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¡Vivan los Coloraos! ¡Viva la Libertad! y ¡Mueran las caenas!

Para conmemorar el aniversario del fusilamiento de los 22 Mártires de la Libertad, ejecutados de rodillas y por la espalda por orden de Fernando VII, el rey felón, durante muchos años, pasé el 24 de agosto en Almería. Hoy, en el 199 aniversario de aquel crimen, estoy a 8.000 kms de mi tierra. Por eso, no pude asistir a la recreación histórica espectacular de la Asociación del Bicentenario de Los Coloraos, a la que pertenezco. Lo siento. El 24 de agosto de 2024, bicentenario de aquel crimen, prometo no faltar.

Cuerda de presos «coloraos», camino del fusilamiento.

Ante el Monumento a los Mártires de la Libertad

Recreación histórica

Curas del rey felón confiesan a los reos en capilla

Mártires de la Libertad, fusilados de rodillas y por la espalda.

También me hubiera gustado escuchar el pregón del periodista Paco Giménez Alemán, en el homenaje a los Coloraos.

Paco Giménez Alemán, durante su pregón de los Coloraos. Detrás del orador, la alcaldesa va de colorao,

Le he envié este mensaje: «Magnífico discurso de los Coloraos, querido colega. Lo leí (entero) a 8.000 kms de Almería y me emocionó, como el acto de recreación histórica que han hecho mis amigos «coloraos». Te felicito, Paco, y felicito a la alcaldesa del PP que ha sabido elegirte como orador. Has superado a todos los anteriores oradores conservadores, algunos resabiados por su repelús a la libertad, erróneamente elegidos por anteriores gobernantes del PP. Esta vez, contigo, el Ayuntamiento acertó. ¡Vivan los Coloraos! ¡Viva la libertad! y ¡Viva España! Un abrazo Paco».

Con mucha razón almeriense, Paco llamó «cipote» al rey felón que mandó fusilar a los Coloraos.

Hace 33 años con mi hijo David a la espalda. Hoy estoy en Santa Fe con él y su hija de 3 años.

Mi nieto Leo llevó una rosa a los Coloraos hace 6 años.

Articulo de Juanfra Colomina en La Voz de Almería de hoy.

La prensa almeriense informa de los actos «coloraos»

 

 

Lona del odio. Me estoy asustando…

Lona del odio desplegada en la zona madrileña de la calle de Alcalá. Aún no han detenido a los autores.

Me llegó por Instagram y me dio un escalofrío de miedo. Conozco al monstruo… y reconozco que me estoy asustando. Los nazis dan la cara sin disimulo. ¿Quién firma esta lona? ¿Acaso es de VOX? ¿Qué podemos hacer si la Policía aún no ha detenido a los autores? Esta lona temible no está protegida por la libertad de expresión. Es un delito de odio contra quienes no piensan como ellos e incita a la violencia. El cubo de basura podría convertirse algún día en cámara de gas. La Inquisición no murió con el rey felón en el siglo XIX. Solo quedó dormida… hasta que la resucitó el tirano en la postguerra con decenas de fusilados diarios sin juicio cuyos cuerpos siguen en las cunetas. ¿Nos falla la memoria? ¿Qué hacer con estos fanáticos nostálgicos del franquismo?

Ahora, sus votos resultan útiles para los conservadores moderados y civilizados del PP. Pero, ¿quién frenará a estos racistas, xenófobos, machistas, etc. cuando su odio se convierta en violencia impune contra quienes no pensamos como ellos? ¿Será demasiado tarde?

La derecha alemana confió en los nazis para acabar con los comunistas… Cuando acabaron con los comunistas, los nazis echaron del poder a los conservadores civilizados y ya sabemos lo que pasó. Pasaron del cubo de basura a las cámaras de gas. Ojalá me equivoque. Les veo asomar la patita del odio…. contra el sanchismo y más allá. Para ellos, el fin justifica los medios. Miedo me da.

