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Un año, sin apenas dormir, en TVE

Acabo de leer la entrevista de El País a Selina Scott (BBC) sobre su documental del Emérito Juan Carlos I. Una colega lista, aguda y simpática a la que entrevisté, en directo, en el primer programa del Buenos Días de TVE, a principios de enero de 1986. Su imagen me ha traído muchos buenos recuerdos de entonces… y uno malo.

Me pasé todo ese año trabajando en el Pirulí de madrugada sin apenas dormir. Selina Scott fue la primera persona que entrevisté el día de nuestro estreno. Fue un experimento. Hoy parece muy fácil. En 1986 no lo era. Quisimos conectar, vía satélite, a la TVE con la BBC. De ese modo, los ingleses me verían a mí en la Breakfast Television y los españoles veríamos en nuestras pantallas a la simpática Selina Scott. Salíamos ganando.

La BBC había estrenado su informativo matinal (de 7:00 a 9:00) unos meses antes que nosotros y nos ganaba en experiencia. Por eso, tras los saludos de rigor, le hice una pregunta cuya respuesta me inquietaba. Le pregunté qué hacía ella para acostumbrarse a trabajar de noche y de madrugada y dormir durante el día. Selina rompió a reír y me respondió:

«Cuando acudo a alguna cena, me duermo en la mesa. No te preocupes para nada, querido Jose, porque a eso de dormir de día no te vas a acostumbrar nunca jamás».

Selina Scott (BBC)

JAMS en Buenos Días (TVE, 1986)

Selina tenía mucha razón. Al cabo de un año de dormir muy poco, pasé de la TVE de madrugada a la Agencia EFE de día. Salí ganando. Además, mi mujer, Ana Westley (awestley.com), trabajaba entonces en el mismo edificio de EFE como corresponsal de Wall Street Journal. Doble premio.

No obstante, aparte de la vanidad que comporta eso de que te reconozcan por la calle porque sales en la tele (ya sabemos que la vanidad es el pecado favorito del diablo), pasé madrugadas maravillosas en el Pirulí.

Portada del TP

Gracias al equipo espléndido que pude reunir para fundar el primer informativo matinal de TVE, 1986 fue año mágico y entrañable.

El equipo de fundadores del Buenos Días de TVE

Por eso, le dedico dos capítulos en mis memorias («La prensa libre no fue un regalo»).

 

Memorias Pag. 400

Memorias. Pag. 401

Memorias. Pag. 402

Memorias. Pag. 403

Selina Scott, hoy, en El Pais

 

 

 

Franco durmió en mi barrio

Dos veces durmió el dictador en el palacio Fischer, detrás de mi casa: en 1956 y 1961. Como si fuera un santo, el generalísimo Franco entró bajo palio en la Patrona. Cuento estos recuerdos en La Voz de Almeria y en mi blog de 20minutos.es

Franco durmió en mi barrio. Artículo 24 de mi serie «Almería, quién te viera…», publicado en La Voz de Almería y en mi blog de 20 minutos.es

Almería, quién te viera… (24)

Franco durmió en mi barrio  

J.A. Martínez Soler

Entre el Hoyo de los Coheteros y la Rambla, entre dos cuevas inmensas, había un palacio espléndido. ¡Qué contraste! Era el Cortijo Fischer. Había pertenecido a un cónsul de Dinamarca, pero cuando yo vi pasar a Franco por mi barrio, vivía allí Ramón Castilla Pérez, un señor muy bajito, con gafas oscuras y gran bigote. Era el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento (el partido único procedente de Falange) a quien conocí años más tarde como empleado menor de Campsa.

Los niños soñábamos con entrar algún día, incluso a escondidas, en aquel palacio. Una tarde, yo tenía 9 años, casi lo conseguimos. Saltamos la tapia más baja y nos colamos en el jardín. Avanzamos bastante ocultándonos tras los troncos de enormes ficus y algunos arbustos. Los “grises” de la Policía Armada nos descubrieron y nos echaron a voces, sin necesidad de desenvainar sus porras. Como la pandilla de Guillermo Brown (“Los proscritos”), queríamos comprobar si eran ciertas las leyendas oídas en mi barrio sobre los tesoros que se guardaban allí de los antiguos dueños, unos ricos extranjeros que exportaban la uva “de barco” de Almería, en toneles de madera, al mundo entero.

