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Uso y abuso del término “autismo”

Por Anabel Cornago Gómez, mamá de Erik

A pesar de los esfuerzos que muchísimas personas y entidades estamos realizando para erradicar la asociación de autismo con “ausencia de interacción social”, “aislamiento en su propio mundo” o “incapacidad de sentir”, entre otros mitos y falsedades, cada vez son más los periodistas, políticos o líderes de opinión los que con ligereza se suman al uso abusivo del término “autista” para descalificar.

Entendemos que no hay mala intención sino desconocimiento. ¿Por qué hace falta recurrir –y herir con ello la dignidad- a un colectivo de personas para atacar y descalificar a otra persona o colectivo? Agradeceríamos utilizaran la amplia adjetivación existente para expresar los conceptos que se pretenden transmitir sin acudir al uso de la palabra «autismo».

Autismo no es sinónimo de personas indiferentes que viven aisladas en su mundo. Las personas con autismo sienten, interactúan, se comunican –con o sin lenguaje-, comparten, son luchadores natos que se esfuerzan a diario y les es difícil entender la ironía, los juegos de palabras o la mentira –pero hasta eso aprenden en muchos casos con la estimulación adecuada-. Si se conociera la realidad del autismo, a nadie se le ocurriría más que asociar autismo con “superación”, “esfuerzo”, “nobleza” o “sensibilidad”.

La prevalencia del autismo hoy en día es lo suficientemente significativa como para promover acciones de información y sensibilización, con afirmaciones que se apoyen en evidencias científicas y ajustadas a la realidad. Según el Instituto de Salud Carlos III, uno de cada 150 niños presenta algún trastorno dentro del espectro. Hay más de 300.000 afectados en España y 67 millones en todo el mundo.

Por esta razón, celebramos cualquier intento de comprensión del autismo desde los medios de comunicación y la sociedad en general. No es una enfermedad, sino un síndrome que afecta de manera diferente a cada persona. Hoy en día, los avances se producen siempre y, muchas veces, a pasos de gigante. Con una estimulación adecuada, cuanto más intensa mejor, evolucionan hacia metas impensables hace unos años. Por eso, deberíamos luchar todos juntos para favorecer la inclusión.

De hecho, incluso la Real Academia de la Lengua acaba de modificar la definición de autismo que hasta ahora figura en su diccionario, y está previsto que aparezca en la edición impresa de 2014. Queremos proponer que nos ayude a acabar con los prejuicios, los mitos o los usos peyorativos que a nosotros nos duelen, además de ser un obstáculo terrible para los afectados y su inclusión.

Más información en el Grupo de Facebook Contra los Mitos del Autismo y en los blogs Autismo sin mitos y El sonido de la hierba al crecer.

2 comentarios

  1. Dice ser Javier

    Acabar con los mitos (como que no siente, ¿quién se ha inventado esa tontería?) sí.
    Pero tampoco deberíamos quitar el foco de lo importante: a priori esta condición predispone al aislamiento social, es un criterio clínico característico (al menos en rangos del espectro con poca funcionalidad).
    Lo que no quiere decir que con terapia e integración social esta característica pueda mejorar.
    Estoy de acuerdo en que es necesario acabar con el estigma y con la ignorancia Anabel. Pero no nos desviemos de las ventanas terapéuticas, tampoco para el gran público porque así podrán identificar cómo ayudar a las personas que tienen autismo y qué estrategias seguir (para no someterlos a estrés, o saber cómo reaccionar cuando se dan ciertas conductas, etc.)
    No sé si los datos del Carlos III (1/150 me parece excesivo) son correctos, pero es evidente que debería ser una circunstancia visible en nuestra sociedad, que es el primer paso para erradicar el desconocimiento. Precisamente una de las cosas maravillosas que tienen los autistas es que su mundo interior es mucho más verdadero y efusivo que el de mucha gente que se considera «normal».
    Recibe un cordial saludo!
    Javier

    15 enero 2013 | 12:20

  2. Dice ser Sonia

    Sé exactamente lo que dices, Anabel. Hace unos días escuché a unos chicos en la escuela «insultarse» uno al otro diciéndose «mano, es que tú eres autista». Me quedé de una pieza. En casa agarré a los míos y les hice recordar a los jóvenes y niños autistas que tenemos el honor de conocer; les preguntaba sobre lo que han compartido con ellos y que a veces parecen extraños, pero igual son parte de los grupos a los que pertenecemos. Los hice responsables de defender el honor de cualquiera de esos amigos que conocemos si alguien fuera contra ellos. Terminé el diálogo con un amoroso «como los coja refiriéndose a alguien de ‘autista’ para insultar, les voy a romper todo» (refiriéndome a sus artefactos electrónicos que, como toda buena madre sabe, es lo que realmente les dolería).
    No es fácil. !Con el trabajo que dio quitarle a la gente lo de «retrasado», «retardado», «anormal», para tener que bregar ahora con esto!

    22 enero 2013 | 23:35

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