Reconozco que los felinos me imponen cierto respeto. Del mismo modo que un perro u otro animal pasa algo más desapercibido, un gato hace que esté continuamente mirando hacia atrás. No me fío.

Llegué a casa de Yolanda para fotografiar a “Ratona”, una gata enferma con inmunodeficiencia felina que ha malvivido durante mucho tiempo en la calle. Yolanda le ha dado todos los cuidados necesarios y le ha salvado la vida, pero tiene otros dos gatos en casa y la enfermedad de Ratona hace que no puedan estar juntos.

Al entrar en la habitación de Ratona, Yolanda me comentó que teníamos que esperar un poco a que el animal se adaptase a nosotros. Tanto tiempo sufriendo, ha hecho que el felino no se sienta cómodo… Después de media hora esperando, intentamos coger al gato… pero fue imposible.

Me vino enseguida a la memoria un reportaje donde también tuvimos que tener mucha paciencia a la hora de tomar las fotografías. En este caso, también se trataba de un felino, pero algo más grande…

Se trataba de fotografiar a uno de los animales que vemos en series y programas de televisión. Aparentemente inofensivos, pero con instinto animal…

Había que acercar la cámara para poder captar angulares… y las manos temblaban de una forma inusual…

Fotografiar animales que no se encuentran en su entorno natural requiere tiempo, suerte y una buena dosis de paciencia. Y los gatitos, en particular, me dan cierto “yuyu”…

Me fui de casa de Yolanda, mirando hacia atrás. Cosas de gatos… o de humanos…