Treinta y siete minutos. América, Asia, África, Europa y Oceanía… en menos de una hora. Es lo que tiene Ifema, el megapolígono industrial (al fin y al cabo son enormes naves) de los sueños. Un día te plantan Cibeles, otro día joyería, otro día venden pisos y ahora tocaba Fitur. Vamos, que no se casan con nadie.

Visto lo visto, entre contrachapados y lucecitas de colores, la visita es rápida y sencilla. Hay que fotografiar todo bicho viviente que se preste y muestre algo diferente. Inconveniente: cientos de personas que curran como locos para que su stand quede perfecto (aunque la feria lleve varios días en marcha) y otros tantos, que parecen miles, donde armados de coraje, bolsas de plástico, globos y/o carros de la compra, además de buenos codos, se lanzan a coger “de gratis” todo lo que se precie (al fin y al cabo han pagado su entradita).

Mientras los Príncipes recorrían los pabellones 1, 3, 5, 7 y 9, yo me hacía el 4, 6, 8 y 10. ¿Por qué no el resto? Porque Casa Real exigía otra acreditación específica a los medios de comunicación para poder dar cobertura a los Príncipes de Asturias, si no, hasta las doce del mediodía, nada de nada, y pabellones cerrados…. Al menos, dentro de lo malo, podría pasear tranquilo por parte de la feria sin tantos agobios…

Resumiendo: Es una feria divertida y diferente. Si tienes oportunidad, es como el Cortylandia… hay que ir al menos, una vez en la vida. Y ya, si tienes dinero… a lo mejor encuentras alguna buena oferta. Si vas, no te pierdas el Pabellón de Europa (creo recordar que está en el pabellón 10). Portugal está muy bien montado.

Jorge París