Mensaje de pacobecerra recibido por Instagram

 

François, mi mejor amigo francés. Vuelve pronto.

Los demócratas aún no hemos agradecido a la prensa extranjera, como se merece, la ayuda que nos prestó para pasar en paz de la Dictadura a la Democracia. Contaron la verdad al mundo entero y tenemos esa deuda pendiente con ellos. Hoy pude mostrar mi gratitud personal a François Raitberger, mi mejor amigo francés, agasajándole con jamón ibérico (del caro), chuletas, espárragos, tomates raf con aceite de Tabernas (Almería), buen rioja, etc., en la misma terraza de nuestra casa donde solíamos celebrar las paellas de la Transición con la crema de los corresponsales extranjeros. Fueron destinados a cubrir España por si volvíamos a las andadas. Cuando se convencieron que, esta vez, no nos mataríamos a tiros, muchos se fueron con la música a otra parte.

Con mi amigo François Raitberber, hoy, en la terraza de mi casa donde solíamos celebrar las paellas de la Transición. (Lindos colores 14 de abril en mis macetas).

François Raitberger fue el director en España de la oficina de la agencia de noticias Reuter durante los años clave de la Transición. Nos conoce bien y le gusta España. Se maravilla de lo que hemos conseguido en estos 45 años de Democracia. En ocasiones, necesitamos que alguien de fuera nos los diga para darnos cuenta de ello sin caer en la auto complacencia ni en el masoquismo. Tenemos el vicio nacional de hurgar en nuestras heridas históricas, en los males de la patria, sin atender apenas a los progresos conseguidos. Seguramente, no somos los únicos.

Con François Raitberger, paseando hoy por las trincheras de la batalla de Brunete (35.000 muertos en 2 semanas en 1937).

Agradezco su visita y el ataque de nostalgia que me han producido tantos recuerdos entrañables que hemos compartido juntos. Paseando por las trincheras de la batalla de Brunete (35.000 muertos en dos semanas de 1937), que me descubrió Gabriel Jackson, he recordado al poeta Ángel González cuando decía: «La historia de España es como la morcilla de mi pueblo. Se hace con sangre y se repite». Pues, mira por dónde, esta vez no se hizo con sangre. Y tampoco se repitieron las guerras civiles que asolaron nuestro país durante el sigo XIX y tres cuartos del XX. La última guerra civil (1936-1975) terminó cuando murió el dictador y acabó la represión de los vencedores contra los vencidos.

Con François sobre un bunker nazi construido en el camino de Brunete al río Guadarrama.

Naturalmente, hemos recuperado nuestras viejas conversaciones sobre la ilustración francesa (¡Vuelve Voltaire!), los afrancesados españoles (¡Ay, mi Francisco de Goya) y los cien mil hijos de san Luis que nos devolvieron la Inquisición con el rey felón. Yo me declaré entonces afrancesado, y no solo porque tuve una novia francesa, antes de cambiar el francés de París por el inglés de Boston. Con 16 años fui a Francia y, de pronto, allí conocí otro mundo. Me gustó. Los jóvenes se besaban por la calle y podías hablar como si fueras libre y la policía no te detenía ni te torturaba. ¡Quién fuera francés!, pesaba yo entonces.

También hemos recordado que la noche del domingo, 1 de marzo de 1981, nos refugiamos en la casa de François y Marie Christine (corresponsal de Liberation). El miedo volvió a habitar entre nosotros. En este capítulo de mis memorias («La prensa libre no fue un regalo»), que copio y pego, cuento esa anécdota.

«La prensa libre no fue un regalo» Pag. 375

«La prensa libre no fue un regalo» Pag. 376

«La prensa libre no fue un regalo» Pag. 377

«La prensa libre no fue un regalo» Pag. 378

Gracias, mi querido amigo, por tu visita. A mí también me gusta Francia. Vuelve pronto.

Artículo publicado en La Voz de Almería sobre mi primer viaje al extranjero.

