Hacía tiempo que no volvíamos al Mercado de San Miguel, en pleno centro de Madrid.

La última vez, hace un par de años, lo hacíamos para visitar a José y a Joaquín, “los últimos de San Miguel”. Un frutero y un pescadero que llegaron a aguantar tres meses rodeados de obras, sin querer vender sus negocios en lo que se nos decía que acabaría siendo un centro gastronómico o una superficie comercial.

El 30 de mayo de 2007 abandonaban sus puestos, por la puerta de atrás, bajo la atenta mirada de clientes, policías y responsables municipales.

A los pocos días, el mercado era desmantelado.

Un par de años antes, en 2005, habíamos realizado un reportaje acerca del estado del pequeño comercio, poniendo el ejemplo de San Miguel como uno de los mercados tradicionales que poco a poco perdían clientes, obligando a cerrar sus puestos. La enfermedad del pequeño comercio era (y es) patente, tras la plaga de las grandes superficies comerciales.

Pues bien… ayer lunes volvíamos a San Miguel. A una semana de su apertura, la persona encargada de comunicación nos esperaba en la puerta. El exterior, seguía siendo el mismo. Y el interior…

… ni superficies comerciales, ni centro gastronómico… afortunadamente, el mercado vuelve al centro, modernizado y reconvertido a este siglo XXI. Lo primero que he hecho ha sido preguntar por José y Joaquín, mientras me iba dirigiendo al espacio que ocupaban antiguamente sus dos puestos.

Aquí están de nuevo. Pescadería y frutería, a la espera de género y clientes. José y Joaquín lo consiguieron. Han mantenido sus puestos en el nuevo mercado. Ahora serán ellos quienes decidan qué hacer con el negocio.

El mercado vuelve a cobrar vida. Cacharrería, floristería, panadería con horno propio, aves y caza, salazones, chocolates y frutos secos, encurtidos, quesos y despacho de vinos…

Que alegría volver al mercado. Y qué ganas de volver a saludar a José y a Joaquín…