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La entrevista a Lobo que nos ayuda a vivir …y a morir

Hoy me quedé paralizado, inmóvil, de pie en mi cocina, con el café en la mano, mientras mi amigo Ramón Lobo, tan querido, hablaba con Javier del Pino en la SER sobre su vida y su muerte.

Diálogo cervantino de Ramón Lobo, sobre su último libro, con Javier del Pino.

Una entrevista magistral que nadie sensible que ame la vida debería perderse. Las respuestas sosegadas del hermano Lobo son tremendamente útiles para transitar por esta vida, desde la nada a la nada. Os la recomiendo. Aquí podéis escuchar la entrevista de hoy en A vivir. A mí me ha resultado muy útil y, por ello, quedo muy agradecido a Ramón y a Javier, pareja de ases de mi profesión.

Y muy orgulloso y feliz por gozar de la amistad de Ramón, compañero del alma.

Mensaje de Ramón en su Facebook

Inolvidable manifestación, organizada por Ramón Lobo, ante la embajada de Putin en Madrid por la libertad de prensa en Rusia y contra la invasión de Ucrania.

Periodistas con nuestro folio en blanco pidiendo libertad de prensa en Rusia. Una idea genial de Ramón Lobo.

Cuídate, hermano Lobo. Te queremos.

 

 

Emocionado y agradecido recibo el Premio que me dan mis colegas

Mis narcisos aún no han florecido este año, pero yo sí. Hoy recibí uno de los dos premios más importantes de mi vida: el Premio de Honor 2022 de la APM «por toda la trayectoria profesional».

Doble página del folleto de los Premios de la APM con el retrato que me hizo el gran Bernardo Pérez, compañero y amigo de muchos años en El País. (Se nota que me quiere).

Emocionado y agradecido, he recibido el reconocimiento que mis propios colegas, miembros del Jurado, han hecho de mis 54 años de periodista. El acto, iniciado con el discurso de Juan Caño, presidente de la APM,  ha sido fantástico.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, me entregó el Premio de Honor y dio un discurso espléndido, sin un papel, en favor de la libertad de expresión.

El otro premio, como «mejor profesor», me lo concedió hace décadas el tribunal más duro que pueda imaginarse: el de mis alumnos de Economía Aplicada. Colegas, que son maestros consagrados, y alumnos universitarios que votaron a mi favor, sin haber presentado yo mi candidatura, me han hecho muy feliz.

Portada del libro (editado por Marcial Pons) que tanto ayudó a convencer al Jurado de la APM para que votaran a mi favor.

Esto es parte de lo que mis hijos, que conocen mis debilidades, llaman «vanity tour», que comenzó con la publicación reciente de mis memorias periodísticas («La prensa libre no fue un regalo»), la presentación del libro en el Ateneo de Madrid, en el Teatro Apolo de Almería y seguirá, pronto, en el Foro de La Región en Ourense y Vigo…

Con Karmentxu Marín (de Doblón y El País) y Miguel Ángel Noceda (de La Gaceta de los Negocios y El País), miembros del Jurado de la APM.

Este libro, leído por dos amigos muy queridos, miembros del Jurado de la APM, ha sido clave, a mi juicio, para la obtención del Premio de Honor «por toda una vida de periodista» frente a otros candidatos, mejores que yo, que aún no han publicado sus memorias. Les animo a que lo hagan en cuanto se jubilen. Yo aproveché el confinamiento por el Covid para contar mi vida. Me alegro de haberlo hecho.

Con los demás premiados: Nieves Herrero, Laura de Chiclana, Luis de Vega y Félix Madero.

La Asociación de la Prensa de Madrid ha premiado también a otros notables colegas, más jóvenes que yo, que siguen triunfando en activo: Nieves Herrero, Laura de Chiclana, Luis de Vega y Félix Madero.

Dos de los premiados (Laura y Luis) han ganado el reconocimiento del Jurado por su cobertura, arriesgada y valiente, de la invasión ilegal rusa de Ucrania. El embajador de Kiev en España agradeció el trabajo de la prensa para contar la verdad de esta guerra tan bárbara. Y el acto concluyó con la actuación, emocionante, del coro infantil ucraniano en Madrid.

Coro de niños de Ucrania.

La dulzura de sus voces (niños desde 5 años años hasta adolescentes) contrastaba con la dureza de las imágenes que nos llegan de su patria herida por los crímenes de un dictador como Putin. Compatriotas de estos niños cantores mueren a diario violentamente en su patria. Imposible no cruzar canciones y sonrisas tan dulces con imágenes tan terribles y profundamente tristes de la guerra. ¡Es bárbara la guerra!

