El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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OPSON: operaciones policiales internacionales tras el fraude alimentario

PolicíaNuestra sensibilidad aumenta a cada momento en todos aquellos temas que implican tanto una violación de la seguridad alimentaria con respecto a los estándares asumidos, como al fraude también alimentario. Aunque son diferentes, infracciones en la seguridad de los alimentos y el fraude, en no pocas ocasiones, el fraude también se acompaña de un menoscabo en la seguridad alimentaria y con él un mayor riesgo para la salud. En los últimos tiempos hemos sido tristes testigos de no pocos ejemplos en los que esa seguridad se ha vulnerado y con ella se ha puesto en jaque en cierta medida la salud del consumidor.

Pero el fraude alimentario, como tal, es otra cosa. Se trataría de la falsificación del alimento un gato por liebre a la vieja usanza o, más en nuestro tiempo, darte un aceite de calidad inferior etiquetado como de calidad superior y así con cualquier producto: jamones, caviar, chocolate, vinos… sea el que sea. Lo conocemos con los top manta en forma de relojes, bolsos, cinturones, etcétera que lucen a la vista una marca y una calidad que en realidad son, por lo general, una castaña.

Pues no sé si lo sabes pero hay mucho de este fraude. Hasta el punto que desde hace cuatro años Europol e Interpol dedican un programa específico en varios países europeos para atajar este delictivo negocio que al parecer va en alza y que genera jugosos beneficios. Se llaman Operaciones OPSON y se trata de una iniciativa conjunta entre Europol e Interpol para desarticular redes de fabricación, distribución y venta tanto de alimentos y bebidas falsos como de aquellos de baja calidad. La primera operación OPSON tuvo lugar en 2011 y en ella participaron 10 países. La implicación internacional va en aumento y en la OPSON III (2013) participaron 31 países (18 Estados miembros de EU). Así, durante un mes, se notificaron 8.660 inspecciones, 1.813 casos y 103 sospechosos. En total se incautaron o retiraron del mercado, 5.661 toneladas de alimento, 681.000 mil litros de bebidas y cerca de 255.000 artículos. Imagina… si esto es lo que se pilla, qué es lo que habrá. Me gustaría saber si los responsables policiales tienen alguna estimación al respecto de a qué porcentaje de las mercancías ilegales alcanzan sus incautaciones.

En lo que respecta a España en concreto, la implicación de la Guardia Civil desde el inicio, 2011, ha sido destacada. Así en la OPSON III, la del año pasado la Guardia Civil sancionó 1.663 infracciones administrativas, se detuvo a 25 personas y se incautaron 500 toneladas de alimentos y 400.000 mil litros de bebidas; y la planificación de la OPSON IV, la de este año, se ha realizado en España.

Para finalizar me gustaría trasladar a nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del estado un par de comentarios. El primero referente a la escasa divulgación de los nombres, marcas y puntos de distribución donde se cometen estas fechorías; opino que con independencia de que el atropello se cometa con un determinado producto o marca, los consumidores deberíamos estar más al corriente de los resultados de estas operaciones para sancionar con nuestras acciones (de no compra) aquellos establecimientos que incurren en falta. Y la segunda; he comprobado que a lo largo de las tres operaciones OPSON llevadas a cabo hasta la fecha, el trabajo de campo se realiza en el último mes del año respectivo… ¿no sirve este modus operandi, el suyo el de los buenos, para dar pistas a los malos de cuándo han de cuidarse más?

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Distribución de carne en mal estado en China y la “Fast Food Nation”

Fast food nationSupongo que la noticia de la semana pasada en China a colación de la comercialización de carne podrida no te habrá dejado indiferente. De hecho nuestra susceptibilidad por estos temas ha subido bastantes enteros en los últimos tiempos y como tal supone una tendencia que va a seguir en alza tal y como señalé hace poco en este post (me refiero a la creciente preocupación, no al fraude, esperemos). Quizá no sea tanto que nuestra sensibilidad haya aumentado sino que en la actualidad la facilidad en la comunicación, en la llamada era de la información, nos hace llegar hasta nuestros oídos con mucha más celeridad y precisión este tipo de noticias alarmantes. La cuestión es que el hecho en sí es preocupante con independencia de quién se entere. Antes solo se alarmaban unos pocos y ahora se alarman muchos dado el impacto de los hechos en sí y lo vulnerables que nos hacen sentir cuando conocemos incidentes de este estilo. No es para menos, estamos hablando de lo que comemos y del resultado que sabemos bien puede tener sobre nuestra salud.

Por si acaso no te enteraste te lo resumo: hace unos pocos días un medio de comunicación de este país denunció publicamente de que la compañía alimentaria Husi de Shanghái procesaba y distribuía a sus clientes carne en mal estado, un importante problema agravado por una actividad fraudulenta en toda regla cuando se conoció que además se alteraban (en beneficio de esta empresa) las fechas de caducidad. Es decir, no se trata de un “error” en el procesado, de un incidente… no, se trata de mala baba en toda regla. Merece la pena destacar que no es solo una cuestión de “chinos” ya que la tal compañía Husi es a la vez una filial del grupo OSI de Estados Unidos.

El escándalo subió unos cuantos enteros cuando se supo que este productor/distribuidor proveía de carne y materias primas a grandes multinacionales de la conocida como fast food o cadenas de comida rápida, léase, McDonalds, KFC, Pizza Hut.