 

Franco durmió en mi barrio

Dos veces durmió el dictador en el palacio Fischer, detrás de mi casa: en 1956 y 1961. Como si fuera un santo, el generalísimo Franco entró bajo palio en la Patrona. Cuento estos recuerdos en La Voz de Almeria y en mi blog de 20minutos.es

Franco durmió en mi barrio. Artículo 24 de mi serie «Almería, quién te viera…», publicado en La Voz de Almería y en mi blog de 20 minutos.es

Almería, quién te viera… (24)

Franco durmió en mi barrio  

J.A. Martínez Soler

Entre el Hoyo de los Coheteros y la Rambla, entre dos cuevas inmensas, había un palacio espléndido. ¡Qué contraste! Era el Cortijo Fischer. Había pertenecido a un cónsul de Dinamarca, pero cuando yo vi pasar a Franco por mi barrio, vivía allí Ramón Castilla Pérez, un señor muy bajito, con gafas oscuras y gran bigote. Era el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento (el partido único procedente de Falange) a quien conocí años más tarde como empleado menor de Campsa.

Los niños soñábamos con entrar algún día, incluso a escondidas, en aquel palacio. Una tarde, yo tenía 9 años, casi lo conseguimos. Saltamos la tapia más baja y nos colamos en el jardín. Avanzamos bastante ocultándonos tras los troncos de enormes ficus y algunos arbustos. Los “grises” de la Policía Armada nos descubrieron y nos echaron a voces, sin necesidad de desenvainar sus porras. Como la pandilla de Guillermo Brown (“Los proscritos”), queríamos comprobar si eran ciertas las leyendas oídas en mi barrio sobre los tesoros que se guardaban allí de los antiguos dueños, unos ricos extranjeros que exportaban la uva “de barco” de Almería, en toneles de madera, al mundo entero.

El edificio, por fuera, era imponente. ¿Cómo sería de lujoso por dentro? Debía de ser espectacular pues allí durmió el mismísimo Franco cuando vino a Almería el 1 y 2 de mayo de 1956. En la prensa y en los carteles le llamaban generalísimo Franco o “Caudillo”. Un pelotas del Régimen escribió entonces que Franco era como Carlos V (“otro Caudillo español del siglo XVI”)

Colocaban su foto, de tamaño enorme y vestido de militar, por todas las calles por donde pasaba, con el texto “Viva Franco”, “Almería saluda al Generalísimo”, “Almería con el Caudillo”. También habían colocado pancartas y pintadas reclamando “Más agua”, “Más árboles”. Me recordaban las rogativas a la Virgen para que lloviera.

Mis padres, vencidos por Franco en la guerra civil, nunca le dieron el título de “generalísimo” a ese general que, como los oí decir alguna vez, sin que me vieran, “dio un golpe de Estado contra la República”. ¿Nunca, nunca? Si lo pienso, quizás, alguna vez le dieron el tratamiento de “caudillo” en público. Por si acaso. Los años del miedo.

En familia nunca los oí hablar bien de Franco. Cuando hablaban mal lo hacían en voz baja y lejos de los niños. Pronto supe que lo hacían para protegernos. “Por si nos íbamos de la lengua”, decía mi madre, tan previsora. No querían correr el riesgo de que repitiéramos en nuestros colegios de pago cosas inconvenientes escuchadas en nuestra casa. Por lo visto, muchos de los padres de nuestros compañeros de colegio habían ganado la guerra. Otros, no. Durante el nazismo de Hitler, aliado de Franco, y el comunismo de Stalin, enemigo de Franco, todos dictadores autoritarios, algunos niños denunciaron a sus padres. Un sistema cruel que usaba el miedo para destrozar familias. También era sabido que, cada vez que se anunciaba la visita del dictador, la policía hacía redadas temporales de sospechosos de poca adhesión a la Dictadura. En tiempos de Fernando VII, el rey felón que mandó fusilar en Almería a Los Coloraos, condenaban a quienes mostraban “escaso fervor en el aplauso”.