Texto de mi página en el folleto de la APM repartido en el acto de hoy en el Centro Cultural Conde Duque

Mi hija, Andrea Martínez Westley, acudió a darme su abrazo. Gracias, princesa. Erik y David estaban fuera de Madrid.

Con Andrea Martínez Westley. ¡Qué más puedo pedir!

 

 

Premio APM: «La libertad y el amor dan sentido a la vida»

  • ENTREVISTA AL PREMIO APM DE HONOR A LA TRAYECTORIA PROFESIONAL

José A. Martínez Soler: ‘El periodismo es una profesión muy honrosa, porque está permanentemente luchando por la libertad de expresión’

José A. Martínez Soler: ‘El periodismo es una profesión muy honrosa, porque está permanentemente luchando por la libertad de expresión’

José Antonio Martínez Soler, en la sede de la APM. Foto: APM

La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha galardonado a José Antonio Martínez Soler (Almería, 1947) con el Premio APM de Honor 2022, que se otorga en reconocimiento de toda una vida profesional. Periodista en activo durante los últimos 54 años, el jurado lo ha definido como un “profesional infatigable, arriesgado, comprometido y valiente, no solo en el ejercicio del periodismo, sino como emprendedor y fundador de distintas publicaciones”, como 20 MinutosEl Sol, La Gaceta de los Negocios y Doblón, entre otras. También fue director de la Agencia Efe Nacional, de los Telediarios y de varios programas en Televisión Española.

“Los enemigos de la libertad de prensa siempre están al acecho”, alerta Martínez Soler, “uno de los nombres clave de la historia del periodismo de nuestro país”, según el jurado. “La lucha del periodista reside siempre en que triunfen los hechos sobre las falsedades”, concluye durante la entrevista que ha concedido a Apmadrid.es.

– ¿Qué significa para usted haber sido reconocido con el Premio APM de Honor a la trayectoria profesional?
– 
Esto es como el Óscar de la prensa a toda una vida. Ha sido emocionante, no me lo esperaba. Me gusta mucho que el premio me lo concedan colegas, porque en esta profesión -yo el primero- somos envidiosos; no lo vamos a negar, nos gusta firmar en primera página. Pero también hay mucha generosidad, sobre todo cuando uno se jubila y tiene menos enemigos. Creo que no soy el que más merece este premio -hay otros muy brillantes en activo-, si bien quizá soy el que tenía menos enemigos en el jurado.

Estoy feliz. Es un broche de oro. Realmente, ahora puedo decir que he concluido mi vida profesional con cierto éxito. Agradezco a los compañeros del jurado que me hayan considerado merecedor de este premio.

– De profesión, periodista; pero también fundador de publicaciones: El SolLa Gaceta de los NegociosDoblónHistoria Internacional
– Era lo que llaman ahora emprendedor. Iba como Santa Teresa de Jesús: de fundación en fundación. Me gustaba mucho poner en marcha proyectos; claro, con el dinero de otros. Y he tenido buena relación con los editores. Solía llegar al acuerdo de que tanto el dueño como el director editorial tenían derecho de veto para publicar o no publicar. Así, el dueño no podía obligarme a publicar algo a favor de sus intereses particulares que yo no quisiera. Y yo no podía publicar algo que dañara sus intereses particulares.

Tanto el dueño como el director editorial tenían derecho de veto para publicar o no publicar

– De profesión, fundador de publicaciones; pero también director de programas informativos televisivos en directo, desde los propios Telediarios hasta el espacio Buenos Días, que fue el primer informativo matinal de TVE.
– La televisión me enseñó a hacer un periodismo más preciso, concreto y breve. Lo trasladé posteriormente a 20 Minutos, con noticias muy breves.

– También fue pionero en los debates electorales. ¿Qué valor cree que pueden tener en este año electoral que comienza?
– Están perdiendo valor últimamente. Pero todavía los valoro mucho. Lo más importante en un debate electoral es el lenguaje corporal. La televisión tiene una ventaja enorme: la cámara no engaña. El político puede estar diciendo una cosa de palabra, pero, si arruga la frente demasiado, la gente sabe que miente.

Hice también las entrevistas a los candidatos de las elecciones generales del 86, 93 y 96. En las últimas tuve mala suerte, porque entrevisté a Felipe González y a José María Aznar. Ganó Aznar y lo primero que hizo fue despedirme. Gané el juicio a la televisión del Gobierno y me dieron una indemnización interesante. Y con el dinero de la “beca Aznar”, pude poner en marcha 20 Minutos.