De este lamentable hecho yo sacaría dos lecturas. En primer lugar, ser conscientes que, de nuevo, son este tipo de cadenas de “restaurantes” y ese tipo de productos en donde se termina por materializar ese eslabón, el último, en el que el consumidor acaba por tomar contacto con esos alimentos corrompidos. Ya no estamos hablando de la mayor o menor idoneidad nutricional en el uso de este tipo de “restaurantes” y productos procesados, suponiendo que las materias primas estuvieran en un estado higiénico aceptable… es que además, no lo están; y el punto de distribución, de tu bandeja a tu boca, vuelve a ser ese tipo de productos y ese tipo de “restaurantes” que los distribuyen al comensal. Esto a su vez merece dos reflexiones: ¿acaso estas multinacionales de la comida rápida no tienen sus propios controles de calidad? Se supone que en este tipo de establecimientos se ha de hacer un control sanitario de las materias primas recibidas y, o bien se lo saltan a la torera, o bien los realizan y se saltan a la torera sus resultados. Y además, vuelve a poner de manifiesto que es precisamente en los productos más procesados (tal y como te comenté en esta y en esta otra entrada) en donde al consumidor se le pueden meter más goles. Parece que este tipo de productos (ya los adquieras en las típicas bandejas de tu supermercado o bien en este tipo de “restaurantes”) tienen todos los números para convertirse en una especie de vertedero de los alimentos de origen animal.

Tras la polémica, ya te lo puedes imaginar, las grandes cadenas implicadas han salido a la palestra pública para decir a voz en grito que ya han retirado de la venta aquellos productos procedentes de la factoría en la que ha saltado el escándalo. Ya podemos dormir tranquilos.

La segunda de las lecturas que vienen a mi cabeza es que este tipo de polémicas no son precisamente nuevas en este tipo de industria. Para nada. La actualidad trajo a mi memoria la (profética en este caso) película Fast Food Nation (“El país de la comida rápida”) de 2006 dirigida por Richard Linklater y basada en el libro homónimo de Eric Schlosser. En ella se entrelazan varias tramas, varias denuncias sociales para ser más concreto, pero el hilo conductor parte del encargo que recibe un directivo de una de estas cadenas de comida rápida (una hamburguesería) para desentrañar el problema que ha supuesto el encontrar en unos análisis una carga de E. coli, muy por encima de la permitida en el buque insignia de sus hamburguesas, la Big One. Lo que hay que descubrir en la película es el origen de esa mierda (tal cual, porque de eso se trata, se expresa uno de los dirigentes de la multinacional) en esas hamburguesas. Todo ello aderezado en la película con una importante denuncia social enmarcada en la inmigración ilegal, las precarias condiciones laborales de estas personas, el uso de drogas, etcétera. Todo un poema, tristemente real, a tenor de las habituales circunstancias. Este es su trailer.


El caso es que al final no he podido por menos que acordarme del fragmento de la peli en el que aparece Bruce Willis (Harry Rydell en la película) encarnando a un socarrón (por no decir cabronazo) intermediario entre la carne de los mataderos y de salas de despiece, y las multinacionales que finalmente comercializan ésa carne de dudosa salubridad. El muy cabronazo, ahora sí, mientras disfruta a dos carrillos de una espléndida Big One, con todo el carisma que un actor yanqui de pro lo puede hacer cerveza en ristre, le comenta al directivo encargado de encontrar el origen de la contaminación fecal (lo siento por el enlace en italiano, no lo he encontrado ni doblado ni en versión original):

Con sinceridad [aun suponiendo que efectivamente la carne esté contaminada] no sé dónde puede estar el problema. Se supone que la carne ha de ser cocinada… ¿no? Pues cocínala y asunto arreglado. [Además] No vamos a acabar a con la industria automovilística de Detroit porque cada año mueran más de 40.000 personas en accidentes de coche, ¿no? Así que, [no te des demasiado mal], todo el mundo tiene que comer un poco de mierda de vez en cuando.

Te lo traduzco… ¿que tu hamburguesa congelada (antes de cocinarse) contiene además de carne, caca de vaca? ¿Que tu hamburguesa congelada (antes de cocinarse) se cae al suelo y juegan al hockey con ella? No te preocupes, ésta habrá de pasar por la “higienizante” acción de la parrilla o del horno o de cualquier otra fuente de calor y asunto resuelto. Otra cosa será el día que este tipo de establecimientos se dediquen a hacer promociones de steak tartar… ahí la cosa cambiaría de forma importante. Ahora que caigo… no me importaría ver “disfrutar” a uno de los directivos de estas multinacionales delante de una cámara de esta sabrosa especialidad preparada con la carne de sus hamburguesas (tomada al azar, claro).

A mí de momento, y como ya vengo haciendo, no me pillarán en uno de estos “restaurantes”, ni comprando este tipo de productos en el supermercado salvo por causa de fuerza mayor. No me gusta demasiado la idea de no saber qué estoy comiendo y menos cuando una de las alternativas es tan escatológica. Ya sea cruda o a la plancha. Yo lo llamo principio de precaución.

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Barbacoas y cáncer: ¿cuánto hay de cierto?

