«Si decidís meter un animal exótico en casa, no importa lo que hagáis; no vais a estar preparados»

“Si te gustan los animales tienes que entender que algunos no se pueden tener como mascota”, se titulaba un post que publiqué en septiembre en el que os decía que teniendo animales tan adaptados a vivir con nosotros como los perros y los gatos, y que aún así suponen retos y responsabilidades que muchos no son capaces de afrontar, asumir la responsabilidad de cuidar animales exóticos, con las dificultades de todo tipo que entrañan, es un reto al alcance de muy pocos.

Si con frecuencia no sabemos tratar y entender a perros y gatos, ¿cómo asumir la responsabilidad de un animal del que desconocemos casi todo y que además no nació para hacernos compañía?. Luego hay sufrimiento animal, hay abandonos y especies invasoras, os contaba. Un mensaje que viene a reforzar este texto que hoy os traigo, obra de Jessica Gómez (escritora y autora del blog Qué fue de todos los demás), que sí ha asumido esa responsabilidad a conciencia y que ejemplifica perfectamente lo díficil que puede resultar. Con ella os dejo.

El verano pasado trajimos un nuevo miembro a la familia: una pogona (o dragón barbudo), a la que mi hijo mayor, que es su responsable principal, ha llamado Hamburguesa de Pollo. En casa la llamamos Hamburguesita.

Empezaré diciendo que me costó muchísimo tomar esa decisión porque, además de que no tengo claro lo que pienso de la tenencia de animales exóticos, sí que atentaba directamente contra uno de mis principios fundamentales, uno que llevo años repitiéndoles a mis hijos como un mantra: “No comerciamos con la vida”.

Mi hijo mayor tiene diez años. Tenía cuatro cuando empezó a decir que quería tener un lagarto. No es una persona de caprichos ni que funcione por impulsos. Le entusiasma desde siempre la paleontología, la entomología y ahora empieza a tirar por la genética. Es ordenado, metódico y responsable. Y le apasionan los reptiles. De hecho, no me extrañaría nada que finalmente quisiera ser herpetólogo. Y este año me di cuenta de una cosa: mi hijo crece, y su deseo de tener un lagarto era tan grande, tan intenso, que lo tendría en algún momento; conmigo o sin mí. Y haciendo memoria, acordándome de todos los animales que no me dejaron tener de pequeña, los que llevé a casa sin permiso y acabaron pasándolo mal y muriendo tempranamente por no tener un adulto que me apoyara en su cuidado, y los que tuve de adulta y no estuvieron bien por culpa de mi inexperiencia, de pronto lo vi claro: mejor ahora, conmigo para ayudarle, que más adelante solo, y que el animal lo pase mal.

Lo medité durante un par de meses extra y al final decidí que sí: traeríamos un reptil a la familia.

Fue un proceso largo y todo lo minucioso que pudimos. Lo primero fue dejarnos asesorar por expertos y elegir el lagarto: al parecer los gekos son muy agresivos y los camaleones es fácil que muerdan, mientras que las pogonas tienen fama de ser muy sociables y “fácilmente manejables” por manos inexpertas. Luego descubrí, para mi decepción, que no se encuentran reptiles en adopción (salvo tortugas). Así que sí: me tragué mi “No se comercia con la vida”, y compramos una pogona.

Podría detenerme y extenderme mucho en todo lo que preparamos durante dos semanas antes de recoger a Hamburguesita: el terrario, su tamaño, ventilación, iluminación, calefacción, lecho… Toneladas de información. Nos hicimos también rápidamente con un medidor de temperatura y humedad para asegurarnos de mantener los rangos apropiados para esta especie concreta. En todo esto no me detendré porque ya hay páginas que lo explican mucho mejor de lo que yo podría hacerlo. Me voy a detener en la parte práctica: si decidís meter un animal exótico en casa, no importa lo que hagáis; no vais a estar preparados. Contad con ello y con que tendréis que dedicar más energía, tiempo y probablemente dinero del que habíais planeado.

Para empezar, Hamburguesita era muy baby cuando vino a casa y es lo más parecido que yo he vivido a tener un humano recién nacido. Estaba tan preocupada que las primeras noches me levantaba dos o tres veces a comprobar si respiraba, no os digo más. Las primeras semanas le tocó desparasitación, revisiones en el veterinario y análisis de heces. Compramos una báscula de precisión para asegurarnos de que subía bien de peso.

