El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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La sonrisa cítrica: sobre mandarinas, naranjas, clementinas y demás

NaranjaMandarinas, naranjas, clementinas, pomelos, etcétera, volvemos a estar de enhorabuena con esto de la temporalidad… ya sabes unas cosas se marchan (pero volverán) y otras llegan; y ahora empieza el momento de los cítricos (entre muchos otros alimentos propios del otoño y del invierno)

Para los que disfrutan de una buena mesa no conozco pregunta más absurda que aquellas del tipo cuál es tu plato preferido y, en este caso, tu fruta preferida. A mí al menos me pasa, que soy incapaz de dar una, ni tan siquiera una docena… en su punto de sazón, todas las frutas me parecen exquisitas. Pero también es cierto que por las naranjas y cítricos en general tengo una particular predilección, creo que me gusta todo lo que sepa o huela a naranja, limón, etcétera. Me gustan las colonias de inspiración cítrica, mis hijas tienen un bonito cuento titulado “la bella mandarina” y disfruto como un enano de postres y recetas que bien a lo bruto o bien de forma más elaborada incorporan este tipo de elementos (chocolate negro con naranja, mermelada amarga de naranjas cachorreñas, ensaladas con naranja o mandarina, lomo al horno con naranja, etcétera).

 

Zumo vs fruta. No hay color

Una de las preguntas más recurrentes con respecto a estas cosas de los alimentos es la de si un zumo equivale a una ración de fruta, en especial cuando se trata de naranjas que es la típica fruta “del zumo”. Y la respuesta ha de ser clara: NO. Veamos el porqué:

Cuando te haces un zumo empleas cerca de tres naranjas (ya lo sé, depende) y te bebes en medio minuto las calorías de esas tres naranjas al tiempo que dejas gran parte de la fibra en el exprimidor. Sin embargo, cuando comes naranja, comes una, con todas sus calorías pero tampoco más, tardas más tiempo en hacerlo que el hecho de beberse un vaso, lo que favorece el aumento de la saciedad y además te metes toda todita su fibra con todos sus beneficios. Así pues, el zumo, aunque sea “natural” y se elabore a base de fruta, no es fruta. Para más razones sobre si un zumo de fruta equivale a una ración de fruta, te sugiero que le eches un vistazo a este documento de posicionamiento del GREP-AEDN. Y ya que estamos que contrastes en este enlace (¡Y una fruta mierda!) la utilidad de esos preparados que se venden especialmente para niños y que supuestamente equivalen a una ración de fruta.

 

Vitamina C y resfriados

Otra idea bastante bien instalada entre la población general es el hecho de que las frutas cítricas previenen o minimizan los procesos gripales y catarrales, gracias a su aporte de vitamina C.

Con este nutriente como centro de atención y el tema de los enfriamientos y de las gripes se han publicado infinidad de estudios científicos en los que la gran mayoría no observan estos beneficios preventivos y, unos pocos, parece que sí. Afortunadamente en la base de datos Cochrane se cuenta con un reciente metaanálisis sobre esta cuestión (Vitamin C for preventing and treating the common cold) cuyas conclusiones son las siguientes:

El fracaso de los suplementos de vitamina C para reducir la incidencia de resfriados en la población normal indica que la profilaxis con mega-dosis de esta vitamina no justifica racionalmente su uso en la población general. Sin embargo, la evidencia también muestra que su uso podría justificarse en las personas expuestas a una actividad física intensa en ambientes fríos durante breves periodos de tiempo. […] Aquellos estudios en los que se utilizó la vitamina C el inicio de los resfriados como una posible terapia no mostraron ningún beneficio en dosis de hasta 4 gramos al día [de vitamina C]. No obstante, en un gran estudio en el que se utilizaron dosis terapéuticas de hasta 8 gramos, mostró resultados positivos pero controvertidos sobre esta posible utilización al inicio de los síntomas

Nota 1: Para que te hagas una idea de cuanto por encima están 4 y 8 gramos de las recomendaciones de ingesta para la población general en cuanto a la vitamina C, baste decir que esas recomendaciones están concretadas en 75 y 90 mg/día.

Nota 2: En cualquier caso, tanto si estás resfriado como si no, sigue siendo más conveniente que te tomes una naranja (o una manzana o un persimón o…) que, por ejemplo, un bollo suizo.

En resumen

No hace ninguna falta promocionar el consumo de frutas utilizando  para ello el reclamo de sus nutrientes aislados, que no dejaría de ser una expresión más del consabido nutricionismo.

Los beneficios de incluir una adecuada proporción de fruta en nuestra dieta diaria están más que contrastados hasta el punto de que, por ejemplo, la OMS cifra en 1,7 millones las muertes en el mundo directamente atribuibles a un bajo consumo de frutas y hortalizas.

Mi consejo es que para alcanzar ese adecuado consumo, que recurras a los productos de temporada, y las razones son claras: estos productos son más baratos que en otras épocas del año, reúnen todas sus óptimas cualidades sensoriales (están más ricos) y se aprende a seguir una sana variedad sin caer en el aburrimiento.

Para des-estresar un poco con tanta cifra de muertes y demás, te dejo con un desternillante monólogo de Luis Piedrahíta (como todos los suyos) en el que empieza preguntándose si las naranjas se llaman así por su color, o si el color “naranja” se llama así por el color de las naranjas, y termina desvariando sobre la piel de las mandarinas. Una especie de qué fue antes si el huevo o la gallina pero de un color naranja-hilarante.

Si quieres, antes de darle al “play” te sugiero que vayas a por unas mandarinas, o a por una naranja, y que disfrutes el doble mientras lo ves.

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Imagen: Theeradech Sanin vía freedigitalphotos.net

Las mal llamadas “leches de crecimiento”: innecesarias y caras

Niño leche

La semana pasada un buen amigo de la comunidad virtual, José Manuel López Nicolás (@ScientiaJMLN) se marcó de nuevo un buen tanto al publicar un post con su opinión y sus razones documentadas al respecto de la utilidad de las incorrectamente llamadas “leches de crecimiento”. Me refiero esos briks similares a los de leche que bien en el supermercado o bien en la farmacia (no pienses que por encontrarlos en farmacias van a ser mejores que los de súper… de hecho son los mismos) y a través de su publicidad, nos pueden hacer llegar a pensar que nuestro hijo de corta edad necesita de ellos para crecer con salud, desarrollar plenamente su intelecto o ser feliz. Y a mí, mira por dónde, me apetece comentar estas cuestiones y subrayar algunas cosas que creo se merecen una especial atención.

