Un galgo con abrigo

El despertador sonó por segunda vez y decidió que ya tocaba levantarse. Apartó la funda nórdica para enfrentarse al frío primero y a otra jornada de instituto después. Por suerte contra el frío tenía el batín. Era viejo, feo y le quedaba algo grande, pero también era suave, caliente y había pertenecido a su padre. Contra el instituto solo le quedaba el consuelo de que en cuatro meses se acabaría para siempre.
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Bien mirado, su desayuno no resultaba demasiado apetitoso. Le gustaba el café con leche tan lleno de galletas que se convertía en un extraño yogur marrón y templado que había que comer a cucharadas. Le importaba poco que no fuera bonito. En verano prefería cereales con leche bien fría. Su madre, en cambio, se preparaba unos desayunos a los que apetecía hacer fotos en lugar de comérselos. Últimamente le había dado por prepararse tostadas de pan de pueblo, un kiwi o unos cuantos frutos rojos y un té verde. En lo que sí coincidían ambos era en desayunar sentados y tranquilamente.

Logan le miraba tumbado desde el suelo, con la cabeza sobre las patas delanteras, los ojos opacos y la baba humedeciendo el suelo.

– Si no fuera por esa manía de babearlo todo serías el perro perfecto –

El viejo pitbull alzó la cabeza del suelo.

– Claro que vete a saber lo que opinas tú de mí. Seguro que crees que te doy pocas chuches, apenas te rasco la barriga y soy un tirano por no dejarte ya dormir en mi cama. ¡Es que ahora se te escapa el pis, tío! –

Cuando se fue al baño dudando si ducharse o no, sintió al perro levantándose y siguiéndole. Alguna vez que Manu había estado en casa había comentado lo raro que debía ser tener constantemente a Logan pegado a sus talones, la verdad es que Martín no se daba ni cuenta. Había crecido teniendo dos sombras, una de ellas peluda y de treinta kilos.

– Mierda. Pues no va a haber ducha, no me da tiempo – dijo quitando el post-it que su madre había pegado en el espejo.

“Gracias mamá, si hoy no se acerca nadie a mí porque huelo mal será por tu culpa”, pensó mientras buscaba el desodorante. “Tú no llegaste tarde al trabajo, pero yo me he quedado sin mi ducha. A este paso pronto te dejaré sin esa ventaja trampa de los 8.000 paseos. Porque Logan se morirá antes, que si no era cosa hecha”.

Según lo pensó, se arrepintió. Era indudablemente cierto que a Logan no podían quedarle muchos años. Era necesario ir mentalizándose de que en cualquier momento les daría un susto, lo había hablado con su madre. Pero no le gustaba recordarlo y mucho menos utilizarlo bromeando, aunque fuera únicamente consigo mismo.

Se lavó los dientes y la cara a toda prisa, ignoró cordialmente su pelo como venía haciendo desde que a los dos años comenzó a tener algo digno de ese nombre en la cabeza, se vistió a toda velocidad y cogió la correa.

– Vamos campeón, que me toca a mí bajarte –

Los coches estaban helados. Era una de esas mañanas de rascar cristales antes de arrancar. Se subió el cuello del abrigo y se acercó a la plaza que había junto a su casa, un rectángulo con unos cuantos bancos, una estatua absurda y vagamente fálica (un mal que aquejaba a muchísimas las esculturas modernas), algunos escuálidos arbolillos urbanos y una zona de la que en verano salían chorros de agua del suelo para solaz de las avispas, que no de los niños para los que supuestamente se había construido. Le quitó la correa a Logan, jugándose una multa si le veían con un pitbull suelto aunque dicho perro potencialmente peligroso fuese el equivalente en vigor físico a un nonagenario, y le siguió lentamente mientras husmeaba, orinaba y daba vueltas hasta encontrar la postura propicia. Sacó una bolsa negra del bolsillo y retiró la primera obligación del día de su perro. Era una cochinada reconocerlo, pero lo cierto es que en días así de fríos incluso agradecía recoger la caca de Logan. Estaba a punto de lanzar la bolsa con la plasta agradablemente cálida a una papelera cuando vio a otro perro saliendo de su portal. Era un galgo enorme de color canela que parecía flotar dentro de un tupido abrigo negro para perros, lo llevaba una chica muy bajita, con gorro y una bufanda gigantesca y de la que apenas se veía la nariz roja del frío.