 20 Minutos quizá fue su “gran hijo”.
– Fue mi última obra, y para mí, desde luego, la más importante. Dábamos de leer al “sediento”; a los jóvenes, que todavía no se habían encontrado con la prensa. Cuando lo lanzamos, aún no entraban tanto en internet. 20 Minutos fue especialmente importante para mi corazón, porque se generaban nuevos lectores. Era luchar contra la ignorancia, y una de las grandes claves de mi vida ha sido luchar contra la injusticia y la ignorancia.

20 Minutos fue especialmente importante para mí; se generaban nuevos lectores, era luchar contra la ignorancia

– ¿Cómo fue su creación y la apuesta por un diario gratuito?
El “abuelo” de 20 Minutos fue una revista militar. Yo era soldado, fui a ver a mi capitán y le propuse hacer una revista. “Ya hubo una que hizo Jesús Hermida que dejó de salir por falta de presupuesto”, me contestó. Se llamaba Cornetín y la pagaba el Ejército. Le ofrecí resucitar aquel proyecto y hacerlo gratis, siempre que me libraran de las guardias. Fue mi primera revista gratuita. Fui viendo quiénes eran todos los proveedores del Ejército, y con las cuatro perras que saqué de la publicidad financié la revista.

Martínez Soler, entre los retratos de Javier Bueno y Alfonso Rodríguez Santamaría, presidentes de la APM asesinados durante la Guerra Civil. Foto: APM

Sin guardias, pude buscar trabajo. Me fui, vestido de soldado, al diario Arriba, y me contrató Jaime Campmany. Durante un tiempo, lo quité del currículum, pero luego lo volví a poner. Hay que estar orgulloso de todo lo que se hace. Era “la primavera de Campmany”, cuando empezaba a haber apertura.

Desde Cornetín, siempre pensé que algún día haría un diario que se financiara con publicidad; ese era el proyecto que siempre tuve en mi cabeza. De pronto, estando en la Universidad de Almería de profesor de Economía Aplicada, vi un ejemplar del diario gratuito Metro London. Inmediatamente, me puse a hacer el proyecto y se lo presenté al grupo QDQ, que lo aprobaron y lo lanzamos.

– En sus buenos tiempos, 20 Minutos era el periódico líder de audiencia con distancia respecto de sus competidores y había cuatro diarios gratuitos entre los diez más leídos.
– Llegó a tener una tirada de 1.100.000 ejemplares diarios: más que el resto de la prensa española junta. Fue el diario más leído de la historia de España. Aquel gran momento de los diarios gratuitos fue justo antes del boom de internet, que también era gratuito.

No obstante, he defendido muchas veces que mi diario no era gratuito: quien leía 20 Minutos nos pagaba con su atención. Esa atención la recibíamos en forma de audiencia, y se la vendíamos a los anunciantes. La atención de un lector vale más que el euro de un periódico.

La atención de un lector vale más que el euro de un periódico

Todos los periódicos, sean de pago o gratuitos, lo que tienen que buscar es la complicidad del lector. El éxito de 20 Minutos también se produjo porque los periódicos de pago iban de capa caída. Era una prensa antigua y hasta machista. En sus fotos nunca salían mujeres ni jóvenes: eran todos viejos con traje y corbata. En el despacho de Arsenio Escolar -gran director editorial de gran éxito-, teníamos un gráfico en el que se apuntaba el número de corbatas que aparecían en cada ejemplar de la prensa de pago. Y en nuestro caso, en el gráfico salían muchos jóvenes, mujeres y gente sin corbata.

– Pero en 2008 llegó la crisis económica y comenzaron a caer diarios gratuitos y otros muchos medios. En términos generales, ¿qué hicieron mal los editores en España para llegar a aquella crisis estructural? ¿Qué se debe evitar bajo cualquier circunstancia para que no vuelva a suceder una crisis sectorial de tales dimensiones?
– La crisis de 2008 nos sacudió muy fuerte. En 2007 ingresamos 50 millones de euros, con más de cinco millones de beneficios. En 2008 ingresamos 30 o 35. En 20 Minutos tuvimos que reducir costes, despedir personal, bajar el número de páginas, ya que cayó la publicidad. Sin embargo, superamos la crisis en 2010. Cuando me jubilé, el diario ya ganaba dinero. Los demás no: Qué!Metro y ADN murieron, porque no hicieron el ajuste. Teníamos 354 empleados y tuvimos que reducirlos a menos de 200. Había que despedir gente o el barco se hundía. Fue doloroso, pero no tuve más remedio que hacerlo.