Pronto me percaté de que teníamos dos lenguajes: el privado y el público, el real y el oficial. Éramos pequeños, pero no tontos. Esa lección la memorizaría de maravilla durante los nueve años que pasé en colegio La Salle. Allí me quedó claro que los frailes habían ganado la guerra que ellos llamaban “Cruzada”. Mis padres y mis tíos (no todos, pues yo tenía un tío de Falange) la habían perdido. Vaya lío.

En vísperas de la segunda visita del Caudillo a mi tierra y de su paso por la Calle Ramos, esquina al barrio de la Caridad, para dormir en el Cortijo Fischer, vimos mucha actividad por la zona. Albañiles y paletas construían, a toda prisa, tabiques provisionales y enclenques, hechos con cañas y yeso o escayola, para que Franco no viera las chabolas de los pobres ni los solares abandonados llenos de basura y miseria.  Como si fuera un santo, el generalísimo Franco entró bajo palio en la Patrona. También le llevaron a las minas de Rodalquilar donde vio fundir un lingote de oro almeriense. Todo eso lo vimos -cómo no- en el NoDo

Ese mismo día, en mi calle, celebramos “las mayas”, niñas engalanadas y pintadas, sentadas en un trono, para las que pedíamos “una perrica pa la maya, por favor”. Por la noche, celebrábamos las cruces de mayo. La mejor del Distrito Quinto era, sin duda, la del electricista de la calle Restoy que lucía un montón de bombillas de colores que, de niño, me resultaba fascinante.

El día 3 de mayo, con Franco camino de Granada, tumbamos a patadas las endebles tapias falsas de mi barrio. Mucho más tarde supe que lo de tapar la miseria no era solo cosa del dictador español. Por ejemplo, la zarina de Rusia, Catalina la Grande (a la que, por lo visto, quiere imitar ahora el sangriento Putin), viajaba precedida de una tropa de sirvientes que colocaban decorados a ambos lados del camino imperial para que la emperatriz de las todas las Rusias no viera la pobreza del pueblo.

Mucho más trabajo costó a los falangistas almerienses la demolición del Monumento a Los Coloraos (fusilados por Fernando VII en 1824). No pudieron tirarlo a patadas. Seguramente confundieron “coloraos” (el color de las chaquetas británicas que vistieron en Gibraltar los liberales en el siglo XIX) con los “rojos” de la guerra civil del siglo XX. La razón para demoler ese símbolo excelso de la historia de nuestra tierra reza así en un documento de marzo de 1943, dos meses antes de la visita de Franco: “Orden de demolición del monumento a los Coloraos, “…porque lucharon contra nuestras sagradas tradiciones, obedeciendo a consignas extranjeras…”. Quizás viene de ahí la manía que el PP le tiene al Pingurucho.En esa fecha había más de 45.000 españoles de la División Azul de Franco luchando junto a Hitler con uniforme alemán. Un año antes, el 11 de agosto de 1942, ocho almerienses fueron fusilados en la tapia del cementerio, condenados por repartir un folleto (“el parte inglés”) con noticias de la BBC. Ese era el ambiente de entonces.Afortunadamente, con la llegada de la Democracia (y la ayuda del mármol de Macael) pudimos reconstruir el Pingurucho en la Plaza Vieja donde en 2024 celebraremos por todo lo alto el bicentenario de los asesinatos de los mártires por la libertad por orden del rey felón.

Dos veces durmió el dictador en el palacio Fischer, detrás de mi casa: en 1956 y 1961. En cambio, cuando vino por primera vez a Almería, el 9 de mayo de 1943, durmió en otro palacete privado que está en la plaza Circular: la espléndida casa de los González Montoya.El 16 de julio de 2010, le rendí una visita de cortesía a doña Paquita, viuda de José González Montoya, en su espléndido chalé vasco. Quise agradecerle su compromiso con la conservación y mejora del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar que yo presidía entonces. Me mostró su casa señorial. “En esa cama durmió Franco con doña Carmen”, me dijo, no sin picardía, bajando un poco la voz y dándome un codazo cómplice, al mostrarme el dormitorio principal. Nos miramos y ambos, a la vez, soltamos una carcajada.

