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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Piensa en los factores que condicionan la obesidad: apuesto a que te dejas los más importantes

Habitualmente para los objetivos de un post como el de hoy bastaría con compartir la información de la que he sido conocedor en las redes sociales (típicamente Twitter o Facebook)…. pero no, hoy no, ya que la información, desde mi punto de vista se merece la mayor de las visibilidades.

marionnestle

El caso es que el otro día un buen compañero dietista-nutricionista, Alex Pérez Caballero (@elPiscolabis) realizó en su blog una entrevista a una persona a la que pocos tenemos acceso, aunque solo sea por la distancia. La dificultad, me refiero, es por la figura objeto de la entrevista, una de las personas más influyentes, independientes, formadas, con mayor claridad de ideas y con menos pelos en la lengua que se pueden encontrar en el panorama de la divulgación nutricional y alimentaria. Me refiero a Marion Nestle (para los despistados, nada que ver con la homónima multinacional). Desde aquí mi enhorabuena y reconocimiento al bueno de Alex por haber aprovechado la oportunidad de acercarnos, en primera persona, las opiniones de este monstruo de la divulgación.

No voy a realizar una mayor glosa de la persona de Marion Nestle, no porque no la merezca sino porque para eso ya está la introducción del post de Alex en El Piscolabis.

Lo que sí que quiero es recomendarte de forma muy encarecida que leas dicha entrevista de cabo a rabo. Además, también me gustaría destacar algunas de las afiladas y oportunas respuestas de esta mujer.

[…]

Pregunta: La obesidad tiene un origen multifactorial: sedentarismo, alimentación, descanso, genética,… ¿Cuál crees que es el factor o factores más importantes a abordar? ¿Crees que hay otros motivos que pueden provocar obesidad?

Respuesta: Te has dejado los factores más importantes: el marketing alimentario y un entorno de oferta alimentaria que empuja a la gente a comer más cantidad y más a menudo. Por eso  son tan importantes las intervenciones públicas y políticas.

P: Coca-Cola ha emprendido una línea de acción en la lucha contra la obesidad. […] ¿Qué opinas sobre esta estrategia de venta a la que se van sumando otras compañías del sector alimentario? […]

R: El objetivo principal de las compañías de bebidas azucaradas es vender el máximo de producto posible al máximo de gente posible. Una manera de pasar por encima de la normativa es dar la apariencia de que hacen las cosas bien. Tienen una gran experiencia en marketing y ganan premios por sus iniciativas publicitarias y las estrategias que mencionas.

[…]

P: En materia de alimentación y nutrición, ¿qué crees que es más peligroso?, ¿el exceso de información (con el desinterés y confusión que a veces puede generar) o la ignorancia?

R: Ni una ni la otra. El verdadero problema es que la mayor parte de la información alimentaria procede de grupos con intereses comerciales para vender productos. Las agencias independientes no tienen recursos suficientes para hacer llegar mensajes más adecuados a la población.

[…]

Como se puede apreciar se trata de una persona que habla claro, que no se anda por las ramas y que no tiene problemas para señalar con el dedo a quien ella considera que se ha de señalar.

Tal y como comenté en esta entrada, también otras personalidades con un importante peso específico han levantado su voz para decir, sin ambages, que gran parte de la culpa de nuestra obesa situación es de la industria y de las malas prácticas que se derivan de las relaciones de esta con las administraciones públicas. Me refiero a Margaret Chan, directora general de la OMS… su opinión se puede sintetizar en una de sus magnificas frases que lo dice todo:

Son pocos los gobiernos que han priorizado las cuestiones de salud frente a los grandes negocios [en referencia a los negocios que establecen estos gobiernos con la industria alimentaria]

Así que olvídate en cierta medida de las cuestiones metabólicas, genéticas y demás. Tal y como has leído, Marion Nestle no solo opina en la misma línea que la directora general de la OMS sino que, además, atribuye a estas acciones de la industria y a su connivencia con las administraciones las causas de mayor peso en las grandes cifras de la obesidad.

En mi opinión es más que posible que no le falte razón. Es difícil, por no decir imposible (o yo al menos no lo conozco) atribuir un porcentaje concreto a la influencia de cada uno de los factores que han intervenido en la actual epidemia de obesidad. Pero sin duda alguna, el entorno, es decir, el ambiente en el que vivimos modulado como está por las campañas publicitarias de tantos alimentos insanos; unido a la inacción, cuando no a la complicidad de las administraciones sanitarias con las industrias que los producen, son con muy poco margen para la duda un factor causal muy, pero que muy importante. Mientras este marco no cambie, de poco servirá poner el foco de atención en otro lado mientras se finge que nos les preocupa el tema.