La prensa tenía unos costes estructurales muy grandes. Los diarios de pago tenían plantillas de 400 o 500 empleados, con imprentas propias. Pero los editores y los periodistas hemos aprendido mucho de aquella crisis. Creo que el periodismo está entrando en un buen momento: con el boom de las fake news y de las teorías conspiratorias, empieza a valorarse la credibilidad de una firma de prestigio. El New York Times no publica bulos, sino antibulos. El que quiera tener una información de los hechos tiene que pagarla. La venta está siendo sustituida por la suscripción. En los grandes medios internacionales, los suscriptores están dando ya más ingresos que la publicidad. Y aquí se está empezando a notar.

En los grandes medios internacionales, los suscriptores están dando ya más ingresos que la publicidad

José Antonio Martínez Soler, el día de la entrevista. Foto: APM

– David Walmsley, director de The Globe and Mailaseguró recientemente que “si no pagan por tu trabajo es porque no tiene valor”.
– Cuando lo que se percibe por una suscripción te compensa lo que pagas, la mantienes. La gran ventaja ahora es que un periódico de prestigio, con firmas de prestigio como filtro, sirve de mucho, y eso hay que pagarlo. Si un lector deja de comprar un periódico es porque este ha dejado de darle un valor equiparable al euro o dos euros que le cuesta. Cualquier acuerdo de compraventa, y comprar un periódico lo es, funciona si ambas partes se llevan su beneficio y una de las partes no cree que da más de lo que recibe.

– Otras de sus grandes pasiones fueron la economía y el periodismo económico. Cuanto más complejo es el mundo, ¿más debe potenciarse el periodismo especializado? ¿Ello no choca con el anhelo empresarial de contar con periodistas multitarea, prescindiendo de otros profesionales?
– El periodismo especializado siempre es necesario. Ese anhelo es parte de la crisis de crecimiento. Estamos destruyendo el viejo modelo. Es la teoría de la destrucción creativa de Schumpeter. Para que se cree algo nuevo, tiene que morir lo viejo. Ahora mismo estamos en una crisis en que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de coger esplendor. Vamos hacia un modelo de buen periodismo, especializado, multimedia, pero con periodistas que deben ser bien pagados y deben tener tiempo para investigar.

– ¿Cree que está excesivamente idolatrada la prensa de la Transición o está valorada en su justa medida?
– En aquella época, éramos pobres diablos: mucha política, mucha ideología, mezclábamos nuestros deseos con la realidad. Los periódicos estaban llenos de políticos. Mi generación tuvo una suerte enorme. No éramos tan buenos. Los jóvenes demócratas teníamos veintitantos años y los mayores tenían ya unos 60. Había 30 años de vacío generacional. Cuando los mayores se jubilaron o murieron, los jóvenes tuvimos que ascender rápidamente. Yo era director ejecutivo de Cambio 16 con 23 años.

Ahora la competencia es muy dura. Los jóvenes están muy preparados. Para nosotros fue muy fácil ejercer el liderazgo, porque fuimos la primera línea del periodismo libre; primero, con la ley de Fraga y, luego, con la muerte del dictador y la llegada de la democracia.

Portada de «La prensa libre no fue un regalo (Editorial Marcial Pons)

– Pero antes tuvieron que luchar por la libertad; en especial, por la libertad de prensa. Usted fue secuestrado, torturado y sometido a una ejecución simulada en marzo de 1976 por un comando franquista de la Guardia Civil.
– Sí, me secuestraron porque querían que dijera las fuentes de información de un artículo que había firmado con el pseudónimo Rafael Idáñez en Doblón, con el antetítulo “De Vega a Campano”, sobre la purga de jefes y oficiales moderados en la Guardia Civil. El último nombramiento de Franco fue el general Campano, un franquista de tomo y lomo, como director general de la Guardia Civil, quitando de en medio al general Vega, un hombre más bien moderado. Lo primero que hizo Campano fue ir quitando a los jefes del equipo anterior.

El número dos de Campano, que había heredado de Vega, era nada menos que el general Sáenz de Santa María. Cuando me subieron a la montaña y empezaron a golpearme, querían que dijera que me había dado la información alguno del grupo de Saénz de Santa María. Al final hicieron el fusilamiento simulado. Ya sin esparadrapo en los ojos, uno, con pasamontañas, se puso enfrente de mí con un pistolón a dos palmos de mi frente y los demás estaban detrás. Amenazó con disparar a la de tres. Al decir dos, los de atrás se separaron, como haciendo que se quitaban para que no les saltara la sangre. Entre el dos y el tres -ya no me da vergüenza decirlo, lo he contado todo en mi libro La prensa libre no fue un regalo-, pensé en la parcela que acababa de comprar con mi mujer, donde construí mi actual casa. No pensé ni el cielo ni en el infierno; es el sentido de la propiedad, Marx me castigaría. A la de tres no dispararon, sino que me pisotearon y golpearon con la metralleta, pero ya la sangre me parecía gloria bendita.

