El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Chipotle: porque otro estilo de Fast-food era necesario

Chipotle

El Fast-food tiene mala prensa… y en mi opinión es merecida; es más diría yo, poco de malo se dice para lo que se debería decir. Sin embargo, esta mala imagen es todo excelencia cuando se analizan fríamente sus datos, sobre el control de proveedores, los protocolos de seguridad alimentaria, su “compromiso” con la nutrición, etcétera. Pero la verdad sea dicha, todas estas presuntas excelencias se desmoronan en el momento que se visitan los locales de, al menos, las franquicias más populares.

Hace poco, con motivo del 6 cumpleaños de mi hija Carolina acabamos en un centro comercial entre semana a media tarde con el fin de disfrutar de la bolera. No había estado nunca y le hacía especial ilusión… y a mí, ya que el tema de los bolos me gusta. El caso es que no nos lo pensamos dos veces y, siendo entre semana nos decidimos rápido: la bolera estaría vacía… y así fue.

Habiendo acabado y siendo ya la hora de cenar, volvíamos hacia el coche cuando apareció una de esas flamantes cadenas de hamburguería… de las de siempre. Carolina, la niña gourmet pidió, y como negarse… acabamos “cenando” los cuatro allí. Al principio todo bien (en cuanto a las peques me refiero) pero en poco tiempo el idílico castillo que se habían imaginado a partir de los vagos recuerdos que tienen de la última vez que estuvieron se derrumbó como un enorme terrón de azúcar debajo del grifo del agua caliente. La mayor, Adriana de 10 años, en uno de sus preclaros análisis de la situación comentó que la imagen es lo que contaba en estos casosuna apariencia de un tinglado que te invita a comer comida “mala” (que no es precisamente sabrosa) que de otro modo no te comerías; es más concluyó, estas mismas patatas si no estuvieran puestas en este paquetito tan mono y así presentadas no me las comería, las de casa son mil veces mejor, aunque no estén tan “monas”.

Le doy la razón, esa puede ser una de las claves de su éxito, por que eso desde luego no se les puede negar, tienen éxito. Lo mejor de todo es que motu proprio y durante un buen tiempo se les han quitado a ambas las ganas de volver a uno de estos templos típicos del Fast-food.

Pero… ¿podría haber otro modelo de Fast-food que sin renunciar a parte de su esencia (la inmediatez en el servicio, el tema de las franquicias…) ofreciera una calidad superior y que esta fuera percibida por sus clientes? Parece que sí. Digo parece porque no he tenido ocasión de contrastarlo en persona… pero su web y lo mucho que de esta cadena se está hablando últimamente solo presagia cosas buenas. Al menos en su mayoría. Se trata de Chipotle, una cadena de fast-food de estilo mejicano (tacos, burritos, ensaladas de legumbres…) comprometida con la calidad en todas sus vertientes, desde el origen de las materias primas con producciones más sostenibles (quizá con exceso para mi gusto en el uso de los conceptos ecológico, orgánico y natural) a las cuestiones laborales, nutricionales y, por supuesto, al placer de comer lo que en verdad se ofrece en la publicidad (lo que me recuerda esta entrada y el soberbio fragmento de la peli “Un día de furia”).


Es difícil de conocer algunos de los restaurantes de esta franquicia salvo que vivas en Estados Unidos ya que aun no se ha internacionalizado. No obstante su web da para entretenerse un rato y contrastar como, de verdad, sus productos tienen una pinta inmejorable… y sin perder esa esencia de Fast-food. Por eso, ahora más que antes habrá que empezar a distinguir el Fast-food del Trash-food (Comida rápida frente a comida basura) porque no tienen por qué ser términos inseparables.

Actualización 14/10/2014: El otro día los compañeros de La Gulateca trajeron a colación esta franquicia con la noticia de la edición de un vídeo (y su videojuego) de esta cadena de restaurantes en la que su protagonista, The Scarecrow, se esfuerza por llevar comida real a los ciudadanos en un mundo donde lo falso natural está a la orden del día… lo puedes consultar en este enlace.

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Imagen: proshob vía Wikimedia Common

Cuando el bebé decide lo que come (o casi): Baby led weaning

Bebé mazana

El destete o el momento en el que el bebé deja de tomar solo leche, ya sea materna o de fórmula, y pasa a introducir otros alimentos (el comienzo de la alimentación complementaria) es una circunstancia que normalmente preocupa bastante a los padres en especial si estos son “noveles”. Y no es de extrañar ya que suele haber una cierta disparidad de opiniones a cerca de cuándo hacerlo y la forma de llevarlo a cabo. Sobre el momento preciso, el cuándo, publiqué un post hace ya un tiempo: El dilema del destete, que puedes consultar siguiendo el enlace.

En cuanto a la forma, más allá de rígidas directrices marcadas al etilo de la más marcial de las minutas militares, hay una corriente que cada vez está cobrando más aceptación entre las instituciones y sociedades sanitarias y que consiste en, de alguna forma, dejar que sea el bebé el que decida cuándo dejar de comer solo de la leche de su madre para pasar a incluir, además, otros alimentos. Esta corriente a la que me refiero, que no es nueva para nada se denomina en inglés Baby led weaning o destete dirigido por el bebé, en el que como he dicho, es el propio bebé el que decide el cuándo.

Reconozco las cotidianas y pragmáticas situaciones que pueden condicionar el poder hacerlo: horarios laborales de la madre, otras obligaciones, etcétera, pero eso no quita para que si existe la posibilidad se lleve a la práctica. En realidad el Baby led weaning no deja ser una continuación lógica de un camino que empezó con la lactancia a demanda: el niño come cuando tiene hambre y no come cuando no la tiene y por tanto, no se le imponen rígidos horarios o cantidades, algo que se observa con demasiada frecuencia.

