
Erdogan a su llegada al colegio electoral de Estambul donde depositó su voto / EFE
Una vez más, los turcos han vuelto a las urnas para elegir nuevo gobierno. Muchas habían sido las críticas al ejecutivo de Erdogan por la dura represión de las protestas de Taksim, el autoritarismo del primer ministro y sus políticas islamistas, así como por la falta de reacción de Ankara ante el conflicto en Siria. Contra viento y marea, Erdogan revalidó su puesto y consiguió frenar y remontar la caída de popularidad de su partido, el AKP, en los últimos tiempos. ¿Por qué? La respuesta reside en cinco claves que no debemos perder de vista, puesto que todo parece indicar que el papel de Turquía en el escenario internacional actual, bajo el terror de Estado Islámico en todo Oriente Medio y parte de occidente y con una enorme crisis de refugiados, será relevante en los próximos años.
Gana el discurso del miedo
El conflicto en Siria e Irak provocado, en gran parte, por Estado Islámico ha tenido una gran repercusión en Turquía, en parte porque los kurdos en Turquía representan el 18% del total de la población, lo que convierte al país en un campo de batalla más para el yihadismo. Primero fue el atentado contra activistas kurdos en Suruç, que se saldó con más de 30 muertos, y que desencadenó una oleada de ataques terroristas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), y hace un par de semanas, en Ankara, otro ataque atribuido a Estado Islámico, con 97 fallecidos, en lo que se convirtió en el atentado más sangriento de la historia de Turquía.
A pesar de este último atentado, ocurre que el gobierno turco (y parte de la población) comparte con Estado Islámico el rechazo a los kurdos, a los que asocia con el terrorismo histórico en Turquía, mientras que para los yihadistas son enemigos religiosos. Y en estos comicios se hizo palpable que Erdogan y el AKP son para los turcos la opción «segura» en medio de un conflicto que ha salpicado a Turquía más de la cuenta. Para muestra un botón, el Partido Democrático del Pueblo (HDP), que aglutina a los nacionalistas kurdos, estuvo cerca de perder su representación parlamentaria, con sólo el 10,7% de los votos.
¿Terrorismo kurdo o terrorismo yihadista?
La población kurda representa una minoría en Turquía, pero aún así es una cifra significativa. Sus diferencias, aparentemente insalvables, con la masa hegemónica en el país, siempre han presentado a los kurdos como una amenaza, especialmente en base a los ataques terroristas del PKK. En los últimos tiempos parecía que la conflictividad con el PKK se había relajado, y varias voces hablaban incluso de una posible solución del conflicto y que se avanzaba hacia una reconciliación. Pero todo se truncó con la irrupción de Estado Islámico en el escenario periférico: la neutralidad (o pasotismo) de Erdogan en la lucha de los kurdos en Kobane enfureció al PKK, por no hablar de la posterior intervención de Ankara en Siria, donde también atentó contra objetivos kurdos.
Los nuevos ataques del PKK que se desencadenaron en Turquía dieron fuerza nuevamente al discurso anti-kurdo de las autoridades. Ahora en territorio turco aparecen dos problemas: Estado Islámico, por un lado, y el PKK por el otro. ¿Cuál de los dos tiene más peso? Quizá no sea ésta la pregunta, sino qué intereses puede haber, si los hay, en el gobierno turco en torno al terrorismo. Como sabemos, el discurso antiterrorista sirve a muchos gobiernos para justificar sus acciones.
Erdogan y las democracias occidentales
Si bien Turquía es un país marcadamente laico, también es enormemente islamista, a la par que occidentalizado. Esa mezcla lo convierte en un escenario muy complicado, pero también estratégico. Por su peculiaridad y por su posición geográfica, Turquía es un enclave para las democracias europeas, tanto en la gestión de los refugiados como en la alianza que Ankara puede suponer en una intervención de occidente (o, al menos, de la OTAN) en Oriente Medio. Además, Turquía no es Arabia Saudí a los ojos del mundo, algo que lo hace más digerible en caso de acuerdos y alianzas alrededor de Oriente Medio, y muy especialmente ahora, en la lucha de contra Estado Islámico. ¿Cuál es la contrapartida? El interés de Erdogan por entenderse con la diplomacia europea. No olvidemos que Turquía es candidata a ingresar en la Unión Europea. Si lo conseguirá o no, eso ya es otro cantar.
Más poder, ¿gracias a la Constitución?
Mucho se habló del autoritarismo de Erdogan desde su llegada al gobierno turco, tanto en la dura represión que ejerció sobre la población civil a través del brazo policial (parece que nadie se acuerda ya de Taksim), como por la progresiva «islamización» del Estado, tal como criticaron diversos sectores civiles y expertos internacionales. Sin embargo, tras el reciente resultado en las urnas, donde el AKP obtuvo cerca del 50% de los votos, el primer ministro podría llevar a cabo una reforma constitucional para otorgarse aún más poder, abrazando también el ejecutivo. Es decir, más poder legitimado por un discurso del miedo que presenta al AKP como la única alternativa al terror. ¿Es que en Turquía no hay otra solución más allá de Erdogan? Por el momento, en Turquía el miedo está siendo más fuerte que la razón.