La Italia de los años 30 estuvo marcada por el control del partido fascista de Benito Mussolini y el cine sirvió de escape para transmitir un mensaje de tranquilidad a una sociedad que vivía momentos muy complejos.
A este cine escapista se denominó de los «teléfonos blancos» ya que eran frecuentes las escenas con oficinas, secretarias y los simbólicos teléfonos de color blanco. Este tipo de películas, que trataban de mostrar una realidad mucho más idílica de la que se vivía en la realidad, fue también usada durante la Gran Depresión en muchas producciones de Hollywood. A imitación de esta y para competir con la industria americana o la UFA alemana, Mussolini decidió crear a mediados de los años 30 la Cinecittà, los estudios más grandes de Europa, que fueron arrasados durante la Segunda Guerra Mundial, aunque volvieron a florecer en los años 50 dando cabida a grandes películas de Hollywood.
Estas comedias de telefoni bianchi tenían en común un visión de la vida en paz y armonía, historias sin grandes problemas y, por supuesto, con final feliz. Se excluían temas violentos, de delincuencia, conflicto, adulterio o prostitución, ya que siempre tenían a la censura pendiente de no traspasar las líneas rojas de la «decencia». Al final lo que quedaba eran guiones algo sosos, con toques sentimentales pero con un trasfondo de amor inocente, con alguna trama ligera de celos o equívocos, pero sin atisbar ningún tipo de maldad y sin mostrar, claro está, los problemas sociales o económicos de la sociedad italiana.
Los teléfonos blancos eran un símbolo de distinción en una época en la que casi nadie disponía de uno, mostrando una vida de ricos burgueses dejando clara la jerarquía de clases. Esta evasión de la realidad como «opio para el pueblo» fue imitada por otros dirigentes como Hitler o Franco. Este cine de marcado carácter ideológico y basado en temas establecidos, como también sucedía con el soviético, era de gran calidad en muchos casos, con escenarios muy elaborados y contando con grandes estrellas.
Estas cintas también se conocían como «comedias de estilo húngaro», ya que estaban inspiradas en comedias de teatro de Hungría e incluso algunas tramas se desarrollaban en el propio país magiar, alejando algunos de estos enredos amorosos (y la censura) de las típicas familias conservadores italianas.
La canzone dell’amore (Gennaro Righelli, 1930), dirigida y protagonizada por Righelli, fue la primera película que abrió estas comedias de teléfonos blancos y a la vez pudo ser la primera producción sonora italiana, hito por el que rivaliza con Sei tu l’amore (Alfred Sabato, 1930).
También fue un «teléfono blanco» el debut como director de Vittorio de Sica (junto a Giuseppe Amato) en Rosas escarlatas (1940) y posteriormente en Nacida en viernes (1941), dos comedias de amores cruzados. De Sica fue actor protagonista habitual en gran parte de estas comedias como Bajo aristocrático disfraz (Mario Camerini, 1937), Grandes almacenes (Mario Camerini, 1939) o La aventurera del piso de arriba (Raffaello Matarazzo, 1941).
Junto a De Sica, otros directores importantes fueron Mario Camerini y Alessandro Blasetti, representativos además del cine propagandístico de Mussolini y de las principales películas de ideología fascista. La carrera de una doncella (Dino Risi, 1976), de título original Telefoni bianchi y protagonizada por Agostina Belli, fue una comedia de los años setenta que retrataba el cine italiano durante esta época.
¿Te ha gustado el artículo? Quizá te interese alguno de estos relacionados con el tema:
Desearía realizar un ensayo sobre la comedia tardofranquista ,centrada en la figura de Paco Martinez Soria.Creo que el fenómenp del Cine de «los teléfonos blancos»tiene más analogía con el cine de comedia Español de los 60 y 70 que la genuina comedia italiana de la misma época.
Por ello me encantaría recibir información al respecto.Muchísimas gracias por su atención.
26 julio 2023 | 5:48 pm