Su marido, contrario al desarrollo inmobiliario de su finca, la había reservado para sus cacerías. Doña Paquita mantuvo virgen el Cabo de Gata y, en su testamento, cedió el palacete donde durmió el dictador al Ayuntamiento de Almería para sede de un Museo. Me gustó conocerla. A punto de cumplir los 100 años, había evolucionado. Como tantos almerienses.

Franco en el puerto de Almería en 1961

Franco en Almería

Franco en las minas de oro de Rodalquilar en 1956

 

Escrito sobre la demolición del Monumento a Los Coloraos, poco antes de la visita del dictador a Almería

Con mi hijo David a cuestas (1989) ante el pingurucho reconstruido de Los Coloraos.

Con doña Paquita en su casa donde durmió Franco con doña Carmen en 1943

Cae el alcalde de Badalona por frecuentar paraísos fiscales

Xavier García Albiol, alcalde de Badalona (Barcelona) por el PP, perdió ayer su bastón de mando por frecuentar cuentas opacas en Belice, un paraíso fiscal al norte de Centroamérica. Ha sido la primera víctima política de los Papeles de Pandora, descubiertos recientemente por varios medios de comunicación, El País y La Sexta entre ellos.

Xavier García Albiol perdió ayer la alcaldía de Badalona por acudir a un paraíso fiscal.

Recuerdo hoy una frase de Francisco Fernández Ordóñez, ministro de Hacienda con el presidente Adolfo Suárez, en 1978, en plena Transición desde la Dictadura a la Democracia: «Aquí paga impuestos hasta el Rey».

El Presidente Suárez con su ministro de Hacienda, Francisco Fernández Ordóñez.

Creo que fue portada en el semanario Cambio 16. Ya hemos visto que su sentencia no se cumplió con el anterior jefe del Estado. Juan Carlos I, el Golfo, trató de evadir impuestos todo lo que pudo hasta que casi le pillan con las manos en la masa. Hábilmente, y rápidamente, salió de España, por si acaso, se refugió en los Emiratos y se anticipó a regularizar sus cuentas con Hacienda. La investigación fiscal continua abierta y veremos como quedan sus presuntos delitos con esa Hacienda que somos todos. Ese fue precisamente el eslogan proclamado por Paco Ordóñez, su director general de Tributos, José V. Sevilla, y su ayudante Francisco Fernández Marugán, ex defensor del Pueblo: «Hacienda somos todos«.

José V. Sevilla, coautor de la Reforma Fiscal del ministro Ordóñez

 

Francisco Fernández Marugán, subdirector general de Tributos, a las órdenes de José V. Sevilla.

Lo recuerdo muy bien porque yo trabajé con ellos, como el último mono de aquel brillante equipo y unos de los más entusiastas con aquella misión en favor de la Democracia. Apenas faltaban cuatro meses para que los españoles aprobáramos, el 6 de diciembre de ese mismo año, la Constitución de todos. Nuestra campaña de «agitación y propaganda» por la Reforma Fiscal la basamos en ligar la futura declaración honesta de nuestros impuestos a un imaginario «certificado de demócrata». Algo así: para votar había que sostener a un Estado que el dictador había dejado raquítico y en quiebra. La Democracia nos obliga a pagar impuestos para sostener al Estado de todos.

Eslogan de la Revolución Americana: «No hay tributación sin representación».

El eslogan de la revolución norteamericana por su independencia contra el dominio de la Corona de Inglaterra era algo parecido: «No taxation without representation» (No hay tributación sin representación). Con aquella Reforma Fiscal de la Democracia tratamos de responder a ese espíritu. Pagaremos impuestos siempre que recuperemos la soberanía nacional, usurpada violentamente por el dictador Franco, y podamos votar libremente a nuestros representantes en las Cortes. Así se dijo y así se hizo. Si el anterior Rey no paga sus impuestos será considerado delincuente y perseguido con todo el peso de la Ley. Si el anterior alcalde de Badalona trató de evadir sus impuestos en un paraíso fiscal, los representantes de los ciudadanos, con sus votos, le despojaron ayer del cargo. Eso me ha gustado. Sirva de ejemplo.