Martínez Soler, tras ser secuestrado y torturado.

Yo no conocía a mis fuentes de información. Lo que mis informadores anónimos me iban contando lo confirmaba en la fuente oficial: el Boletín Oficial del Ejército. Me hicieron escribir y firmar una declaración en la que afirmaba que el general Saénz de Santa María me había facilitado la información. Iban a por él.

Bajé de la montaña andando. Tenía la cara quemada por el espray que me habían echado. Fui directamente a la farmacia. Luego fui a un bar buscando un teléfono y no se me ocurrió otra cosa que pedir una copa de coñac para los nervios. Tuve que escupirla, porque tenía la boca llena de llagas.

– Toda la prensa reaccionó publicando el mismo editorial titulado “Impunidad”. ¿Se echa de menos aquel corporativismo? No debiera ser necesario llegar a esos extremos para actuar unidos en la misma línea.
– Aquella situación no es comparable con la actual. En el periodismo y en la política, cuando la situación es extraordinaria, emergen líderes extraordinarios.

– Ya, pero se suele decir que la libertad de prensa nunca está absolutamente conseguida, sino que es un derecho por el que hay que seguir luchando cada día.
– Efectivamente. Los enemigos de la libertad de prensa siempre están al acecho. Hay que estar siempre pendientes. La libertad no fue un regalo, y está en peligro que nos quiten el don que hemos conquistado con tanto esfuerzo. La libertad es como el oxígeno: solo la valoras cuando te falta.

El periodismo es una profesión muy honrosa, porque está permanentemente luchando por la libertad de expresión. La lucha del periodista reside siempre en que triunfen los hechos sobre las falsedades.

– Tras un episodio como el que ha narrado, supongo que no es necesario que le pregunte a usted por la pertinencia de garantizar por ley la protección del secreto profesional del periodismo, cuya regulación ha anunciado el Gobierno.
– El secreto profesional del periodista debe estar salvaguardado, sí. El secreto profesional es importante como garantía de que el periodista pueda trabajar libremente y cautivar a sus lectores.

– La Ley Europea de Libertad de los Medios de Comunicación está anunciada como una norma para proteger el pluralismo y la independencia de los medios de comunicación en la UE. ¿Cree necesaria la regulación de la profesión periodística para su salvaguarda?
– Regular la prensa es peligroso. Tengo un sentimiento dual. Se decía que la mejor ley de prensa es la que no existe. La prensa se autorregula bastante por el consumidor. Si una prensa es de mala calidad, el lector inteligente la va abandonando.

– ¿Y qué opina de la futura ley de secretos oficiales? Se habla también de los riesgos de incurrir en una excesiva regulación.
– El poder se mete muchas veces donde no le corresponde, y hay que estar alerta. La ley de secretos oficiales tiene mucho peligro, tanto si se hace extensiva a cuestiones que no son realmente de seguridad nacional como si se alargan excesivamente los años que se imponga el secreto.

Martínez Soler, en el Salón de Actos de la APM. Foto: APM

– Será difícil resumir una trayectoria tan amplia, pero ¿con qué noticias de las que ha publicado se quedaría de toda su carrera?
– Estoy muy satisfecho de tres noticias que publiqué siendo redactor jefe de Economía de El País. La primera fue una información bastante exhaustiva sobre el aceite de colza. Hicimos un mapa con el recorrido de los camiones del aceite de colza adulterado: de dónde procedía, dónde se distribuía y dónde había muertos. Le di la información a la Policía para colaborar en la búsqueda de culpables, a condición de que cuando los detuvieran fuera yo el primer periodista en saberlo. Pude dar la exclusiva.

La segunda fue explicar qué había pasado en la expropiación de Rumasa. Y la tercera fue desentrañar, junto con compañeros de Barcelona, la corrupción de Jordi Pujol a través de Banca Catalana.

– ¿Y qué noticia no ha dado y le gustaría dar?
– Siempre hablamos de la paz, y nunca hay paz. A mí me gustaría que cayera Putin, que le quitaran los suyos y acabara la guerra en Ucrania. Ya han caído Trump y Bolsonaro, que caiga Putin también.

