Por Francisco Javier España
Desde este púlpito improvisado quiero agradecer a los padres del Reglamento General de la Circulación en vigor (antes Código de la Circulación), su denodado esfuerzo por preservar la integridad de las cervicales de los conductores. Lo digo porque no encuentro otra explicación a las sanciones que ha dispensado un agente de la policía local de Poio (Pontevedra) a los conductores que al pasar por delante de su puesto giraban la cabeza hacia un lado.
Y mientras tanto, encender un cigarrillo, sacándolo previamente de una cajetilla colocada en un lugar comúnmente comprometido, para luego acceder a un peligrosísimo mecanismo de incandescencia que acaba en multitud de ocasiones quemando la moqueta o lo que es peor, la entrepierna, sigue siendo una acción a todas luces legal.
A pesar de que los reglamentos están para cumplirse, siguen existiendo incongruencias que evidencian que solo se mira la recaudación y el sostenimiento de determinados oligopolios.