 Ni “leches”, ni “de crecimiento”

La primera de ellas, es resaltar el mal uso que frecuentemente se hace de la terminología para referirse a estos productos. A ver si nos queda claro, comercialmente con la legislación en la mano, no se pueden denominar “leche”. En estos casos estamos ante una serie de productos lácteos o ante derivados lácteos en los que la adición de tanta martingala (vitaminas, minerales y ácidos grasos) más que la eliminación de algunos elementos característicos de la leche (en especial sus grasas típicas) impiden que legalmente se le pueda llamar “leche” a este tipo de productos. Y este es un aspecto que me parece importante ya que soy de la opinión que de modo subliminal todo aquello etiquetado como “leche” es mejor aceptado o acogido por la población general. La leche figurará como ingrediente del producto, pero nunca el producto deberá ser nombrado como “leche”.

Además, está la otra cuestión: la del “crecimiento”, que tampoco. Estos productos como cualquier otro alimento funcional no pueden, legalmente, dar a entender al consumidor que el efecto buscado (el crecimiento) depende únicamente del consumo de su producto o que de su falta de consumo se puedan derivar consecuencias negativas.

El post de Scientia partía de la base de comentar el reciente posicionamiento de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria sobre el estado de salud de los bebés y niños europeos de hasta 3 años; de lo bien o mal nutridos que están, de sus posibles carencias y también de sus posibles excesos. Ese posicionamiento lo puedes leer aquí Scientific Opinion on nutrient requirements and dietary intakes of infants and young children in the European Union. Para ello, el panel de expertos hacía estas aclaraciones previas en la línea de lo que estoy comentando:

Las “leches de crecimiento” o las “leches específicas para niños” son fórmulas basadas en la leche o no, inicialmente destinadas a los niños pequeños. […]. El panel de expertos propone no utilizar el término “leche de crecimiento” porque su uso implicaría un efecto particular sobre el crecimiento [cuando no tiene por qué ser así]. […] Este panel propone referirse a este tipo de productos como “Fórmula para niños pequeños” […] a los que se les debería aplicar la norma para las fórmulas de continuación [lácteas o no] CODEX STAN 156-1987.

Veamos ahora el hecho de su necesidad

En el informe se mencionan cuatro posibles déficits nutricionales (ácidos grasos de la familia omega tres, vitamina D, hierro y yodo) en la población en estudio y un exceso (el calórico) que pueden suponer una situación de riesgo para esta población. Así, en el informe se puede leer claramente que:

Los expertos consideran que tanto los déficits como el exceso se deben afrontar siguiendo las Guías Alimentarias Basadas en Alimentos […] a partir de una alimentación saludable. Estas guías ofrecen educación nutricional y consejos tanto para los individuos concretos como para el público en general con el fin de alcanzar los objetivos nutricionales y de ayudarles a seleccionar una dieta que satisfaga sus necesidades. Estas recomendaciones incluyen la adecuada elección de alimentos que son fuente de aquellos nutrientes clave para la salud pública […]

Tal y como reza el REGLAMENTO 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos en su artículo 3, apartado d:

“La utilización de declaraciones nutricionales y de propiedades saludables no deberá: […] afirmar, sugerir o dar a entender que una dieta equilibrada y variada no puede proporcionar cantidades adecuadas de nutrientes en general”

De todo ello se desprende que no hacen la menor falta alimentos enriquecidos si las cosas se hicieran bien. Así pues, mejores alimentos y menos alimentos funcionales. Porque además, el comer mejor termina resultando, mucho más rico y además mucho más económico que el recurrir a la dexcontualización del nutriente a base de sacarlo de su “alimento de origen” para terminar poniéndolo no importa donde. En este caso en una supuesta “leche”.

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Imagen: imagerymajestic vía freedigitalphotos.net

Útil herramienta para comprar y preparar pescados y mariscos

PescaderíaMi padre, que se toma muy en serio eso de ayudar a su hijo a la hora de aportar contenidos interesantes a este blog (y a veces lo consigue) me ha hecho llegar un enlace francamente práctico a la hora de abordar la compra y el cocinado de pescados y mariscos. En estas páginas que te comento se nos presentan la mayor parte de todos los productos que nos podemos encontrar en una pescadería, sus características, su temporada particular, las zonas habituales de extracción, el modo de limpiarlo y cocinarlo, y algunas recetas básicas

En esta iniciativa de «Pescaderías Coruñesas» se pueden encontrar divesas utilidades prácticas. Por ejemplo, en este enlace puedes ver las imágenes de los pescados y mariscos, identificándolos de forma visual.

Este otro enlace es especialmente interesante ya que nos muestra con fotografías como se limpia cada especie, cómo se le quita la piel, se obtienen lomos o rodajas, se desespinan, se sacan las cocochas a una merluza… o cómo se abren los distintos moluscos vivos y las herramientas necesarias. Especialmente interesante es el tema de la cocción del marisco. Importante lo del agua con sal (mucha sal, cerca de 70g por litro empleado) y los tiempos que varían de forma importante entre un producto y otro.

Y por último, en este enlace se llega a los fogones y se ofrecen las recetas típicas y básicas para los distintos productos, y también recetas especializadas, o “de autor”.

Nota: no he visitado todos los productos, pero sí una buena parte y me ha llamado la atención el tiempo de cocción de los bígaros, para mi excesivo (sugiere 5 minutos después de que vuelva a hervir el agua) ya que en mi casa los dejamos cociendo no más de 2 minutos y salen exquisitos.

En cualquier caso, me ha parecido una información para todos que, siendo o no foodies, nos interesan estas cuestiones o necesitamos una guía rápida.

Hala, ya solo queda tener ganas y una buena mano en la cocina… y a disfrutar #slurpslurp

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Imagen: stephanemartin vía Flickr Creative Commons

Ser “foodie” está de moda

Foodie 2Por definición, mi carácter es refractario a ciertas etiquetas, en especial aquellas de origen anglófono. Esta que al parecer está cobrando cierta presencia en nuestro entorno no es una excepción. Se trata de aquellas personas que son o se consideran foodies.

¿Qué es ser «foodie»?