El ejercicio del periodismo libre te da sentido a la vida

– Para acabar, ¿un consejo que quiera dejarle a las nuevas generaciones de periodistas tras más de medio siglo ejerciendo el periodismo?
– He disfrutado de la profesión. La he sufrido también. Pero he sacado enseñanzas. Estoy muy orgulloso de haber sido periodista. Animo a los jóvenes que tengan vocación a que sean buenos periodistas, a que no se rindan nunca. Deben tener siempre la conciencia tranquila, que esa es la mejor almohada para dormir. Es una profesión muy hermosa. La segunda más antigua del mundo, pero la más hermosa de todas. Además, es muy útil. Te va realizando. El ejercicio del periodismo libre te da sentido a la vida. Lo que da sentido a la vida es la libertad y, por si lo lee mi mujer, el amor.

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Franco durmió en mi barrio

Dos veces durmió el dictador en el palacio Fischer, detrás de mi casa: en 1956 y 1961. Como si fuera un santo, el generalísimo Franco entró bajo palio en la Patrona. Cuento estos recuerdos en La Voz de Almeria y en mi blog de 20minutos.es

Franco durmió en mi barrio. Artículo 24 de mi serie «Almería, quién te viera…», publicado en La Voz de Almería y en mi blog de 20 minutos.es

Almería, quién te viera… (24)

Franco durmió en mi barrio  

J.A. Martínez Soler

Entre el Hoyo de los Coheteros y la Rambla, entre dos cuevas inmensas, había un palacio espléndido. ¡Qué contraste! Era el Cortijo Fischer. Había pertenecido a un cónsul de Dinamarca, pero cuando yo vi pasar a Franco por mi barrio, vivía allí Ramón Castilla Pérez, un señor muy bajito, con gafas oscuras y gran bigote. Era el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento (el partido único procedente de Falange) a quien conocí años más tarde como empleado menor de Campsa.

Los niños soñábamos con entrar algún día, incluso a escondidas, en aquel palacio. Una tarde, yo tenía 9 años, casi lo conseguimos. Saltamos la tapia más baja y nos colamos en el jardín. Avanzamos bastante ocultándonos tras los troncos de enormes ficus y algunos arbustos. Los “grises” de la Policía Armada nos descubrieron y nos echaron a voces, sin necesidad de desenvainar sus porras. Como la pandilla de Guillermo Brown (“Los proscritos”), queríamos comprobar si eran ciertas las leyendas oídas en mi barrio sobre los tesoros que se guardaban allí de los antiguos dueños, unos ricos extranjeros que exportaban la uva “de barco” de Almería, en toneles de madera, al mundo entero.

El edificio, por fuera, era imponente. ¿Cómo sería de lujoso por dentro? Debía de ser espectacular pues allí durmió el mismísimo Franco cuando vino a Almería el 1 y 2 de mayo de 1956. En la prensa y en los carteles le llamaban generalísimo Franco o “Caudillo”. Un pelotas del Régimen escribió entonces que Franco era como Carlos V (“otro Caudillo español del siglo XVI”)

Colocaban su foto, de tamaño enorme y vestido de militar, por todas las calles por donde pasaba, con el texto “Viva Franco”, “Almería saluda al Generalísimo”, “Almería con el Caudillo”. También habían colocado pancartas y pintadas reclamando “Más agua”, “Más árboles”. Me recordaban las rogativas a la Virgen para que lloviera.

Mis padres, vencidos por Franco en la guerra civil, nunca le dieron el título de “generalísimo” a ese general que, como los oí decir alguna vez, sin que me vieran, “dio un golpe de Estado contra la República”. ¿Nunca, nunca? Si lo pienso, quizás, alguna vez le dieron el tratamiento de “caudillo” en público. Por si acaso. Los años del miedo.

En familia nunca los oí hablar bien de Franco. Cuando hablaban mal lo hacían en voz baja y lejos de los niños. Pronto supe que lo hacían para protegernos. “Por si nos íbamos de la lengua”, decía mi madre, tan previsora. No querían correr el riesgo de que repitiéramos en nuestros colegios de pago cosas inconvenientes escuchadas en nuestra casa. Por lo visto, muchos de los padres de nuestros compañeros de colegio habían ganado la guerra. Otros, no. Durante el nazismo de Hitler, aliado de Franco, y el comunismo de Stalin, enemigo de Franco, todos dictadores autoritarios, algunos niños denunciaron a sus padres. Un sistema cruel que usaba el miedo para destrozar familias. También era sabido que, cada vez que se anunciaba la visita del dictador, la policía hacía redadas temporales de sospechosos de poca adhesión a la Dictadura. En tiempos de Fernando VII, el rey felón que mandó fusilar en Almería a Los Coloraos, condenaban a quienes mostraban “escaso fervor en el aplauso”.