De esta forma, con la lactancia a demanda y con la introducción de la alimentación complementaria dirigida por el bebé este regula mucho mejor su apetito haciendo caso a sus naturales señales de hambre y saciedad, algo bastante lógico desde mi punto de vista.

De forma típica el Baby led weaning suele comenzar cuando las más habituales recomendaciones aconsejan que dure la lactancia materna en exclusividad, es decir, sobre los seis meses de edad del bebé. Tal y como indica la Academia Americana de Pediatría:

Cuando un bebé es capaz de mantenerse sentado solo y se lleva habitualmente distintos objetos o las manos hacia la boca, se le pueden aportar pequeñas piezas de comida (del tamaño aproximado de un dedo) para que experimente y juegue con ellos.

Llegado ese momento se pueden poner a su alcance pequeñas piezas de alimentos especialmente indicados para esta situación. Al principio, lo más habitual es que solo lo chupen o intenten succionar la “esencia” del alimento. Con el tiempo aprenderán a morderlo (con o sin dientes) y a triturarlo antes de su deglución.

Para evitar el riesgo de atragantamiento conviene aportar alimentos suaves, fáciles de tragar y de cortar en trozos pequeños con sus encías. Algunos ejemplos típicos podrían ser pequeños trozos de verduras ligeramente cocinadas (al vapor, salteadas…) como calabacín, zanahoria, judías verdes, ramilletes de brócoli, calabaza, etcétera; frutas frescas adecuadamente peladas y lavadas como plátano, manzana, pera, melón, sandía, uva… prestando especial atención a la ausencia de pepitas; pequeños daditos o tiras de carnes o pescados cocinados; colines de pan, taquitos de queso, pasta cocinada, etcétera.

Los alimentos menos aconsejados al principio serían todos aquellos que pueden ser causa de atragantamiento, aspiración o asfixia en especial aquellos que se fragmenten o contienen pedacitos pequeños duros, como los frutos secos, las pepitas de algunas frutas, o incluso algunas frutas y verduras más compactas (zanahoria y manzana crudas por ejemplo). De igual forma es conveniente evitar al principio aquellos alimentos que se pueden “pegar” con facilidad al paladar.

Por lo general se ha constatado una mayor aceptación del Baby led weaning en aquellos bebés alimentados con leche materna ya que este alimento (la leche materna) experimenta ciertos cambios en su sabor en virtud de la dieta de la madre). De esta forma, se sospecha que estos bebés aceptan inicialmente un mayor abanico de sabores y están más predispuestos a los nuevos sabores que aquellos bebés alimentados con fórmula artificial cuyo sabor es siempre homogéneo. No obstante, esto no significa que los bebés alimentados con fórmula no estén preparados para seguir esta práctica.

Los posibles beneficios de seguir esta estrategia se han apuntado en este estudio Baby knows best? The impact of weaning style on food preferences and body mass index in early childhood in a case-controlled sample (¿Sabe el bebé lo que es major para él? Las diferentes formas de llevar a cabo el destete condicionan las preferencias alimentarias y el IMC en la infancia temprana en una mustra de casos y controles) en el que se sugiere que aquellos bebés que siguen el Baby led weaning tienen menos valores de Índice de Masa Corporal y realizan elecciones alimentarias más saludables. Sin embargo, y aunque hay muchos estudios que llegan a similares conclusiones¸ algunos otros, sin hacer de menos el actual cuerpo de la evidencia acerca de los beneficios del Baby led weaning apelan a la necesidad de realizar ensayos controlados y aleatorizados para poder llegar a realizar recomendaciones con una mayor solidez.

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Imagen: Serge Bertasius Photography vía freedigitalphotos.net

Los niños con sobrepeso y sus padres identifican mal su verdadera situación

Taparse los ojosTan solo una cuarta parte de los niños y adolescentes que tienen sobrepeso, así como solo una quinta de los padres de esos niños y adolescentes son capaces de valorar adecuadamente el peso de sus hijos. Dicho al revés, cerca del 75% de los implicados con sobrepeso y el 80% de sus respectivos padres son incapaces de percibir su verdadera situación ponderal cuando se padece sobrepeso. Unas cifras que se suavizan, aunque no lo deseable, en el caso de niños con obesidad.

Esta fue una de las conclusiones más relevantes de un estudio de seguimiento recientemente publicado por el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades Estadounidense recientemente publicado.

Pero no fueron las únicas. Otras de las conclusiones importantes y que ponen de relieve la relevancia de estar objetivamente al tanto del peso de cada uno como del de nuestros hijos radica en saber que la adopción de medidas para controlar ese exceso de peso es casi cuatro veces más probable cuando se hace una estimación acertada que cuando se está equivocado. Es decir, tanto hijos como padres se ponen manos a la obra para tratar de atajar esa situación cuando la evaluación del peso es acertada. Es algo lógico por otra parte que el aporte de soluciones sea más elevado cuando se tiene constancia de la existencia de un problema y no antes.

Al final, con una muestra de cerca de 2.600 participantes se obtuvieron los siguientes resultados en cuanto a la autopercepción del peso y la percibida por los padres según los sujetos en cuestión tuvieran un peso adecuado, tuvieran sobrepeso y obesidad.

Malinterpretación del peso de los hijos

Habrá quien piense que estos resultados no son extrapolables a España, y no seré yo quien le saque de su error ni tampoco el que le diga que está en lo cierto ya que no hay estudios similares realizados en España (o yo no los conozco). Sin embargo, este error en la valoración ponderal de los hijos cuando estos presentan un exceso de peso se ha contrastado en otros estudios cuando los participantes son de otras nacionalidades, por ejemplo, este de aquí en Alemania, o este otro en Finlandia… y no se me ocurren las razones por las que en España este tema fuera distinto. Más al contrario, y siendo como somos uno de los países europeos líderes en obesidad infanto-juvenil, todo apunta a que los resultados irán por el mismo camino. En lo personal desconozco las razones últimas de esta mala interpretación del peso propio por parte de lo chavales o por parte de los padres, pero entre la “estrategia de la avestruz”, la pereza ante las consecuencias de realizarla de forma adecuada y la vergüenza de verse reflejado uno mismo en la misma situación pueden ser parte de las claves lógicas que expliquen esta situación.

