Asar verduras no tiene mucho misterio, es verdad. Lavarlas, al horno el tiempo que toque y listo. Pero más allá de lo elemental, hay pequeños trucos para cada una de ellas que ayudan a que queden en su punto. Y, lo mejor de todo, una vez que hemos encontrado la forma de hacerlas a nuestro gusto, ya solo hay que repetir el método y sentirnos parte de la Bullipedia, casi.
En el caso de las berenjenas, la verdad es que hemos probado de todo. Cuando se trata de hacer baba ganoush o algún plato que requiera un toque ahumado, funciona muy bien el invento de ponerlas directamente sobre los fuegos de la cocina. Si tenemos fuego de gas, claro.
Se lía un poco y requiere estar pendientes para ir dándoles la vuelta según se van haciendo por cada lado, pero el resultado es estupendo.
Pero ¿y si no tenemos tiempo, ganas de liarla tanto o directamente nuestra cocina no tiene fuegos de gas? Pues toca recurrir al horno, mucho más práctico, limpio y cómodo.
En el horno hemos probado a asarlas enteras con piel -quedan bastante bien-, partidas por la mitad, en pequeños dados, en láminas…
Y al final hemos llegado a la conclusión de que la mejor textura la conseguimos con un sencillo truco que aprendimos, como no, de un libro de Yotam Ottolenghi: cortadas por la mitad y haciendo incisiones casi hasta llegar a la piel exterior en forma de rombo.