Jugué intensamente al ajedrez desde los siete a los 13 años. Tan intensamente, que se convirtió en una adicción: tuve que dejarlo por prescripción médica.
Desde entonces sólo me he puesto ante el tablero para enseñar a mis hijos cuando eran pequeños y para disputar (y perder) algunas partidas en Sevilla en el otoño de 1987, durante el Mundial Karpov-Kasparov, que yo cubría para la revista El Globo. Ahora lo que más me interesa del ajedrez son algunos poemas de Jorge Luis Borges, y en especial este soneto:
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo, tiempo, sueño y agonías?
Léetelo otra vez, más despacio.
Ni dios podía plantear mejor la pregunta que se hace Borges: Dios creó el mundo, pero ¿quién hizo a dios?
26 noviembre 2005 | 21:22
La NÄ y el TÖLespetos a instlumentos bálticos desplopolcionados,Nikito NipongoMaestlo de NÄ
26 noviembre 2005 | 22:34
Gracias, Arsenio, no lo conocía.Muy agudo tu final, me lo he leído de carrerilla la primera vez. Aunque más despacio sea lo mismo, conozco las reglas desde hace más de cuarenta. «Tenue rey,» Borges debía de considerarse el caballo para el que no quiso encontrar rima.Gracias otra vez.
27 noviembre 2005 | 09:34
Yo si que había leído ese poema, es muy bonito. Entre otras cosas soy jugador aficionado de ajedrez. Y como has dicho lo de la prescripción médica… El ajedrez es un juego que es cierto que puede enganchar, aunque también tiene muchas cosas buenas ¿no crees?. En cualquier caso en la moderación está la solución.
03 diciembre 2005 | 17:41