Con esta realidad en el horizonte es preciso darse cuenta que de poco o nada sirven todos aquellos esfuerzos encaminados a reducir la obesidad infantil si los propios implicados no se reconocen a sí mismos como portadores del problema. Y es que tal y como menciona Julio Basulto en este post ad hoc, hay muchos padres, y en especial muchas madres, que consideran normal… e incluso deseable que sus hijos estén “fornidos” o “rellenitos”.

El primer paso para aportar una solución es reconocer tener un problema… y así, en este terreno vamos muy mal.

Valorar de forma adecuada el peso de los hijos facilita tomar las medidas oportunas.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interese consultar:

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Imagen: Personal and Parental Weight Misperception and Self-Reported Attempted Weight Loss in US Children and Adolescents, National Health and Nutrition Examination Survey, 2007–2008 and 2009–2010 vía CDC y sippakorn vía freedigitalphotos.net

¿Cuánto darías por poder rebobinar el futuro dietético de tus hijos?

Niño cocinaPresta atención: imagina que tienes una especie de máquina del tiempo que te permite apreciar de forma vívida la cadena de acontecimientos que, desde el pasado a nuestros días, terminan en un desenlace fatídico… tu hijo, vuestro hijo, fallece antes que vosotros. Y tú, vosotros, sois parte implicada en ese final. ¿La usarías para evitar ése final? Yo sí. No te preocupes demasiado, a falta de retrospectivas máquinas del tiempo es probable que un álbum de fotos sea suficiente, no hace falta recurrir a que alguien termine por inventar máquinas prodigiosas ni bolas de adivino.

Pues bien, hoy te traigo una realidad teatralizada, una ficción, con la que, a fuerza de repetirse de verdad, dudo mucho que alguien no sea capaz de sacar sus propias (y únicas) conclusiones. Su creador es Strog4Life, una plataforma nacida con el fin de proporcionar el bienestar y propiciar el cambio social para revertir la epidemia de obesidad infantil y sus enfermedades asociadas en el estado norteamericano de Georgia.

Los escasos dos minutos de duración del vídeo consisten en un violento flashback que se inicia cuando un varón de 32 años, 1,75m y 136 kilos aterriza inconsciente en una sala de urgencias médicas víctima de un ataque al corazón. A partir de ahí, de forma fotográfica se relata de modo retrospectivo la cadena de acontecimientos vitales que le han llevado a John (el protagonista y sujeto pasivo de la acción) hasta esa fatídica situación y funesto lugar. ¿Te lo resumo? Venga va.

Se trata de un elocuente vídeo de minuto y pico y refleja la forma en la que la vida de su protagonista ha estado caracterizada por el despropósito dietético (y atlético): mucha comida (de la chunga) y poco ejercicio. Mucho ocio tecnológico y poca comida (de la de verdad)… y todo ello desde sus años del taca-taca en los que se ve a una madre, preocupadísima, por darle lo mejor a su hijo… en este caso, patatas fritas de hamburguesería para que se calme (es lo único que lo consigue, afirma)… y así ambos tan felices.

El desenlace, como en la mayor parte de las retrospectivas cinematográficas, es abrupto. ¿Pero sabes qué? Terriblemente frecuente habida cuenta de los muy extendidos e inadecuados hábitos de vida de la población de nuestro entorno. Te dejo con el video que, por si el enlace en youtube fracasa, puedes visualizarlo aquí a partir de su fuente original.

A modo de guiño (agrio), no puedo dejar escapar la oportunidad de demostrar una especie de autocomplacencia al contrastar que esta estrategia argumental, hoy plasmada en el video de Strong4Life, es similar a la mía cuando en 2005 escribí este relato fantástico acerca de la obesidad infantil y sus consecuencias y que publiqué en este blog hace un par de años: Cuento de miedo grasiento (Fatty and scary tale), capítulo 1 y capítulo 2.

Por último una reflexión, si no eres capaz de hacerlo por ti, al menos hazlo por lo que más quieres en este mundo, sé que su mera presencia puede suponer un importante motor imprescindible para el cambio tal y como he contrastado muchas veces en primera persona y así lo puse de manifiesto en esta entrada.

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Imagen:  marin vía freedigitalphotos.net

¿Quién dice que dar azúcar a un niño favorece que se «acelere»?

Niño dulcesSus padres, básicamente lo dicen sus padres, y conste que yo también lo he creído así durante cierto tiempo. Sin embargo, la ciencia no ha establecido hasta la fecha una relación de causalidad entre un relativamente alto consumo de azúcares en un momento puntual y un mayor aceleramiento o hiperactividad del niño o niña. Hablo en esencia de una hiperactividad aguda y pasajera y no del trastorno de déficit de atención e hiperactividad.

Lo cierto es que me comprometí a hacer una entrada sobre este tema cuando el otro día mi vecino de blog, Alfred, en “Ya está el listo que todo lo sabe” publicó un post sobre esta cuestión: ¿De dónde surge el mito que indica que dar azúcar a los niños los vuelve hiperactivos? Con el que se generó una cierta polémica bien en el propio blog y más en las redes sociales.

