Con el sonido llegó la comedia propiamente dicha, poniendo fin al cine mudo de estilo burlesco. Con la nueva tecnología tomó mayor protagonismo el guion, generando una mayor complejidad en las tramas que, junto con el aumento en la duración de las cintas, llevó al ocaso a la gran mayoría de los cómicos mudos, como Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd. El surgimiento de un nuevo rol interpretativo llevó a la aparición de nuevos nombres como Clark Gable, Cary Grant, James Stewart o Claudette Colbert.
En los años 30 aparece la comedia americana clásica donde destacan relaciones sofisticadas entre personajes de alta clase social, primando las historias de enredos que aportaban evasión al espectador sin olvidar cierto grado de crítica social. En una época de enorme crisis económica, el cine aportaba una escapada del mundo real, permitiendo por unos instantes dejar los dramas personales para disfrutar de historias divertidas.
Ser o no ser (1942) de Ernst Lubitsch es uno de los mejores ejemplos de este cambio de ciclo. La historia es un enredo que se forma en una representación teatral de la obra de Hamlet en la Varsovia de los años 30, con la presencia de nazis y espías, con un guion prodigioso que la convierte en una de las mejores comedias de la historia del séptimo arte. El director alemán nacido en Berlín pero nacionalizado estadounidense, que se especializó en tramas históricas en los momentos finales de la etapa muda (con historias sobre Ana Bolena o Madame du Barry) es considerado uno de los constructores de la comedia americana, donde primaban las relaciones sentimentales con el habitual control femenino de la situación y el uso del erotismo que siempre supo controlar contra la censura.
Frente a esta comedia más sofisticada liderada por directores como Lubitsch, apareció el screwball comedy, con un estilo mucho más alocado y extravagante. Una comedia ágil e improvisada aunque no era ajena a los problemas sociales del momento, como la crisis económica de los años 30 y el soporte que realizaba a las políticas del New Deal. Aquí sobresalió por encima de todos Frank Capra con comedias como Sucedió una noche (1938) o la alocada Arsénico por compasión (1944). Es curioso que dos de los principales nombres de la comedia americana fueran foráneos. Capra tampoco había nacido en EEUU, era italiano, aunque al igual que Lubitsch se nacionalizó.
La mítica pareja de Laurel y Hardy (El gordo y el Flaco) y sobre todo de los Hermanos Marx, fueron grandes ejemplos de estas alocadas comedias, con historias burlonas como sopa de ganso (Leo McCarey, 1933), Una noche en la ópera (Sam Wood, 1935) o Un día en las carreras (Sam Wood, 1937).
Fue tal el éxito de estas comedias que terminó mezclándose con otros géneros, como el dramático, el musical o el cine negro, y con una variedad de directores de todos los estilos como en La reina de África (John Huston, 1951), Pero… quién mató a Harry (Alfred Hitchcock, 1955), La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955), Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959) o El profesor chiflado (Jerry Lewis, 1963).
A lo largo de las décadas, la comedia americana fue agrandando su leyenda sin encontrar un homólogo similar fuera del país debido a la dificultad a exportar la forma de entender la vida de los norteamericanos. Aun así se desarrollaron algunos modelos destacados como la comedia inglesa o la italiana.
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Para completar el cuadro yo incluiría también a George Cukor (Historias de Philadelphia, La costilla de Adán) como miembro fundador de la comedia americana. El género alcanzó su cumbre con La fiera de mi niña de Howard Hawks. Si me permite apuntar un par de erratas. Colbert era una chica, Claudette y no Claude. Y Lubitsch era alemán y por lo tanto se llamaba Ernst y no Ernest, sobra una e.
25 agosto 2023 | 2:46 pm