tenido a los migrantes como protagonistas. No me resisto a publicar parte de lo que recogía la entrada:

Salieron para llegar. Llegan y nadie los quiere. No saben donde se encuentran aunque tengan mapas y GPS. Se miran desconsolados, chillan la verdad pero nadie la escucha, o no entiende esa verdad. Muchos de los que arribaban eran encajonados en tierras de frontera física y combate ideológico, como si se mantuviesen en cuadrículas de estabulación. Los políticos dicen mucho aunque no hablen. Cuando soliloquian ya nadie los cree, o las conciencias se sienten agarrotadas y no pueden decir ¡Basta ya! Al poco tiempo los migrantes desaparecieron de las portadas de los periódicos; son evanescentes.

Por las mismas fechas, los líderes mundiales –en el marco de la ONU- adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Cada objetivo de esta tiene metas específicas que debían alcanzarse en los siguientes 15 años.

Ahora estamos más o menos a la mitad del tiempo programado, año 2030, para rellenar las Agendas 2030. Por este motivo recogía en mi blog en julio de este año “La tragedia y el odio creciente sacuden varias veces a los inmigrantes”. Me siento obligado a repetir lo que entonces decía, una reflexión algo musicada para hacer más llevadera la desilusión, o para reclamar la acción para la esperanza.

Asustados estamos de la pandemia de odio que se está generalizando en Europa, en España incluso en los parlamentos y gobiernos regionales. ¿Qué será pasado mañana? España fue mucho tiempo lugar de salida, de búsqueda de una vida mejor. Juanito Valderrama puso canción a las añoranzas pero se dejó olvidado el sufrimiento. La huida de los migrantes, lo que dejan atrás, les hará sentirse extranjeros allá donde vayan, como canta Bunbury.

Hace ya casi seis años que publicamos, tras un verano sangriento, esta entrada en el blog: 6.300: algo más que el número de migrantes rescatados del Mediterráneo en un solo día. Es una tragedia humanitaria que lastrará para siempre la ética global. La podríamos publicar cada mes. También preguntarnos cada día por qué ese rechazo a los extranjeros. Los detentadores del odio deberían explicarnos sus razones. Nosotros a escuchar con atención aquello que dijo Leonard Cohen en Le partisan.

Asusta pensar lo que hay detrás de esa gente que va en la barca, que salta al agua en busca de un agarradero que le abra las puertas de la vida. ¿Cuántos de los más de 5 millones que habitan en España llegaron así? Tragedia tras tragedia; aquí encontraron casi siempre exclusiones y odios.

Cada vez aumenta más rápido el número de inmigrantes fallecidos. Han transcurrido seis años y la indiferencia social no deja que entre en su mente la solidaridad. Más bien gana terreno el odio al inmigrante pobre, mal vestido; mucho peor si no es blanco. No si es estrella de un deporte, aunque el odio a los futbolistas negros se especifica en varios campos de España. Es negro simiesco el del otro equipo y es jugador admirable el del nuestro, mucho más si mete goles. Asusta pensar lo que habrá detrás de las palabras del señor Abascal asimilando extranjeros y delincuencia. El fomento del odio es un delito que debería tener responsabilidad penal, más aún si lo promueve un jefe de estado como Viktor Urban en Hungría.

Aunque nada más fuera por egoísmo laboral tendríamos que llamarlos. Dentro de unos años la mano de obra en determinados sectores económicos será casi toda extranjera. Los xenófobos pedirán echarlos aunque se hunda nuestra economía para salvar nuestra identidad religiosa y política, como en cierta manera ocurrió (1609) en algunas zonas de España con los moriscos. Qué añadir al pensamiento de los europeos-as hace año y medio: sobran inmigrantes.

Caminando fronteras denuncia que 951 personas han perdido la vida en su intento de llegar a España en lo que llevamos de 2023. En su intento de llevar una vida compartida con el continente donde ellos imaginaban que reinaba la ética y la democracia. Allí donde hoy, suma y sigue, los partidos políticos que quieren expulsar al inmigrante como primera acción política entran en los Parlamentos y Gobiernos -votados también por gente de buena fe que se deja arrastrar por sus mentiras-. Miedo da pensar qué son capaces de hacer los votados y sus votantes. Unámonos en torno a las palabras de Manu Chao, para evitar llamar clandestino o sin papeles a aquellos que de forma no regularizada llegan a Europa.

