Fotografía: foto del griego "phos" (luz) y grafía del griego "graphis" y "graphos" (escribir). Escribir con la luz.

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Volvemos a la cárcel

Volvemos a la cárcel. Esta vez para celebrar el final de curso de camarero/a que las reclusas de Alcalá-Meco acaban de realizar.

Tras pasar los controles oportunos, recomiendan a Susana que mantenga su acreditación visible si quiere luego salir de allí. A los hombres no nos es estrictamente necesario, ya que el módulo al que accedemos es únicamente de mujeres.

En el salón de actos algunos periodistas, representantes de los organismos que han hecho realidad el curso y quince mujeres que han visto cumplido un proyecto y con él se abre una segunda oportunidad en su reinserción social.

Esperan nerviosas, cabizbajas, desconfiadas… a recoger su merecido título. La organización nos indica que sólo cinco de ellas han accedido a la toma de imágenes.

El acto, protocolario como es habitual en otras convocatorias, resulta un mar de lágrimas, de vivencias y de futuras realidades.

Al acabar el acto, foto de grupo y más besos. Espero en el patio…

… y se rompe el protocolo establecido. Abrazos rotos, ojos brillantes…

Y el agradecimiento colectivo a sus profesores por el trabajo realizado…

Maria Elena y Gema son dos de las reclusas que han recibido el curso. Esperan impacientes al tercer grado. Sus hijas les esperan fuera, inocentes víctimas de una mala decisión tomada por falta de recursos económicos.

Son dos de los quince ejemplos que nos demuestran que la vida ofrece en ocasiones, una segunda oportunidad. Ojalá tengan suerte, y sepan aprovecharla.

Una tarde en la cárcel

Sus muros separan el bien del mal. Ayer tarde visitábamos el Centro Penitenciario Madrid II, en Meco. Es la cuarta vez que visito una cárcel, y el tiempo se para cuando cruzas la delgada línea que separa lo bueno de lo malo.

Los alambres, con espinas. En la entrada principal a los penales afloran las espinas en las alambradas. Inquietan a los nuevos, y marcan el camino a los habituales. El estacionamiento es una mezcla de bienvenida y hasta pronto. Unos vienen y otros van. Los más afortunados, rodeados de familiares o algún amigo que le trae a pernoctar, o viene a recogerle.

Los accesos, en fila de a uno, y esperando turno. Tras acreditaciones y permisos, el siguiente paso es llegar a la puerta principal del interior del centro. Fuera móviles, fuera monedas… en función de la cárcel, he podido o no pasar con algo de calderilla o tabaco. Las colas son inevitables en los controles de acceso. Hay quien viene de visita, a un vis a vis, por otro lado llega un abogado, voluntarios, funcionarios varios…

Llegan los pasillos. Eternos. Se hace el silencio, y el eco. Los pasillos son idénticos, los azulejos, fríos. La luz entra por las ventanas, marcando con sus sombras la pena impuesta.

El cuadrado se cierra. Te sientes observado. Más cámaras y controles de acceso, entre reclusos. Es como si a un centro comercial le pones barrotes. Hay mucho movimiento. Los afortunados en Soto, disfrutan de un pequeño jardín, que ellos mantienen. En otros pabellones, sólo hay asfalto. En Meco, mantienen un “Parque Güell”, así lo llaman. Como el de Barcelona, pero a su manera.

Todos saben donde van. A talleres, a clases, o a hacer ejercicio. Son unos elegidos que han reconocido abiertamente el problema que tienen o han mostrado buena conducta. Reciben asesoramiento y facilitan su reinserción.

No tenemos más espacio. Esto nos da la vida. Ayer realizábamos un reportaje de las actividades deportivas en Alcalá Meco. De mil reclusos, son no más de 250 los elegidos para hacer deporte unos días marcados, a unas horas marcadas. Y hay 150 en lista de espera. “No tenemos más espacio”- nos comentan sus responsables. “Esto nos da la vida, es oxígeno”- nos dicen los presos.

Siempre se juega en casa. No se asciende de categoría. Un pabellón cubierto, sala de musculación, de boxeo, y en el exterior una pista de frontón y otra de fútbol. Tuvieron que añadir dos metros al campo porque se quejó un equipo. Están federados y juegan en tercera regional. Los domingos vienen los equipos visitantes, que se sorprenden del trato. “Aquí hay más respeto al árbitro que fuera” – nos comentan.

Comienza el entrenamiento. Antes de empezar, firman o no un documento para poder hacerles fotografías. Hacemos la fotografía oficial del equipo.

Calientan un poco…

Y empieza el partido. Se olvidan las penas entre carreras y saques de esquina. La vida les sonríe por momentos.

Alguna vez se pincha el balón con las alambradas. Se coge otro.

Se hace tarde. Salimos de la cárcel. Volvemos a recorrer los pasillos y controles. El Gran Hermano se queda dentro. Y sientes que hay mucha gente mala, pero también mucho “malo” engañado por un puñado de euros, que ha tirado parte de su vida por la ventana que ahora le saluda cada mañana entre barrotes. Otros han perdido su vida directamente.

Se hace tarde. Salimos de la cárcel.