Ahora, el cómo provocar ese cambio es el gran problema. Parte de las claves creo que también las apuntó Marion Nestle: soluciones políticas e iniciativas públicas que faciliten a las personas el tomar decisiones más saludables y dirigidas a una población más formada, con mayor accesibilidad a determinados alimentos (y quizá no tanta a otros).

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Imagen: http://elpiscolabis.com/2015/01/05/marion-nestle-y-food-politics/

Millares de millones de euros: coste anual de la obesidad para el erario público

Dinero medicinaLas cifras marean. Este estudio realizado en el Reino Unido pone de relieve que el sobrepeso y la obesidad son, entre las enfermedades no transmisibles y dependientes del estilo de vida, de las situaciones patológicas que más impacto económico tienen sobre la sanidad pública. Más en concreto son 6.430 millones de euros los destinados anualmente al tratamiento del sobrepeso y la obesidad en aquel país, frente a los 4.150 millones de euros/año destinados al tabaquismo, la misma cifra aproximada dedicada al tratamiento del alcoholismo, o los 1.130 millones de euros/año destinados a la enfermedades derivadas de una escasa actividad física.

Además, como sabes una buena parte de estas situaciones están relacionadas de forma bastante estrecha: el padecer obesidad o sobrepeso está relacionado con practicar poca actividad física y con tener una dieta deficiente. De hecho, este último concepto, las consecuencias negativas de seguir una “mala dieta”, implica un gasto aun mayor que el de la obesidad y el del sobrepeso considerados de forma aislada: 7.130 millones de euros al año es la cantidad que destina la sanidad británica a hacer frente a los problemas derivados de “comer mal”.

¿Y en España, cuánto cuesta la obesidad a las arcas públicas?

Según datos aportados por la desaparecida Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) hoy AECOSAN, en España y en 2012 el 7% del gasto sanitario anual estuvo relacionado con el tratamiento del sobrepeso y la obesidad. Un valor relativo que en cifras absolutas arroja la friolera de 5.000 millones de euros al año. Unos números muy similares a los del Reino Unido teniendo en cuenta la diferente población de ambos países (unos 64 millones de habitantes en UK frente a los cerca de 47 millones de españoles). Además hay que tener en cuenta que tanto en uno como en otro país estamos a partir un piñón, es decir, en los puestos de cabeza europeos, al respecto de la incidencia de la obesidad entre sus ciudadanos.

Con estas cifras, de verdad que no sé cómo las administraciones sanitarias, así, a título general, o los ciudadanos en el particular no se ponen las pilas de una forma más efectiva y distinta en relación a lo que hasta ahora se ha hecho o hace. A este paso, con la obesidad aumentando día a día (y sus comorbilidades asociadas), con el tema de las pensiones, con la edad media de una población cada vez más envejecida y con todos los datos relativos a la economía que me imagino conoces, de verdad que no sé cómo vamos a acabar. Bueno, sí: mal. Acabaremos mal.

La solución: la seria implicación personal

Cada vez estoy más convencido que el abordaje de este importante problema ha de hacerse desde la implicación personal, reconociendo que si bien el entorno obesogénico que nos rodea no ayuda nada a la hora de aportar soluciones (al contrario, solo sirve para agravar más el problema en una espiral que parece no tener fin) al mismo tiempo, también ofrece las herramientas, si uno quiere usarlas, para hacer mejor las cosas. Pero hay dos elementos que lo dificultan… uno es la falta de cultura general; y el otro la, en principio, falta de recursos para ponerse manos a la obra. La primera se pone de manifiesto cada día cuando por ejemplo se observa que es en las clases más desfavorecidas, desde un punto socioeconómico y cultural, en las que con mayor saña parecen cebarse las cuestiones del sobrepeso y la obesidad. En cuanto a la segunda, estoy firmemente convencido que el alejamiento de los fogones y el inversamente proporcional acercamiento a las pantallas de plasma (por citar un ejemplo paradigmático) tiene mucho que ver. Estamos perdiendo con pasos de gigante una cultura, la culinaria, en la que el uso de alimentos “originales” es cada vez más infrecuente y es sustituido por otras soluciones… la telecomida, los platos preparados, las infinitas opciones de una industria alimentaria “sensibilizada” con el problema, etcétera que, en definitiva, no hecen sino arrojar más leña al fuego.