Pronto me percaté de que teníamos dos lenguajes: el privado y el público, el real y el oficial. Éramos pequeños, pero no tontos. Esa lección la memorizaría de maravilla durante los nueve años que pasé en colegio La Salle. Allí me quedó claro que los frailes habían ganado la guerra que ellos llamaban “Cruzada”. Mis padres y mis tíos (no todos, pues yo tenía un tío de Falange) la habían perdido. Vaya lío.

En vísperas de la segunda visita del Caudillo a mi tierra y de su paso por la Calle Ramos, esquina al barrio de la Caridad, para dormir en el Cortijo Fischer, vimos mucha actividad por la zona. Albañiles y paletas construían, a toda prisa, tabiques provisionales y enclenques, hechos con cañas y yeso o escayola, para que Franco no viera las chabolas de los pobres ni los solares abandonados llenos de basura y miseria.  Como si fuera un santo, el generalísimo Franco entró bajo palio en la Patrona. También le llevaron a las minas de Rodalquilar donde vio fundir un lingote de oro almeriense. Todo eso lo vimos -cómo no- en el NoDo

Ese mismo día, en mi calle, celebramos “las mayas”, niñas engalanadas y pintadas, sentadas en un trono, para las que pedíamos “una perrica pa la maya, por favor”. Por la noche, celebrábamos las cruces de mayo. La mejor del Distrito Quinto era, sin duda, la del electricista de la calle Restoy que lucía un montón de bombillas de colores que, de niño, me resultaba fascinante.

El día 3 de mayo, con Franco camino de Granada, tumbamos a patadas las endebles tapias falsas de mi barrio. Mucho más tarde supe que lo de tapar la miseria no era solo cosa del dictador español. Por ejemplo, la zarina de Rusia, Catalina la Grande (a la que, por lo visto, quiere imitar ahora el sangriento Putin), viajaba precedida de una tropa de sirvientes que colocaban decorados a ambos lados del camino imperial para que la emperatriz de las todas las Rusias no viera la pobreza del pueblo.

Mucho más trabajo costó a los falangistas almerienses la demolición del Monumento a Los Coloraos (fusilados por Fernando VII en 1824). No pudieron tirarlo a patadas. Seguramente confundieron “coloraos” (el color de las chaquetas británicas que vistieron en Gibraltar los liberales en el siglo XIX) con los “rojos” de la guerra civil del siglo XX. La razón para demoler ese símbolo excelso de la historia de nuestra tierra reza así en un documento de marzo de 1943, dos meses antes de la visita de Franco: “Orden de demolición del monumento a los Coloraos, “…porque lucharon contra nuestras sagradas tradiciones, obedeciendo a consignas extranjeras…”. Quizás viene de ahí la manía que el PP le tiene al Pingurucho.En esa fecha había más de 45.000 españoles de la División Azul de Franco luchando junto a Hitler con uniforme alemán. Un año antes, el 11 de agosto de 1942, ocho almerienses fueron fusilados en la tapia del cementerio, condenados por repartir un folleto (“el parte inglés”) con noticias de la BBC. Ese era el ambiente de entonces.Afortunadamente, con la llegada de la Democracia (y la ayuda del mármol de Macael) pudimos reconstruir el Pingurucho en la Plaza Vieja donde en 2024 celebraremos por todo lo alto el bicentenario de los asesinatos de los mártires por la libertad por orden del rey felón.

Dos veces durmió el dictador en el palacio Fischer, detrás de mi casa: en 1956 y 1961. En cambio, cuando vino por primera vez a Almería, el 9 de mayo de 1943, durmió en otro palacete privado que está en la plaza Circular: la espléndida casa de los González Montoya.El 16 de julio de 2010, le rendí una visita de cortesía a doña Paquita, viuda de José González Montoya, en su espléndido chalé vasco. Quise agradecerle su compromiso con la conservación y mejora del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar que yo presidía entonces. Me mostró su casa señorial. “En esa cama durmió Franco con doña Carmen”, me dijo, no sin picardía, bajando un poco la voz y dándome un codazo cómplice, al mostrarme el dormitorio principal. Nos miramos y ambos, a la vez, soltamos una carcajada.

Su marido, contrario al desarrollo inmobiliario de su finca, la había reservado para sus cacerías. Doña Paquita mantuvo virgen el Cabo de Gata y, en su testamento, cedió el palacete donde durmió el dictador al Ayuntamiento de Almería para sede de un Museo. Me gustó conocerla. A punto de cumplir los 100 años, había evolucionado. Como tantos almerienses.