El edificio, por fuera, era imponente. ¿Cómo sería de lujoso por dentro? Debía de ser espectacular pues allí durmió el mismísimo Franco cuando vino a Almería el 1 y 2 de mayo de 1956. En la prensa y en los carteles le llamaban generalísimo Franco o “Caudillo”. Un pelotas del Régimen escribió entonces que Franco era como Carlos V (“otro Caudillo español del siglo XVI”)

Colocaban su foto, de tamaño enorme y vestido de militar, por todas las calles por donde pasaba, con el texto “Viva Franco”, “Almería saluda al Generalísimo”, “Almería con el Caudillo”. También habían colocado pancartas y pintadas reclamando “Más agua”, “Más árboles”. Me recordaban las rogativas a la Virgen para que lloviera.

Mis padres, vencidos por Franco en la guerra civil, nunca le dieron el título de “generalísimo” a ese general que, como los oí decir alguna vez, sin que me vieran, “dio un golpe de Estado contra la República”. ¿Nunca, nunca? Si lo pienso, quizás, alguna vez le dieron el tratamiento de “caudillo” en público. Por si acaso. Los años del miedo.

En familia nunca los oí hablar bien de Franco. Cuando hablaban mal lo hacían en voz baja y lejos de los niños. Pronto supe que lo hacían para protegernos. “Por si nos íbamos de la lengua”, decía mi madre, tan previsora. No querían correr el riesgo de que repitiéramos en nuestros colegios de pago cosas inconvenientes escuchadas en nuestra casa. Por lo visto, muchos de los padres de nuestros compañeros de colegio habían ganado la guerra. Otros, no. Durante el nazismo de Hitler, aliado de Franco, y el comunismo de Stalin, enemigo de Franco, todos dictadores autoritarios, algunos niños denunciaron a sus padres. Un sistema cruel que usaba el miedo para destrozar familias. También era sabido que, cada vez que se anunciaba la visita del dictador, la policía hacía redadas temporales de sospechosos de poca adhesión a la Dictadura. En tiempos de Fernando VII, el rey felón que mandó fusilar en Almería a Los Coloraos, condenaban a quienes mostraban “escaso fervor en el aplauso”.

Pronto me percaté de que teníamos dos lenguajes: el privado y el público, el real y el oficial. Éramos pequeños, pero no tontos. Esa lección la memorizaría de maravilla durante los nueve años que pasé en colegio La Salle. Allí me quedó claro que los frailes habían ganado la guerra que ellos llamaban “Cruzada”. Mis padres y mis tíos (no todos, pues yo tenía un tío de Falange) la habían perdido. Vaya lío.

En vísperas de la segunda visita del Caudillo a mi tierra y de su paso por la Calle Ramos, esquina al barrio de la Caridad, para dormir en el Cortijo Fischer, vimos mucha actividad por la zona. Albañiles y paletas construían, a toda prisa, tabiques provisionales y enclenques, hechos con cañas y yeso o escayola, para que Franco no viera las chabolas de los pobres ni los solares abandonados llenos de basura y miseria.  Como si fuera un santo, el generalísimo Franco entró bajo palio en la Patrona. También le llevaron a las minas de Rodalquilar donde vio fundir un lingote de oro almeriense. Todo eso lo vimos -cómo no- en el NoDo

Ese mismo día, en mi calle, celebramos “las mayas”, niñas engalanadas y pintadas, sentadas en un trono, para las que pedíamos “una perrica pa la maya, por favor”. Por la noche, celebrábamos las cruces de mayo. La mejor del Distrito Quinto era, sin duda, la del electricista de la calle Restoy que lucía un montón de bombillas de colores que, de niño, me resultaba fascinante.

El día 3 de mayo, con Franco camino de Granada, tumbamos a patadas las endebles tapias falsas de mi barrio. Mucho más tarde supe que lo de tapar la miseria no era solo cosa del dictador español. Por ejemplo, la zarina de Rusia, Catalina la Grande (a la que, por lo visto, quiere imitar ahora el sangriento Putin), viajaba precedida de una tropa de sirvientes que colocaban decorados a ambos lados del camino imperial para que la emperatriz de las todas las Rusias no viera la pobreza del pueblo.

