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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Barbacoas y cáncer: ¿cuánto hay de cierto?

Barbacoa

El verano es uno de los momentos del año en el que más barbacoas y alimentos preparados a la brasa se suelen hacer. No obstante sobre esta particular forma de preparar los alimentos descansa una metafórica espada de Damocles al respecto del riesgo que tiene su consumo en relación con el aumento del cáncer. Los elementos que principalmente se encuentran detrás de esta posible relación tienen nombre y apellidos y se llaman: aminas heterocíclicas e hidrocarburos aromáticos policíclicos.

¿Qué son las aminas heterocíclicas y los hidrocarburos aromáticos policíclicos?

Se trata de dos familias de compuestos químicos que se forman con especial facilidad cuando se exponen las proteínas de no importa qué alimento, aunque lo más probable es la de aquellos típicamente proteicos (carnes y pescados de cualquier tipo) a altas temperaturas, en especial por tanto cuando se cocina a la plancha, a la brasa o directamente sobre la llama. Su formación depende por tanto de la forma de cocinar, del tipo de alimento que en cada momento empleamos, del tiempo y de la temperatura alcanzadas.

¿Por qué se dice que son cancerígenos?

En esencia porque en modelos animales su consumo se ha asociado a diversos efectos adversos para la salud, en concreto promoviendo daños en el material genético y por consiguiente aumentando el riesgo de desarrollar un cáncer. Tal es así que la mayor parte de colectivos sanitarios recomiendan disminuir en lo posible su exposición. No obstante, también parece más o menos claro que hay una cierta susceptibilidad interpersonal en la forma que estas sustancias pueden afectarnos que depende de diversas variantes genéticas (vuelta otra vez a la nutrigenética y nutrigenómica).

Sin embargo, a partir de los estudios poblacionales no se ha terminado por establecer una conexión definitiva entre la exposición a aminas heterocíclicas y a hidrocarburos aromáticos policíclicos presentes en los alimentos cocinados a la brasa y el cáncer en los seres humanos. De todas formas, otros estudios más detallados en los que se ha previsto la participación de diversos elementos confusores que pudieran alterar los resultados finales han encontrado que un consumo elevado de carnes asadas, fritas o a la barbacoa estaba asociado a un mayor riesgo de padecer distintos tipo de cáncer, más en concreto de colon, páncreas y próstata.

¿Cómo se puede prevenir la presencia de estas sustancias en los alimentos?

Según este interesante artículo reducir la formación de este tipo de sustancias se podría lograr:

  • Evitando exponer la carne directamente a la llama, la brasa o a una superficie caliente de metal, además de reduciendo el tiempo de los alimentos en esas circunstancias.
  • Dando vueltas a los alimentos de forma continua sobre la fuente de calor, en contraposición a dejar el alimento sobre dicha fuente de calor sin voltearla con frecuencia.
  • Eliminando antes de comer aquellas partes del alimento carbonizadas y ennegrecidas.
  • Adobando la carne con marinadas ricas en elementos antioxidantes tales como hierbas aromáticas, especias y algunas bebidas fermentadas (vino y cerveza de forma típica). Algunas investigaciones apuntan a que este tipo de recursos culinarios reducirían la formación de estas sustancias.

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Imagen: tiverylucky vía freedigitalphotos.net

¿Sabes de qué está hecho tu kebab?

MINOLTA DIGITAL CAMERAEn el Reino Unido andan un tanto revolucionados con eso de no terminar por saber qué llevan exactamente algunos productos alimenticios que son especialmente procesados. Hace ya un tiempo saltó la polémica con el tema de la presencia de carne de caballo en hamburguesas preparadas y otros alimentos procesados. Una cuestión que terminó afectando a diversos países incluido el nuestro, también con no poco revuelo mediático (es lo que tienen estas cosas de la seguridad alimentaria y de la trazabilidad)

Pues bien, ahora la polémica la ha suscitado un producto que al menos en su planteamiento industrial me parece francamente deleznable: el kebab. Yo ya lo tenía bastante claro, como con cualquier otro producto alimenticio industrial y muy procesado con ingredientes difícilmente identificables, pero ahora ellos han hecho sus análisis y resulta que una buena parte de los kebab que se sirven a domicilio en las áreas metropolitanas de Londres y Birmingham no están elaborados con el tipo de carne que se supone debieran estar hechos o que, además, incluyen otros tipo de carne no declaradas. Los datos hablan por si solos.

En un control realizado por la Agencia Británica de Seguridad Alimentaria (FSA) se constató que de 145 muestras de kebab supuestamente de cordero para distribuir “a domicilio”, 43 contenían otras carnes que no era la de cordero y que, es más, en 25 de ellos el cordero no aparecía por ninguna parte. Es decir, estaban manufacturados con otras carnes distintas de la de cordero. Las principales, carne de ganado vacuno, aunque también de pollo y pavo. Si bien la especialidad culinaria conocida como kebab se puede elaborar con carnes de distinto origen, el cordero es la más habitual. En cualquier caso en la denominación de los productos analizados quedaba claro que lo que se suponía que se estaba poniendo a la venta eran concretos kebabs elaborados únicamente con ese ingrediente bovino.

Este análisis echa más leña a aquel fuego encendido por la asociación de consumidores británicos Which que en su día dio a conocer un análisis en el que se ponía de relieve que hay una importante cantidad de platos preparados que se supone están elaborados con cordero y que sin embargo contiene muchas otras carnes de distinto origen (cerdo y pollo en este caso como las más frecuentes) llegando al punto de no haber podido identificar el origen de 5 de estas carnes dejando en el aire inquietantes dudas con respecto a su procedencia.

Volviendo al control de la FSA, resulta cuando menos chocante que esta agencia se haya apresurado a anunciar que entre las carnes con la que se adulteraban estos productos no estaba el caballo, síntoma inequívoco de la británica idiosincrasia y de los tabús que implican el consumo de este tipo de carne en esta población. No sé, antes que desmentir si había o no caballo, yo me preocuparía de si entre esas carnes utilizadas no figuraba la de rata… por ejemplo. Una cuestión que, tal cual, se le formuló el otro día al vice primer ministro británico, Nick Clegg, tras conocerse este nuevo escándalo alimentario.

El asunto tiene más implicaciones además de las estrictamente higiénicas. Entre ellas, pasando insisto por encima de la principal (la de la seguridad e higiene) la más importante cara a los consumidores hace referencia a consumo de determinadas carnes “prohibidas” en base a diversas religiones. Es preciso reconocer que una buena parte de los consumidores típicos de este tipo de especialidades (kebabs, currys…) suelen ser musulmanes, judíos o hindús, cuyos respectivos credos incluyen directrices concretas con respecto al consumo o no de carnes de diverso origen.

Volviendo al meollo del asunto, este caso vuelve a hacer bueno, más si cabe, la recomendación de  “comer comida” es decir, la de no comer cosas en las que el origen de los ingredientes es… cuando menos incierto. Y más cuando las posibilidades de cometer fraude en este tipo de productos son relativamente altas ya que su comisión va a ser difícilmente identificable por un consumidor medio.

No soy muy dado a poner este tipo de vídeos pero cuando los procedimientos para elaborar algunos de los “kebab” industriales (ahora entre comillas) son los que son… no sé de qué nos asustamos. Y es que aunque el origen sea el que debe de ser, te ruego que le eches un vistazo a este video sobre la elaboración de ciertos kebabs, a ver si te quedan ganas de comer muchos más.

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Imagen: Rainer Zenz vía Wikimedia Commons