Quién fue… Abe Saperstein

Todos conocemos a los Harlem Globetrotters. Sí, es ese equipo de baloncesto que más que a jugar se dedica a hacer exhibiciones de malabarismos por todo el mundo. Pues hoy vamos a llegar a su germen o, mejor dicho, a su padre.

Londres, Reino Unido, 1902. Nace un día tan americano como el 4 de julio Abraham M. Saperstein, en el seno de una familia judía. Con 6 añitos llega a los Estados Unidos, en concreto a la ciudad de Chicago, donde se instala. Desde muy joven se centra en el deporte. A pesar de que medía sólo 1,63 metros, practicó baloncesto, béisbol y atletismo. El primero de los deportes qe os he citado fue el que más le llenaba. De hecho, llegó a jugar como semiprofesional en los años 20 en un equipo llamado Chicago Reds.

Debido a sus limitaciones de tamaño, se metió de lleno en el mundo del coaching, así que se hizo entrenador en 1925. En 1926, nuestro héroe se hizo cargo de un equipo llamado Savoy Big Five, llamado así porque se casa era el Savoy Ballroom de la tercera ciudad más poblada de Estados Unidos (Chicago).

Saperstein, que era un tipo con buenas ideas, decidió cambiarle el nombre al equipo y lo bautizó como Harlem Globetrotters. Harlem, por el barrio neoyorquino, habitado mayoritariamente por negros (en el equipo eran todos afroamericanos) más Globetrotters, que se puede traducir como Trotamundos. Y es que las giras empezaron ya con Saperstein -que además de entrenador era promotor-, en 1927, cuando jugaron un partido en la localidad de Hinckley.

Los Globetrotters ganaban sus partidos con tanta facilidad que Saperstein decidió crear un nuevo concepto: el deporte-espectáculo. No sólo se jugaba al baloncesto, sino que se hacía jogo bonito elevado a la máxima potencia, hasta el punto de que el resultado era casi lo de menos. Abe Saperstein se dedicó en cuerpo y alma al equipo, hasta el punto de que era también el chófer y el único sustituto del equipo.

Por esa época, Saperstein también se hizo cargo de los Black Barons, un equipo de la Negro League de béisbol. Nuestro judío londinense se hizo famoso por ser de los pocos que pagaba a los jugadores con puntualidad.

Pero sigamos con el baloncesto. A finales de los 40 y a pesar de los esfuerzos por Saperstein por demostrar que sus jugadores podían ganar a cualquiera, los Globetrotters eran considerados como meros saltimbanquis. Hay que tener en cuenta que la segregación racial en Estados Unidos era un hecho. Hasta que al brillante Saperstein se le ocurrió organizar un partido entre sus Globetrotters y los Minneapolis Lakers (los antecesores de los actuales Lakers), que era el mejor equipo de la NBL (la liga de entonces, sólo para blancos). El partido se disputó en febrero de 1948 en Chicago y el resultado fue de 61-59 para los Globetrotters. Se dice que ese partido fue el que rompió la barrera racial en el baloncesto y en Estados Unidos se considera que fue «el partido que cambió el juego» (en inglés, The Game that changed the Game). Dos años después, llegaba el primer negro a la liga profesional americana.

A pesar de todo, Saperstein no consiguió que los Globetrotters fueran admitidos en la NBL, así que creo una competición aparte, la ABL, que duró año y medio. Su único legado fue un singular invento: la línea de tres puntos.

A partir de los 50, los Globetrotters intensificaron su papel de entrenamiento y, por ejemplo, muy recordada fue una exhibición de que dieron en Berlín en 1951. Empezaba así la leyenda de unos tipos a los que se les considera Los Primeros Embajadores de Buena Voluntad de América. Desde su nacimiento, han disputado más de 20.000 partidos-exhibiciones en 118 países, han protagonizado películas y series.

Abe Saperstein, este tipo tan listo, siguió siendo el santo y seña de los Harlem Globetrotters hasta su muerte, en marzo de 1966.

El cementerio de Westlawn de Chicago es el último descanso de un tipo que cambió para siempre ese deporte tan apasionante como es el baloncesto.

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