Barbacoa

El verano es uno de los momentos del año en el que más barbacoas y alimentos preparados a la brasa se suelen hacer. No obstante sobre esta particular forma de preparar los alimentos descansa una metafórica espada de Damocles al respecto del riesgo que tiene su consumo en relación con el aumento del cáncer. Los elementos que principalmente se encuentran detrás de esta posible relación tienen nombre y apellidos y se llaman: aminas heterocíclicas e hidrocarburos aromáticos policíclicos.

¿Qué son las aminas heterocíclicas y los hidrocarburos aromáticos policíclicos?

Se trata de dos familias de compuestos químicos que se forman con especial facilidad cuando se exponen las proteínas de no importa qué alimento, aunque lo más probable es la de aquellos típicamente proteicos (carnes y pescados de cualquier tipo) a altas temperaturas, en especial por tanto cuando se cocina a la plancha, a la brasa o directamente sobre la llama. Su formación depende por tanto de la forma de cocinar, del tipo de alimento que en cada momento empleamos, del tiempo y de la temperatura alcanzadas.

¿Por qué se dice que son cancerígenos?

En esencia porque en modelos animales su consumo se ha asociado a diversos efectos adversos para la salud, en concreto promoviendo daños en el material genético y por consiguiente aumentando el riesgo de desarrollar un cáncer. Tal es así que la mayor parte de colectivos sanitarios recomiendan disminuir en lo posible su exposición. No obstante, también parece más o menos claro que hay una cierta susceptibilidad interpersonal en la forma que estas sustancias pueden afectarnos que depende de diversas variantes genéticas (vuelta otra vez a la nutrigenética y nutrigenómica).

Sin embargo, a partir de los estudios poblacionales no se ha terminado por establecer una conexión definitiva entre la exposición a aminas heterocíclicas y a hidrocarburos aromáticos policíclicos presentes en los alimentos cocinados a la brasa y el cáncer en los seres humanos. De todas formas, otros estudios más detallados en los que se ha previsto la participación de diversos elementos confusores que pudieran alterar los resultados finales han encontrado que un consumo elevado de carnes asadas, fritas o a la barbacoa estaba asociado a un mayor riesgo de padecer distintos tipo de cáncer, más en concreto de colon, páncreas y próstata.

¿Cómo se puede prevenir la presencia de estas sustancias en los alimentos?

Según este interesante artículo reducir la formación de este tipo de sustancias se podría lograr:

  • Evitando exponer la carne directamente a la llama, la brasa o a una superficie caliente de metal, además de reduciendo el tiempo de los alimentos en esas circunstancias.
  • Dando vueltas a los alimentos de forma continua sobre la fuente de calor, en contraposición a dejar el alimento sobre dicha fuente de calor sin voltearla con frecuencia.
  • Eliminando antes de comer aquellas partes del alimento carbonizadas y ennegrecidas.
  • Adobando la carne con marinadas ricas en elementos antioxidantes tales como hierbas aromáticas, especias y algunas bebidas fermentadas (vino y cerveza de forma típica). Algunas investigaciones apuntan a que este tipo de recursos culinarios reducirían la formación de estas sustancias.

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Imagen: tiverylucky vía freedigitalphotos.net

¿Sabes de qué está hecho tu kebab?

MINOLTA DIGITAL CAMERAEn el Reino Unido andan un tanto revolucionados con eso de no terminar por saber qué llevan exactamente algunos productos alimenticios que son especialmente procesados. Hace ya un tiempo saltó la polémica con el tema de la presencia de carne de caballo en hamburguesas preparadas y otros alimentos procesados. Una cuestión que terminó afectando a diversos países incluido el nuestro, también con no poco revuelo mediático (es lo que tienen estas cosas de la seguridad alimentaria y de la trazabilidad)

Pues bien, ahora la polémica la ha suscitado un producto que al menos en su planteamiento industrial me parece francamente deleznable: el kebab. Yo ya lo tenía bastante claro, como con cualquier otro producto alimenticio industrial y muy procesado con ingredientes difícilmente identificables, pero ahora ellos han hecho sus análisis y resulta que una buena parte de los kebab que se sirven a domicilio en las áreas metropolitanas de Londres y Birmingham no están elaborados con el tipo de carne que se supone debieran estar hechos o que, además, incluyen otros tipo de carne no declaradas. Los datos hablan por si solos.

En un control realizado por la Agencia Británica de Seguridad Alimentaria (FSA) se constató que de 145 muestras de kebab supuestamente de cordero para distribuir “a domicilio”, 43 contenían otras carnes que no era la de cordero y que, es más, en 25 de ellos el cordero no aparecía por ninguna parte. Es decir, estaban manufacturados con otras carnes distintas de la de cordero. Las principales, carne de ganado vacuno, aunque también de pollo y pavo. Si bien la especialidad culinaria conocida como kebab se puede elaborar con carnes de distinto origen, el cordero es la más habitual. En cualquier caso en la denominación de los productos analizados quedaba claro que lo que se suponía que se estaba poniendo a la venta eran concretos kebabs elaborados únicamente con ese ingrediente bovino.

