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Odnoder, con Botero y Plensa, en la milla de oro de Madrid

Grandes escultores, como Botero o Plensa, van a exponer sus obras al aire libre en la milla de oro de Madrid (calle Ortega y Gasset).

Obra de Fernando Botero.

Obra de Jaume Plensa.

Pablo Redondo, Odnoder, mi colega de tallasmadera.com, con quien aprendí a tallar mi primer cuenco, al jubilarme en 20 minutos, es uno de esos grandes artistas elegidos.

«La danza del viento» de Odnoder, junto a otras obras de grandes escultores, en plena calle.

Permitidme que presuma de mi colega de talla, arquitecto reconvertido ya en maestro de la gubia. Hay motivo. Hace tiempo que salió del taller de nuestra maestra Sandra Krysiak y vuela solo… y muy alto. ¡Enhorabuena, querido Pablo!

Pablo Redondo, Pedro Sanz Labajos, Sandra Krysiak y un servidor, en la Escuela de Arte La Palma donde mi maestra da clases.

Presumiendo de mi pequeña obra «La idea», en el taller de Odnoder (a la izquierda). Debajo, nuestra maestra, Sandra Krysiak, con una de sus obras.

En la web de tallasmadera.com, nuestra maestra también presume de sus alumnos que triunfan como Pablo Redondo y otros.

Alumnos que triunfan…Pablo es uno de ellos. Una de sus obras en su Exposición en O lumen.

También yo puedo presumir (en minúscula), aunque vuele bajo, de algunas de mis modestas obras incluidas en la selección de tallasmadera.com.

«Paternidad» que tallé en palo rojo para mi hijo David cuando nació su hija Ana Isabel. Se la llevé a Santa Fe (NM). Mi nieta ya es más alta que la escultura.

 

 

 

Ayer dejé tuerto a un inquisidor… de madera

Ayer perdí la concentración necesaria para tallar los ojos de un inquisidor, quemador de libros, y le dejé tuerto. ¡Qué dolor! Le salté el ojo derecho.

Inquisidor, quemador de libros de herejes, con el ojo derecho recién pegado con cola blanca.

No tuve más remedio que pegarlo con cola blanca de carpintero y, cuando se seque, volveré a tallarlo con el pico de gorrión (la gubia en V). Por mi mala cabeza, me dio mucha rabia este pequeño accidente. Y seguramente me bajará la nota, y con razón, en tallasmadera.com.

Talla inacabada, en madera de cerezo español, inspirada en la obra de Juan de Juni sobre la «Quema de libros de un hereje» del Museo de León.

Desde que la vi, por primera vez, en «Las Edades del Hombre » en Salamanca, siempre tuve la intención de tallar una copia en miniatura. ¡Qué escena tan española! Doce inquisidores quemando alegremente los libros de un presunto hereje. Una orgía de ignorancia y salvajismo religioso. También, una bellísima obra de arte del gran Juan de Juni, autor del incomparable coro de San Marcos en León, en cuyas mazmorras estuvo preso Francisco de Quevedo.

Pasaron los años y, en cuanto me jubilé como director general del diario 20 minutos, me apunté a la clase de talla en madera de la maestra Sandra Krysiak, profesora de la Escuela de Arte La Palma. Aprobé el Primero de Cuenco y el Segundo de Relieve. Siendo yo cervantino de por vida, mi primera atrevida escultura fue, naturalmente, la cabeza de Cervantes. También le salté un ojo al autor del Quijote. Adelaida Gordillo, compañera de clase y amiga muy socarrona, me advirtió de que «Cervantes era manco y no tuerto».

Mi talla de Cervantes, con sus dos ojos, la dediqué a mis maestros Raimundo Lida y Juan Marichal que me enseñaron a amar El Quijote.

Le pegué un cacho de madera de cedro y rehice el ojo del manco de Lepanto. Creo que ni se nota.

Me inspiro en una foto reducida de la obra de Juan de Juni (de Google) cuyo original tiene casi dos metros.

Cuando visité con mis hijos el Museo del Holocausto en Washington, en la graduación de Erik, el mayor de los tres, se me quedó para siempre en la memoria una frase del poeta alemán Heine, grabada en la entrada en aquella exposición de horrores nazis contra los judíos: «Empiezan quemando libros, acaban quemando personas». Cuando termine mi talla grabaré esa frase con el pirógrafo en el borde o en el marco.

