Desde la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos mucho se ha hablado de sus futuras políticas antiinmigración o a favor de las armas. Pero algo menos de su amenaza de romper tratados internacionales. De hecho, este último es uno de los aspectos que muchos pensaron que no cumpliría una vez comience a saborear las (amargas) mieles del despacho oval. Pero, de momento, no está siendo así. Una cosa es suavizar el tono -cosa que en mayor o menor medida ha hecho- después de la campaña, y otra muy distinta es dejar en un cajón sus promesas electorales.
Trump ha vuelto a las andadas tras anunciar que Estados Unidos abandonará el tratado de libre comercio Asia-Pacífico (TPP). Para EE.UU. y, por lo tanto, para el eje occidental -porque ya no estamos en la Guerra Fría, pero podríamos volver a estarlo-, romper este acuerdo supondría que Washington abandonará el control del que goza actualmente en la región cartográfica más oriental. Sobre todo, para hacer frente al crecimiento exponencial de China. Así, mientras el mundo mira hacia Rusia e Irán, Pekín observa con una sonrisa los pasos del presidente electo.