Así pues, sin demasiados datos serios sobre la mesa que apoyen tanto una teoría como la otra (el azúcar sí acelera o no acelera) nos basamos demasiado en la “experiencia” de esos padres, en su realidad y no se puede por menos que reconocer que existe una creencia generalizada en que efectivamente sí que les acelera. Esa experiencia bien se podría explicar en base a lo que cuenta Alfred en su post y que se resume en el hecho de que al observar dos variables evolucionando proporcionalmente tendamos a relacionarlas de modo causal: Toma más azúcar; se acelera, luego el azúcar es la causa. Sin embargo, el aceleramiento, no tiene por qué estar causado por la ingesta de azúcar y ser las circunstancias las que propician ambos procesos no relacionados: Ambiente festivo, jolgorio; se consumen más chuches y al mismo tiempo hay más ajetreo, pero por el ambiente, no por el azúcar. En sus propias palabras:

Ya sea en un parque infantil, un cumpleaños o cualquier fiesta especial, es el hecho de estar jugando, correteando y trotando de un lado a otro sin parar con otros niños (amigos, compañeros, primos, hermanos…) lo que causa la sobreexcitación e hiperactividad del pequeño y no lo que ha estado comiendo

Y además, y aquí viene la madre del cordero, no hay ningún estudio que haya validado la creencia popular de que el tomar más dulces invita a su sobreexcitación. Más al contrario, este meta-análisis The effect of sugar on behavior or cognition in children. A meta-analysis (Efecto del consumo de azúcar en el comportamiento y en el rendimiento cognitivo en niños) abordó la cuestión de pleno y no halló relación alguna entre la variable “niño come azúcar” y la de “niño se acelera”. Sus conclusiones fueron claras:

Hasta la fecha, nuestro estudio de meta-análisis no ha encontrado relación entre el consumo de azúcar por parte de los niños y que este afecte tanto a su comportamiento como a su rendimiento cognitivo. La firme creencia de los padres puede ser debido a la expectativa y la asociación común en el tiempo de ambas situaciones. […]

Que viene a ser lo que nos explicaba el bueno de Alfred.

Siguiendo con los razonamientos que podrían explicar este comportamiento, es posible que en estas jornadas festivas, muchas de ellas con tintes maratonianos, a los niños les llegue un momento en el que agoten “sus pilas” y que al tomar más “combustible” revivan y más si se trata de “gasolina rápida” como lo es el azúcar. Posibilidad frecuente que se sumaría a la anterior aportada y que serviría para explicar en otras circunstancias el proceso mitificado.

Otra cosa, hiperactividades aparte, es el escaso beneficio que habitualmente pueden tener este tipo de productos en su salud habida cuenta de las innumerables ocasiones que se tienen para acceder a ellos y las cantidades en las que se suelen tomar.

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Imágenes: Sura Nualpradid vía freedigitalphotos.net

Perder peso en pareja y por los hijos, un maravilloso ejemplo del que tomar nota

Adelgazar en parejaLo veo a menudo en mi consulta. Muchas veces vienen en pareja, a veces solo él y otras solo ella; son jóvenes y aun no tienen hijos (la mayor parte de las veces). Acuden a recibir asesoramiento para perder peso, para mejorar su forma de alimentarse… en general para renovar sus hábitos de vida y escoger aquellos más beneficiosos. Y lo hacen, y esta es la madre del cordero, con una motivación que destaca sobre otras posibles: el ser un buen ejemplo para los hijos que planifican tener. He de decir que son los casos en los que la tasa de éxito (lograr cambiar esos hábitos) suele ser más alta. Mejoran ellos y son buen ejemplo (miel sobre hojuelas)

Hoy te traigo un ejemplo de estos, es un poco extremo, todo hay que decirlo, porque también extrema era su situación: él se llama Robert y pesaba cerca de 150kg, y ella Jessica y rondaba los 130. Tenían unos pésimos hábitos de vida, tanto en lo que respecta a la alimentación como a la actividad física… hasta que decidieron hacer borrón y cuenta nueva… y vaya si lo hicieron, gracias en parte a sus hijos.

Cambiaron radicalmente su forma de comer, dejaron a un lado las largas sesiones de sofá y empezaron a practicar deporte con asiduidad, además, los ratos de ocio en familia empezaron a ser un ocio activo, con excursiones, senderismo, etcétera.

¿Sabes lo mejor? Que son felices, que se encuentran mucho mejor consigo mismos en especial por ser ahora un mejor modelo para sus cuatro hijos… y además porque en estos apenas dos años desde que empezaron a implementar los cambios él ha perdido 72 kilos y ella 54… que se dice pronto.

Ojalá muchas personas tomen nota de su ejemplo y vean en su caso un espejo en el que reflejarse y con el que motivarse.

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Las claves de la Dieta Mediterránea (hagan juego señores)

El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente acaba de hacer pública una información enmarcada en la estrategia “Mediterraneamos” cuyo principal objetivo es la promoción de la Dieta Mediterránea entre niños y jóvenes. Su fin, en general, de dar a conocer sus efectos beneficiosos dentro de una dieta equilibrada y como una estrategia de salud que nos es particularmente cercana (al menos geográficamente hablando).

Para ello en la edición de este año ha generado una serie de materiales dirigidos a colectivos de educación primaria y secundaria, y que puedes consultar en este enlace. Como verás se trata de mucha información presentada de forma diversa bien a los niños más pequeños o bien a aquellos más mayores.

Como casi siempre en estos casos el grueso de la información se termina aglutinando en un decálogo. Bien es sabido que no soy muy de decálogos, no entiendo muy bien esta costumbre de tener que resumir por sistema tantas y tantas cosas en grupos de 10 consejos o recomendaciones (supongo que será parte de nuestra tradición cristiana).