Este análisis echa más leña a aquel fuego encendido por la asociación de consumidores británicos Which que en su día dio a conocer un análisis en el que se ponía de relieve que hay una importante cantidad de platos preparados que se supone están elaborados con cordero y que sin embargo contiene muchas otras carnes de distinto origen (cerdo y pollo en este caso como las más frecuentes) llegando al punto de no haber podido identificar el origen de 5 de estas carnes dejando en el aire inquietantes dudas con respecto a su procedencia.

Volviendo al control de la FSA, resulta cuando menos chocante que esta agencia se haya apresurado a anunciar que entre las carnes con la que se adulteraban estos productos no estaba el caballo, síntoma inequívoco de la británica idiosincrasia y de los tabús que implican el consumo de este tipo de carne en esta población. No sé, antes que desmentir si había o no caballo, yo me preocuparía de si entre esas carnes utilizadas no figuraba la de rata… por ejemplo. Una cuestión que, tal cual, se le formuló el otro día al vice primer ministro británico, Nick Clegg, tras conocerse este nuevo escándalo alimentario.

El asunto tiene más implicaciones además de las estrictamente higiénicas. Entre ellas, pasando insisto por encima de la principal (la de la seguridad e higiene) la más importante cara a los consumidores hace referencia a consumo de determinadas carnes “prohibidas” en base a diversas religiones. Es preciso reconocer que una buena parte de los consumidores típicos de este tipo de especialidades (kebabs, currys…) suelen ser musulmanes, judíos o hindús, cuyos respectivos credos incluyen directrices concretas con respecto al consumo o no de carnes de diverso origen.

Volviendo al meollo del asunto, este caso vuelve a hacer bueno, más si cabe, la recomendación de  “comer comida” es decir, la de no comer cosas en las que el origen de los ingredientes es… cuando menos incierto. Y más cuando las posibilidades de cometer fraude en este tipo de productos son relativamente altas ya que su comisión va a ser difícilmente identificable por un consumidor medio.

No soy muy dado a poner este tipo de vídeos pero cuando los procedimientos para elaborar algunos de los “kebab” industriales (ahora entre comillas) son los que son… no sé de qué nos asustamos. Y es que aunque el origen sea el que debe de ser, te ruego que le eches un vistazo a este video sobre la elaboración de ciertos kebabs, a ver si te quedan ganas de comer muchos más.

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Imagen: Rainer Zenz vía Wikimedia Commons

El aspartamo era seguro y sigue siéndolo con un amplio margen

Aspartamo

La leyenda -negra- de los aditivos en general, de los edulcorantes en concreto y del aspartamo más en particular se remonta hasta sus orígenes y, como apunto, es de todo menos brillante. Pero resulta que esa falta de lustre se debe en buena medida a la rumorología y no, como debiera ser para considerarla como cierta, al conocimiento científico que sobre estas sustancias se tiene.

Ya apunté en su día en esta entrada ¿Qué tienen en común las manzanas y el aspartamo (aditivo E-951)? el posible origen de tanta mala fama en torno del aspartamo. A pesar de ello y desde entonces tampoco han faltado las lecturas fatalistas y conspiranoicas con respecto a su uso en alimentos diversos, muy frecuentemente en las bebidas edulcoradas (etiquetadas habitual y torticeramente como refrescos).

Para dar una vuelta de tuerca más a este edulcorado tema la EFSA, hace unos pocos meses, volvió a revisar la ingesta diaria aceptable (IDA) del aspartamo considerando para ello los últimos estudios que arrojaban más luz sobre los posibles riesgos derivados de su consumo. Pues bien, la conclusión bien y extensamente justificada no puede ser más clara: su uso normal es seguro.

Con el fin de aplacar las dudas de aquellas personas más escépticas debería ser suficiente el considerar que el aspartamo es en realidad un dipéptido formado por la unión de dos aminoácidos naturales y habitualmente presentes en muchísimos alimentos, la fenilalanina y el ácido aspártico. En su degradación metabólica se obtienen ambos aminoácidos por separado y una parte de metanol.

Sea como fuere, ni la propia sustancia en estudio, el aspartamo, ni sus tres metabolitos fruto de su degradación han mostrado en los estudios un mayor problema dentro de un consumo normal y en condiciones también normales de los usuarios. Por lo tanto el panel de expertos de la EFSA ha concluido que no hay motivo de preocupación con respecto a la seguridad de las estimaciones actuales de exposición a esta sustancia. Por tanto la Ingesta Diaria Aceptable (IDA) para este edulcorante era y sigue siendo de 40 mg de aspartamo por  kg de peso corporal y día.

Las condiciones “normales” se refieren a que estos valores no son aplicables a personas con fenilcetonuria (una rara, y grave, enfermedad metabólica que se suele detectar en neonatos mediante la conocida como prueba del talón) y, al mismo tiempo a que habría que hacer auténticas burradas en el consumo de este edulcorante (del orden de más 4 litros de bebida con el máximo de aspartamo permitido -600 mg/L- al día durante todos los días de una vida en el caso de un adulto de 60 kg de peso) para empezar a entrar dentro de esta IDA… y además tener en cuenta que esta IDA es al mismo tiempo calculada con unos amplísimos márgenes de seguridad.

Así pues, en mi opinión, creo que está claro que conviene relajar el tono de esos habituales mensajes fatalistas al respecto del estricto uso del aspartamo.