Como casi siempre en estos casos no vamos a encontrar en ningún lado una definición oficial. En resumen, se trataría más o menos de aquellas personas que tienen una especial predilección y conocimiento por todo lo que se refiere al ámbito culinario, desde el conciso conocimiento de la temporalidad de los alimentos, sus diversos orígenes, características organolépticas, hasta los procesos de obtención, las diversas técnicas culinarias, las recetas, la utilidad del variado menaje de cocina, etcétera. Si hacemos el esfuerzo de encontrar un equivalente autóctono, hay quien ha propuesto que estos foodies pueden equipararse a los cocinillas de toda la vida o a aquellas personas con la consideración de gourmet o sibarita más allá de su vinculación con la hostelería.

¿Será mi madre una «foodie», lo seré yo? No.

Sabiendo esto, cuando tuve conocimiento de este término me pregunté a continuación si mi madre o las madres de mi generación podrían acceder también al estatus de foodie. La respuesta a mi modo de ver es clara: ni de coña. A pesar de cumplir fehacientemente con las características mencionadas del buen foodie y de tener una cierta vis gourmet, mi madre no encaja en la definición. Y la razón es clara, su desempeño cotidiano en la cocina no es “por amor al arte”, no se vanagloria especialmente de hacer lo que hace, ni se permite el lujo de aleccionar a nadie dando recetas de no importa qué producto o proponiendo curiosas técnicas culinarias. Si acaso, esas madres educan y transmiten calladamente unos conocimientos difíciles de encontrar en una universidad. Nuestras madres lo hacían, con mayor o menor éxito, porque lo tenían que hacer. Y para hacerlo bien tenían que aprender, informarse, ensayar… todo aquello que el foodie hace pero sin la presión del “tener que hacerlo”. De igual modo, esas madres tampoco entran en el molde de ser unas cocinillas. Con todos mis respetos opino que la condición de foodie o cocinillas implica una cierta perspectiva apijotada de la cuestión culinaria.

No deja de ser curioso que al mismo tiempo que florecen este tipo de figuras, el promedio del tiempo y dedicación que se brinda a la cocina en los hogares españoles ha descendido estrepitosamente. Por lo general nos desenvolvemos en la cocina mucho peor de lo que lo hacía la generación anterior, le dedicamos menos tiempo, comemos más veces fuera de casa y, en resumen, cocinamos menos y peor. Quizá por eso quienes en nuestro tiempo se han preocupado por mantener unas ciertas dotes culinarias destaquen frente al resto. Pero es indispensable tomar en consideración que los que ponen en práctica día a día estos conocimientos y alimentan de esta forma a su familia, a sus hijos, etcétera pasan olímpicamente de estas cuestiones de etiquetas, y por supuesto de que le tilden de “cocinillas”, estatus al que solo se suele acceder cuando el acercamiento a los fogones es más anecdótico que cotidiano.

Por mi parte no puedo sino animarte a que conozcas más el mundo de la cocina, que aprendas y al mismo tiempo transmitas una cultura que nos es propia y que a golpe de anglicismos, bien por la terminología y bien por el estilo de vida, estamos perdiendo a la chita callando y a pasos de gigante.

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Imagen: stockimages vía freedigitalphotos.net

¿Puede una madre alimentarse ella y su hijo con 11 euros a la semana?

El pasado jueves mi vecina Madre reciente (@madrereciente) me pasaba a través de Twitter un enlace vía Gonzoo en el que se daba cuenta de la particular historia de una admirable madre coraje (con descenso a los infiernos y resurgir incluidos). En ella se plasma la odisea de una mamá británica y soltera de 25 años, Jack Monroe, y su hijo de más o menos 2, que las han pasado canutas en lo que se refiere a la cuestión económica. Sin trabajo, sin dinero y recurriendo a la venta de no importa qué de sus pertenencias para hacer frente a facturas y a la necesaria alimentación propia y de su hijo. Entre otras cosas.

Su historia, poco digna en principio de recibir especial atención por lo común de la misma, se ha convertido en todo un acontecimiento al haber empleado su angustia para dar a conocer las soluciones alimenticias de bajo coste que ha aplicado, desde la compra de alimentos a partir de ofertones, hasta la forma de cocinarlos a partir de genuinas recetas, cómo ahorrar en gas y electricidad, etcétera. Y además lo contó en un blog que en relativamente poco tiempo se ha convertido en todo un éxito de visitas. Un reconocimiento a su dedicación que se ha plasmado en premios a su actividad como bloguera, además de tener la oportunidad de publicar un libro con sus recetas de bajo coste (que verá la luz en febrero de 2014) y de obtener un trabajo como reportera en un periódico.

De toda esta modélica historia lo que a mí más me llama la atención, y supongo que a vosotros también, es la afirmación de poder dar de comer a su hijo y alimentarse ella misma con un presupuesto semanal de 11 euros ¿cómo es esto posible? ¿se podría hacer lo mismo en España?

Spain is different (y no para lo bueno precisamente en esto)

Jack MonroeSin quitarle un ápice al mérito que tiene Jack, opino que las circunstancias que le han posibilitado ajustar tanto el presupuesto no son las mismas que en España. Yo no he vivido en el Reino Unido y por lo tanto no tengo elementos para ponderar las diferentes circunstancias entre España y el Reino Unido. Sin embargo, sí que cuento con el testimonio de personas muy cercanas a mí que me han dado su opinión y sus razones para pensar que aquí esto no sería posible o al menos no a tan bajo coste. Mi compañero en la Universidad David Flores que ha vivido y trabado bastantes años en el Reino Unido me comenta que las políticas de precios y ofertas de alimentos en este país son completamente diferentes a las españolas. Sin ir más lejos, allí es práctica habitual lo que se conoce como reduce to clear una especie de “rebajas por liquidación” o más bien “chollos hasta que se acaben” en la que se ponen a la venta auténticos ofertones de alimentos a un precio simbólico, rayando en lo ridículo, de aquellos productos que están próximos a caducar o con la fecha de consumo preferente muy cercana. De esta forma es fácil encontrar paquetes de pan de molde al precio de 10 céntimos, fruta embolsada a 15, productos perecederos (carnes, pescados, lácteos, etcétera) a precios casi insignificantes.