Los cambios de temperatura en el exterior (y la humedad, que en Asturias es mucha y las pogonas son reptiles desérticos) influían dentro del terrario más de lo que esperábamos, y eso se tradujo en que durante las primeras semanas hubo varias salidas de emergencia a Tiendanimal a comprar bombillas UVB (de luz) y cerámicas calefactoras, para probar con diferentes intensidades y conseguir el ambiente óptimo para Hamburguesita (a todo esto sumar las rutinas de baños, calcio y vitaminas). Me duele como una puñalada cada hora que no estuvo en su temperatura ÓPTIMA. No buena: ÓPTIMA. En menos de un mes la cambiamos de su primer terrario (pequeño) a uno grande, y vuelta a empezar con las lámparas, aunque por fortuna con un buen bagaje ya hecho.

Conseguir un entorno amable para ella es un ejercicio de observación. Porque es cierto que hay “normas” a seguir, como que tenga un bebedero amplio donde pueda también bañarse (porque se hidratan también por la cloaca), o un sustrato apropiado (a las pogonas les va bien la arena, más si vives en una zona húmeda porque ayuda a mantener el ambiente seco), pero también es importante ver qué es lo que pide tu animal. Nosotros, por ejemplo, nos hemos dado cuenta de que cuando se empacha tiende a descansar lo más vertical que puede. Ayer, sin ir más lejos, vi que estaba en su hamaca y que tenía la piel oscurecida, lo que me indicaba que podía tener frío (bajó mucho la temperatura exterior y muy de golpe), así que le dimos un baño tibio, subimos su hamaca unos centímetros para acercarla a la lámpara calefactora. Ese tipo de cosas es nuestra responsabilidad verlas y procurar que tenga lo que necesita para estar bien.

Yo contaba con todo eso: con que hubiera imprevistos que solventar y con estar muy atenta a todo lo que el reptil pudiera necesitar. Ha sido, aun así, más laborioso de lo que yo creía que sería (y creía que sería mucho). Con lo que no contaba era con la parte de la comida. Eso ha traído tela larga.

Hamburguesita come, aparte de frutas, verduras y flores adecuadas, insectos vivos. Sobre todo grillos y tenebrios (larvas de escarabajo de la harina), y también ocasionalmente le damos cucarachas y langostas. Pero claro, en esta casa hay una norma: aquí no se tienen animales sufriendo. Aunque vayan a ser alimento, mientras estén con nosotros se les cuida bien, sin discusión. Y no imagináis el trabajo que da cuidar bien de 80 grillos, una docena de langostas y doscientos tenebrios.

Lo primero encontrar un proveedor de calidad y que cuide bien a sus animales no es tan fácil como debería. Yo probé muchos y finalmente encontré uno con el que estoy a gusto: Reptimercado. Cuida a sus animales y te da indicaciones para que tú también los cuides bien. También provee de lo que puedas necesitar para ello. Y, por si eso fuera poco, es muy económico.

Los tenebrios son tal vez los que dan menos trabajo: pueden permanecer en el recipiente en que te los mandan siempre que la capa que forman no supere el centímetro y medio de grosor, hay que darles germen de trigo, algo de verdura fresca todos los días (a nosotros nos gustan los berros porque tienen mucho aporte de calcio), agua en gel para que estén hidratados y garbillar el lecho una o dos veces a la semana.

