Carrie Fisher, que descanses en una galaxia muy, muy lejana… o la que sea

Cinefilia

Carrie Fisher - Princesa Leia

( ‘La guerra de las galaxias’, 1977 ©Lucasfilm / Disney )

Martes 27 de diciembre poco antes de las ocho de la tarde. Mi mujer me da la noticia: «Están diciendo que Carrie Fisher ha muerto». ¿Dónde? pregunto yo, algo inquieto.

Sé que hace cuatro días sufrió un ataque al corazón, durante un vuelo de Londres a Los Angeles. Estaba de promoción de su nuevo libro autobiográfico, The Princess Diarist, recopilación de anécdotas y vivencias sobre el detrás de las cámaras de una de las películas más famosas del cine, y la que le dio la fama: Star Wars. Aún así, «Por Internet se lanzan muchos bulos. No te fíes», logro responderle. Siempre hay algún gracioso dispuesto a difundir un epitafio antes de tiempo.

Empiezo a buscar y sí, varios medios, todos los medios, empiezan a hacerse eco de su defunción. ¡Leia ha muerto! A los 60 años.

Tenía apenas 19 cuando rodó La guerra de las galaxias (el Episodio IV: Una nueva esperanza) junto a Harrison Ford, Mark Hamill, sir Alec Guinnes, C3PO, R2D2, Chewbacca o ese tipo de negro llamado Darth Vader (y que luego, supimos, era su padre en la ficción del universo creada por George Lucas); y junto a Han Solo, Luke Skywalker, Obi Wan Kenobi o Vader se convirtió de la noche en la mañana en todo un icono. Un mito cinematográfico comparable al Don Vito Corleone de Marlon Brando en El Padrino, al Rocky Balboa de Stallone; o a los que llegarían poco después como la pareja formada por Olivia Newton-John y John Travolta en Grease, como Christopher Reeve (también fallecido prematuramente y eternamente ligado a su personaje) el primer gran Superman del cine o el Jack Torrance de Nicholson en El resplandor (1980). Un ídolo pop forjado en esos lejanos años 70 y principios de los 80.

Carrie Fisher - Star Wars

( Carrie Fisher en ‘El imperio contraataca’ y ‘El retorno del Jedi’ ©Lucasfilm / Disney )

La jovencísima Princesa Leia, guapa y decidida, para nada el ideal de chica desvalida y esperando que el caballero de turno la sacara de líos. La más célebre representante de la nobleza galáctica con sus ropajes de impoluto color blanco y peinado de «ensaimadas» se pasó a las trenzas e incluso se soltó un poco más la melena en El imperio contraataca (1980), y el lascivo Jabba el Hutt intentó convertirla en una de sus esclavas ataviada solo con un biquini de amazona en El retorno del Jedi (1983).

En la vida real, más que una sex symbol fue mordaz y de verbo afilado. Tuvo que lidiar con sus adicciones, al alcohol y las drogas (fue en el mismo rodaje de La guerra de las galaxias cuando empezó a tomar cocaína). También destacó como escritora y guionista, aunque en cine, para qué engañarnos, solo fue Leia.

Y todos los medios siguen hablando de su muerte. La de Leia… y el corazón se me encoge. Leia fue importante para Han Solo o Luke… Pero ocurre que con ella también me dice adiós un pedacito de mi vida. Un montón de retazos de escenas, como en un apresurado flashback nostálgico, me vienen de repente a la cabeza. Ningún efecto digital, por simpático que sea, podrá imitar su presencia (¿eh? Rogue One).

Deseaba volver a verla en el último episodio, el noveno, de la nueva trilogia. Antes, el 15 de diciembre del año que viene, la podremos ver aún en el Episodio VIII junto a su hija, Billie Lourd, la misma que tuvo la difícil misión de anunciar que había muerto.

Por mi parte, ¿qué más puedo acertar a decir?… Carrie Fisher, Princesa Leia, ¡qué descanses en paz sea dónde estés ahora, en una galaxia muy, muy lejana… o en la estrella más cercana a nosotros!

El despertar de la fuerza

( ‘El despertar de la fuerza’ ©Lucasfilm / Disney )

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