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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Mis hijas no toman “menús infantiles” y comen la mar de bien

Niño comiendo (2)Si te has prodigado por comuniones, bodas y bautizos últimamente te habrás dado cuenta de una realidad que no por sacarla a colación ahora es especialmente novedosa. Al contrario, es una práctica que se realiza desde hace bastantes y años y que para mi desasosiego va en alza. Se trata de los menús infantiles. ¿Acaso los niños comen mejor con un menú habitualmente de mucha menor calidad que el que incorporan los adultos y, además alejados de su presencia? Yo creo que no.

Este tema tiene en mi opinión dos vertientes. Por un lado, la que se refiere a que puedan comer por su cuenta sin la ayuda de una persona mayor, me refiero por ejemplo a la normal dificultad que le supone a un niño de 5 años el enfrentarse a un jarrete de cordero entero, un pescado con sus espinas, unos percebes, etcétera. Y por el otro lado está la cuestión de si un niño es capaz de apreciar la especial calidad de determinadas preparaciones culinarias y por lo tanto, al no merecer la pena ofrecérselas, proponerle un menú más… (no sé que decir) ¿palatable, facilón, sencillo, monotemático, aburrido…?

Empezando por esta última parte, un servidor es de la misma opinión que mi vecina cuando en su día dejó bien claro que los niños pueden ser pequeños pero no son tontos y eso incluye la hora de comer. No sé muy bien qué nos hace suponer que las croquetas de boletus edulis de los canapés para los adultos no van a ser del agrado de los más pequeños y que estos prefieran unas empanadillas congeladas… o que nuestro jamón 5J’s sea solo para nosotros y ellos tengan un chorizo vulgar donde los haya… o que las carabineros sean solo para los mayores y las anillas de calamar (congeladas de nuevo) sean para los niños. Etcétera. Dejando el tema económico a un lado, el problema no es de aquellos que ofrecen el servicio, sino de los padres que o bien lo “compran” o, lo más habitual, lo demandan. Evidentemente, si educas a un niño para que tenga paladar de corcho y que coma solo cuatro cosas, será difícil sacarle de ahí. En el caso de mis hijas, por lo general hacen tanto aprecio por “lo bueno” como el que más.

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La otra cuestión, la de que hay cosas para las que ellos no tienen la habilidad, es evidente. Y tanto más tardarán en adquirirla en tanto en cuanto nos los sentemos a nuestro lado y les mostremos como se hacen las cosas. Cierto es que el principio de seguridad ha de prevalecer y ante cuestiones como las espinas, cáscaras y demás hay que estar muy seguro de lo que se les deja o no hacer a su rollo. Carolina por ejemplo, de 5 años, ya no tiene ningún problema en enfrentarse a un bol de bígaros con su alfiler en ristre… y tanto ella como su hermana Adriana, de 9, se sacan de la boca con toda la naturalidad del mundo, las escasas espinas que se nos han escapado a sus padres al limpiarle la ración de cogote de merluza… lo ven hacer y lo hacen, lo ven comer y lo comen, lo ven apreciar y lo parecían.

Sin embargo, el habitual entorno no facilita las cosas. El otro día, por ejemplo, en una comunión, adultos y pequeños (al loro, que consideraban “pequeños” a dos chavalotes de 15 años) estaban claramente divididos. Se trataba más bien de una segregación que se ponía manifiesto con un molón cartel que rezaba kids corner (la esquina de los chavales) y que tenía a los más pequeños (y no tanto) literalmente arrinconados. Y como te puedes imaginar con unas diferencias en el menú que rozaba la afrenta… algo así como ciudadanos de 1ª y de 2ª.

Voy con otro acontecido. Estando de viaje con la familia hace pocos días, paramos en un restaurante para comer, algo rápido y sin demasiadas pretensiones (menú 12 euros). Los primeros platos que nos ofreció la camarera fueron: espagueti carbonara; paella de pescado; calabacines al horno rellenos con bacalao y; ensalada. Los segundos: chuleta de cerdo con patatas; jarrete al horno con verduras; dorada al horno con pisto y pollo al ajillo. Y al finalizar, mientras nos lo estábamos pensando la camarera dice: también tenemos si quieren un menú infantil adaptado al gusto de las pequeñas…. flipante. El único problema fue poner a la crías de acuerdo entre ellas para pedir un único menú “normal” para las dos. Evidentemente, con esa oferta “para adultos” no hubo mayor problema en que comieran cualquier cosa de las que nos ofertaban. Ni tan siquiera le dimos a la camarera la ocasión de que nos explicara el menú infantil.

Así pues, tanto si aun estás a tiempo como si ya tienes hijos con cierta edad, trata de normalizar lo máximo posible el momento de la comida y las características de lo que todos coméis, bien en casa, bien por ahí.

Y todo ello siempre que se pueda y que dependa de ti, tampoco se trata de montar el numerito cuando en una celebración que organizan otros las cosas están dispuestas de otra forma.

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Imagen: Stuart Miles vía freedigitalphotos.net