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La oposición no quiere darle todo el poder a Erdogan

Logo CHP turquía

Logo del Partido Republicano del Pueblo (CHP)

El principal partido de la oposición turca, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), pidió ayer formalmente la anulación y repetición del referéndum del domingo. La agencia EFE recoge las declaraciones del vicepresidente del CHP, Bülent Tezcan, tras formalizar la petición de impugnación: «Esta elección no es válida, no es legítima. Para acabar con esta ilegalidad solicitamos a la Junta Suprema Electoral (YSK) que anule el referéndum». La otra gran fuerza opositora, el prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP) también ha pedido públicamente la anulación de los resultados del referéndum.

Entre las irregularidades denunciadas, el CHP considera que al menos 2,5 millones de papeletas no selladas fueron consideradas válidas e incluidas en el recuento total. Teniendo en cuenta que el sí a la reforma constitucional para implantar un sistema presidencialista en Turquía ganó con un apretado margen del 51,4% de los votos, es lógico que quieran averiguar si seguiría ganando el sí sino se hubieran contado las papeletas no selladas, ya que la ley electoral señala que esos votos tienen que ser declarados nulos.
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Adiós a la mayoría aplastante, Erdogan

Mujeres ejerciendo el voto en las elecciones del domingo / EFE

Mujeres ejerciendo el voto en las elecciones del domingo / EFE

Todos los imperios tocan, tarde o temprano, a su fin. Junio de 2015 ve desmoronarse el de Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía tras tres mayorías absolutas consecutivas que le han llevado a gobernar Turquía cual cortijo desde hace 13 años. El domingo el país celebró elecciones legislativas y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), las ganó con un escaso 40,8% de los votos. La traducción es 255 escaños, 21 menos de los necesarios para tener el control del Parlamento.

Si algo salva al gobierno en minoría del islamismo turco, es la falta de recuperación de sus adversarios. El Partido Republicano del Pueblo, de corte laico y socialdemócrata, se quedó en segundo lugar con el 25,1% de los votos y 133 escaños. La tercera fuerza, el Partido del Movimiento Nacionalista, más próximo a un posible pacto con el AKP, se quedó con 82 escaños, un 16,4% de los sufragios.

¿Por qué cae el partido de Erdogan y otros suben pero moderadamente?

¿Se acuerdan del 15M turco que nació de la protesta contra los planes de construir un centro comercial en el parque Gezi? Ese voto de protesta de las clases medias urbanas contra el talante cada vez más autoritario de Erdogan ha cuajado. Una buena parte lo ha recogido el Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP), izquierdista y prokurdo. Sin embargo, ese carácter prokurdo también ha sido su hándicap, porque muchos turcos no han querido darles poder, ya que eso significaría reconocer derechos del pueblo kurdo que muchos no están dispuestos a plantear.

A diferencia de otros países como el nuestro, el movimiento de protesta no ha sido capaz de crear un partido político propio. Aunque Podemos esté más o menos lejos del espíritu de los indignados en España, el vínculo con el movimiento es claro en muchos de sus planteamientos. Así que los nacionalistas kurdos se han quedado en una vía de escape a medias.

Sin embargo, la subida del HDP es todo un triunfo porque ha conseguido el doble de la representación que tenía en la Asamblea, llegando al 12,9% de los sufragios. Y ese dato es todavía más importante si tenemos en cuenta que desde el golpe de Estado de 1980, la barrera para entrar al Parlamento se sitúa en el 10% de los votos -una decisión que se tomó precisamente para bloquear la entrada de las minorías en la política pública. Evidentemente, el partido tendrá ahora mayor poder de negociación. Sus líneas generales apuntan a políticas más descentralizadoras y, claro está, a cierto autogobierno para el sureste de Anatolia, donde viven la mayoría de los kurdos.