Se hace así para no tener que tirar comida y para que ello además no suponga un gasto extra de logística. De este modo, me comenta mi compañero, no es infrecuente ver determinadas cadenas de supermercados atestados de gente a las 10 de la noche (ten en cuenta el país del que estamos hablando) haciendo acopio de todos estos productos que luego congelan.

Porque esa es otra, no es solo el país sino también la cultura. En el Reino Unido existe una “cultura del congelador” mucho más extendida que aquí, en donde somos mucho más reacios a congelar alimentos creyendo muy habitualmente que estos “pierden propiedades”

Además está el tema del coste de los alquileres, la electricidad y el gas… nada que ver con los españoles considerablemente más caros (al menos eso me cuenta David)

Por último está el tema del poder adquisitivo, con diferencias considerables entre ambos países. David, que volvió a España en 2008, me cuenta que actualmente se gasta un porcentaje muy superior de sus actuales ingresos en la cesta de la compra que el que se gastaba en el Reino Unido hace 5 o incluso 10 años.

En resumen, e insisto que haciendo todo el aprecio posible a la labor de Jack Monroe que cuenta con toda mi admiración, partiendo de la base de que tenemos una cultura bastante derrochona. Me refiero a todo en general y al tema de la alimentación en particular. Estoy convencido que Jack, tanto en su blog como en su libro y artículos puede aportarnos algunas ideas útiles para tratar de rentabilizar mejor nuestros recursos, pero soy un tanto escéptico cuando el límite se pone en 11 euros por semana en alimentación para una madre y su hijo. Y más aun cuando ese presupuesto incluya el alimentarse de una forma más o menos saludable.

Y vosotros ¿qué opináis, dónde y cómo ahorráis, dónde está el límite inferior semanal de gasto para alimentarse una familia? De momento os dejo con un vídeo suyo (lo cierto es que esas hamburguesas vegetales no tienen ninguna mala pinta)

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“Coulis de licopeno” o ketchup, la salsa de la discordia

Bocata ketchupEntre aquellos alimentos que tienen que soportar una negra, y a mi modo de ver injustificada leyenda figura sin lugar a dudas el ketchup. Un producto al que, así a lo tonto, ya le vengo dedicando con este tres post seguidos.

Antes de meternos en materia déjame que te explique el título de hoy, cuya correcta  interpretación no tiene porqué ser inmediata. Por coulis, voz francesa admitida en el DRAE, se entiende en el ámbito culinario y gastronómico aquellas salsas concentradas de verduras o frutas, más espesas que ligeras, que se utilizan frecuente pero no exclusivamente en el marco de la repostería para napar tartas, pasteles, carnes, pescados o cualquier otra receta que se preste a ello. Así, son frecuentes los coulis de frutas como el de frambuesa, de fresa, de pera… y también de verduras u hortalizas como el coulis de tomate al que yo me he permitido la licencia de apijotarlo como coulis de licopeno para referirme al kétchup, por ser este, el licopeno, uno de sus componentes más característicos.

¿Cuál es el origen del kétchup?

Al parecer, y en contra de la creencia popular, el origen del ketchup tanto en su concepto como sobre todo su nombre se encuentra en una antigua receta china conocida como ke-tsiap. Este preparado servía más para conservar las carnes y los pescados que para acompañarlos en una época que aun queda por determinar y sin que evidentemente esta mezcla a base de vinagre y azúcar contara con el tomate entre sus ingredientes. Alcanzó una popularidad notable pero no fue hasta el S XVII cuando fue conocida por los marinos ingleses en su exploración del continente asiático. Tratándose como se trataba de un elemento para la conservación de los alimentos este “descubrimiento” fue felizmente acogido entre los marineros por razones obvias, aún sin tomate. Al final, la generalización en el uso del tomate para acompañar este preparado llegó de la mano de un empresario Henry John Heinz quien teniendo una floreciente empresa de conservas vegetales decide en 1876 poner a la venta una especie del comentado ke-tsaip en el que además se incorporaba el famoso tomate, denominado a su producto tal y como hoy lo conocemos: ketchup.

HenryJHeinz

El kétchup: pocas calorías, libre de grasas y rico en licopeno

A día de hoy, el ketchup es una salsa de tomate con vinagre, azúcar, sal y diversas especias que, en cada caso, le dan sus característicos matices a las distintas variedades y marcas. Entre su composición, por tanto, destaca el agua, resultando en un alimento relativamente poco calórico (unas 100 kcal/100g de producto) con poca cantidad de principios inmediatos. Entre ellos destacan los hidratos de carbono, participando en su presencia los que aporta el propio tomate y el azúcar de sus ingredientes; además de una escasa cantidad de proteínas y un prácticamente despreciable contenido en grasas.

Pero si algo hay que destacar positivamente del contenido nutricional del kétchup es su contenido en un antioxidante naturalmente presente en el tomate, el licopeno. No por casualidad el tomate responde al nombre científico de Solanum lycopersicum.

¿Qué es el licopeno?

Se trata de uno de los tantos pigmentos llamados carotenoides que en muchos vegetales contribuye a dotarles de su color rojo característico. El licopeno lo podemos encontrar en sandias, pomelos rosas, albaricoques… pero está especialmente presente en los tomates y los derivados alimenticios preparados con este fruto (salsas de tomate, el propio ketchup, etcétera). Una curiosidad relacionada con el título del post de hoy resulta de conocer que la aplicación de calor sobre el tomate (para la elaboración de sus múltiples derivados) resulta en un aumento de la biodisponibilidad del licopeno. Además de las fuentes naturales, el licopeno también está dentro de la lista de aditivos alimentarios autorizados siendo posible su utilización como colorante ya que tiene asignado el código E-160d dentro de la legislación alimentaria europea.

Pero tampoco nos volvamos locos con el licopeno ni con ninguna otra sustancia de carácter antioxidante cuando la descontextualizamos fuera de un consumo adecuado de alimentos. Y es que las frecuentes relaciones del licopeno con la salud parten de esta realidad antioxidante. Quizá por está razón su uso se ha vinculado con un posible efecto beneficioso a la hora de prevenir el cáncer y otras patologías (sobre todo desde las terapias alternativas, muchas veces exagerando y engrandeciendo unas propiedades no concluyentes).