Los grillos (y las langostas) son otro tema: hay que prepararles su propio espacio, al menos el doble de grande del recipiente en que te lo mandan y no más de 30 o 40 grillos por recipiente, porque si son demasiados se matan entre sí. Les preparamos unos tápers “tuneados”, a los que quitamos el centro de las tapas y sustituimos por tela de malla sujeta con cinta americana para que tengan buena ventilación. ¿Sabíais que existe pienso para grillos? Porque yo ni idea, antes de traer a Hamburguesa de Pollo a casa. Tenemos pienso para ellos, aunque hemos visto que cuando aquí sube mucho la humedad se apelmaza bastante y nos parece antihigiénico (tememos que haya bacterias que luego puedan dañar a Hamburguesita), de modo que cuando hay humedad les preparamos nosotros el “pienso” casero con germen de trigo, proteína de leche y cuatro granitos del pienso de la gata. Si se añade levadura en polvo les facilitas la digestión. Y, claro, cada día poner vegetales frescos (berros, canónigos y zanahoria) y quitar los restos del día anterior. Por cierto: como ya los traemos adultos y cantan, por la noche van a la cocina para no despertar a nadie. Al armario de las patatas, para que no pasen frío. Todos los días de paseo con los grillos. Eso sí: el hilo musical selvático de la habitación de mi hijo es una pasada.

Ah, pero eso no es todo. Los insectos también traen situaciones inesperadas. A nosotros, por ejemplo, un día se nos escapó un trozo de zanahoria debajo de una huevera (los grillos tienen hueveras que les hacen de refugio dentro de sus tápers). Pues para cuando vimos el trozo de zanahoria, tenía un poquito de moho. Y como yo soy muy tiquismiquis con el tema del moho, temía que los grillos tuvieran algo que pudiera sentar mal a la pogona, así que decidimos no dárselos. Pero ¿qué hacemos con los grillos? Matarlos evidentemente no, soltarlos tampoco. Pues nada: que hace un mes que tengo una docena de grillos en un “hospital”, sobre la mesa de la cocina, junto al frutero y el tarro con los caracoles que me plagaron el acuario hace dos años (que lo mismo: ni matarlos ni tirarlos por el váter, pues viven en mi cocina). Y tengo a esa docena de grillos ahí que no serán alimento ni voy a soltar en el campo, pero que cuidaré hasta que se mueran de viejos, también con su pienso y su verdura fresca, porque no puedo hacer otra cosa. Porque me parece lo más responsable que se puede hacer.

¿Qué quiero contaros con todo esto? Pues que creo que para meter un animal exótico en casa hay que ser una persona muy persistente y muy comprometida con todo lo que implica el bienestar animal, y saber que muy probablemente te encontrarás situaciones que no te esperas y que va a requerir mucho de ti el solventarla sin hacer daño a ningún animal.

Y, como con cualquier otro, dejaos asesorar pero, sobre todo, observad a vuestro animal. Y, por favor, sed responsables con cada una de las partes de su cuidado. Yo estoy segura de que hay cosas que no estaremos haciendo todo lo bien que podemos, pero estamos atentos y esperamos aprender y mejorar, porque Hamburguesita no se merece menos.

Os dejo con la reflexión de mi hijo: «Jolín, pues sí que da trabajo cuidar a un reptil. Si lo quieres hacer bien».

4 comentarios

  1. Dice ser shinue

    Yo mandaba a hamburguesita y a los grillos ya sabes donde

    18 enero 2021 | 11:44

  2. Dice ser eldelfondo

    Admiro tu dedicación y responsabilidad para con vuestra mascota. Pero me gustaría hacerte ver dos cosas:
    – Exageras un poco. Lo del moho es pasarse, lo de la levadura en polvo para la digestión de los grillos…
    – Los reptiles no son animales para tener en brazos ni andar acariciándoles.

    Por último, los reptiles soportan los cambios de temperatura, si hace frío se aletarga y ya está.

    Pero de verdad, enhorabuena por tu concienciación

    18 enero 2021 | 12:00

  3. Dice ser yomismo

    Esto es lo que se llama disonancia cognitiva: pensar una cosa y hacer otra. Y engañarte a ti mismo.
    Por mucho que los barrotes sean de oro, una carcel es una carcel.
    Y yo que estoy en contra de todo esto también he pasado por el aro por mi hija.
    Pero al menos no me engaño con habitats optimos. Soy consciente de lo que hago, esclavizar a un animal.

    18 enero 2021 | 12:13

  4. Dice ser Soy de Cine

    Me parece una vergüenza que a día de hoy siga habiendo gente que mete este tipo de animales en casa. Además de que es muy difícil que estos reciban el trato que necesitan, es un desastre el hecho de sacarlos de su hábitat. Lo peor es que haya gente por la red que se aproveche de estos pobres animales.

    20 enero 2021 | 14:41

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