El caso es que entre tanta información, al final, con el decálogo, todo aparenta que la información tiende a priorizarse de una forma y no de otra, entendiendo como más importantes unos consejos que otros. En el caso que nos ocupa, por ejemplo, el decálogo dirigido a los chavales de primaria (y supongo a sus cuidadores) es este (haz click para poder acceder a la imagen):

 Claves dieta mediterránea

En líneas generales estoy bastante de acuerdo con esta información pero desde mi modesto punto de vista hay cosas que hubiera hecho de forma diferente. Por ejemplo: ordenar los consejos empezando por aquellos a mi juicio más importantes; además de hubiese puesto juntos (o directamente unando) aquellos que están intrínsecamente relacionados… y así hubiera dejado para al final los más prescindibles. O incluso habría alguno del que yo hubiera prescindido del todo y que por tanto no lo hubiera incluido… a cambio quizá de otros que sí hubiera puesto. Así pues, si de mí dependiera la elección, sin numerar, hubiera sido la siguiente:

  • Mantener un patrón alto de actividad física en el día a día. En mi opinión, eso de “realizar actividad física todos los días” suena a condena diaria, a dedicarle un tiempo per se a esa actividad física. En su lugar creo que merece más la pena incentivar el que el día a día (desplazamientos, juegos, ratos de ocio, tareas “obligadas”…) se realicen con la incorporación de actividad física. Sin hacer de menos, claro, a la práctica deportiva.
  • Consumir alimentos de origen vegetal en abundancia (frutas, verduras, legumbres y frutos secos). En este sentido, la fruta fresca debería ser el postre en la mayor parte de los casos (aquí se aúnan el consejo 2 y el 8, no le veo el sentido a separarlos salvo para llegar al consabido decálogo)
  • Es conveniente hacer uso de los alimentos frescos de temporada. Este consejo (y su explicación) está en relación con el anterior, el uno ayuda al otro y viceversa, y por eso los situaría juntos.
  • Los alimentos procedentes de cereales: pan, pasta, arroz en sus versiones integrales, es conveniente que estén presentes en tu alimentación cotidiana. Eso de que estén presentes “en todas las comidas principales” y señalar al pan aparte del resto me parece un poco desproporcionado.
  • Entre los alimentos de origen animal, preferir el pescado tanto blanco como azul, las carnes magras y los huevos. No entiendo la llamada a la moderación en el caso de los huevos en base a lo que hoy ya se sabe sobre este alimento y que traté en este post.
  • La bebida por excelencia ha de ser el agua.

Y como ves me salen 6 consejos. Para mí mejor que 10. Como verás he prescindido del consejo de tomar todos los días, porque sí, una determinada cantidad de lácteos. De hecho me gustaría que alguien me dijera en qué parte de la “tradición mediterránea original” está esa matraca con los lácteos. En realidad, mediterráneo a un lado, las actuales tendencias (basadas en la evidencia) no invitan a incluir los lácteos como un alimento “indispensable” en la dieta diaria y menos cuando, tal y como suele suceder, estos se acompañan de otros ingredientes con una alta proporción de azúcares, bien porque el usuario se los añade directamente, bien por que ya vienen añadidos, bien porque se les incorpora el consabido cacao en polvo que también los incluye.

Y luego está el tema del aceite de oliva. Tampoco lo he incluido (ahora es cuando me llueven las tortas). Entiendo que el constructo “dieta mediterránea” difícilmente se puede comprender sin la incorporación de esta grasa… y me parece bien. Pero eso no quiere decir que no se pueda seguir un patrón de alimentación saludable sin él y, aunque menos tradicionales hay otras fuentes de grasa vegetal tan saludables como el aceite de oliva. Otra cosa es el sabor, ahí ya y a título personal, he de morir al palo y decir qua mí el aceite de oliva virgen extra no me lo quita nadie. Te sugiero que eches un vistazo a este post en el que se cita un ultraresumen de las principales claves de la “Dieta mediterránea” de manos de Ancel Keys, su principal ideólogo.

En resumen, tal y como mencioné en este otro post, el problema de nuestro NO seguimiento del patrón dietético mediterráneo está más en los elementos dietéticos y de estilo de vida que incorporamos habitualmente y que no le son propios (productos procesados, platos preparados, comidas independientes, sedentarismo elevado a la enésima potencia, etcétera) que en lo que nos falta por incorporar. De esta forma yo hubiera añadido un apartado en este folleto que pusiera de especial relieve a los más pequeños qué NO es la dieta mediterránea y cómo, por tanto, nos alejamos de sus salutíferas propiedades (pero claro, al final de hacerlo así “se mancillarían” algunos productores de alimentos y no creo que el MAGRAMA esté por esa labor)

Lo que más me ha gustado, eso sí, son las cuatro líneas que se dedican al final para aclarar que

“Dieta mediterránea” no es solo una forma de comer: La Dieta Mediterránea en realidad es una forma de vivir.

Si te ha gustado esta entrada te invito a que consultes:

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Nota: Quiero agradecer una vez más a Guillermo parís (@waltzing_piglet) el hacerme partícipe de este tipo de informaciones.

Publicidad comparativa de alimentos como estrategia de venta

Siendo políticamente correcto he de decir que no me gusta demasiado cuando un fabricante utiliza la estrategia de la comparación para promocionar las ventas de su producto; siempre me ha parecido una especie de ¿a quién quieres más a papá o a mamá?. No digamos ya cuando además la comparación en cuestión está hecha sin ajustarse a la razón o dicho llanamente, de forma torticera. No sé si a ti te pasa igual que a mí, así que te explico mis razones.

Para empezar la práctica comparativa en el terreno alimentario y de los valores nutricionales está regulada en la legislación europea, en concreto en el Reglamento 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos que en su artículo 9 deja bien claro:

Sin perjuicio de lo establecido en la Directiva 84/450/CEE, solamente podrán compararse alimentos de la misma categoría, tomando en consideración una serie de alimentos de dicha categoría. Deberá mencionarse la diferencia en la cantidad de un nutriente o el valor energético, y la comparación deberá hacer referencia a la misma cantidad de alimento.

Además, este mismo Reglamento advierte:

Los tribunales y las autoridades nacionales tendrán que ejercer su propia facultad de juicio, teniendo en cuenta la jurisprudencia del Tribunal de Justicia, para determinar la reacción típica del consumidor medio en un caso determinado [se entiende que en el caso de esa publicidad comparativa]

Con esta perspectiva hoy os traigo dos ejemplos especialmente presentes en nuestro medio y de sendos fabricantes de productos alimenticios.