No obstante y a pesar de las fundadas buenas perspectivas que pudieran haber recaído sobre el licopeno, las evidencias concretas que se conocen a ciencia cierta sobre su efecto en la salud son limitadas. Considerado como un suplemento, el licopeno, no sale muy bien parado (tampoco mal, eso es cierto) en La Base Exhaustiva de Datos de Medicamentos Naturales que clasifica la eficacia basada en evidencia científica de las distintas sustancias “naturales”, contiene la siguiente información referida al licopeno en base a su utilidad dentro de la siguiente escala: Eficaz; Probablemente eficaz, Posiblemente eficaz; Posiblemente ineficaz; Probablemente ineficaz; Ineficaz, e Insuficiente evidencia para hacer una determinación:

Probablemente eficaz para prevenir la deficiencia de licopeno [sinceramente desconozco en qué consiste o qué efectos pudiera acarrear]

Posiblemente ineficaz para prevenir la diabetes

Insuficiente evidencia para hacer una determinación en los casos de cáncer de próstata, de mama, de ovarios, pancreático, pulmón, colon y recto; manchas blancas precancerosas en la boca (leucoplasia oral); enfermedades cardiacas; enfermedades de los ojos (maculopatía relacionada con la edad); infección con el virus papiloma humano (VPH); arterioesclerosis; cataratas y otras afecciones… Para todas estas situaciones, no se dice que el licopeno no pueda ayudar sino que se necesita más y mejores estudios para poder atribuirle un efecto beneficioso en estos casos.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria también deja bastante claro el tema de los posibles efectos del licopeno. En un informe de 2011, se afirma que por el momento no se puede establecer una relación causa y efecto entre la ingesta de licopeno (sea del origen que sea) y los beneficios sobre la salud prostática, cardiovascular, de la piel, sobre el daño en el DNA, sobre las propiedades antioxidantes, el estrés oxidativo o la salud visual.

Al final qué hacemos, ¿tomamos o no tomamos ketchup?

ketchupEn mi opinión el uso del ketchup se ha criminalizado por su frecuente asociación con la comida rápida. Una especie de “la comida rápida es poco conveniente-el ketchup se utiliza mucho en la comida rápida-luego el ketchup es malo”. Pero las cosas no funcionan así. El producto per se tiene unas características nutricionales bastante interesantes, con pocas calorías para lo que se suele creer, sin apenas grasas y con una fuente bastante potente de antioxidantes. Además su uso, normalmente se hace en cantidades relativamente reducidas. Así pues, no veo mayor problema para utilizarlo. Pero hacerlo cuando corresponde, no de forma indiscriminada o con el fin de que nuestros hijos terminen por comer lo que “se tienen que comer” tal como vimos en esta entrada. No porque sea “insano”, sino por que su uso terminará por amodorrar las ya bastante adormiladas papilas gustativas de los más pequeños y porque además, no sería esta una buena forma de educar haciendo que todo sepa a lo mismo. Precisamente por los motivos contrarios que en el fabricante de kétchup Heinz en su página web, en el apartado de “verdades y mentiras” responde lo siguiente a si es bueno que lo tomen los niños:

El ketchup es una salsa de tomate con un color y sabor muy atractivo para los niños. Por lo tanto es una forma de que tomen tomate. Además su utilización como acompañante de los platos puede ayudar a que coman otro tipo de alimentos, como por ejemplo las verduras. Se podría decir que es un aliado en la alimentación de los niños.

Pues no señores de Heinz, para mi gusto su producto es uno de los mejores (al menos desde un estricto punto de vista organoléptico y personal), pero su respuesta sobre esta cuestión deja bastante que desear… ¿ketchup con todo? No señores, no.

 

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Nota: Este post está dedicado con cariño a Miguel A. Sabadell (@cienciadetuvida), del que hace años fui vecino en la revista «Sabor de Aragón», su sección se llamaba tal que así, «Coulis de licopeno»

Imagen: m_bartosch y Grant Cochrane vía freedigitalphotos.net; Hephaestos vía Wikimedia Commons;

Ketchup Heinz: para algo que me gustaba de McDonald’s, va y lo quita

HeinzketchupNo soy muy asiduo a los “restaurantes” de comida rápida tipo hamburguesería y demás entre los que McDonald’s es a todas luces un líder de mercado, por no decir “el líder” junto a otras franquicias como Burger King y pocas más. Es más, creo que a lo largo de toda mi vida no se me habrá visto el pelo en estos lugares más de una docena de veces. Dejando de lado la calidad de la comida y su palatabilidad que no es que me vuelva loco precisamente, las veces que he ido me he llevado una sensación más agri que dulce. Entre los aspectos menos positivos a mi modo de ver de este tipo de establecimientos figuran, la calidad en la atención del personal que tras la barra te toma el pedido, al que normalmente parece que se le debe y no le pagan. También está la incertidumbre de qué es lo que ocurrirá en la cocina (si es que se le puede llamar así) con un personal que no tiene mucha pinta de estar especialmente motivado. Otra cuestión es la de saber de antemano que lo que te van a servir poco o nada se va a parecer a lo que está en las fotos del propio establecimiento ofertando el menú. Porque a priori la pinta de las fotos no es del todo mala, incluso tienen un aspecto apetecible. Hasta que después de haber pagado, observas aquello que te han puesto encima de la bandeja. Lo único que es igual a lo de la foto es el sobre de ketchup. Ketchup  de la marca Heinz, para más señas.

Y aquí quería llegar yo. El ketchup Heinz, el de toda la vida en mi casa y en las franquicias McDonald´s va a dejar de distribuirse en los centros de esta cadena de hamburgueserías por que al parecer un alto ejecutivo de Burger King (la principal competencia de McDonald´s en el mundo hamburgueseril) ha fichado como director ejecutivo de Heinz. Y McDonalds ha dicho que hasta aquí podíamos llegar a pesar de que el matrimonio “Mc-Heinz” gozara de una aparente excelente salud desde hace cerca de 40 años y que ya están pensando en hacer una transición hacia otros proveedores de ketchup. Por su parte, la compañía Heinz, fiel a su política interna de no hablar de las relaciones con sus clientes ha decidido no pronunciarse.

Pocas razones de las conocidas pueden motivarme para terminar batiendo la mandíbula en un McDonald´s (o en cualquier otra franquicia de su estilo) pero desde luego saber que ya no va a haber más ketchup Heinz en sus establecimientos no será precisamente uno de ellas. Y menos sí, como se rumorea, el fabricante de salsas Hunt´s pueda a ocupar su lugar ya que a mi parecer termina siendo un producto mucho más empalagoso y menos genuino que su competidor en esto de las salsas.