Recordé entonces la quema de libros del dictador Francisco Franco al terminar la guerra civil, que él inició con el golpe de Estado de 1936. Hubo hogueras de libros por toda España, como en tiempos de la Inquisición española y de la barbarie nazi. A continuación, hubo asesinatos de miles de vencidos, cuyos cuerpos siguen abandonados en las cunetas y que ahora recibirán digna sepultura gracias a la nueva Ley de Memoria Democrática que yo llamo de Justicia Democrática.  También recordé la quema de libros de unos parientes en Tabernas (Almería), el pueblo de mi padre. Con tantos recuerdos en torno al amor a los libros, debo concentrarme mejor en la talla de mi pequeña obra. Por eso, me dolió tanto mi despiste por el que ayer dejé tuerto al inquisidor.

Detalle, en bruto, de tres inquisidores

Detalle, en bruto, del inquisidor principal.

 

 

 

Noche de emociones y abrazos en el Ateneo

Dicen que el halago debilita, pero a mí me da alas. Ayer lo comprobamos mi ego y yo, en la presentación de mi libro «La prensa libre no fue un regalo» en el Ateneo de Madrid.

mesa de presentadores

Glosaron mi libro el teniente general Andrés Cassinello, los periodistas Manuel Saco, Nativel Preciado y Joaquín Estefanía e hizo de moderador mi paisano Antonio Cantón. Ricardo Urías (Junta de Gobierno del Ateneo) presidió la sesión.

Recibí tantos piropos y abrazos que la emoción impidió que mi vanidad se elevara como un globo de feria.

Lleno

El venerable salón de actos del Ateneo de Madrid se llenó de amigos.

Muchas gracias a tantos amigos que nos acompañaron y gratitud eterna a quienes glosaron mis memorias profesionales y personales con tanto cariño y análisis profundo de la Transición: el teniente general Andrés Cassinello Pérez, autor del prólogo, Manuel Saco, editor del manuscrito junto con mi hijo Erik, y autor del preámbulo, Nativel Preciado, cofundadora del semanario Doblón, cuando pensé que iba a morir, Joaquín Estefanía, ex director de El País y padrino de mi hijo David, y Antonio Cantón, hermano adoptivo, maestro de ceremonias y moderador del coloquio.

Manel Saco, Joaquín Estefanía y Andrés Cassinello.

Menudo grupo de amigos. Todos a favor, incluso con críticas justas que me fortalecen y agradezco.

Con Nativel

Con Nativel Preciado, cofundadora del semanario Doblón donde publiqué el artículo sobre la Guardia Civil del general Campano que casi me cuesta la vida.

Firmé varias docenas de libros que Marcial Pons vendió en el venerable salón de actos del Ateneo.

Marcial Pons vendió varias docenas de libros que pude firmar con dedicatoria al término de la sesión.

Una tarde memorable que no olvidaré fácilmente.

Entre Francisco Ros y Fernando Martínez, al salir del Ateneo para compartir tertulia y copa.

Con Fernando Martínez, ex alcalde de Almería y actual secretario de Estado de Memoria Democrática, Francisco Ros, ex secretario de Estado con el Gobierno Zapatero, Manuel Saco y otros amigos del núcleo duro disfrutamos de una rica tertulia en un bar típico de la zona. Aun tengo que asimilar tantas emociones y abrazos.

Jon Rico, Julio Ruiz y Alberto Ruiz, compañeros de tenis. Y vino hasta Gregorio García Arranz, que me gana siempre, y no salió en la foto.

Necesito perder mañana al tenis para rebajar mi ego. Lo digo en serio. No faltaron los principales colegas del tenis y la talla de madera. La maestra de talla tenía clase en la Escuela de Arte La Palma. Lástima. Y el historiador Ángel Viñas, principal impulsor desde hace años de mi libro, junto con nuestro común amigo Gabriel Jackson, siguió el acto desde la primera fila pero no pudo quedarse a la copa. En vísperas de la pandemia celebramos en Barcelona un homenaje póstumo al historiador Jackson y allí fue donde Viñas me dio el empujón final para que concluyera mi manuscrito. Dos semanas después, nos confinaron. Este libro es, pues, un «daño» colateral del Covid. Con los ojos cerrados, firmaría ahora mismo que no hubiera existido el Covid aunque nunca hubiera terminado este libro fruto del confinamiento. Puto Covid.

