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Espectáculos televisivos

Por Paula Ramisa

La sede de Telecinco y el grupo Mediaset (Mediaset).

La sede de Telecinco y el grupo Mediaset (Mediaset).

Noche del 19 de noviembre. Telecinco. 23,6% de share. Eso significa que, de toda la población española que ha decidido sentarse delante de la televisión un jueves por la noche, casi una cuarta parte se ha inclinado por consumir el gigante Telecinco. ¿Que qué daban en ese momento? ¿Es obvio, no? Gran Hermano. El inalcanzable Gran Hermano.

No creo que Telecinco tenga la culpa. Tampoco creo que tengan la culpa los grandes grupos de comunicación españoles. Las preferencias mediáticas en España son así porque las queremos así. Nos ofrecen este tipo de contenido porque lo pedimos. Lo pedimos a gritos.

Que casi el 24% de la audiencia televisiva un jueves por la noche decida ver Gran Hermano nos demuestra que este es el contenido que queremos y no otro. Y Telecinco, como cualquier otra cadena, lo aprovecha. Y sabe cómo hacerlo, y lo hace muy bien. Nos ofrecen una gran variedad de realites y shows que consumimos con ansias a todas horas. Mujeres y Hombres y Viceversa , Sálvame, Gran Hermano… y una lista infinita de programas hechos a nuestra medida que satisfacen nuestras ansias de cotilleo y show televisivo.

La televisión española es así porque las audiencias somos así, y si no lo fuéramos, el jueves por la noche el share de Gran Hermano no habría pasado del porcentaje a partir del que se considera que un programa es rentable en prime time, un 15%.

 

Da vergüenza ver que aceptamos sin más algunos contenidos televisivos

Por María Caparrós Gelabert

Hace años que la calidad de los programas de televisión están en caída libre. No puedo evitar, aun así, preocuparme ante los nuevos programas que están plagando nuestras parrillas últimamente. ¿Quién quiere casarse con mi hijo? en Cuatro, Pesadilla en la cocina en la Sexta o Gandía Shore – la nueva sensación entre jóvenes y no tan jóvenes – en MTV. Madres pijas que no quieren que su hijo que no ha trabajado en su vida salga con una chica afroamericana o pobre, restaurantes con ratones muertos en el lavavajillas desde hace más de un año o tatas y tetes que se emborrachan, se pelean y practican sexo como única ocupación.

No voy a negar que entiendo el componente de entretenimiento y morbo que provoca inmiscuirse en la vida de otras personas. Una sensación de aventura desde la seguridad del voyeur que no se mueve de su sofá. Aun así, me da vergüenza aceptar que la mayoría de personas de nuestro país prefiramos este tipo de contenidos. Y, claro, las cadenas no apostaran por otro tipo de programación mientras el público sea fiel a estos formatos. La televisión es un negocio, el negocio busca dinero, el dinero se consigue con publicidad y los beneficios en publicidad se subordinan a las audiencias.

Así que nos encontramos ante el cuento de nunca acabar. Entiendo que la televisión, tristemente, funciona de este modo. Pero el caso es que confiaba en que la multiplicación de canales que permitió la TDT sirviera para diversificar las alternativas y no para multiplicar este tipo de productos. Desencanto aparte, tendremos que aceptar que la televisión es la que es pero, sobre todo, la televisión no es cultura.