En realidad no sé para qué te cuento estas cosas, si tú ya tendrás una idea de qué se cuece en estas grandes compañías. Simplemente me pareció que te podrían interesar estos tejemanejes entre las grandes empresas de la comida rápida. Y ya que estamos, no quiero dejar la oportunidad de compartir esta imagen en la que se da cuenta de la cantidad de McDonald’s en Estados Unidos de una forma muy gráfica (2009). Para que te hagas idea el punto más alejado de un McDonald’s en tierras estadounidenses es de 107 millas en línea recta, 145 por carretera. Alucinante.

distance_to_mcdonalds

 

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Nota: Quiero agradecer a Gloria (@gloleab) su contribución para la redacción de esta entrada.

Imagen: Justme89 vía Wikimedia Commons y  Stephen Von Worley

Niños y ketchup: ¿una batalla perdida de antemano o una buena solución?

ketchupA raíz de la entrada del otro día en el que describía el bizarro asunto de aquella señora que promociona un sistema adelgazante consistente en rociar el entorno de las comidas más tentadoras con un espray pestilente (y de esa forma terminar por abortar todo intento de comérselas), algunos comentarios juguetearon con esta idea de los olores y aromas pero, esta vez, con una aplicación más positiva. Planteaban si sería posible idear y crear un spray que en vez de provocar el rechazo a un alimento facilitara su consumo.

Sobre el papel este tema puede tener su enjundia. Imagínate, que resulta que a alguien no le gusta y le cuesta comer… lo que sea, pero que al mismo tiempo se ve en la “obligación” de comerlo ya que es muy “sano” y conveniente comerlo. Pues ¡zasca! rociada con el spray aromatizado a lo que sea (rico y agradable) y asunto arreglado. Paradigma de esta situación es la de nuestros hijos y el ejemplo típico de las verduras, el pescado… ¿que resulta que no les gusta y no quieren comer brócoli? pues nada, buena chorretada de spray de chocolate por encima y a correr… ¿Qué no hay forma de que se coman esa maravillosa merluza a la romana que has preparado? no hay problema, chufletada de espray con aroma de algodón de azúcar y todos contentos… ¿no?

Pues no. Al menos un servidor no piensa así. No digo que este tipo de espray no terminara por triunfar desde un punto de vista comercial, creo muy posible que tuvieran un notable éxito. Lamentablemente, no lo puedo negar. Pero mi rechazo para darle el visto bueno al espray como tal se debería a que no me parecería una adecuada herramienta para educar a nuestros hijos. Al igual que tampoco me lo parece ese otro tipo de conducta parental consistente en servir o permitir acompañar la comida de los más pequeños con cantidades industriales de la salsa de turno más persistente, lo más típico, ketchup. Aunque hay muchas otras posibilidades, mayonesas, salsa rosa y hasta, pásmate, Nocilla (sí, eso lo he visto yo con estos ojitos míos: Nocilla con alcachofas, y en ese orden más que en el contrario)

Volviendo al tema del aerosol perfumante, como digo, creo que podría llegar a triunfar pero seguiría siendo tan mala estrategia como la del ketchup. Conste que no tengo nada en contra de este alimento, siempre que ocupe su sitio y no se descontextualice su uso. Es más, el ketchup me gusta y no poco… pero solo cuando es “del bueno”.

La varita mágica para que el nene se coma lo que “se tiene” que comer

Además, como habrán podido comprobar muchos papás y mamás, hay veces que ni con el ketchup “el nene” se termina por comer lo que los padres quieren que se coma. Así, resulta, que la presunta “varita mágica” no lo es tanto y falla más que una escopeta de feria. En realidad no hay “varitas mágicas” en este asunto de que los niños coman. Bueno sí que las hay, pero no se pueden poner encima de un plato o guardar en el frigo o en la despensa. Esas varitas mágicas a la que me refiero se llaman amor y buen hacer. Buen hacer para dedicar tiempo a la cocina, para comer lo mismo que los niños comen, para comer con ellos, para involucrarles a la menor oportunidad en los procesos de planificar el menú, comprar los ingredientes, cocinar… Y amor, mucho amor para, dentro de una adecuada oferta saludable de alimentos dejarles decidir qué comer y qué no (creo que a estas alturas sería conveniente que le eches un vistazo a la entrada: “¿Que tu hijo come de todo? No te preocupes, ya cambiará”). Con respecto a los alimentos menos recomendables, eso sí, estaría muy bien que siguieras la fantástica máxima de Julio Basultono ofrecer, no negar” localizada en el libro “Se me hace bola”. Es decir, no dárselos habitualmente, pero tampoco ser tan fundamentalista como para quitárselos de las manos si ya han caído en ellas.

Por cierto, ya que estamos, y antes de despedirme déjame que te anuncie el título de la próxima entrada, para que veas que nada más alejado de mi intención el criminalizar el uso del ketchup. El próximo post tendrá por título: “Ketchup Heinz: para algo que me gustaba de McDonalds, va y lo quita”.

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Imagen: Grant Cochrane vía freedigitalphotos.net

Análisis de intolerancias alimentarias «de bolsillo», otro test intolerable

El tema de las intolerancias alimentarias parece que no tiene fin. Bueno, en realidad lo que no tiene fin es el planteamiento de soluciones diagnósticas masivas a intolerancias que carecen de todo reconocimiento por parte de la ciencia.

Recopilemos un poco lo escrito en este blog sobre el tema. Para ponerte en antecedentes te sugiero que, en orden, les eches un vistazo a las siguientes entradas:

Microtubos de ensayo

El resumen, aunque ya lo hice, es que no hay ninguna evidencia científica seria que los test de diagnóstico masivo de intolerancias alimentarias sirvan para algo. Ninguna. Da igual el procedimiento que sigas, el más tecnológico y aparentemente científico de los análisis de sangre, en el que el test de ALCAT es el rey del cotarro (aunque no sé muy bien porqué bizarro motivo); o bien el más esotérico-energético-vital-holístico-tradicionalmente chino de la bioresonancia. No funciona ninguno. Da igual que detrás del mostrador haya un médico en apariencia serio, que estés en el entorno de una modernísima y conocidísima clínica, y que te den un informe de tropecientas hojas satinadas finamente encuadernadas. La única diferencia de que así sea o de que sea más o menos cutre es la cantidad de pasta que fraudulentamente te van a soplar del bolsillo todos, los unos y los otros, por una información que tiene menos utilidad que una cerilla mientras practicas caída libre.