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“Secuencia alimentaria”, un minidocumental para la reflexión omnívora

Soy omnívoro, ya lo sabéis. Por tanto, consumo carne y sus derivados. Al mismo tiempo, a pesar de no practicarlo, puedo entender y compartir el vegetarianismo bien entendido, incluso el que utiliza los vegetales como única fuente alimentaria, el que llaman estricto, aunque la expresión en sí no me entusiasme.

Hoy te traigo un video que me figuro hará que unos cuantos se replanteen eso de ser omnívoro. De hecho, entre los diversos motivos por los que alguien puede terminar por abrazar el vegetarianismo hay muchos casos en los que se utilizan argumentos como los que vas a ver. Este miniducumental, mudo, pero elocuentemente visual, tiene la estética de una película de ciencia ficción; lo parece, pero va y no lo es. Es real como la vida misma. Aparecen vacas como si de protagonistas de Matrix se tratara; naves industriales de proporciones inabarcables que forman parte de la “secuencia alimentaria”; trabajadores-protagonistas de esta secuencia ¿inevitable? que parecen extraídos de una novela de Philip K. Dick… y por último, se señala una (al menos solo una) de las consecuencias probables.

No creo que te deje indiferente, son solo seis minutos. Por mi parte creo que seguiré siendo omnívoro, pero quizá menos o, si acaso, preguntándome si las cosas se podrían hacer de otra forma.

Por si el vídeo termina por desaparecer de Youtube, aquí te dejo un enlace en Vimeo para poder seguir viéndolo

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Nota: Llegué a trabar conocimiento de este video gracias a Carlos Ríos (@nutri_rivers) dietista-nutricionista cuando lo citaba animando a la reflexión en un post publicado por Josemi Castillo (@JosemidCastillo) al respecto de dar unos consejos breves para perder peso.

A vueltas con la caducidad de los alimentos

Parece mentira que a estas alturas aun andemos así. Me refiero a eso de no tener las cosas claras en cuanto a las indicaciones que normalmente llevan los alimentos sobre su fecha de duración mínima, fecha de caducidad y demás. Lo digo porque hace unos pocos días la Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (CEACCU) hizo público un informe al respecto de estas cuestiones en el que el conocimiento general sobre el tema no salió nada bien parado. Para que te hagas una idea cito solo dos de sus muchas e interesantes conclusiones:

  • Uno de cada tres consumidores dice usar “si no han pasado muchos días” los alimentos que han sobrepasado la fecha de caducidad.
  • Un 39% no conoce con exactitud el significado o las implicaciones de la fecha de caducidad

Caducidad

Por eso, me pregunto yo, si con un tema a priori tan básico y sencillo no lo tenemos todo lo claro que las circunstancias merecen… qué será de otras cuestiones objetivamente más complicadas circunscritas también al marco de la compra, venta y uso de los alimentos (información nutricional, declaraciones de nutrientes, alegaciones de salud, origen del alimento, lista de ingredientes…)

Por eso me he propuesto empezar una de mis adorables sagas de entradas dirigidas al mejor conocimiento de estos temas, en especial también por la próxima aplicación del Reglamento Europeo 1169/2011 Sobre la información alimentaria facilitada al consumidor. Y digo bien aplicación (13 de diciembre de 2014) porque ya está en vigor aunque actualmente estemos gozando (ya acabando) de un periodo de gracia desde esa entrada en vigor.

Caducidad

Más de uno debería tentarse la ropa (industria alimentaria grande o pequeña, establecimientos de restauración de cualquier tipo, comercios de distribución de alimentos, etcétera) porque este reglamento viene con muchas sorpresitas. Todas ellas con el fin de proteger y mejorar esa información que obtiene el último eslabón de la cadena, los consumidores, y que me temo sea el más débil. Ya veremos también con qué éxito. Iremos por tanto desgranando una a una todas ellas o al menos una buena parte, porque ya digo que tienen su enjundia. Vayamos pues con el tema de las fechas.

Qué implica, cómo debe expresarse y qué alimento debe incluir una fecha de duración mínima (consumo preferente)

Tal y como señala el mencionado Reglamento, la fecha de duración mínima o cualquier otra expresión de similar significado (por ejemplo “consumir preferentemente antes del…”) es la fecha hasta la cual se considera que el alimento conserva sus propiedades específicas cuando se almacena correctamente. Esto quiere decir que se podría consumir un alimento una vez superada la fecha de consumo preferente sin poner en riesgo la salud. Ahora bien, eso no quita para que su sabor, aspecto, textura, etcétera estén alterados y sean los más adecuados para ser ingeridos.

La fecha en concreto consistirá en la indicación clara según este orden: día, mes y, eventualmente, año con el siguiente formato dependiendo del tipo de alimento que se considere. Así, aquellos alimentos:

  • Cuya duración sea inferior a tres meses, bastará con indicar el día y el mes,
  • Cuya duración sea superior a tres meses, pero sin sobrepasar los dieciocho meses, bastará con indicar el mes y el año,
  • Cuya duración sea superior a dieciocho meses, bastará con indicar el año.