Imagen de archivo de una patera en la que viajaban 13 inmigrantes fallecidos frente a la costa de Melilla. (EFE/GUARDIA CIVIL)

Nos quedamos con la tristeza amable, a pesar de eso reivindicativa, de Georges Moustaki y Zazie en La métèque. Hablan de alguien con facha de extranjero, judío errante y pastor griego. Para que hagamos de cada día una eternidad de reconocimiento a los extranjeros, como Nícola di Bari versionaba en español la canción del griego errante. Sin ellos poco más de nada seremos nosotros de aquí en adelante.

Nos hemos asomado al Informe de Desarrollo Sostenible 2023. Allí se dice que: «Por tercer año consecutivo, no hay avances en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a nivel mundial y el mundo corre el riesgo de perder una década de avances. Allí se pide que se revise la arquitectura financiera mundial para hacer frente al déficit crónico de financiación de los ODS. También que  España mantiene la posición número 16 del Índice ODS, encabezado en las 20 primeras posiciones por países europeos».

Pero también hemos mirado hacia las Agendas 2030 en África, el continente que aporta mayor número de migrantes que intentar llegar a países donde son algo de verdad los ODS. Hemos encontrado que un camino hacia los ODS en silenciar las armas en África. También que se necesita una acción acelerada para que África alcance los ODS y las metas de “la agenda 2063”. Que según Ayuda en Acción la Agenda 2030 es el mayor desafío para África. Que el International Science Council está implementando propuestas desde un programa de investigación conocido como Investigación integrada líder para la Agenda 2030 en África (LIRA 2030 África). Pero también hemos leído en SDGN el estudio sobre cómo van los ODS en África. Decepciones múltiples en el horizonte.

Varios periódicos europeos mantienen una página dedicada exclusivamente a los migrantes. 20minutos también. Parece que es un asunto del que se quiere informar a los lectores porque es importante entender las variables de la migración y las ventajas de llevar a cabo un buen acogimiento. El flujo no hace sino crecer. A fecha de hoy habrán llegado en 2023 más de 11.000 migrantes a las Islas Canarias. El ánimo se nos viene abajo cuando EE UU va a hacer crecer su muro “trumpiano”. Además, parece que la Cumbre de la UE, que se celebró en Granada durante estos días, va a suponer a corto o medio plazo una política mucho más restrictiva hacia la inmigración. Lo ha encaminado con maniobras nada humanitarias que impulsan Víktor Orban (Hungría), Giorgia Meloni (Italia) y compañía. Atentos a cómo tratan a partir ahora a los migrantes en ambos lugares y en la democrática Unión Europea.

España a la cabeza del regadío europeo, ¿sin agua?

La sequía parece que llegó para quedarse. Ni pongo ni quito, el regadío es así. Mucha agua, más de la que tenemos, para satisfacer tanto el sustento de pequeños agricultores como la ambición de algunos particulares y empresas. O lo que es lo mismo: rebasar los límites puede llevar al desabastecimiento de lo anteriormente poseído. En esta España diversa -¿sucederá así en el resto del mundo?- los mandamases políticos suelen prometer sabiendo que no se puede dar. Con el agua pronunciada en los mítines políticos se colmarían todos los embalses de España e incluso tendríamos que abrir los aliviaderos. Porque de lo que se trata es de prometer agua para extender los regadíos, poco o casi nada se dice de abastecer las necesidades de los domicilios con agua de calidad. Dicho de otra forma: el maná de los embaucadores se adueña de las necesidades de los regantes expectantes; algunos algo ambiciosos. El esperpento aumenta cuando uno lee que los particulares han llenado más de una vez sus piscinas, particulares, previendo que la sequía se impusiese. Como así ha sido. En este país sigue vigente lo del “agua mía y los demás que se las apañen”. Pongamos por ejemplo el trasvase del Tajo y las diatribas políticas entre los cedentes (Castilla-La Mancha) y los regantes expectantes (la zona levantina, incluidos los aniquiladores del Mar Menor). Pero vino la sequía y se produjo la escasez de agua.