El caso de Nestlé y su Chocapic

En la caja de los cereales Chocapic se hace una comparación de algunos de los valores nutricionales de una ración de estos cereales (30g) y 125 ml de leche semidesnatada con «otras cosas» que se comen: una rebanada de pan blanco con jamón y queso; una tostada de pan integral con mantequilla y mermelada; un croissant; y una muy buena rebanada de pan blanco con crema de cacao.

Chocapic

A mi entender esta comparación no es procedente y las razones son dos: por un lado porque no son alimentos de la misma categoría. Entiendo que si hay que comparar una determinada variedad de cereales habrá que hacerlo en base a la legislación con otros cereales de la misma o de otra marca (y con la misma cantidad de leche) y no con otros productos por mucho que por su posible uso en el marco del desayuno puedan sustituir el consumo de esos cereales (¿y si alguien desayuna huevos revueltos, por qué no están ahí?). Y además, porque al escoger alimentos que no son legalmente comparables es imposible hacer referencia a la misma cantidad de alimento.

En cualquier caso, en este ejemplo y en mi opinión, los aportes mostrados de los otros alimentos se ajustan bastante bien a la lógica. Es decir, los valores de las kcal, azúcares, grasas y cereales integrales de los “otros alimentos” son lógicos al menos para alguien mínimamente entrenado (no sé si tanto ante el denominado “consumidor medio”)

Ahora bien, como decía anteriormente hoy traigo dos ejemplos, y el siguiente es de los que no hay por dónde cogerlo y, es más, me parece una fea muy fea afrenta al consumidor medio que puede, con toda facilidad entender lo que no es. Atentos a la jugada.

El caso de Panrico y su Bollycao

Dentro de la web promocional del Bollycao hay un apartado en el que se compara algunos de los valores nutricionales del producto con dos bocadillos, uno de jamón y otro de queso. Los datos ofrecidos por el fabricante los puedes consultar en la tabla a continuación y los puedes contrastar en el este enlace.

Datos fabricanteBollycao 2

Antes de entrar de lleno en la materia comparativa de los valores nutricionales de los bocadillos (que tiene tela) merece la pena contrastar las contradicciones del propio fabricante en base a la información sobre el producto de la web y la del propio envase. Como puedes observar en la imagen del envase, se ofrece la información nutricional por 100 gramos de producto. Nos dice que 100 gramos de producto aportan 3,8 gramos de grasas saturadas… luego a tenor de esta información, 60 gramos que es lo que pesa una unidad, deberían aportar 2,28 gramos. Y sin embargo, en la web, el fabricante dice que 60 gramos de bollo aportan 1,7 gramos de saturadas… ¿En qué quedamos, 2,28 ó 1,7? Se trata de una diferencia de nada más y nada menos que del 34%. ¿Casualidad? No lo creo porque el tema de los bocatas es el acabose.

Como habrás visto en los datos de la tabla de arriba (la roja), al fabricante de bollos no se le ha ocurrido mejor cosa que comparar algunos (¿porqué no todos?) de los aportes del bollo en cuestión con sendos bocadillos. Es decir, en mi opinión los mismos “errores” que los del Chocapic. A ver, repitamos juntos: cereales con cereales, hamburguesas con hamburguesas y bollería con bollería… no con otras cosas (y en la misma cantidad). Pero espera, que además en este caso la cosa se pone verdaderamente interesante.

A poco que sepas de nutrición los valores nutricionales que ofrece el fabricante (los de la tabla roja) te tienen que estar irritando los ojos… ¡no pueden ser! ¿Un bocata de 109 gramos de jamón y otro de queso con esa disparatada cantidad de calorías… con semejante cantidad de grasas saturadas? No hijo no. Así pues…

Con la mosca detrás de la oreja hace un par de semanas llamé al servicio de Atención al Consumidor de Panrico para hacerles dos preguntas: La primera con qué cantidad de ingredientes (cuánto pan, jamón y queso en cada caso, ¡no lo pone!) habían ideado esos bocadillos y; la segunda, qué tablas de composición de alimentos habían utilizado para terminar ofreciendo esos valores sobre su composición nutricional. Pues la respuesta no pudo ser más sorprendente y, a la vez menos convincente. Copio-pego parte de su respuesta por correo electrónico:

En el cálculo  a partir de los datos de las tablas se ha considerado como bocadillo de jamón un panecillo de 50 g , una cucharada sopera de aceite de oliva (9g) y 50 de gramos de jamón curado ración bocadillo según las tablas  y en el caso del bocadillo de queso lo mismo pero los 50 g de queso manchego semicurado ración individual según las tablas. En total cada bocadillo pesa de 109 g.

¿Aceite de oliva… 9 gramos por bocata? caramba, me parece fenomenal pero ese dato no se aporta en su bendita comparación. En ella pone: bocadillo de jamón y bocadillo de queso. Punto. Sugiero que si lo que se pretende es inflar los valores de kcal, grasas y grasas saturadas en sendos bocadillos les incorporen (y tampoco citen), además del aceite de oliva, un puñado de cacahuetes y una buena lasca de tocino entreverado. Pero espera, espera que aun hay más, no te pierdas el remate de la jugada.

Dejando a un lado que para un bocadillo confeccionado con 50 gramos de pan ponerle bien 50g de jamón, bien 50g de queso (y 9g de aceite también) es una soberana exageración (puedes hacer la prueba)… he de decir bien alto, bien claro y bien indignado… que no: que con esas cantidades no salen ni de coña los valores que los señores de Panrico atribuyen a esos bocatas en concreto en lo que se refiere a calorías y grasas saturadas. Y eso que he utilizado para los cálculos las mismas Tablas de composición de alimentos que ellos me transmitieron utilizar, es decir, estas tablas. Ni de coña.