Kit’s de bolsillo de diagnóstico múltiple de intolerancias alimentarias

Pues bien, como no podía ser de otra forma en el entorno que nos hallamos, ya han aparecido los kit de bolsillo do it yourself. Así, por un módico precio puedes hacerte tú mismo en la intimidad de tu casa un test de intolerancias a cincuenta y tantos alimentos (o más, depende de la marca y el test escogido) a partir de un pequeño pinchacito en el dedo. Tras recolectar la gota de sangre hay que seguir una serie de no poco complicados pasos para un ciudadano medio y terminar así por obtener un resultado al respecto de tus supuestas intolerancias alimentarias en poco más de media hora.

El vídeo de cómo realizar el test en tu casa es este:

No voy a entrar en el procedimiento por el cual se termina por obtener una serie de resultados positivos y otros negativos. Baste decir que la técnica bioquímica en cuestión se denomina ELISA, término que proviene de Enzyme Linked Immuno-Sorbent Assay (Ensayo de Inmunoabsorción Ligado a Enzimas) y que es de una gran utilidad en los laboratorios de biología y bioquímica. No obstante y a pesar de lo que ha avanzado esta técnica en los últimos años sigue teniendo diversas limitaciones que no voy a entrar a mencionar, salvo una, quizá la más importante para el tema que nos atañe. A ver si las personas que comercializan esta clase de herramientas les entra de una vez en la cabeza:

Suponiendo la observación de un resultado positivo que confirmara la presencia de anticuerpos (los anticuerpos se unen los antígenos presentes en el test-kit) esto no significa de forma necesaria una acción negativa del alimento sobre la persona. Es decir, no se ha demostrado que la presencia de estos anticuerpos sean la causa de toda la caterva de síntomas, dolencias y patologías que luego, con la aplicación de los resultados del test, quitando los alimentos en cuestión, vayan a desaparecer. Repito, aunque haya un resultado positivo no hay una correlación demostrada entre la presencia de IgG (los anticuerpos de tu sangre que posibilitan las respuestas “positivas”) y las manifestaciones físicas de la enfermedad, trastorno o molestia.

Así, a día de hoy las pruebas de IgG no son consideradas en ningún momento como una prueba diagnóstica valida con el fin de terminar por hacer modificaciones dietéticas conducentes a un posible tratamiento.

Como sucede siempre en estos casos la relación de indicaciones para las cuales puedes utilizar los resultadas del test y deshacerte de aquellos alimentos a los que aparentemente seas intolerante es casi ilimitada: la fatiga crónica, la fibromialgia, las migrañas, los dolores de espalda, la psoriasis, el acné, la diarrea, el estreñimiento, el Síndrome de Intestino Irritable, la obesidad, el autismo, la celiaquía, la candidiasis, los problemas de aparato respiratorio, etcétera. Tanta “solución” se nos debería antojar, de entrada, sospechosa.

¿Qué dice la ciencia sobre su utilidad? Que no

En cuanto a las pruebas que valoren la eficacia y validez de este tipo de técnicas publicadas en revistas con revisión por pares son casi inexistentes y las escasas que hay han sido duramente criticadas por los especialistas por su falta de control, los más que evidentes conflictos de interese de los autores y su pobre metodología.

En sentido contrario, todas, absolutamente todas las sociedades científicas de reconocido prestigio se han posicionado en contra de su validez para los fines propuestos. Por ejemplo:

La Academia Americana de Alergia, Asma e Inmunología y el Colegio Americano de Alergia, Asma e Inmunología sostienen en este documento guía que:

“Los test basado en las IgG para la determinación de alergias carecen de relevancia clínica, no están validados, no tienen suficientes controles de calidad y por todo ello, no se deben utilizar

Por su parte la Academia Americana de Alergia, Asma e Inmunología sostienen en este documento que:

“Algunas pruebas consideradas diagnósticas no han demostrado su utilidad […] Entre ellas se incluyen las pruebas de provocación-neutralización, los ensayos citotóxicos [aquí estaría eld e ALCAT y su familia] […]. La medición de anticuerpos IgG específicos a alimentos es una herramienta que también carece de pruebas que la validen.

La Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica tampoco se queda atrás a la hora de poner en su sitio a estos procedimientos, tal y come queda de manifiesto en este documento:

“El grupo de Expertos recomienda no utilizar cualquiera de las siguientes pruebas no estandarizadas para la evaluación rutinaria de reacciones IgE mediadadas (alergia a los alimentos): La liberación/activación de histamina por parte de basófilos; la estimulación linfocitaria […], las pruebas IgG4 alergeno- específica; los ensayos de citotoxicidad [otra vez el tema de ALCAT y su familia], pruebas electrodérmicas [el rollo bioresonante] […]

Desde la Sociedad Australiana y Asiática de Inmunología Clínica y Alergia ofrecen este documento de posicionamiento, bastante elocuente, con respecto a este tipo de pruebas:

“Con un nivel de evidencia II se consideran pruebas inapropiadas que frecuentemente son empleadas en el diagnóstico de alergias o sensibilidad alimentaria, aquellas consistentes en la determinación de IgG e IgG4 a partir de anticuerpos expuestos a alimentos

Y además aportan el siguiente comentario:

La presencia de anticuerpos IgG dependiente de los alimentos es comúnmente detectada en pacientes sanos tanto adultos como niños. Y esta presencia es independiente de la existencia o no de síntomas relacionados con la alimentación. No existe evidencia creíble de que la medición de anticuerpos IgG sea útil para el diagnóstico de alergia o la intolerancia a los alimentos, ni que los anticuerpos IgG sean causa de los síntomas patológicos. De hecho, los anticuerpos IgG reflejan la exposición a alérgeno, pero no la presencia de enfermedad.  Existe una única excepción en el hecho de descubrir anticuerpos IgG anti-gliadina [proteína del gluten] ya que a veces este dato es útil para confirmar la adhesión a una dieta exenta de gluten en aquellos pacientes con enfermedad celiaca confirmada histológicamente. El uso inadecuado de este tipo de pruebas […] puede dar lugar a restricciones dietéticas inadecuadas e innecesarias, de especial relevancia en la nutrición de los pacientes más pequeños (niños). A pesar de los estudios que demuestran la inutilidad de esta técnica, se uso es frecuentemente promovido en nuestro medio […].”