Palco de Senado (9-8-1978) el día que se aprobó el nuevo IRPF de la Reforma Fiscal de la Democracia.

Atención a esta foto: José V. Sevilla, al fondo a la izquierda. A su lado, Paco Eiroa. A la izquierda, hablando conmigo, está Enrique García Romeu. Detrás de mí está Ramón Drake y en el centro, el subsecretario de Hacienda, Dionisio Martínez. El ministro Ordóñez está en la tribuna de oradores defendiendo la Reforma Fiscal más importante de España desde la que hizo Raimundo Fernández Villaverde a finales del siglo XIX. ¡Ahí queda eso! Esa foto me trae gratos recuerdos y un golpe de nostalgia. Fue un trabajo espléndido del que me siento muy orgulloso y agradecido a todo el equipo de reformadores fiscales con quienes tanto aprendí.  Aprendí, por ejemplo, que Hacienda somos todos… incluido el Rey emérito y el alcalde de Badalona.

Al redactar las nuevas leyes fiscales y sus reglamentos, recordábamos esta sabia advertencia del socialista Julián Besteiro:

“Saben muy bien que para adquirir riquezas hay varios caminos. Uno, el más largo y penoso, es el del trabajo. Por ese camino la mayor parte de las veces le sorprende a uno la muerte antes de llegar al fin. Otro camino, más breve, pero lleno de peligros, es el del manejo de la ganzúa y la palanqueta. Pero hay, sobre todo, un camino brillante y seguro: en él la ganzúa se sustituye con ventaja por una ley, y la palanqueta por un reglamento. Hechos la ley y el reglamento en provecho propio, ya se puede entrar con entera confianza en la morada del vecino trabajador y arrebatarle cuanto haya producido con su trabajo».

Conviene no olvidarlo. Miguel Boyer Salvador, otro socialista, ministro de Hacienda con el presidente Felipe González, debió olvidar la recomendación de su aún correligionario Besteiro. En 1983, después de su fiasco con Rumasa, llevó al Consejo de Ministros una presunta «regularización fiscal» para defraudadores por la cual el Estado se reservaba el derecho a crear cuevas opacas al Fisco donde los defraudadores pudieran aflorar su dinero negro para blanquearlo. El viceministro de Hacienda era entonces nada menos de José Victor Sevilla, coautor de la Reforma Fiscal del ministro Fernández Ordóñez. Sevilla debió mostrar su extrañeza por aquella mini contra reforma o bien Boyer detecto en su actitud «escaso fervor en su aplauso» (eso decía el rey Felón para condenar disidentes) y le echó del ministerio en el siguiente Consejo de Ministros sin agradecerle siquiera los servicios prestados.

Mi director, Juan Luis Cebrián, me pidió entonces que explicara en El País las claves de aquella primera mini crisis del gobierno socialista.  Lo hice lo mejor que pude, con este titular:

Por qué Sevilla perdió su silla 

Poco después, el ministro Miguel Boyer Salvador salió del Gobierno. Luego, fue pillado in fragantti en el escandalo Ibercorp/Sistemas Financieros con su socio Mariano Rubio Jiménez, ex gobernador del Banco de España con el PSOE. Allí aparecían como Miguel B. Salvador y Mariano R. Jiménez. O sea que firmaban con el apellido paterno en el Gobierno y en los billetes del Banco y con el apellido materno en cuestiones de fraude y estafa. Eran líderes políticos por parte de padre y presuntos delincuentes por parte de madre. ¡Vaya dios! Al final, Boyer Salvador corrió en auxilio del vencedor y se pasó al bando del Jose María Aznar. Y en la FAES y el PP, felices con él.