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El secreto de mi maquillaje al descubierto

Mis despertares no son de película. Mientras intento enfocar los primeros pasos de la mañana y trato de peregrinar hacia el baño sin golpearme con un mueble, voy encajando la agenda de la jornada en mi cabeza y pensando en qué desayunar y cómo vestir, dependiendo de mi estado de ánimo y el lugar al que debo acudir.

Acostumbrada a maquillarme como una puerta los días que trabajo, cuando la jornada me da una tregua intento no abusar demasiado de artificios. La piel (aparentemente) desnuda es lo que más favorece a una mujer, aunque detrás haya pintura suficiente para restaurar un cuadro de El Bosco.

Mi ritual diario comienza con un buen chorro de agua en la cara y algodones impregnados en desmaquillante, para eliminar posibles restos de rímel que me hacen parecer Marilyn Manson después de una borrachera. El siguiente paso es hidratar la piel con mi crema habitual mezclada con protección solar (La Roche Posay, Anthelios XL ultra-léger, 50+)

Después de desayunar, con la cara algo menos desencajada, me aplico la base de maquillaje con los dedos, a golpecitos. En mi caso, y aunque tengo la piel muy clara, no quiero que el mundo crea que vivo en un búnker y subo un tono mezclando a partes iguales el maquillaje en crema Shiseido Radiant Lifting Foundation I20 y el I40, algo más oscuro. De esta manera, la tez se ve jugosa y muy luminosa.

A continuación, aplico el antiojeras de Mac en barra NC25 debajo de los ojos y, si existieran, en granitos inoportunos.

Es el momento de jugar a ser un indio. Con la barra doble de Nyx Wonder Stick, con un extremo claro y el otro oscuro, logro crear profundidad en el rostro y destacar -con el lado que ilumina- frente, pómulos, nariz, labio superior y barbilla. Con la parte más oscura, enmarco el hueso del pómulo y suavizo la mandíbula.

A continuación, extiendo un poco de polvo color piel en los párpados -para que no se corra el maquillaje- y elijo entre mis sombras las de tonos marrones, que aportan dulzura y no endurecen la mirada. En el párpado móvil uso la más clara y en la cuenca del ojo exterior la más oscura.

Si me veo los ojos muy dormidos, aplico eyeliner en el párpado superior con un rotulador para torpes, a ras de las pestañas.

A continuación, rizo las pestañas y aplico generosamente máscara negra arriba y un poquito abajo, para que no resulten invisibles. Después de haber probado cientos de productos, me quedo con el rímel de Maybelline Great Lash de toda la vida o Longitud Xtrem de Mercadona. Me encantan y no me irritan los ojos (los tengo muy sensibles).

Llega el momento de aportar rubor en las mejillas y hacerlas saludables, casi comestibles. Cuando estoy muy rubia, me gusta aplicarme un colorete de Mac color bronce precioso, Warm Soul, que en pieles claras como la mía queda espectacular. Lo amo.

El iluminador en polvo de Mac Mineralize Skinfinish B16, lo utilizo siempre que deseo alumbrar las calles por las que camino, en pómulos y lacrimal (sin abusar). El acabado es espectacular. Si lo preferís en barra, soy adicta también al número 100 de Maybelline.

Y como guinda, un labial de un tono rosa palo muy natural nos aportará muy buena cara sin robar protagonismo. Stay Exclusive, de Lipfinity Max Factor, es una opción maravillosa.

¡Imposible fallar con este maquillaje! ¡Es una apuesta ganadora!

Avec tout mon amour,

AA

Desayuno con bombillas y ranas en el cielo

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La geografía española anuncia, con un escenario pluvial y un encapotadísimo cielo, la proximidad de la Noche de los muertos y eso acojona. Madrid no está preparada para recoger el torrente de agua que lame las calles y las alcantarillas están selladas con tierra, como cuando se nos atasca el lavabo de casa con pelos y probamos a drenar con bebida de cola.

Yo no sé vosotros, pero es subir las persianas por la mañana deseando ser cegada por el nuevo sol, con los ojos achinados de Richard Gere -dos puñaladas en salsa de tomate- y venirme abajo cuando he de desayunar con luz de bombilla.