Mucho más trabajo costó a los falangistas almerienses la demolición del Monumento a Los Coloraos (fusilados por Fernando VII en 1824). No pudieron tirarlo a patadas. Seguramente confundieron “coloraos” (el color de las chaquetas británicas que vistieron en Gibraltar los liberales en el siglo XIX) con los “rojos” de la guerra civil del siglo XX. La razón para demoler ese símbolo excelso de la historia de nuestra tierra reza así en un documento de marzo de 1943, dos meses antes de la visita de Franco: “Orden de demolición del monumento a los Coloraos, “…porque lucharon contra nuestras sagradas tradiciones, obedeciendo a consignas extranjeras…”. Quizás viene de ahí la manía que el PP le tiene al Pingurucho.En esa fecha había más de 45.000 españoles de la División Azul de Franco luchando junto a Hitler con uniforme alemán. Un año antes, el 11 de agosto de 1942, ocho almerienses fueron fusilados en la tapia del cementerio, condenados por repartir un folleto (“el parte inglés”) con noticias de la BBC. Ese era el ambiente de entonces.Afortunadamente, con la llegada de la Democracia (y la ayuda del mármol de Macael) pudimos reconstruir el Pingurucho en la Plaza Vieja donde en 2024 celebraremos por todo lo alto el bicentenario de los asesinatos de los mártires por la libertad por orden del rey felón.

Dos veces durmió el dictador en el palacio Fischer, detrás de mi casa: en 1956 y 1961. En cambio, cuando vino por primera vez a Almería, el 9 de mayo de 1943, durmió en otro palacete privado que está en la plaza Circular: la espléndida casa de los González Montoya.El 16 de julio de 2010, le rendí una visita de cortesía a doña Paquita, viuda de José González Montoya, en su espléndido chalé vasco. Quise agradecerle su compromiso con la conservación y mejora del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar que yo presidía entonces. Me mostró su casa señorial. “En esa cama durmió Franco con doña Carmen”, me dijo, no sin picardía, bajando un poco la voz y dándome un codazo cómplice, al mostrarme el dormitorio principal. Nos miramos y ambos, a la vez, soltamos una carcajada.

Su marido, contrario al desarrollo inmobiliario de su finca, la había reservado para sus cacerías. Doña Paquita mantuvo virgen el Cabo de Gata y, en su testamento, cedió el palacete donde durmió el dictador al Ayuntamiento de Almería para sede de un Museo. Me gustó conocerla. A punto de cumplir los 100 años, había evolucionado. Como tantos almerienses.

Franco en el puerto de Almería en 1961

Franco en Almería

Franco en las minas de oro de Rodalquilar en 1956

 

Escrito sobre la demolición del Monumento a Los Coloraos, poco antes de la visita del dictador a Almería

Con mi hijo David a cuestas (1989) ante el pingurucho reconstruido de Los Coloraos.

Con doña Paquita en su casa donde durmió Franco con doña Carmen en 1943

La Salle me ofrece todo su apoyo

El secreto a voces en La Salle de Almería ya no es tan secreto. Los lectores de La Voz de Almería y de mi blog en 20 minutos.es conocieron anteayer los abusos cometidos por uno de mis frailes. Ese era uno de mis secretos, oculto desde mi adolescencia, escondido en el rincón más oscuro de mi corazón.

Algo va cambiando en España cuando por contar tales abusos en público, en vez de darme unos azotes o expulsarme del colegio, los frailes de La Salle me piden perdón, me ofrecen su apoyo y me informan de todo lo que están haciendo para que los abusos a menores no se repitan nunca más. En nombre de la dirección nacional de La Salle, su portavoz Isabel Lauder me llamó el mismo miércoles para contarme todo eso. No me lo podía creer.

