Se dice que el mundo sería una calamidad sin el buen hacer de las mujeres. Su aportación tiene un valor exponencial, pues se realiza en un mundo de hombres, que casi nunca se lo han puesto fácil. Tanto es así que las religiones impiden que las mujeres cuenten en el pensamiento y la obra de sus feligreses, en la gestión de sus principios morales y éticos. Los hombres que mandan están equivocados, o son demasiado tradicionalistas.
Viene bien recordarlo a menudo. Aquí vamos a relatar unos acontecimientos recientes para poner en valor el valer de las mujeres, más todavía en aquellos lugares en donde se ven más apartadas de la vida pública, de las decisiones importantes. Este blog quedaría incompleto si no dedicase un reconocimiento global al papel que las mujeres representan en el reajuste del mundo, muy maltratado en ámbitos diversos (social, ambiental, económico, etc.) y mucho más ignorado en los países en donde las religiones las arrinconan, hecho que no solo ocurre en el mundo árabe. El mundo tiene muchas deudas pendientes con las mujeres y niñas. El mundo se juega su futuro en estos años si quiere aprovechar la valía de las mujeres, de caminar hacia la disminución de las desigualdades de género. Si los hombres fueran listos, dejarían espacio vital a las mujeres y no perderían su capital humano y ético.
Actualmente, el 10,3% de las mujeres a nivel mundial viven en pobreza extrema y son mucho más pobres que los hombres. El progreso hacia la erradicación de la pobreza –la sufren más las mujeres- debe ser 26 veces más rápido para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030. Pero claro, acelerar el progreso requiere una fuerte inversión. Según datos de 48 economías en desarrollo, se necesitan 360 mil millones de dólares adicionales cada año para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en una serie de objetivos globales clave, incluida la erradicación de la pobreza y el hambre. Cuando redacto estas líneas se acaba de celebrar la CSW68 (Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas) durante los días 11 al 22 de marzo de 2024. Su programa de trabajo marcaba que se iban a tratar cuatro aspectos fundamentales: luchar contra la pobreza, lograr la igualdad de género, fortalecer el papel de las instituciones y maximizar la financiación de políticas de igualdad. El documento final insiste en que se debe aumentar la asistencia oficial al desarrollo (asunto cada vez más olvidado por los países ricos donantes) para combatir la pobreza entre mujeres y niñas (en lugares especialmente inhumanos). ¿Por qué este énfasis?, se preguntarán quienes ven a las mujeres desde la atalaya de la engañosa superioridad de los hombres. Hay muchas razones. Entre ellas que la proporción de la ayuda total con la igualdad de género como objetivo político cayó por primera vez en una década, del 45 % en 2019 al 43 % en 2020, según los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
La CSW68 afirma con datos y señales diversas que las soluciones para poner fin a la pobreza de las mujeres están suficientemente claras:
- Hay que invertir en políticas y programas que aborden las desigualdades entre mujeres y hombres y fortalecer la capacidad de acción y liderazgo de las mujeres.
- Las inversiones en los colectivos de mujeres generan enormes dividendos: más de 100 millones de mujeres y niñas podrían salir de la pobreza si los gobiernos priorizaran el acceso a la educación, los servicios de planificación familiar y salarios justos e igualitarios, y ampliaran los beneficios sociales.
- De aquí a 2035 se podrían crear cerca de 300 millones de puestos de trabajo gracias a las inversiones en servicios de cuidados. Reducir las brechas de género en el empleo podría aumentar el producto interno bruto (PIB) per cápita en un 20 % en todas las regiones del mundo. La Unión Europea ha hecho suyo este empeño pero aún quedan retos pendientes tal como se detalla en Toute l’Europe. Globalmente han mejorado pero se encuentran muy lejos todavía de desaparecer. Se diseñó una estrategia 2020-2025 para reducir las desigualdades entre mujeres y hombres. Pero anotemos algunos datos estadísticos proporcionados, vía Eurostat, por la misma UE:
- Las desigualdades se reflejan especialmente en los salarios. En 2022, las mujeres ganaban de media un 12,7 % menos que los hombres (desde un 21,3 % en Estonia a un 0,7 % en Luxemburgo.
- Un 66,1 % de mujeres de 20 à 64 años tenían un empleo en 2020 en la UE, tasa que aumentó desde el 60,9 % que suponía en 2012. Pero la noticia es parcialmente positiva pues la ocupación de los hombres suponían ya 77,2 % en 2020. Por países, en el lado más positivo Lituania, Malta en el peor.
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El informe citado se detiene en otros aspectos como: el acceso de las mujeres a aspectos claves que ordenan la vida social, a los poderes políticos o parlamentos. También se detiene en un drama de la vida social: la violencia que sufren las mujeres en el entorno familiar o laboral. Hay que leerlo entero.