Habrá además algunos alimentos que estarán exentos de la obligación de usar o de ofrecer al consumidor una fecha de consumo preferente, entre ellos y a modo de ejemplo: las frutas y hortalizas frescas, incluidas las patatas, que no hayan sido peladas, cortadas o sometidas a cualquier otro tratamiento similar […]; los vinos, vinos de licor, vinos espumosos, vinos aromatizados y productos similares obtenidos a partir de frutas distintas de la uva […];las bebidas con una graduación de un 10 % o más en volumen de alcohol; los productos de panadería o repostería que, por su naturaleza, se consumen normalmente en el plazo de veinticuatro horas después de su fabricación; los vinagres; la sal de cocina; los azúcares en estado sólido; los productos de confitería consistentes casi exclusivamente en azúcares aromatizados o coloreados; las gomas de mascar y productos similares de mascar.

Qué implica, cómo debe expresarse y qué alimento debe incluir una fecha de caducidad

Por su parte, en el caso de alimentos microbiológicamente muy perecederos y que por ello puedan suponer un peligro inmediato para la salud humana después de un corto período de tiempo se utilizará la expresión de “fecha de caducidad”. Así, y según dice el Reglamento, rebasada la “fecha de caducidad”, el alimento no se considerará seguro. Es decir, y a diferencia de la fecha de consumo preferente, superada la fecha de caducidad el alimento podría ocasionar algún perjuicio para la salud y no debe consumirse en ningún caso.

Al mismo tiempo la fecha de caducidad se completará con una descripción de las condiciones de conservación que habrán de respetarse en cada producto.

Fecha de primera congelación

Esta es una de las novedades que incluye el Reglamento 1169/2011, la obligación de que el fabricante incluya la fecha de congelación o de primera congelación (cuando sean productos sometidos a más de una) en especial en el caso de las carnes congeladas, preparados cárnicos congelados y productos de la pesca no transformados congelados. Esta fecha, aclara la norma, no podrá estar codificada, es decir habrá de dejar claro al consumidor su significado.

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Nota: El pasado domingo, con este mismo tema de fondo, participé en la tertulia del programa de RNE “No es un día cualquiera” conducido por Pepa Fernández, junto a Yolanda Quintana (@y_quintana ), representante de CEACCU y José María Iñigo. Aquí puedes escucharlo.

Imagen: Sir James vía Wikimedia Commons.

Comedores escolares: ¿Quién vigila al vigilante?

Quis custodiet ipsos custodes? Este viejo dilema que puso de relieve el poeta latino Juvenal también se puede aplicar a las cuestiones dietéticas en los comedores escolares. Así al menos me lo parece a mí; lee a ver qué te parece el actual panorama, cambiante en función de la CCAA en la que vivas, pero bastante descorazonador en todos los casos que conozco. Te cuento.

Comedor escolar 2 (2)

En 2011 se publicó la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición, con la que las autoridades sanitarias abordaban, al menos en el plano legislativo, muchas de las cuestiones relativas a la garantía de la seguridad alimentaria y la adecuada nutrición de la población en general con especial atención a la publicidad de alimentos (capítulo VIII) y a la cuestión de la obesidad (capítulo VII). En este último capitulo al que me refiero se hace una especial mención a las condiciones de los comedores escolares, afirmando que:

Las autoridades competentes velarán para que las comidas servidas en escuelas  infantiles y centros escolares sean variadas, equilibradas y estén adaptadas a las  necesidades nutricionales de cada grupo de edad. Serán supervisadas por profesionales con formación acreditada en nutrición humana y dietética.

Posteriormente, las CCAA han interpretado a su antojo esta ley (para eso tienen este tipo de competencias cedidas, aunque no sea de recibo que distintos ciudadanos españoles gocen de servicios diferentes en este sentido en virtud de donde vivan)  y, por lo que sé, algunas han redactado una Guía de Comedores Escolares con una serie de directrices a cumplir por los centros y a vigilar por las autoridades. Este que cuento es al menos el caso de la CCAA de Aragón que me toca más de cerca (puede contrastar la Guía en cuestión en este enlace).

En este tema hay tres cuestiones candentes. Por un lado el determinar qué perfil profesional han de tener las personas encargadas de realizar la supervisión y que tengan “formación acreditada en nutrición humana y dietética” (página 18 de la Guía mencionada y artículo 40.3 en la Ley). Aunque la respuesta parece de cajón ya que en principio el prototipo de profesional que cumple con este perfil es el dietista-nutricionista, la administración cuando es consultada a este respecto se va por las ramas y vuelve a colgar el sanbenito ninguneador a este colectivo. Desconozco lo acontecido en otras CCAA pero, al menos en el la Comunidad Balear, el Colegio de Dietistas- Nutricionistas de las Islas Baleares preguntó de forma explícita a la administración quién sería este profesional y esta contesto tras una disertación de más de dos hojas (para verla) que aunque se reconoce que el dietista-nutricionista es el que posee la formación específica, esta labor la puede abordar cualquiera que haya estudiado algo de estas materias (sin entrar en demasiados detalles de con qué profundidad).

El no contar con la mejor de las posibles opciones disponibles me parece un error. Un error importante que además tiene sus consecuencias. Sin ir más lejos, el pasado año este mismo Colegio Balear redactó un  informe técnico sobre la adecuación de las comidas de los centros escolares de esta CCAA a la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición y las conclusiones no fueron precisamente positivas.