Acepté us disculpas y le conté por qué decidí contarlo ahora: gracias a la valentía del escritor Alejandro Palomas que denunció abusos de otros frailes de La Salle mucho más graves que los que yo sufrí. También me animó a hacerlo el informe que El País entregó al Papa Francisco con 251 casos de abusos sexuales cometidos en España por parte de curas y frailes contra menores. Por cierto, entre esos 251 casos no había ninguno de Almería. Vivir para ver.

Fui cobarde hasta ahora, pero esa ola de denuncias me empujo a contar mi caso, aunque era insignificante comparado con las violaciones que sufrieron otros niños. La reacción a esta oleada de denuncias en las redes sociales ha sido impresionante y ha obligado, sin duda, a la Iglesia a dar la cara (como hizo, por fin, el martes pasado el Papa emérito), a investigar, a denunciar e, incluso, a apoyar la Comisión de Investigación sobre abusos a menores propuesta por el Gobierno. Lo nunca visto. El obispado de Almería pidió mi teléfono al diario El Ideal para ponerse en contacto conmigo igual que hizo la dirección nacional de La Salle.

 

Algo se mueve en la Iglesia en la dirección correcta. Ya era hora. Una colega me ha recordado hoy que el papa Juan XXIII, pese a su fama de «bueno», promulgó un edicto para excomulgar a las víctimas de la pederastia clerical y a sus familias si acudían a la justicia civil. En Youtube hay un reportaje de cuatro capítulos de la BBC sobre estos asuntos. Lo recomiendo. Perdonar, siempre. Olvidar, nunca. Desde luego, yo no conseguí olvidarlo del todo.

 

 

 

 

Aniversario del Buenos Dias, primer informativo matinal

Poco antes de Navidad de 1985, Jose Maria Calviño, director general de RTVE, me pidió que inventara un programa informativo matinal, deprisa y corriendo, antes de que el Gobierno concediera las licencias para emitir a las televisiones privadas, que ya estaban llamando a la puerta para acabar con el monopolio estatal de TVE. Con tan poco tiempo de antelación (dos semanas para estrenar en enero), le dije que inventar, inventar, algo nuevo y de calidad lo veía muy complicado por precipitado, pero que a mí se me daba muy bien copiar. En Europa solo había nacido el matinal de la BBC (Breakfast Televisión) y aún estaba verde. Prefería copiar de las grandes cadenas norteamericanas (ABC, CBS y NBC) que tenían más experiencia. La técnica americana al gusto español. Pase una semana en Nueva York copiando todo lo que pude. En enero de 1986, con el mejor equipo del mundo, nació una estrella: el Buenos Días, primer informativo de la mañana en la TVE, la única que había en aquel momento en España.

Equipo de fundadores del Buenos días en enero de 1986

Ayer mismo me llegó un enlace del archivo de TVE que recordaba el aniversario de este feliz nacimiento.
#Undíacomohoy (#1986) el programa #BuenosDías de #JoséAntonioMartínezSoler inaugura la #televisión matinal en España.
Aquí puedes ver aquel primer programa, íntegro –> http://rtve.es/v/4722045/

Mirad lo que llegó por las redes.

Todos los fundadores han podido decir con orgullo: «Yo estuve allí». Y yo, tan feliz. Aunque pasé un año sin dormir por las noches, lo pasé muy bien. Creábamos algo desde la nada, como dios.
Hubo programas gloriosos, increíbles. Recuerdo la entrevista que le hicimos en directo al Aga Khan, el príncipe de los Ismaelitas, en el Patio de los Leones de la Alhambra.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/programas-y-concursos-en-el-archivo-de-rtve/edicion-buenos-dias-1986/2929395/

Aquella fecha quedó inmortalizada por la foto que me envió la Casa Real con mi hija Andrea a cuentas saludando a los Reyes y al Aga Khan en la víspera del programa.  Iba firmada, cosa rara, por el Rey y la Reina.

Saludo al Rey con mi hija Andrea a cuestas. Foto de la Casa Real dedicada, a la vez, por Juan Carlos y Sofia. Cosa rara.

Disculpad la mala calidad de esta foto. Es una foto de la foto original que tuvimos enmarcada hasta que vimos al Rey cazando elefantes y supimos de sus fechorías de golfo redomado. Descolgamos la foto original de la Casa Real y la tiramos a la basura.