Y mientras mareo la leche con una cucharilla, me engulle la imagen en la cabeza de hormigas en cordones que hacen rafting por la ciudad y sortean las suelas mojadas, o la de esas plumas de paloma sin el abrigo de un secador. No creáis que me he vuelto loca, pues ya lo estaba, pero en los días grises a veces me da por pensar en cosas que habitualmente me pasan desapercibidas. Y a los que siempre buscan la puntilla de la mercería o de los calamares rebozados, deciros que sí, que hay cosas más importantes, pero hoy mi post no va de eso, así que os mando un beso.

Y, como casi siempre que diluvia, busco ranas en el cielo y pienso en el sorprendente impulso que dan las ancas, para llegar tan arriba. También en el motivo por el cual sólo suben ellas y nadie más, como si estuvieran en posesión de un pase para VIPS que nos ha sido negado al resto de los mortales.

Por cierto, ¿sabíais que en Holanda han creado una cerveza hecha con lluvia, que las gotas de ésta no tienen forma de lágrima o que puede dar urticaria?

Tampoco entiendo por qué en los días de lluvia la gente camina con paraguas por donde no llueve, o las abuelas se apropian de la calle y se dedican a sacar los ojos de los incautos, en posesión de este arma, como si de una banda callejera se tratara.

Estos días los chubascos -mucho menos románticos que el rocío, esa lluvia en embrión que aparece por las mañanas y cala hasta los huesos-, me hacen regresar a esos días que con un par de truenos se iba la luz y la tele y con tropiezos alcanzabas el cajón de las cerillas y las velas para no andar a tientas.

Cuánto ha cambiado todo. Ahora sólo busco Hacerme Selfis bajo la lluvia.

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Avec tout mon amour,

AA

Un desconocido me cogió de la mano por la calle

 

Arrastraba el domingo unas cuñas de esparto bajo el sol madrileño, cuando un chico de mi edad agarró mi mano de improviso, sin darme tiempo a reaccionar y durante un par de interminables segundos, justo antes de adelantarse y pronunciar lo que yo creí que era mi nombre.

Cuando camino sola acostumbro a tener mis pensamientos a kilómetros de distancia y no supe qué decirle porque no regresé a tiempo para reírme, enfadarme o quedarme. Hasta ese momento no me había parado a pensar en lo íntimo del gesto y me apresuré a sacar corriendo el móvil del bolso, por si regresaba, mientras una idea asfixiaba a la otra pues no entendía nada.

Es natural ver a las parejas por la calle entrelazando sus dedos, pero ahora me siento extraña y pienso en el motivo por el cual nos damos la mano si conocemos el camino en una demostración de amor que ahora me cohíbe, porque la estoy analizando demasiado.

La forma en que cogen tu mano te descubre cosas y conlleva expresar abiertamente, al mundo con el que te cruzas, que te gusta la otra persona y que deseas estar más tiempo con ella. Significa no querer protegerse de los ojos de los demás en un delicado exhibicionismo que no ofende. Las manos te envuelven al cruzar la calle, al caminar en un mismo sentido, te acarician los dedos para romper un silencio que no pronuncian los labios. También te aprietan cuando sucede algo y deseas avisar al otro. Las manos tienen voz y sirven de linterna en la penumbra, cuando las sombras del suelo aportan un aspecto estremecedor, hasta peligroso.

Lo curioso es que en el momento en el que las extremidades no van unidas, lo echas de menos y te apetece que te conduzcan por las aceras de manera acompasada. A veces, una relación termina y las manos atan y desatan lazos.

Cuando las otras manos no son torpes, las necesitas. En verano notas cómo el sudor resbala obsceno por las palmas de tus manos; en invierno las mismas templan incluso una ceremonia de nieve, mientras se someten los huesos de ambas muñecas.

Si te las aprietan fuerte pueden amortiguar tu tristeza y hacer estallar un mal día en dos mil pedazos. Las manos son un buen refugio.

¿Qué buscaría aquel chico?

Ya nunca lo sabré.

Avec tout mon amour,

AA