Otra de las cuestiones que quería comentar hace referencia a quién se encarga de redactar las famosas Guías de comedores escolares. En este caso, vuelvo a Aragón para poner de manifiesto un hecho cuando menos chocante, y es que en la redacción de la mencionada Guía no se contó con el Colegio Profesional de esta Comunidad Autónoma, ya no solo para su confección, sino que ni tan siquiera se consultó su opinión al respecto en ningún momento. Una actitud que tiene dos lecturas claras: por un lado, se pone de relieve que las administraciones (la aragonesa en este caso) no tienen ninguna intención de dar, a priori, el mejor servicio a sus ciudadanos ya que para ello y en este caso debería haber contado con el colectivo que agrupa de forma reconocida a esta profesión. Por el otro, el acostumbrado desplante hacia una profesión que, al parecer, hay quien se esfuerza de manera activa para que no levante cabeza.

La última de las cuestiones que quería comentar sobre este asunto es plantear la duda de quién dentro de la administración se encarga de hacer las correspondientes inspecciones que hay que hacer a los colegios e institutos, es decir, qué formación académica tienen esas personas. Lo digo porque por lo que a mí consta, en el Gobierno de Aragón no hay (ni anteriormente ni en la actualidad) ningún dietista-nutricionista realizando funciones de ello. Además, por lo que me han comentado (y he contrastado) algunos directores de colegio que han sufrido alguna de estas inspecciones, los inspectores se ciñen de forma poco argumentada a lo contenido en la Guía en cuestión. Una Guía que es excesivamente “rígida” y desde mi punto de vista, mejorable en cuanto a la planificación de menús.

Así pues, ¿qué garantías tenemos de que se está haciendo lo mejor en este sentido? En mi opinión pocas. No digo que se esté haciendo mal, digo que, además de hacer las cosas bien hay que aparentar que se están haciendo bien (me refiero a lo de la mujer del César y todo ese rollo). Creo, además, que el hacerlo mejor no implicaría un especial sobrecoste; quizá más al contrario, una mejor inversión redundaría en un mejor servicio. Algo importante a tenor de las implicaciones que tienen estos temas.

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Con la muerte de una familia, pocas «bromas»

Stuart Miles vía freedigitalphotos.net

Stuart Miles vía freedigitalphotos.net

¿Por qué la verdad no es noticia y sí las elucubraciones? Me refiero a la muerte de aquella familia sevillana hace apenas un mes y sobre la que tantas tonterías precipitadas se dijeron en infinidad de titulares. Sin embargo, a día de hoy, cuando las cosas empiezan a estar más claras fruto de las investigaciones correspondientes y resulta que lo acontecido poco o nada tiene que ver con las iniciales “sospechas”, no hay grandes titulares, solo pequeñas reseñas. La verdad ha dejado de ser noticia aun cuando el hecho original sí lo fue.

Como digo, hoy 17 de enero cuando escribo estas líneas, el tema está bastante perfilado en torno a las verdaderas causas de aquellos fallecimientos: un posible envenenamiento con un plaguicida de uso industrial (no alimentario), más en concreto algún compuesto con base en hidrógeno fosforado. No es lo mismo un envenenamiento que una intoxicación alimentaria. Si recordamos un poco lo acontecido, la familia en cuestión habría fallecido, con muy pocas dudas a tenor de las noticias del momento por una intoxicación alimentaria. A partir de ahí se dio rienda suelta a la imaginación y lo que es peor, se sacó a relucir el dedo acusador apuntando, eso sí, en plan “ventilador y mierda”. Es decir, a todo lo que se moviera y también a lo estático. A todo.

Se dijo que la familia habría consumido alimentos en mal estado y para ello se apuntó con el famoso ventilador y se puso en tela de juicio la seguridad de la cadena alimentaria, una especulación a la que se dio categoría de verdad. Se dijo también que, habida cuenta de la precaria situación económica de la familia, esta habría adquirido alimentos ya caducados, puestos a su disposición y, de ser así, de forma contraria a la normativa. Otra especulación. Se afirmó incluso que la poco entonces supuesta y sí segura intoxicación alimentaria habría podido ocurrir por haber comido alimentos rescatados de entre los contenedores de basura; algo que se terminó por desmentir. En definitiva, se especuló con muchas cosas, con muchas tonterías y, lo que es peor se les dio a esas sospechas el cariz de verdad de forma muy precipitada. Ese dedo-ventilador acusador también se dirigió hacia los servicios sanitarios que los trataron cuando aun los miembros de la familia estaban con vida. No seré yo quien entre a valorar cómo lo hicieron, pero desde luego el considerar a los pacientes víctimas in situ de un envenenamiento, no es ni de lejos una posibilidad inmediata a tenor de las circunstancias y la sintomatología que presentaban.

Los motivos de la entrada de hoy son tres: el primero, poner en alza la seguridad de la cadena alimentaria. El grado de seguridad del que hoy disfrutamos lo tildaría yo de excelente e inimaginable solo unos pocos años atrás. Que es mejorable, pues seguro que sí; pero el ponerla en tela de juicio así, de primeras, no me parece correcto.

El segundo motivo no es otro que poner de relieve este desafortunado contexto informativo en el que frecuentemente nos hallamos. No me molestan en exceso los iniciales titulares exagerados, precipitados y especulativos. Me molesta más que hoy, después de toda la repercusión que tuvo el tema en su día, cuando se empiezan a aclarar las verdaderas causas, estas pasen de puntillas por los medios de comunicación. Ya no se abren los informativos con esta, al parecer, no-noticia.