Tampoco se queda atrás la Sociedad de Alergia Sudafricana, tal y como se puede comprobar en este documento:

«Resulta preocupante el uso de kits de tipo auto-test disponibles entre la población general, en especial cuando se interpretan sin el consejo de un personal sanitario con una formación adecuada, así como la prueba de detección de anticuerpos IgG a alimentos que está siendo utilizada para el diagnóstico de intolerancia a los alimentos, con una ausencia de pruebas científicas rigurosas. […] Instamos a médicos generales, farmacéuticos y organizaciones de interés público en la salud que no avalen el uso de estos productos hasta que existan pruebas concluyentes de su eficacia

Desde la Iniciativa para las Alergias Alimentarias se avisa de forma concisa que:

“[…] La producción de anticuerpos IgG es una respuesta normal a comer alimentos y esta prueba no es útil en el diagnóstico de una alergia o reacción adversa.”

Curiosamente una aseguradora sanitaria (AETNA) también se ha posicionado en contra de estas pruebas tal y como puede leerse aquí:

No hay evidencia sobre que los test del tipo IgG RAST/ELISA sean eficaces ya que no hay pruebas de que los IgG sean responsables de los síntomas de una alergia retardada o de una intolerancia a los alimentos”

Podría seguir (créeme) pero me parece que ya es suficiente.

Marcas y laboratorios detrás de la denostada prueba

Ya solo me queda ponerte sobre aviso de cuáles son las marcas o distribuidoras más conocidas que suelen proponer este tipo de “soluciones”.

Las más conocidas en el mundo anglosajón son el YorkTest y HemoCode. Más en nuestro entorno, actualmente está pegando fuerte CSNovotest, una marca que al parecer, según me comentaron telefónicamente, distribuye los productos de una empresa británica de unos laboratorios, Cambridge Nutritional Sciences Ltd. Todo ello a partir de un producto de auto diagnóstico con el elocuente nombre de Food Detective (el detective de alimentos).

Nota: El pasado lunes día 28 de octubre me puse en contacto con telefónico con CSNovotest con el fin de que me enviaran toda la documentación científica que avalara las fabulosas aplicaciones prácticas que se aseguran sonseguir tras la obtención del resultado del test de autodiagnóstico Food Detective. Les facilité mi teléfono y mi correo, y… aun estoy esperando.

Charlatán de feria

En resumen

No te dejes engañar por luminosas páginas web, tubos de ensayos entre sus imágenes, por un ambiente de fingida ciencia, por flamantes clínicas o por promesas emitidas por falsos profesionales de la salud (la profesionalidad no la da un título colgado de la pared en un bonito despacho). Si terminas por caer y acudes a ellos (fruto de la desesperación y de las falsas promesas) exprimirán tu bolsillo tocando tu fibra más sensible. Tu salud.

No lo digo yo, lo dicen, como has comprobado, quienes saben de estas cosas.

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Esta entrada participa en la V Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el portal dietistasnutricionistas.es

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 Imagen: Suat Eman vía freedigitalphotos.net; y electrons_fishgils vía Flickr.com Cretive Commons

 

¿Melocotones en octubre? sí… y de los mejores, de Calanda

Para muchas personas los melocotones suelen ser una fruta tan circunscrita a los meses de verano como lo son la sandía o el melón. Y es cierto, la mayor parte de las regiones productoras y de variedades ofrecen sus mejores frutos en esta época. La mayor parte, pero no todas. En particular en Teruel se cultiva una variedad de melocotón concreta con determinados procedimientos que resulta en un producto con Denominación de Origen Protegida, Melocotón de Calanda, que desde mi punto de vista es el mejor de los melocotones del mundo entero y parte del universo.

Melocotón de calanda

Y no solo están presentes en octubre que es cuando el grueso de su producción se comercializa, alguna de sus variedades se cosechan hasta finales de este mes con lo que no es imposible encontrar melocotones “como soles” comercializados bien entrado el mes de noviembre. Y más este año en concreto en el que todas las cuestiones agrícolas van tan retrasadas. Así al menos me lo han hecho saber todos los agricultores y productores de no importa qué producto con los que he tenido la oportunidad de hablar este año.

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Es melocotón de Calanda es absolutamente genuino. Además de cultivarse protegido en una bolsa lo que garantiza en cierta medida el encontrarse ante un producto final prácticamente perfecto; sus cualidades organolépticas son excepcionales: grande, carnoso, increíblemente duro, turgente, de color que varía entre el amarillo crema al amarillo pajizo, uniforme, de sabor dulce e intensamente perfumado. Todos los melocotones de esta denominación de origen pertenecen a la variedad «amarillo tardío» (no podía ser otro nombre) y los clones seleccionados son Jesca, Evaisa y Calante, todos de la especie Prunus persica.

No sé muy bien cómo estará lo de encontrar estos melocotones más allá de Aragón, en especial porque me consta de la picaresca que desde un tiempo a esta parte se viene produciendo con el nombre “melocotón de Calanda”. Sin ir más lejos el año pasado pude ver en una frutería de Irún un cartel en el que anunciaban tener de estos melocotones… ¡en pleno mes de julio!… es decir un imposible y por lo tanto un engaño, una estafa. Pero si puedes, búscalos en tu localidad y pruébalos, no te arrepentirás.

Algunos productores utilizan melocotón procedente de esta DOP para elaborar conservas en almíbares ligeros y en almíbares con vino. Yo los he probado y a pesar de ser de los mejores melocotones en conserva que he catado, siguen siendo eso, una conserva que si la comparamos con la fruta en fresco, no tiene punto de comparación posible.

Conocidas son también recetas y preparaciones culinarias para emplearlos en platos diversos, pero créeme, déjate de tonterías e híncale el diente sin contemplaciones. Deja que te rebose y gotee su jugo entre las comisuras de la boca… disfrutarás como un enano. A mí llegada esta fecha me regalan no pocos ejemplares (con uno solo de ellos puede comer postre una familia de 4 miembros) y ya lo estoy haciendo.

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Imágenes: DOP Melocotón de Calanda