Fotografía: foto del griego "phos" (luz) y grafía del griego "graphis" y "graphos" (escribir). Escribir con la luz.

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Prometer el futuro…

Hoy conocemos de la mano de Rocío la otra cara de la moneda de la prostitución. Las redes, mafias y engaños a las que muchos seres humanos (mujeres, y niños en especial) son sometidos, a día de hoy, en nuestras calles. Visitamos un taller de costura de la asociación APRAMP, donde se aprende el oficio y se genera autoempleo.

Evidentemente no podemos generalizar… pero cuando escuchas un caso, observas otro, y ves llegar el siguiente… te das cuenta de que lo que parecía excepcional acaba siendo algo cotidiano. Y la realidad que hoy nos exponen es invisible a la sociedad.

“Imaginemos que tu madre, tu tía o tu primo se encuentran en España. Y te ofrecen un trabajo desde allí. Te recogerán en el aeropuerto, te pondrán casa, se ocuparán de regularizar la documentación… habrás viajado al primer mundo y podrás tener un futuro mejor… y al llegar a este país, recogerte en el aeropuerto, coger tu documentación, y meterte en un piso… no te dejan salir de ahí, te encierran, y te obligan a ejercer la prostitución… sin saber a quién llamar, sin controlar el idioma, con amenazas directas hacia tu familia… y sin documentación…”

“Regular la prostitución no sirve para nada. Si queremos que esto se acabe, hay que dar una solución a las chicas. Si no les das soluciones, y alternativas, no podrán dejar la prostitución nunca”. Rocío lleva 25 años al frente de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida. Más de mil cuatrocientas mujeres han salido del agujero en todos estos años. Pero muchas más son las que se quedan en el camino por miedo y amenazas.

Muchas de ellas son testigos protegidos. Denunciaron a sus mafias y huyeron a la desesperada. Son la otra cara de la moneda. La de la humillación y el desengaño… la de las mafias y las redes… la de la valentía y la denuncia…

Ahora toca luchar por aquel futuro que les habían prometido…

Putas de cristal opaco

Reconozco que soy bastante despistado a la hora de recordar un nombre o un rostro. Al verte junto al claroscuro del pasadizo de Montera, no sabia exactamente si eras o no la persona que buscaba.

Te pregunté de nuevo: ¿Asha? Y fingiste de nuevo no conocerme, por temor a la cámara. Después, sonreíste y te acercaste a nosotros. Tras observar que la cámara estaba bien guardada, accediste a charlar unos minutos, mientras aquel borracho del cajero nos miraba atentamente.

Estamos en el Madrid del Siglo XXI, donde putas y princesas conviven en la Gran Vía madrileña. Hacía tiempo que no te veía. No sabía que habías estado trabajando unos meses como limpiadora, hasta que se acabó el contrato hace unos días y volviste a la calle a buscarte la vida. “La puta crisis”, me comentas, “que nos toca a todos”.

Asha tiene 22 años, lleva unos años en España, y tiene sus papeles en regla. Espera hacer un cursillo de peluquería para salir de la calle cuanto antes. Mientras charlamos, el borracho se acerca rápidamente, intentando meterte mano. Un empujón y un par de tacos lo resuelven todo. Sabes moverte en este ambiente, por suerte o por desgracia.

Seguimos charlando. Octavio te pregunta qué harías si tu hija se viese en una situación por la que no le quedase más remedio que dedicarse a la prostitución. Tus ojos entristecen. “No se lo permitiría. Antes, haría yo la calle por ella para sacarla adelante”.

La conversación continúa con otro tono, el de las vanidades y arrepentimientos. Con 22 años, y un futuro por delante, tus padres y tus cinco hermanos desconocen tu verdadero oficio en el país de las oportunidades.

No te entretenemos más, y te pido que me regales una foto. Me recuerdas de nuevo que la fotografía no es gratuita, ni la entrevista, puesto que vamos a cobrar por el trabajo realizado, mientras de nuevo nos sonríes. “Pero que no se me reconozca”, insistes de nuevo. Te enseño la imagen, mientras me quedo con unas ganas terribles de haber mostrado al mundo tus preciosos ojos.

Nos marchamos. Asha sigue postrada en la misma esquina de Montera, con su armazón de cristal opaco, y una eterna sonrisa en su rostro. Nosotros marchamos hacia la calle Ballesta.

El Ayuntamiento de Madrid ha puesto en marcha un centro de atención integral a mujeres víctimas de explotación sexual y/o en situación de prostitución. Calle Cardenal Solís, 3.

Nos vamos de putas

La Real Academia de la Lengua define la prostitución como la actividad a la que se dedica quien mantiene relaciones sexuales con otras personas, a cambio de dinero.

Es una de las informaciones que se repite varias veces al año en los medios. Un mercado donde hay quien compra y quien vende. Hablamos de la prostitución en las calles.

Tras el “cierre” al tráfico de la Casa de Campo, el centro de Madrid es uno de los pocos lugares donde aún se ejerce la prostitución en la calle. Volvemos a Montera para comprobar si la prostitución ha aumentado, meses después de la instalación de las cámaras de vigilancia.

Como este mundo es muy pequeño, volvemos a hablar con Asha y Lucía, con los porteros de las fincas de Montera y con los vigilantes de seguridad próximos… poco o nada ha cambiado la situación en estos meses.

Lucía, nombre ficticio, es quizá la única prostituta española que ejerce en la calle Montera. Lleva años haciendo la calle para sacar un sobresueldo. Trabaja como camarera. Al salir del trabajo, hace sus ocho horas, y luego marcha a casa. “Es imposible aguantar más tiempo” – nos comenta, mientras nos sentimos observados por chulos, prostitutas y policías, que pasan de largo.

Entiendo que a la gente no le guste. No damos buena imagen ni para turistas, ni para los ciudadanos que pasean con sus hijos. Cuando cae la noche, las peleas y los gritos. La solución, no es echarnos de una zona a otra…

“¿Por veinte euros merece la pena?” – le preguntamos. Lucía se sonríe. “…Como catalana que soy, hago mis ocho horas, más o menos mis sesenta euros, y desaparezco. Las rumanas y sudamericanas trabajan prácticamente gratis. Lo que ganan se lo dan a sus chulos, que se lo gastan en las tragaperras…”.

Necesitamos ilustrar su testimonio. “No me hagas fotos. Esta semana rompieron la cámara a un fotógrafo y le pegaron unos chulos”. Miro alrededor, y cada vez me siento más observado, como Lucía… Los reportajes de prostitución suelen tomarse desde balcones o ventanas para evitar problemas.

Nos despedimos de Lucía, y seguimos subiendo la calle Montera. Después, la calle Desengaño, Loreto y Chicote, la Plaza de los Luna…

Las cámaras de seguridad ahuyentaron a carteristas y ladrones, pero no a las prostitutas. Dicen que ejercen el oficio más antiguo del mundo. Son putas, prostitutas, meretrices… pero también tienen nombre y apellido como Asha o Lucía. Porque son putas, pero también princesas