Podríamos pensar que Erdogan tampoco pierde tanto, pues al fin y al cabo, su partido es la fuerza más votada. Pero, ay, amigos, detrás de los personajes magnánimos hay siempre planes más oscuros y el presidente tenía uno que sólo podía alcanzar con una mayoría de al menos 330 diputados: reformar la Constitución. Y no para introducir más derechos, precisamente, sino para que ésta otorgara al presidente plenos poderos ejecutivos. Ahora mismo, la jefatura del Estado tiene funciones limitadas a la representación que no le llegan ni a la suela de las aspiraciones a Erdogan. Básicamente, tendrá que conformarse con seguir teniendo las funciones de un cargo como el de Felipe VI, y deseando los de una figura institucional como la de Mariano Rajoy.

En definitiva, los resultados son un empujón para la democracia. Los turcos han rechazado en las urnas el autoritarismo y le han mandado un mensaje claro al AKP: o se renueva y vence el personalismo del líder, o no podrá seguir al frente del país. La polarización ya ha llegado demasiado lejos.

La Turquía autoritaria

La represión de las protestas de Taksim puso en evidencia el autoritarismo del gobierno turco / EFE

La represión de las protestas de Taksim puso en evidencia el autoritarismo del gobierno turco / EFE

El año 2013 supuso un punto de inflexión para Turquía. Las protestas que protagonizaron aquel mes de junio pusieron en evidencia ante el mundo entero el autoritarismo del dirigente turco, Recep Tayyip Erdogan. En el país eurasiático se ha puesto coto a la libertad de expresión y para ello se ha legitimado la violencia policial, que goza de impunidad, las persecuciones y los juicios «vengativos», como muchos los califican, hacia opositores y medios de comunicación. Erdogan, que goza de mayoría absoluta y lleva 13 años al mando del país, ha radicalizado cada vez más su postura ante el incremento de las críticas.

La reciente detención del director de Zaman, uno de los principales medios de comunicación en Turquía, Ekrem Dumanli, ha despertado las críticas internacionales a la falta de libertad de expresión en el país. Zaman se caracteriza por ser muy crítico con el presidente, por lo que la policía procedió a detener a Dumanli el pasado sábado, acusado de participar en un «plan para derrocar al Gobierno». También fueron detenidas otras 23 personas vinculadas a la cadena de televisión Samanyolu y al archienemigo de Erdogan, el también islamista Fethullah Gülen.

La población turca lleva años denunciando el giro autoritario del gobierno del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo), especialmente desde 2011, cuando Erdogan obtuvo por primera vez la mayoría absoluta y fue acusado de «islamizar» el país por medidas como intentar asumir la presidencia de la República (no lo consiguió) o tumbar la prohibición del velo islámico en espacios públicos. Las protestas de la plaza Taksim, en Estambul, fueron duramente reprimidas y terminaron en una persecución judicial de activistas, medios de comunicación e incluso personal sanitario que atendió a los 8.000 manifestantes heridos. Por contra, el gobierno turco ha blindado la identidad de los policías que llevaron a cabo la represión de las protestas,  que provocó 4 muertos.

Si bien más del 90% de los turcos son musulmanes, existe una fuerte tradición laica en el país que hace que las medidas islamizadoras del presidente no sean bien vistas por amplios sectores. Sin embargo, este no es el principal problema que presenta Erdogan, sino más bien los métodos que utiliza para imponer su criterio, los escándalos por corrupción y la censura y persecución de todos los puntos de vista contrarios, emitidos tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación. Así se demostró en Taksim, una protesta motivada por el anuncio de demolición del histórico parque Gezi para la construcción de un centro comercial, que terminó con la detención de activistas y con muchos juicios basados en comentarios vertidos en Internet. Son muchos los organismos que han denunciado el autoritarismo del gobierno turco, pero éste goza todavía de una mayoría absoluta que le otorga amplios poderes. Queda por ver si, con el tiempo, la crisis social se convertirá en una crisis política.