Veamos. Un bocadillo de 50 gramos de pan, «preñado» con 50 de jamón (cálculos realizados con jamón “con grasa”) y 9 de aceite de oliva (con 9 gramos, para que chorree bien) o sus 50g respectivos de queso (el manchego semi curado tal y como me indicaron que fue el que utilizaron) aportan el valor nutricional estrictamente calculado de:

Bocatas bien calculados

Ya que estamos en la ignominia comparadora, me he propuesto mostrar a los lectores cuáles son los datos reales y la diferencia del manido Bollycao cuando se le ponen en frente de “bocadillos normales de jamón y de queso con 50 gramos de pan y con un poco de aceite de oliva” Esto es lo que sale (tabla en verde) cuando de verdad se comparan los valores nutricionales de 50 gramos de pan, 30g de jamón, 30g de queso y 4g de aceite.

 Bocatas reales

Lo que, como se puede comprobar hace cambiar bastante el cuento del trasunto comparativo… Y ya sí (casi) por último ¿por qué no ponen otros nutrientes, como por ejemplo, los azúcares, el calcio, la fibra y lo comparan con los bocadillos? ¿acaso con esos nutrientes no había forma de retorcer los datos o de “equivocarse” tanto como para resultar creíbles?

Resumiendo: Señores de la industria alimentaria con más ganas para promocionar y vender su producto que talento (y querido lector): a la hora de hacer una comparativa hay que hacerla bien y eso implica, al menos tres características

  • Ceñirse a la legislación y comparar mismas cantidades de alimentos de la misma categoría: lentejas con lentejas; chorizo con chorizo; yogures con yogures; etcétera.
  • No tomar por idiota al consumidor medio, o al menos, no tomar por idiota al consumidor experimentado que llegado el caso le podrá abrir los ojos al consumidor medio.
  • Tener un poco de vergüenza torera y no tratar, en especial en lo referente al segundo caso de hoy, de hacernos merendar con ruedas de molino, planteando la opción de “bollería industrial” como una mejor opción frente a otras a todas luces mejores. Y mucho menos “equivocarse” exagerando los datos de aquello que, al menos Panrico, ha tomado como «competencia” alimenticia.

A modo de propina

En el Bollycao en cuestión, recientemente, se puede encontrar en su envase una contundente declaración nutricional: “Contiene el 50% de la Cantidad Diaria Recomendada de hierro”. Sé qué os estaréis preguntando… ¿El Bollycao es ahora fuente dietética de hierro? Pues eso parece, habrá que estudiar a ver si lo ponemos en este aspecto por delante de una ración de hígado encebollado, de media docena de ostras o de un plato de lentejas… Ya ves, lo más típico del mundo: bollería industrial para hacer acopio de hierro (menuda iron-ía) y, ya de paso, intuyo, anestesiar las conciencias de aquellas mamás y papás preocupados por si harán bien poniendo este tipo de productos día tras día en las manos de sus hijos (recordemos que no hay alusión alguna en el envase ni en la publi con respecto a la frecuencia recomendada, así que debe de ser que “cuanto más mejor”)

Pero la cosa va más allá: si en el envase figura la declaración… en la web se hacen las alegaciones (que son para verlas). Dando por buena la declaración nutricional al respecto de que este bollo contenga el 50% de la CDR de hierro, la legislación permite hacer una serie de alegaciones (pero no otras). En la siguiente tabla puedes contrastar qué se puede decir y qué es lo que dice el fabricante. En mi opinión, salvo contadas excepciones (que por los pelos se podrían asemejar a las alegaciones autorizadas) las que presenta el fabricante en su web me parece que hacen gala de un exceso de imaginación. Juzga tú mismo.

Alegaciones hierro

 

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Actualización: A fecha de 27 de junio, en la página web de #Bollycao, ya no figura la camparativa del bollo con los respectivos bocadillos. Las razones pertenecen solo a quienes las llevan a cabo… que cada uno piense lo que quiera.

Nota: quiero agrdecer la contribución de Laura Redondo, una buena seguidora tuitera

Mis hijas no toman “menús infantiles” y comen la mar de bien

Niño comiendo (2)Si te has prodigado por comuniones, bodas y bautizos últimamente te habrás dado cuenta de una realidad que no por sacarla a colación ahora es especialmente novedosa. Al contrario, es una práctica que se realiza desde hace bastantes y años y que para mi desasosiego va en alza. Se trata de los menús infantiles. ¿Acaso los niños comen mejor con un menú habitualmente de mucha menor calidad que el que incorporan los adultos y, además alejados de su presencia? Yo creo que no.

Este tema tiene en mi opinión dos vertientes. Por un lado, la que se refiere a que puedan comer por su cuenta sin la ayuda de una persona mayor, me refiero por ejemplo a la normal dificultad que le supone a un niño de 5 años el enfrentarse a un jarrete de cordero entero, un pescado con sus espinas, unos percebes, etcétera. Y por el otro lado está la cuestión de si un niño es capaz de apreciar la especial calidad de determinadas preparaciones culinarias y por lo tanto, al no merecer la pena ofrecérselas, proponerle un menú más… (no sé que decir) ¿palatable, facilón, sencillo, monotemático, aburrido…?

Empezando por esta última parte, un servidor es de la misma opinión que mi vecina cuando en su día dejó bien claro que los niños pueden ser pequeños pero no son tontos y eso incluye la hora de comer. No sé muy bien qué nos hace suponer que las croquetas de boletus edulis de los canapés para los adultos no van a ser del agrado de los más pequeños y que estos prefieran unas empanadillas congeladas… o que nuestro jamón 5J’s sea solo para nosotros y ellos tengan un chorizo vulgar donde los haya… o que las carabineros sean solo para los mayores y las anillas de calamar (congeladas de nuevo) sean para los niños. Etcétera. Dejando el tema económico a un lado, el problema no es de aquellos que ofrecen el servicio, sino de los padres que o bien lo “compran” o, lo más habitual, lo demandan. Evidentemente, si educas a un niño para que tenga paladar de corcho y que coma solo cuatro cosas, será difícil sacarle de ahí. En el caso de mis hijas, por lo general hacen tanto aprecio por “lo bueno” como el que más.

