Sitges 2015: ‘Turbo Kid’, regreso a los 80

Turbo Kid

Regreso al futuro, Los cazafantasmas, la saga Indiana Jones, Los Goonies, Terminator, Gremlins, El imperio contraataca o El retorno del Jedi, entre tantas otras, son las películas realmente míticas y las que han influido en toda una generación de cineastas actuales, del mismo modo que estos directores que triunfaban en los 80, Spielberg, Zemeckis, Joe Dante, no ocultaban su admiración por el cine de ciencia-ficción de los años 50. La época en la que habían crecido y descubierto las maravillas y posibilidades del género fantástico. Una “educación” que, de alguna manera, hace que el cine siempre nos haga mirar de vuelta atrás, a periodos de 30 o 40 años vista, a cuando esos cineastas eran todavía unos niños.

En el Festival de Sitges se ha podido ver Turbo Kid, el enésimo homenaje de las películas ochenteras. Escrita y dirigida por tres canadienses, Françoise Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell, es un prototipo de película “hecha por fans”, un largometraje surgido a raíz del corto “T for Turbo” que realizaron para la recopilación de The ABCs of Death. Prueba incontestable de esa cinéfila nostálgica y agradecida es que la acción de la película, ambientada en un futuro posapocalíptico, hace que ese futuro sea el de 1997 (!) –cinematográficamente, una referencia a 1997: Rescate en Nueva York, de Carpenter-, como si Turbo Kid precisamente se tratara de una producción rodada en los 80 y pensando en la década inmediata como caldo de cultivo para su odisea futurista.

Turbo Kid 2015

( ©A Contracorriente Films )

En ese contexto y páramos, que nos retrotraen a la saga Mad Max, con el agua, en lugar de combustible, como bien más preciado. Su protagonista (Munro Chambers) es un joven marcado por la trágica muerte de sus padres y que sobrevive en solitario. Su medio de transporte es una BMX, una bicicleta de montaña (recuerda a Los bicivoladores) y sueña con ser un superhéroe, el Turbo Kid del título.

En su camino se cruzarán una pizpireta y entusiasta amiga llamada Apple (Laurence Leboeuf), de pelo color rosa, que conlleva una sorpresa y que a lo largo del metraje está destinada también a ganarse nuestros corazones; y un cowboy rudo y justiciero (Aaron Jeffery), que nos demuestra que la sombra de Indiana Jones es alargada. Naturalmente, hay también un villano y un esbirro enigmático e inquietante. El veterano e icónico Michael Ironsie es quien interpreta al sádico emperador Zeus (Michael Ironside); y su mano derecha es Skeletron (Edwin Wright).

Lo que sigue es hora y media de aventuras, acción, ciencia-ficción y gore. Mucha sangre. Diría que ninguno de los personajes o extras que fallecen lo hace no sin antes haber soltado un buen chorro de sangre, con tripas esparcidas, decapitados o descuartizados. Sin embargo, la escenificación de la violencia, aunque gráfica, resulta inofensiva por exagerada y cómica. Nada traumatizante. Por sus imágenes pasan vestigios de Indiana Jones y el templo maldito, y se alimenta de esas superproducciones emblemáticas de la época junto con los productos más cutres paridos en las factorías de la Canon o Troma. Estética de los Power Rangers o de Dragon Ball Z. El resultado es una propuesta totalmente absurda y «tonta”, sí, pero también una delicia. Un pequeño placer culpable.

( Imagen cabecera: A Contracorriente Films )

 

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Embrujados en Sitges

La bruja (The Witch)

( Universal )

La inauguración pudo empezar de mejor manera. La bruja (The Witch), del debutante Robert Eggers, no defraudó. Fue un comienzo con una notable película. Este drama de una familia de pioneros, en la América (Nueva Inglaterra) de 1630, instalada al lado de un bosque hechizado, está realizado con maestría y sin concesiones a los que busquen una obra más comercial. Brujería y fanatismos religiosos, a cada cual más peligroso. Hablaré de ella, con más espacio y calma, más adelante, con vistas a su estreno.

Y sorpresa con su protagonista femenina, otra debutante, ante las cámaras, Anya Taylor-Joy. Por su aspecto (rubio en La bruja) uno diría que esta joven de menos de 20 años además es nórdica, como recién salida de una peli de Dreyer. Pero tras su nombre y apellidos se esconde un padre anglo-español y ascendencia también anglo-argentina por parte de madre. Habla y entiende el castellano bastante bien. Tanto ella como el director, prometen.

La actividad en las dos primeras jornadas en Sitges está siendo frenética, en cuanto a proyecciones e invitados. Sitges se ha hecho más. Más grande.  Por aquí todos estamos a estas alturas, embrujados en Sitges.

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