Entradas etiquetadas como ‘Gregorio García Arranz’

Hoy perdí al tenis… y aprendí

¡Menuda paliza! Gregorio, que tiene mi provecta edad y es un campeón en nuestro grupo, me ganó hoy por 6-0 y 6-1. Pero aprendí (humildad, sobre todo) y me divertí con muchos empates y ventajas que cayeron de su lado. «La fortuna favorece a los audaces» (Virgilio), pero hoy no fue mi caso. Jugué con miedo y, ante el campeón, se me encogió el brazo. «Le petit bras» (el pequeño brazo) que dicen los franceses.

Con Gregorio García Arranz… y su libro en la Federación de Tenis

Yo creo que el doctor García Arranz se dignó a jugar conmigo en la pista cubierta de la Federación porque le prometí que leería con mucho gusto su libro si me lo dedicaba.

Dedicatoria de Gregorio. Ya veis que mi titulo, bien ganado, es el de «becario».

Él leyó el mío («La prensa libre no fue un regalo») y yo leeré el suyo. Ojo por ojo, amigo. Incluso asistió a la presentación de mis memorias en el Ateneo de Madrid. Prometo acudir a su presentación en otoño. Cuando termine de leer su novela le retaré a otro partido.

Cubierta de su libro

Contra cubierta

Me gustó jugar con alguien mejor que yo. Aprendí y se lo agradecí. Solo había jugado frente a Gregorio en dobles y mis compañeros (Migue Ángel o Jeff), siempre generosos, disimulaban mis errores. O sea, que hoy jugué yo solo, por primera vez, frente a este monstruo del tenis.

No todo va a ser política…

Gracias y feliz verano, doctor.

 

Noche de emociones y abrazos en el Ateneo

Dicen que el halago debilita, pero a mí me da alas. Ayer lo comprobamos mi ego y yo, en la presentación de mi libro «La prensa libre no fue un regalo» en el Ateneo de Madrid.

mesa de presentadores

Glosaron mi libro el teniente general Andrés Cassinello, los periodistas Manuel Saco, Nativel Preciado y Joaquín Estefanía e hizo de moderador mi paisano Antonio Cantón. Ricardo Urías (Junta de Gobierno del Ateneo) presidió la sesión.

Recibí tantos piropos y abrazos que la emoción impidió que mi vanidad se elevara como un globo de feria.

Lleno

El venerable salón de actos del Ateneo de Madrid se llenó de amigos.

Muchas gracias a tantos amigos que nos acompañaron y gratitud eterna a quienes glosaron mis memorias profesionales y personales con tanto cariño y análisis profundo de la Transición: el teniente general Andrés Cassinello Pérez, autor del prólogo, Manuel Saco, editor del manuscrito junto con mi hijo Erik, y autor del preámbulo, Nativel Preciado, cofundadora del semanario Doblón, cuando pensé que iba a morir, Joaquín Estefanía, ex director de El País y padrino de mi hijo David, y Antonio Cantón, hermano adoptivo, maestro de ceremonias y moderador del coloquio.

Manel Saco, Joaquín Estefanía y Andrés Cassinello.

Menudo grupo de amigos. Todos a favor, incluso con críticas justas que me fortalecen y agradezco.

Con Nativel

Con Nativel Preciado, cofundadora del semanario Doblón donde publiqué el artículo sobre la Guardia Civil del general Campano que casi me cuesta la vida.

Firmé varias docenas de libros que Marcial Pons vendió en el venerable salón de actos del Ateneo.

Marcial Pons vendió varias docenas de libros que pude firmar con dedicatoria al término de la sesión.

Una tarde memorable que no olvidaré fácilmente.

Entre Francisco Ros y Fernando Martínez, al salir del Ateneo para compartir tertulia y copa.

Con Fernando Martínez, ex alcalde de Almería y actual secretario de Estado de Memoria Democrática, Francisco Ros, ex secretario de Estado con el Gobierno Zapatero, Manuel Saco y otros amigos del núcleo duro disfrutamos de una rica tertulia en un bar típico de la zona. Aun tengo que asimilar tantas emociones y abrazos.

Jon Rico, Julio Ruiz y Alberto Ruiz, compañeros de tenis. Y vino hasta Gregorio García Arranz, que me gana siempre, y no salió en la foto.

Necesito perder mañana al tenis para rebajar mi ego. Lo digo en serio. No faltaron los principales colegas del tenis y la talla de madera. La maestra de talla tenía clase en la Escuela de Arte La Palma. Lástima. Y el historiador Ángel Viñas, principal impulsor desde hace años de mi libro, junto con nuestro común amigo Gabriel Jackson, siguió el acto desde la primera fila pero no pudo quedarse a la copa. En vísperas de la pandemia celebramos en Barcelona un homenaje póstumo al historiador Jackson y allí fue donde Viñas me dio el empujón final para que concluyera mi manuscrito. Dos semanas después, nos confinaron. Este libro es, pues, un «daño» colateral del Covid. Con los ojos cerrados, firmaría ahora mismo que no hubiera existido el Covid aunque nunca hubiera terminado este libro fruto del confinamiento. Puto Covid.