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La otra cuestión, la de que hay cosas para las que ellos no tienen la habilidad, es evidente. Y tanto más tardarán en adquirirla en tanto en cuanto nos los sentemos a nuestro lado y les mostremos como se hacen las cosas. Cierto es que el principio de seguridad ha de prevalecer y ante cuestiones como las espinas, cáscaras y demás hay que estar muy seguro de lo que se les deja o no hacer a su rollo. Carolina por ejemplo, de 5 años, ya no tiene ningún problema en enfrentarse a un bol de bígaros con su alfiler en ristre… y tanto ella como su hermana Adriana, de 9, se sacan de la boca con toda la naturalidad del mundo, las escasas espinas que se nos han escapado a sus padres al limpiarle la ración de cogote de merluza… lo ven hacer y lo hacen, lo ven comer y lo comen, lo ven apreciar y lo parecían.

Sin embargo, el habitual entorno no facilita las cosas. El otro día, por ejemplo, en una comunión, adultos y pequeños (al loro, que consideraban “pequeños” a dos chavalotes de 15 años) estaban claramente divididos. Se trataba más bien de una segregación que se ponía manifiesto con un molón cartel que rezaba kids corner (la esquina de los chavales) y que tenía a los más pequeños (y no tanto) literalmente arrinconados. Y como te puedes imaginar con unas diferencias en el menú que rozaba la afrenta… algo así como ciudadanos de 1ª y de 2ª.

Voy con otro acontecido. Estando de viaje con la familia hace pocos días, paramos en un restaurante para comer, algo rápido y sin demasiadas pretensiones (menú 12 euros). Los primeros platos que nos ofreció la camarera fueron: espagueti carbonara; paella de pescado; calabacines al horno rellenos con bacalao y; ensalada. Los segundos: chuleta de cerdo con patatas; jarrete al horno con verduras; dorada al horno con pisto y pollo al ajillo. Y al finalizar, mientras nos lo estábamos pensando la camarera dice: también tenemos si quieren un menú infantil adaptado al gusto de las pequeñas…. flipante. El único problema fue poner a la crías de acuerdo entre ellas para pedir un único menú “normal” para las dos. Evidentemente, con esa oferta “para adultos” no hubo mayor problema en que comieran cualquier cosa de las que nos ofertaban. Ni tan siquiera le dimos a la camarera la ocasión de que nos explicara el menú infantil.

Así pues, tanto si aun estás a tiempo como si ya tienes hijos con cierta edad, trata de normalizar lo máximo posible el momento de la comida y las características de lo que todos coméis, bien en casa, bien por ahí.

Y todo ello siempre que se pueda y que dependa de ti, tampoco se trata de montar el numerito cuando en una celebración que organizan otros las cosas están dispuestas de otra forma.

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Imagen: Stuart Miles vía freedigitalphotos.net

Beber zumo de fruta no equivale a comer la fruta

¿Te parece que la mermelada equivale a una ración de fruta? Ea, pues con los zumos tampoco. Y eso que para la elaboración de los dos productos –mermelada y zumo- interviene de forma indefectible la fruta… que te quede claro. Y aunque al zumo no se le añada nada más y sea exclusivamente el producto licuado de la fruta… el zumo de fruta ni es fruta, ni su consumo sustituye el de la fruta.

Para la mermelada seguro que no hace falta que te lo explique, seguro que lo entiendes. Vamos con el zumo y con un ejemplo: el paradigmático zumo de naranja.

Veamos las diferencias nutricionales y de efecto sobre la ingesta de un vaso de zumo de naranja natural frente al de una naranja tal cual. Ten en cuenta que para un vaso de zumo se suelen emplear, por término medio, 3 naranjas más o menos. Pues veamos.

Naranja vs zumo

En resumen: el zumo aporta más calorías, menos fibra, menos saciedad y la posibilidad de tomar “más de la cuenta” es mucho mayor… entre otras cuestiones (y todo ello suponiendo que además no se le añada azúcar)

Es por estas razones y quizá otras más que creo que te interesará conocer algunas opiniones especializadas con respecto a este tema. Por ejemplo:

  • La Organización Mundial de la Salud (2003) afirma que existe un alto nivel de evidencia acerca del papel protector de la fruta para prevenir la obesidad, hecho que queda reflejado en recientes investigaciones al respecto. Sin embargo, la OMS afirma que los datos científicos muestran una relación probable entre el consumo de zumos de fruta y la obesidad.
  • La Asociación Americana del Corazón de nuevo propone como verosímil que la saciedad es menor ante un zumo de fruta que ante una fruta entera y por ello desaconseja el consumo de los zumos de fruta, insistiendo en la importancia de consumir fruta en su estado original, y considerando que las calorías consumidas de forma líquida podrían afectar negativamente a los intentos de conseguir y mantener un peso saludable.
  • La Academia Americana de Pediatría recomienda aumentar la ingesta de frutas para prevenir el sobrepeso y la obesidad en los niños, siempre y cuando no sea en la forma de zumos de fruta
  • El Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría afirma que los zumos de fruta no son equivalentes nutricionalmente a las frutas naturales, al carecer de fibra y no estimular la masticación.

Así pues, ¿aún crees que si no tomas fruta, o no la toma tu hijo, esta situación se arregla con un zumito (o dos, o tres, etc.)? La fuente de bebida y de hidratación para ti y para vuestro hijo ha de ser el agua, y la fruta… para comer.

Consume fruta. Fruta de verdad.

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Imágenes: tiverylucky y satit_srihin vía freedigitalphotos.net

Fuente consultada: ¿Se puede considerar el zumo de frutas como una ración de fruta? del Grupo de Revisión y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas.