La corriente atlántica se tambalea; más incertezas climáticas

Las corrientes marinas se encuentran entre las principales responsables del funcionamiento de los climas, por todo el mundo; un poco menos en los grandes territorios continentales.  Para acercarnos a ellas hay que entender cómo se forman. Los principales vectores determinantes son el viento, la profundidad marina y la rotación terrestre. En el supuesto de que los vientos soplen casi siempre en la misma dirección, no hay que extrañar que se produzcan corrientes –como ríos de agua- en la superficie de los océanos. No suelen ser muy profundas –entre 50 y 100 metros-; aun así son trascendentales para determinar el clima del mundo, y para distribuir el calor y los nutrientes del océano.

Pero despistan a la gente: vientos y corrientes no fluyen en la misma dirección. Es más, los vientos se describen por la dirección desde la que soplan, mientras que las segundas se representan por la dirección hacia la que fluyen. La dirección y la velocidad de las corrientes de agua no coinciden con las de las corrientes de viento que soplan sobre ellas. La cuestión se entiende si se piensa que las corrientes oceánicas son mucho más lentas que los vientos. No solo debido a la fricción del agua. Sino que  se mueven en un determinado ángulo con respecto a la dirección del viento. No olvidemos que  el movimiento de rotación de la Tierra las condiciona mucho. Más o menos, el agua superficial fluye en un ángulo de 20º a 45º a la derecha respecto al viento en el hemisferio norte y de 20º a 45º a la izquierda del viento en el hemisferio sur. Esta desviación del movimiento del agua se debe al efecto Coriolis de rotación de la Tierra. ¿Lo conocía Cristóbal Colón –afamado cartógrafo- y por eso recaló en las Canarias para tomar impulso hacia “Las Indias”? Quienes deseen más información sobre las corrientes marinas puede mirar en Infobae.

Bueno, a lo que íbamos, que uno se dispersa mucho en explicaciones que seguramente quienes lean esto ya conocen. Manías que padecemos muchos profesores. Lo primero que hay que conocer es que la Corriente Circular Atlántica (AMOC) –sistema fundamental de corrientes oceánicas pues transporta agua caliente desde los trópicos hasta el norte del Atlántico- puede que no mantenga sus ritmos y direcciones actuales; quizás podría colapsar a mediados de siglo.

La hipótesis la formulan recientes estudios, entre ellos uno de la Universidad de Copenhague, publicado en la revista Nature Communications. En él se concluye que “la AMOC “colapsará, con un 95 % de certeza, entre 2025 y 2095. Lo más probable es que esto ocurra en 34 años, en 2057″. Si así sucediese, puede provocar unos desafíos sociales, ambientales y económicos enormes. Es posible que se sobrecalienten los trópicos y aumenten las grandes tormentas ligadas a ciclones en el Atlántico Norte. Parece que la intensidad y frecuencia de las precipitaciones severas causarían graves daños. La misma hipótesis la mantiene otro reciente estudio del Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam (PIK, por sus siglas en inglés), de la Universidad de Potsdam, en Alemania; publicado en  Journal of Climate.

Ya se aprecia una influencia del deshielo de Groenlandia, por ejemplo, en la dinámica de los vientos y corrientes de agua en el Atlántico norte, en las zonas terrestres circundantes y en el complejo sistema climático mundial. Hay que recordar que la corriente temohalina actual se descarga y recarga en sus ramales en aguas polares árticas. Como curiosidad, Heraldo de Aragón (14/02/2024) resaltaba las paradojas climáticas en  “Groenlandia florece y reverdece, pero amenaza el clima de todo el planeta”.  Hace tres años leímos un artículo curioso en la web Verdeyazul que señalaba que por entonces los políticos parecen más negacionistas que nadie. Son de todos conocidos, pero no cuesta nada echar un vistazo a la noticia. Habría que añadir alguno más.

De producirse el colapso de la AMOC -recordamos que es una hipótesis- los efectos sobre el clima serían de gran alcance. Entre los supuestos que se barajan hay alguno que concluye que gran parte del hemisferio norte se enfriaría, a la vez que las costas de América del Norte y Europa podrían experimentar un aumento más rápido del nivel del mar. Por otra parte, el norte de Europa podría enfrentar inviernos más tormentosos, mientras que el Sahel en África y las regiones monzónicas de Asia probablemente recibirían menos lluvia. En un titular periodístico de El Diario Vasco hemos leído la apocalíptica conjetura de que “la corriente marina amenaza con destrozar el mundo”. No lo dice porque sí, pues acompaña una infografía que las personas ajenas a estos temas deberían visitar. 20minutos.es ya lo recogía en el verano pasado con un titular inquietante: El peor escenario ante un colapso de la corriente del Atlántico: avance de los hielos, sequía y un frenazo del calentamiento global. El artículo recoge opiniones contrarias de catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona Javier Martín-Vide y del portavoz de la Aemet. Léanlo.

Mientras esto ocurre, los partidos políticos –más todavía los de derecha y sus socios en los gobiernos europeos y de todo el mundo- son negacionistas del cambio climático, al menos de sus influencias en la economía, en la dinámica troposférica y en sus poblaciones. Parece que la duda climática –que no es una hipótesis sino una realidad por todo el mundo físico- los ahoga. Ya lo decía la sabiduría popular: no hay más ciego que quien no quiere ver. Así que no seamos negacionistas ni catastrofistas; más bien merece la pena ser previsores, a escala cercana y en el contexto de los grandes convenios internacionales climáticos, como el recordado Acuerdo de París.

No necesitamos empeñarnos en discutir si lo climático de ahora es cambio, crisis o emergencia. Digamos que parece probable que haya alteraciones graves en la secuencia paulatina que conocíamos como estaciones debido a ciertas modificaciones de la AMOC. Sobre todo en forma de sequía y olas de calor severas junto con episodios de precipitaciones cuantiosas. Iagua, que del asunto habla con coherencia, publicaba el agosto pasado en su blog una reseña recogida por el profesor de Oceanografía y clima Robert Marsh, de la Universidad de Southampton con un título preocupante “El colapso de la circulación del Atlántico supondría un caos climático aún mayor en toda Europa”. En el mismo artículo se daba cuenta de la publicación en Nature Communications titulada en forma de aviso precautorio sobre la hipótesis que aquí vamos comentando: Advertencia de un próximo colapso de la circulación de vuelco meridional del Atlántico.

Qué es una hipótesis, pues sí. Pero de estas previsiones está llena la ciencia, y a veces inunda la vida. El principio de precaución dice que es mejor prepararse para que esas eventualidades causen los mínimos estragos posibles. Deberían dedicarse a ello frenéticamente el Gobierno de España, los de las CC.AA. y todos los estamentos de la administración incluidos los ayuntamientos, en especial aquellos que forman parte de EuroCities2030. Sus compromisos adquiridos así lo exigen y deben actuar de ejemplos para los demás.

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