 

Con Sandra Krysiak pensamos con las manos

Ayer estuvimos de Exposición de fin de curso en el taller de tallasmadera.com (Tupatio, Eduardo Marquina, 7). Para quienes no hagan cosas con sus manos, esta entrada en mi blog les parecerá una tontería, una insignificancia. Sin embargo, para los alumnos de la maestra Sandra Krysiak (licenciada en Bellas Artes y maestra de La Escuela de Arte La Palma) el encuentro de los artistas con su obra y la de sus compañeros fue algo muy especial digno de ser compartido por quienes tengan el gusanillo de hacer algo con sus manos. «Pensar con las manos», dice Pedro Sanz Labajos, director de La Palma. Eso, y grandes dosis de humildad, es lo que aprendemos con Sandra. Al jubilarme en el diario 20 minutos, cambie la pluma por la gubia. Y  he disfrutado mucho con el cambio.

Alumnos de Sandra Krysiak en Tupatio. La flecha señala al pobre Pablo Guerreiro, con obras seleccionadas para el Premio Reina Sofía. El mejor bailaor sin castañuelas.

Con Raúl y Angel, tres abuelos a la sombra.

Mi Cervantes teme al dragón de Ismael Mesa, un número 1 de la talla.

Con Sandra Krysiak, Adelaida Gordillo y Miguel Aranguren. Miguel es escultor, pintor, escritor y casi torero.

En el Epílogo de mi ultimo libro La prensa libre no fue un regalo») no pude evitar presumir un poco de mi nueva afición artística. Aunque me siento un becario entre tan buenos tallistas me tratan como si fuera uno de ellos. Copio y pego aquí los tres párrafos dedicados a la talla en mi libro:

«En las clases de talla en madera, progreso adecuadamente. Nunca me creí capaz de crear esculturas con un pedazo de madera. Darle vida a un tronco. Quitar lo que sobra para que emerja la imagen que hay escondida dentro de un cacho de madera o de piedra. El mazo, la gubia y el formón son medicinales. Y la convivencia con mis compañeros de taller, cada uno ideológicamente de su padre y de su madre, me ha sorprendido muy agradablemente. Comparto las clases de la maestra Sandra Krysiak con personas de muy distintas edades y convicciones. Me llevo bien con ellos. Nos reímos. Sin la talla nunca los hubiera conocido, y me habría perdido una parte importante de la humanidad que ellos encierran.

El periodismo me hizo vivir en un gremio con información privilegiada, en el buen sentido de la palabra, y no fiarme de todas las fuentes de información que, interesadamente, pretendían colarme su versión de los hechos. Como vemos diariamente, muchas noticias no son tales, sino bulos alimentados por charcos putrefactos y no por fuentes limpias y contrastables. Por eso, pasé media vida profesional en posición de alerta. En ocasiones, esta desconfianza, casi crónica, resultaba agotadora.

En cambio, hablar con mis compañeros de talla y, sobre todo, escucharlos, con naturalidad, en confianza, es mi terapia actual. Tenemos momentos de tensión y concentración máxima, con los ojos fijos en la punta afilada de la gubia cuando atacamos un nudo o una veta traicionera del duramen o de la albura del tronco. La madera te habla. El nudo te grita. Cuando pasa el peligro de astillar la madera por donde no queremos, oímos suspiros de alivio y aplausos de la maestra. Respiramos.»

Tres párrafos sobre la talla en mi Epílogo.

Con Lurdes, Sandra, Rafa, Sergio y Pablo, con nota alta. Toño, al fondo, chupando cámara.

Con Pablo Redondo (Odnoder), Adelaida y la dedicatoria de mi troll para mi nieto Leo. Odnoder es un compañero que ya vuela solo por las alturas de la fama.

Una tarde espléndida con grandes obras de arte solo superadas por la grandeza de mis compañeros de mucha talla.

 

 

«Pensar con las manos»…. desde hace 150 años

El día que me jubilé en 20 minutos busqué en Internet «cómo aprender a tallar madera». Me salió la Escuela de Arte La Palma, Madrid, que pronto cumpliría 150 años y por dónde han pasado los grandes escultores españoles.  Conocí a su director, Pedro Sanz Labajos, quien me animó a matricularme allí.