A fin de ser positivo, merece la pena tener en cuenta que la solución, no sin cierto esfuerzo (en cuanto a lo que a la implicación se refiere) está en nuestras manos. Nuestro entorno ayuda más bien poco, eso es cierto, pero es preciso considerar que hay mejores opciones que las que habitualmente se nos meten por los ojos o los oídos a partir de la publicidad.

Hay opciones, apunto; solo hay que “molestarse” en implementarlas.

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Imagen:  Baitong333 vía freedigitalphotos.net

Los niños con sobrepeso y sus padres identifican mal su verdadera situación

Taparse los ojosTan solo una cuarta parte de los niños y adolescentes que tienen sobrepeso, así como solo una quinta de los padres de esos niños y adolescentes son capaces de valorar adecuadamente el peso de sus hijos. Dicho al revés, cerca del 75% de los implicados con sobrepeso y el 80% de sus respectivos padres son incapaces de percibir su verdadera situación ponderal cuando se padece sobrepeso. Unas cifras que se suavizan, aunque no lo deseable, en el caso de niños con obesidad.

Esta fue una de las conclusiones más relevantes de un estudio de seguimiento recientemente publicado por el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades Estadounidense recientemente publicado.

Pero no fueron las únicas. Otras de las conclusiones importantes y que ponen de relieve la relevancia de estar objetivamente al tanto del peso de cada uno como del de nuestros hijos radica en saber que la adopción de medidas para controlar ese exceso de peso es casi cuatro veces más probable cuando se hace una estimación acertada que cuando se está equivocado. Es decir, tanto hijos como padres se ponen manos a la obra para tratar de atajar esa situación cuando la evaluación del peso es acertada. Es algo lógico por otra parte que el aporte de soluciones sea más elevado cuando se tiene constancia de la existencia de un problema y no antes.

Al final, con una muestra de cerca de 2.600 participantes se obtuvieron los siguientes resultados en cuanto a la autopercepción del peso y la percibida por los padres según los sujetos en cuestión tuvieran un peso adecuado, tuvieran sobrepeso y obesidad.

Malinterpretación del peso de los hijos

Habrá quien piense que estos resultados no son extrapolables a España, y no seré yo quien le saque de su error ni tampoco el que le diga que está en lo cierto ya que no hay estudios similares realizados en España (o yo no los conozco). Sin embargo, este error en la valoración ponderal de los hijos cuando estos presentan un exceso de peso se ha contrastado en otros estudios cuando los participantes son de otras nacionalidades, por ejemplo, este de aquí en Alemania, o este otro en Finlandia… y no se me ocurren las razones por las que en España este tema fuera distinto. Más al contrario, y siendo como somos uno de los países europeos líderes en obesidad infanto-juvenil, todo apunta a que los resultados irán por el mismo camino. En lo personal desconozco las razones últimas de esta mala interpretación del peso propio por parte de lo chavales o por parte de los padres, pero entre la “estrategia de la avestruz”, la pereza ante las consecuencias de realizarla de forma adecuada y la vergüenza de verse reflejado uno mismo en la misma situación pueden ser parte de las claves lógicas que expliquen esta situación.

Con esta realidad en el horizonte es preciso darse cuenta que de poco o nada sirven todos aquellos esfuerzos encaminados a reducir la obesidad infantil si los propios implicados no se reconocen a sí mismos como portadores del problema. Y es que tal y como menciona Julio Basulto en este post ad hoc, hay muchos padres, y en especial muchas madres, que consideran normal… e incluso deseable que sus hijos estén “fornidos” o “rellenitos”.

El primer paso para aportar una solución es reconocer tener un problema… y así, en este terreno vamos muy mal.

Valorar de forma adecuada el peso de los hijos facilita tomar las medidas oportunas.