Franco en el puerto de Almería en 1961

Franco en Almería

Franco en las minas de oro de Rodalquilar en 1956

 

Escrito sobre la demolición del Monumento a Los Coloraos, poco antes de la visita del dictador a Almería

Con mi hijo David a cuestas (1989) ante el pingurucho reconstruido de Los Coloraos.

Con doña Paquita en su casa donde durmió Franco con doña Carmen en 1943

Ucrania y Rusia, pronto dentro de la UE… sin Putin

Si miramos al futuro con las luces largas, nadie podrá llamarme loco por proponer hoy, en plena guerra, que Ucrania y Rusia entren, el mismo día, en la Unión Europea… naturalmente sin Putin.  Basta con que ambos países hermanos firmen la paz y acepten las reglas de la democracia europea. ¿Acaso Gogol, ucraniano, y Dostoyevski, ruso, no son tan europeos como Cervantes, Moliere, Dante o Goethe?

¿Acaso se odian más los ucranianos y los rusos que lo que se odiaban los franceses y los alemanes en plena II Guerra Mundial?  En 1950, cinco años después del fin de la guerra (y del dictador alemán Adolf Hitler), De Gaulle y Adenauer, líderes democráticos de Francia y Alemania se sentaron a negociar el reparto común del carbón y del acero. En 1951, nació la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) que dio pie a la CEE (1957) y luego a la UE (1993).

¡Qué casualidad! El carbón y el acero…  tan útiles para cualquier guerra convencional. Eso es justo lo que Stalin, el dictador de la Unión Soviética, quería sacar del Donbas, región del sureste de Ucrania rica en carbón y acero.  Y eso es lo que quiere recuperar, mediante los crímenes de guerra y genocidios que hagan falta, el dictador ruso Vladimir Putin desde el búnker donde se esconde lejos de Moscú.

España y Portugal salieron casi a la vez de largas dictaduras, y, convertidas en democracias, ingresaron, el mismo día, en la Comunidad Europea. ¿Porqué no soñar con que algún día, no muy lejano, ucranianos y rusos se sentarán juntos, el mismo día, en la mesa de Europa?

No veo otra salida al conflicto actual ruso-ucraniano que tiene al mundo entero en vilo.  Naturalmente, a Estados Unidos y a China no le hará ninguna gracia tener que negociar con una potencia europea ampliada con Ucrania y Rusia en la que dos países miembros (Francia y Rusia) tienen arsenal nuclear. La Europa ampliada hasta Siberia, el Polo Norte y el Mar Negro tendría población, materias primas, tecnología, arte e historia para competir, en paz, con el más guapo de este mundo.

Hace un par de semanas, en vísperas de esta maldita guerra de Putin, concluí la segunda lectura de Crimen y Castigo de Dostoyevski y dejé el libro, casualmente, encima de El Quijote que suelo tener en la mesita de noche. Rusia y España, dos potencias periféricas en declive desde hace siglos, siempre soñaron con Europa. Se parecen mucho. Dostoyevski admiraba tanto a Cervantes que leía El Quijote con frecuencia y se inspiraba en él. Recuerdo una de sus frases inolvidables:

«La presentación de Don Quijote en el juicio final serviría para absolver a toda la Humanidad».

La presentación de las obras de Dostoyevski ante los tecnócratas de Bruselas debería servir para que Rusia, democracia mediante (sin Putin), ingresara en la Unión Europea de la mano de la Ucrania de Gogol.

Sueño con ello.

Dostoyevski

Cervantes

Gogol

En 1988, visité Moscú, con el pool de periodistas acreditados por la Casa Blanca de Ronald Reagan. Fui a cubrir la Cumbre entre Reagan y Gorbachov, los mayores enemigos que pudiéramos imaginar en aquel mundo regido por los dos bloques nucleares enfrentados durante toda la guerra fría. Durante un paseo de ambos líderes por la Plaza Roja, en un momento, observé perplejo como el presidente de los Estados Unidos (que había calificado a la Unión Soviética como el Imperio del Mal) ponía su brazo sobre el hombre de Gorbachov.  Poco después se desplomó la dictadura comunista, se independizaron los países satélites y la Federación Rusa dio paso a una economía pre capitalista, que propiciaba todo tipo de mafias (como en Chicago, años 20), un amago de democracia con el borrachín Boris Yeltsin, y luego, hace a 20 años, a otra dictadura regida por Vladimir Putin con su pandilla de oligarcas cleptómanos.

Gorbachov y Reagan, tan amigos. ¡Quién lo diría!

Occidente debe propiciar la derrota de Putin. Algún día, Zelenski, el presidente de Ucrania, debe poder hablar en Moscú con un líder elegido libremente por los rusos y poner el brazo sobre su hombro.