Con Pedro Sanz, director de La Palma, en mi casa, presumiendo de mi relieve del «Arco de Averroes». Me regaló una maza de encina hecha por él mismo. Una joya.

Pero la escuela oficial exigía dedicación plena: toda una carrera de varios años. No ofrecían cursos ni seminarios especializados en talla y escultura en madera. Entonces opté por el taller (tallasmadera.com) por horas de una maestra particular: Sandra Krysiak, licenciada en Bellas Artes y ex profesora de La Escuela de Arte La Palma. Fue un acierto.

Con mi maestra de talla, Sandra Krysiak, y el espléndido corsé que ella talló para Maya Hansen.

Ahora se cumplen los 150 años de vida de la Escuela de Arte La Palma. Lo acabo de ver en ABC que publica una entrevista con Pedro Sanz Labajos. Por allí pasaron artistas como Juan Gris, Joan Miró, Antonio López, Isabel Quintanilla, Julio López o Ángel Carranz.  Es una pena que estos aniversarios tan gloriosos (un siglo y medio) pasen sin pena ni gloria por el escaso interés que las autoridades académicas de España y de la Comunidad de Madrid muestran por la creación artística.

Con Antonio López, ex alumno de La Palma, y mi maestra Sandra Krysiak, ex profesora de La Palma, en el taller de Bellas Artes Coronado.

Yo pongo aquí mi granito de arena porque estoy en deuda con mi maestra y con mis compañeros de tallasmadera.com. Si lo sé, me jubilo antes. La talla y el tenis (junto con mis nietos) han convertido mi jubilación en una fuente de júbilo.

Mi nieta Ana Isabel con mi talla «Paternidad» en Junio de 2021 en Santa Fe, NM.

¡Feliz cumpleaños para La Palma! Me refiero a la Escuela de Arte. No al volcán canario que tanto nos estremeció.

Mi nieta, con 13 meses, ya es más alta que mi talla en palo rojo.

Una de mis primeras tallas (en madera de castaño) fue dedicada a mi nieto Leo. Tiene el troll en su cuarto. Y yo en mi corazón.

Una de mis primera tallas fue este troll para mi nieto Leo.

 

Ante el primer corsé de madera…del mundo

No soy crítico de arte. Desde que me jubilé como director general de 20 minutos, apenas soy un aficionado a la talla y escultura en madera. En tiempos de pandemia, y especialmente para salir con éxito de este largo confinamiento, os recomiendo que realicéis algo con las manos. Conmigo ha funcionado. Crear algo desde la nada (un cacho de madera, por ejemplo) os hará sentir como si fuerais dioses. O, por lo menos, os relajará bastante la tensión acumulada desde que nos atacó el coronavirus. O sea, contra pandemia, arteterapia. Y eso es lo que hacemos en tallasmadera.com o en la Escuela de Arte La Palma (Madrid) donde mi maestra, Sandra Krysiak, es profesora. Ayer celebramos públicamente con ella uno de sus éxitos que, sin que parezca autobombo, me gustaría compartir con vosotros.

La diseñadora Maya Hansen tuvo la idea de exhibir un corsé de madera en la pasarela de moda más importante de Madrid, la antigua Cibeles. Un sueño imposible (una locura) hasta que descubrió la web de mi maestra.  Como Napoleón, Sandra piensa que «lo difícil se hace, lo imposible se intenta».  Aceptó el reto a partir de un boceto de la gran diseñadora y talló el primer corsé de madera… del mundo.  Fue un éxito en España y en pasarelas de medio mundo. Ayer pudimos verlo de nuevo en la Galería Primavera, 9 (Lavapies, Madrid) y allí estará hasta el 17 de junio.

Mi maestra, Sandra Krysiak, ante el corsé que talló en madera para la diseñadora Maya Hansen.

La madera presenta muchas dificultades, casi nunca insalvables. En clase decimos que las vetas te hablan y el nudo te grita. Pero hay pocas cosas comparables a la satisfacción de la obra bien hecha. La felicidad suele ser proporcional a la dificultad del reto asumido.  Eso dice la maestra.

La modelo luce el corsé de madera en la pasarela de Madrid

Lo que parecía imposible, se hizo.

El desbaste a golpe de gubia y formón.

 

Y aquí estoy yo presumiendo ayer de mi maestra, por si me sube la nota.

Y, para presumir mas aún, aquí estoy con la gran diseñadora Maya Hansen en persona.