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Imagen: Personal and Parental Weight Misperception and Self-Reported Attempted Weight Loss in US Children and Adolescents, National Health and Nutrition Examination Survey, 2007–2008 and 2009–2010 vía CDC y sippakorn vía freedigitalphotos.net

Indigestión navideña: causas y consejos

David Castillo Dominici vía freedigitalphotos.net

David Castillo Dominici vía freedigitalphotos.net

Entra dentro de lo probable que a estas alturas estés medio postrado en el sofá buscando algún remedio para tu ingestión. Afortunadamente es una dolencia menor que cursa con una sensación de malestar incómoda en la zona del estómago y que muchas veces se acompaña de ardor en la parte superior del abdomen. También son habituales la sensación de plenitud (o de estar «a reventar»), los eructos, las náuseas y los vómitos. Técnicamente se le llama dispepsia y es más habitual en estas fechas cuajadas de celebraciones en torno de la mesa. Es la consecuencia de entender mal los banquetes… o los festines palabra que tiene si cabe un acento más pronunciado en eso de los excesos. Y no es por que no se te haya avisado. Lo has oído estas navidades decenas de veces y las anteriores y las anteriores… todos los años igual, y todos los años también se disparan las ventas de los antiácidos. Así pues, teniendo en cuenta todas las advertencias previas y parabienes… la indigestión es una consecuencia lógica de nuestros errores más próximos en la mesa. Así pues, espero que esta situación sirva como escarmiento para la próxima vez. Ya sabes que no es un tema grave y que es pasajero.

Las causas

Normalmente, las indigestiones suelen deberse al simple hecho de comer demasiado por encima de nuestras posibilidades y conveniencia. Le puede ayudar el haber comido rápido, con una presencia relativamente importante alimentos grasos y del estrés. Además, otras conductas como el fumar o el beber demasiado alcohol pueden exacerbar los síntomas. Todo ello dejando de lado la probabilidad de que haya otra causa de fondo relacionada con una patología del aparato digestivo tales como las úlceras o el reflujo gastroesofágico (ese es otro tema)

Las posibles soluciones

  • Dale un respiro a tu aparato digestivo. Estás así porque, probablemente, has abusado de sus posibilidades, así que dale una tregua… o mejor dicho, haz las paces con él y no lo maltrates. En cualquier caso, en este momento lo mejor que puedes hacer es: volver a comer solo cuando tengas gana y las molestias hayan desaparecido o se hayan reducido de forma importante. Volver a la carga con otra comilona (por mucho que esté programada) es probable que empeore la situación. Por cierto, en ningún caso se trata de «compensar», tal y como comenté en esta entrada
  • Empieza introduciendo alimentos suaves, poco grasos y que no sean en principio fuente de mucha fibra. Un caldo (o una sopa con algo de arroz o pasta), una tortillita, acompañada de pan y un zumo colado, podrían ser buenas opciones para empezar.
  • Cuida con las cantidades. De nada comas mucho.
  • Come y mastica despacio, tómate tu tiempo para percibir con la suficiente antelación cómo te “está cayendo” lo que comes.
  • No hagas ejercicio, por suave que sea, nada más comer, trata de reposar la comida.
  • Procura comer en una ambiente relajado y calmado, sin prisas ni estrés.

Cuándo acudir al médico

Algunos compañeros me comentan lo frecuentes que son las visitas a los servicios de urgencias en estas fechas a causa precisamente de esta situación. En la mayor parte de los casos no suele hacer falta recurrir a “urgencias”. Por tanto, lo más conveniente es que racionalices tu situación y que no satures los centros sanitarios públicos sin necesidad. De todas formas, hay situaciones en los que sí es preciso recurrir a los servicios sanitarios con mayor o menor urgencia:

1. Si a los síntomas de lo que se cree es una indigestión aguda se le añaden dolor en la mandíbula, dolor torácico, dolor de espalda, sudoración profusa, ansiedad o incluso una sensación de muerte inminente, se debe contactar con los servicios médicos de forma urgente ya que todos estos síntomas podrían asociarse a un ataque cardiaco.

2. Con más calma pero sin pausa, contacta con un médico sí: los síntomas duran unos cuantos días; hay una pérdida de peso inexplicable; el dolor abdominal se presenta de forma súbita y es intenso; se tienen problemas para tragar; los ojos y la piel adquieren una coloración amarillenta (ictericia); o hay presencia de sangre en los vómitos o en las heces. Por todo lo demás espero que te recuperes pronto y que, como te digo, te tomes la actual indigestión como una especie de penitencia… y que claro está aprendas de ella. A ver si hay suerte y además te sirve para aprender y afrontar las próximas celebraciones navideñas… y no me refiero solo a las de este año.

Por cierto, Felices Pascuas y próspero 2014.

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Esta entrada se ha confeccionado en parte con los contenidos de MedLinePlus, un servicio de la Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU. y de los Institutos Nacionales de la Salud norteamericanos