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¿Elegir a un gobernante? No sin tu carnet de votante

Por Javier Sánchez

Llevo tiempo dándole vueltas a una idea, aunque es ahora (con la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos) cuando me atrevo a escribirla al calor de este ventajismo a posteriori que suaviza lo radical de la reflexión que realizo.

El planteamiento se compone de tres preguntas y una propuesta.

La primera pregunta es simple: ¿Usted dejaría que alguien sin conocimientos o habilidades de conducción manipulara su coche? Entiendo que no, que un automóvil es una posesión cara y muy preciada que suele cuidarse con mimo y esmero. Nadie quiere que le estropeen el coche, que se lo rayen o que lo cojan sin su permiso.

La segunda pregunta es aún más obvia: ¿Permitiría que alguien sin formación o capacidad pedagógica le diera clase a su hijo? De nuevo supongo que la respuesta sería negativa. La educación de un hijo es una preocupación fundamental de cualquier padre o madre. Aun sabiendo que están en manos de profesionales cualificados, a veces ponemos en duda su autoridad o su conocimiento sobre cómo enseñarles (véase la huelga de deberes, que daría para otro escrito).  En ningún caso dejaríamos en manos de cualquiera la tutela pedagógica de nuestros retoños.

Una niña intentando meter una papeleta en la urna en las elecciones del 26-J (EFE).

Una niña intentando meter una papeleta en la urna en las elecciones del 26-J (EFE).

Entonces, ¿cómo es posible que dejemos la conducción o la tutela de un país en manos de cualquiera? Y no, amigos, no me refiero a dejarlo en manos de Donald Trump o de Mariano Rajoy. Me refiero a dejarlo en manos de todos los votantes.

Supongo que ya estarán arqueando la ceja y meneando la cabeza con gesto de desaprobación. Sí, lo que estoy diciendo es que no todos los habitantes de un país mayores de 18 años son capaces de conducir un coche adecuadamente (se necesita una licencia de conducción), enseñar a un niño adecuadamente (se necesita un título y una oposición) o de votar adecuadamente (no se requiere nada…).

No todo el mundo tiene la capacidad de análisis crítico, de razonamiento lógico y de reflexión pausada que deberían ser requisito mínimo para poder decidir el futuro de una nación. Por supuesto, son capacidades que se pueden adquirir, al igual que la de conducir un coche o dar clase a un niño. Y claro que deberían ser adquiridas y enseñadas a través de la educación y la concienciación en política.

Pero lo que no se debería permitir es que alguien sin estos mínimos elija a un gobernante, no sin su carnet de votante. Carnet que supondría ser acreedor de estas competencias, al igual que el permiso de conducir o el título de magisterio en sus respectivas parcelas.

Hace más de dos mil años que los griegos, cuna de la civilización occidental, propusieron que la democracia era la forma de gobierno más justa. Llevaban gran parte de razón, pero quizás no toda. Y es que precisamente uno de ellos, el archiconocido filósofo Platón en su obra “La República” apuntaba que la sofocracia, “el gobierno de los sabios”, era el sistema político ideal.  Un grupo de hombres preparados con el saber necesario para guiar al pueblo puede que no sea la panacea, pero nos aporta la idea de lo que sería la clave de mi reflexión: la idea de una “sofodemocracia”. Un gobierno elegido por todos y todas las capaces de elegir sabiamente.

He ahí la esencia de la propuesta: la creación de ese carnet mencionado previamente que acredite a su poseedor como “ciudadano sabio”, como auténtico garante de la capacidad de elegir con criterio, sensatez e inteligencia a sus gobernantes.

¿Polémico? Sí. ¿Difícil de llevar a cabo? También. ¿Osado? Sin lugar a dudas. Pero la alternativa es seguir permitiendo que cualquiera decida quién lleva las riendas de una nación. ¿Le parece una barbaridad? Pues súbase conmigo al coche, que no tengo permiso de conducir y deje que le enseñe a su hijo, que no soy maestro. Pero no se queje luego si estrello el coche y su hijo es un analfabeto. Debería haberme pedido antes mi carnet…

¿Sería muy estúpido plantearse la creación de un carnet de votante?

Por Daniel Ramírez Martín

Una persona metiendo su papeleta en un sobre (Europa Press).

Una persona metiendo su papeleta en un sobre (Europa Press).

Las recientes decisiones políticas tomadas a lo largo del mundo me han hecho plantearme una pregunta: ¿Cuál es la inteligencia media del votante?

No estoy hablando únicamente de España, donde el partido con más casos de corrupción de la democracia ha vuelto a vencer en las elecciones generales, aumentando el número de votantes. La reciente victoria del brexit en Reino Unido, a la cual siempre había considerado una de las sociedades más capacitadas para el acto del voto, denota una falta de conocimiento por parte de dicha sociedad. Pasando por el ascenso de popularidad, ganándose el apodo de candidato a la Casa Blanca, de Donald Trump al otro lado del charco.

Todos estos hechos me hacen pensar en la calidad, llámenla intelectual, de las sociedades modernas. Y no estoy hablando, en ningún caso, del nivel de estudios de una persona, eso no tiene nada que ver, pero ¿realmente estamos capacitados para decidir nuestro futuro y el de todas las personas que nos rodean con nuestro voto?

De todo problema planteado se puede sacar una solución, y es que ¿sería tan estúpido plantearse la creación de un carnet de votante? No estaríamos hablando de un examen demasiado complicado, solo algo que permitiese saber si una persona realmente está capacitada para votar, y es que, bajo mi punto de vista, el voto debería ser algo que se gana y no un derecho. Creo que esto llevaría a una mejora de la calidad política de nuestro país, y ya que los políticos son un reflejo de la sociedad, a su vez llevaría a mejorar la calidad de la sociedad en la que vivimos.