Y el último motivo es que, ya que aparentemente no lo hace nadie, tratar de lavar en cierta la imagen de una familia al respecto de sus circunstancias y estilo de vida. Una familia a la que no conozco pero sobre la que se han dicho muchas cosas, no precisamente bonitas, no precisamente ciertas y que por razones obvias se merece todo el respeto. En especial, por el respeto que se le debería guardar a la hija de 13 años que afortunadamente sigue con vida.

Sobre el cómo pudo producirse el envenenamiento, si fue un accidente o si no lo fue todavía está por esclarecerse. Y eso ya es algo que no se abordará en este blog.

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A colación de la noticia original, el día 16, cuando la “hipótesis” alimentaria era tesis probable entre la opinión pública participé con Luis Herrero (@encasadeherrero) en el programa “En casa de Herrero” en ella ya doy muestra desde el principio de las cautelas que debían tomarse en este tema y aventuro como causa más probable, y desde mi punto de vista, el envenenamiento. Puedes escucharla a partir del minuto 07:20

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Nota: Quiero agradecer a «gominolas de petroleo» (@gominolasdpetro) su interés y la información aportada para esta entrada.

¿Será mi atún radioactivo? El bulo sobre FAO 61

Un nuevo bulo planea por las cabezas de los consumidores en forma de correo electrónico que advierte de modo alarmante, como suele ser típico de estos bulos u “hoax”, que algunas latas de atún en conserva, aquellas procedentes de capturas realizadas en las zonas pesqueras deominadas FAO 61 y FAO 71, están envasadas con agua contaminada procedente de Fukushima. El texto del correo es tal que así (copio-pego) y se acompaña de la siguiente imagen:

 El atún más barato, si tiene impreso en la lata “FAO 61” ó “FAO 71” proviene del Mar del Japón y se ha envasado con agua contaminada de Fukushima.

Muchos productores envasan el atún en localidades no sospechosas, con etiquetas italianas o europeas para no dar a entender que el pescado proviene de Japón.

Controlar siempre el número FAO.

Ejemplo de hoax o bulo en Internet

Ejemplo de hoax o bulo en Internet

Para evitar comprar este tipo de conservas de atún este correo electrónico con todas las características de ser un hoax, propone fijarse en la información de la conserva en la que se detalla la zona de pesca en la que se realizó la captura.

Como digo, esto me parece un bulo en toda regla y te explico mis razones

– Como suele suceder esta información solo circula de correo electrónico a correo electrónico. Es decir, no hay ni una sola fuente contrastada que avale la información contenida.

– El correo empieza citando o dando a entender que la información parte de un organismo oficial, en este caso el de la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional para Iberoamérica, perteneciente al Ministerios de Asuntos Exteriores y Cooperación… ¿no te resulta extraño que estas cuestiones de seguridad alimentaria y salud pública las lleve el Ministerio de Asuntos Exteriores? A mí sí.

Recurre al uso de letras mayúsculas para, supongo, dar importancia al escrito. Algo también muy habitual en estos casos.

Pide la recirculación del correo en cuestión para que alcance a más gente.

Incoherencia 1: ¿solo el atún pescado en las zonas señaladas estará contaminado, qué pasa con el resto de especies marinas extractivas, no estarán igualmente contaminados?

Incoherencia 2: habla de forma muy poco precisa al hacer descansar la contaminación en el agua con la que se conserva el atún ¿el atún se conserva con agua? Bueno, puede que el envasado “al natural”, pero ni tan siquiera en estos casos se hace con agua de mar (de ningún lado).

Incoherencia 3: las latas de conserva no incluyen la zona de origen del producto en conserva, y menos con las siglas FAO, tal y como sugiere este bulo.

Incoherencia 4: solo afecta al parecer al pescado atún procedente de Japón… ¿qué pasa, acaso la flota pesquera de Japón es la única que faena en esas aguas? La respuesta como sabes es que no.

Incoherencia 5: no da espacio a la duda, afirma de modo categórico que por provenir de las zonas de pesca FAO  61 y FAO 71 el atún va a estar contaminado, algo que no tiene porqué ser cierto teniendo en cuenta que la superficie de ambas zonas es superior a la de Rusia.

Incoherecia 6: afirma que esto sucede así con “el atún más barato” … ¿y que pasa si el atún es del más caro y también tuviera impresas las zonas mencionadas (que va a ser que no), acaso el ser de la misma zona pero más caro le libra de la contaminación? Va a ser que no

Incoherencia 7: como siempre en estos casos los planteamientos son claramente conspiranoicos sin dar pie ni reconocer las posibles intervenciunes de los estados a la hora de implantar controles y demás herramientas para garantizar la seguridad de la cadena alimentaria.

Y por último, ya que se molestan en difundir estos bulos… ¿Qué les costaría poner una foto mejor… o más fotos en vez de siempre la misma?

Para terminar decirte que este bulo tiene todos los ingredientes para hacernos picar, empezando por lo “lógica” de la posibilidad del riesgo enunciado, yo soy el primero en reconocerlo. Pero afortunadamente también cuenta con todos esos otros ingredientes que lo desenmascaran como un bulo u hoax… y es que no le falta ni uno.

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