Consuegra (Toledo). La orografía del terreno evacúa el agua de lluvia por la zona oscurecida y, cuando no hay agua, deja la marca del cauce que provoca. España ya tiene el 75% de su territorio en riesgo de desertificación. Y, con la emergencia climática, el problema crecerá. (Pedro Armestre/GREENPEACE)

Luego está el asunto de Doñana que es el prototipo de lo que nunca se debe hacer. Por sus orillas reina (ba) el regadío a mansalva. Más y más pozos para tener agua para regadíos enormemente exigentes. ¿Y el Parque Nacional? Bah, eso da de comer a unos pocos, no se puede comparar con nuestras frutas y verduras. Pero vino la sequía. El daño reputacional que están provocando a la biodiversidad ecosistémica de Doñana y de la marca España es muy grave. La Unión Europea dejaba bien claro que no aprobará nunca el plan del Gobierno PP-VOX andaluz. Asunto que en el pasado abril fue motivo de muchos titulares, casi todos contrarios a las maniobras extractivas. Unos meses antes ya había sido noticia en Los Angeles Times lo que debería gastar el gobierno de España en la restitución de los daños más visibles. Si quieren aquí tienen un aluvión de opiniones, a favor y en contra del expolio, que la maniobra del Gobierno andaluz generó en muchos medios de información. The Guardian también recogió el sinsentido hidrológico en su edición en español.

Luego está el agua urbana, la demanda no crece demasiado sin duda debido a una mayor conciencia ciudadana y a las medidas tomadas por los municipios. Aún así las pérdidas de red son escandalosas en algunos lugares. Resultaba esclarecedor el reportaje emitido por Rtve en febrero titulado Agua a la fuga. España pierde agua por un tubo. Resulta escandaloso conocer que España pierde cada año más de 700 hectómetros cúbicos de agua. ¿Pero cómo es posible? Pues sí, sumen fugas a averías y lo entenderán. Los tubos de las redes de abastecimiento hacen aguas. Más o menos esas pérdidas suponen unos 700.000 millones de litros. Lo que equivaldría  al consumo doméstico anual de casi 14 millones de personas. Ahora va el esperpento elevado a la enésima potencia. En el mismo reportaje se comentaba que una fuga de 2 litros por segundo en el abastecimiento a Badalona alimentaba la riera del Canyet desde hace “más de 17 años”.

Recuerdo haber escrito hace tiempo (el 9 de octubre de 2019), en mi blog Eco’s de Celtiberia, un artículo que se titulaba Agua con cuentagotas. Reproduzco aquí una parte para recordar que esto se va a hacer estructural, si no lo es ya. También quería llamar la atención de que no es lo mismo sequía que escasez.

Ya nos disculparán pero esta entrada está teñida de pesimismo, o si lo prefieren, de negatividad. Agua que habla de sequía, en forma de falta del líquido que plantas y animales necesitan, y de silencio, escasa preocupación ante el déficit hídrico que sufre todo el país; mal asunto cuando coinciden ambas ausencias. Los datos del agua acumulada en los embalses alertan sobre lo que puede pasar. Las demandas de más agua no dejan de crecer. Qué nos dirían los ríos si les preguntásemos, pues hace tiempo que perdieron sus caudales ecológicos sanadores. Además, cada vez los veranos -más calor que evapora y menos lluvia- duran más.

Mucha gente se despreocupa del asunto; ya lloverá, se dicen, seguros de que los cielos tienen memoria. Además siempre ha habido sequías en España. ¿Quién de nosotros se pregunta por la sequía actual? Ni siquiera hace caso a los negros augurios que nos presentan la gente que sabe y mide. Además, el agua no fluye por los circuitos de nuestros políticos, ocupados en batallas entre ellos para dilucidar quiénes lo hacer peor. Pero, por si les llega el sonido del agua les decimos en voz alta: podemos estar a las puertas de una situación de emergencia. Empiecen a conjugar sequía con escasez; no es lo mismo.

No se nos olvide que el agua tiene una dimensión, o mucha, intrínsecamente global, en percepción y uso. Si la vemos así, secará menos. Pero no queremos engañarles: por todo el mundo, el agua está en crisis. En realidad somos nosotros, pues no sabemos combinar escasez con sequías.

En algún otro artículo me preguntaba ¿de quién es el agua? ¿Alguien por ahí sabría contestarme y demostrarme su opinión con argumentos limpios? No nos olvidamos de hablar de los embalses. En lo que va de verano han perdido 84 billones de litros de agua, dato recogido por varios periódicos. Lo que ha conducido a que la reserva hídrica acumule catorce semanas de caídas a pesar de vivir tres meses muy húmedos (lluvias torrenciales), según la Aemet.

Como no podría faltar, aquí va el mapa de la reserva hídrica hace unos días.

Por si quieren ampliar más la visión aquí les dejamos el enlace al mapa de regadíos de España y muchas más cosas de interés elaborado por EOM (El Orden Mundial) en mayo de este año. Por cierto, ¿qué consecuencias tiene que España esté (estaba) a la cabeza del regadío europeo?