Conocía bien a todos los perros y a todas las chicas de su bloque y de las puertas vecinas, y tanto el galgo como ella eran nuevos. Decidió hacer lo que él llamaba “la prueba del pitbull” y se dirigió derecho a ella para ver si cruzaba la acera, daba la vuelta o directamente sujetaba al perro con terror.

Nada de eso, afortunadamente. Se limitó a echar un breve vistazo a Logan y dejar que los perros se olisqueasen con el interés justo.

– Hola –

– Mmmm – contestó ella sin mirarle y siguiendo su camino.

Dejó a Logan comiendo la primera de sus dos raciones de pienso y corrió para intentar alcanzar a Manu, lo logró casi ya en la puerta del instituto.

– ¡Eh! ¡Anda qué esperas! –

– Te esperé un par de minutos en la esquina, pero hacía demasiado frío. Tenía que moverme-

– Podías haberte movido más despacito. O haber mirado el móvil –

– Si hubiera ido despacito no hubiera entrado en calor, y el móvil no funciona con guantes –

– ¡Joder! Espero que nunca te toque tener que irte a vivir a Noruega o a Canadá- replicó riendo y convirtiendo su aliento en un denso vaho blanco.

– Pues no lo descartes, que no he cambiado de idea respecto a estudiar biología, y ya sabes cómo está aquí el patio – rio Manu también.

– Hoy es uno de esas mañanas de dragones – dijo Martín exhalando de nuevo y luego rugiendo lo justo para no parecer un niño de Primaria – ¿lo recuerdas? –

– ¿Cómo lo voy a olvidar? Nos encantaba jugar a convertirnos en dragones. Lo que no recuerdo es que pasara tanto frío entonces –

– No hay ningún misterio, cuando éramos niños más pequeños nos movíamos más –

Tal vez espoleados por el frío, llegaron con tiempo de sobra a la clase, que estaba congelada. Quitaban la calefacción de noche y se notaba, aunque pronto haría calor allí dentro, en parte por todos los cuerpos que en breve habría compartiendo un mismo espacio. Manu se fue a la mesa que solía ocupar, más cerca de la pizarra y al lado de su amiga del alma Nuria. Martín se incrustó como pudo en su pupitre de la penúltima fila. ¿Qué sentido tenía tener el mismo tamaño de mesa con diez años y casi con dieciocho?.

– ¿Cuándo vas a decidir tirártela? – dijo Andrés señalando con la barbilla el cogote de Manu. Andrés era de esa gente que no decía ni hola ni adiós, simplemente aparecía y desaparecía.

– Mira que eres bestia. Manu es sólo una amiga –

– ¿Y qué pasa? ¿Las amigas se desintegran cuando las tocas? La tienes en bandeja si quieres –

– No quiero. Y no está en la bandeja de nadie –

– A este paso vas a llegar virgen a la universidad –

– Como tú, no te jode. Y como casi todos –

– Tú mismo, cada uno se consuela como quiere –

No podía decirle que Manu era una amiga, que no tenía otro interés en ella y que no quería complicarse la vida ni hacerla daño. Eso no era algo que le sirviera a Andrés para otra cosa más que para tomarle el pelo. No iba a descartar que lo había pensado en alguna ocasión. Era un adolescente y era heterosexual, lo suyo era al menos planteárselo una vez con todas las hembras de la especie de entre quince y treinta años con las que se encontrase. Y los tres rollos que había tenido no habían salido demasiado bien. Por suerte Laura ya no estaba en el instituto y no se la encontraba nunca cuando salía. Para una flamante universitaria los viejos garitos de siempre debían saber a poco.

Decidió cambiar de tema.

– ¿Sigues decidido a estudiar derecho? –

– Sí, claro –

– Pues te vas a comer los mocos, que lo sepas –

– Menos mocos que tú, que no sabes todavía lo que quieres. Y estamos casi en febrero –

– Te pareces a mi madre, déjame en paz- dijo Martín pensando que el cambio de tema le había salido rana.

Por suerte en ese momento llegó la profesora de historia contemporánea dispuesta a ahondar en la situación existente a comienzos de siglo en Europa que acabaría desencadenando la Primera Guerra Mundial.

Historia le molaba un huevo, era probablemente su asignatura favorita. Pero ni se planteaba estudiar eso. Si en Derecho estaba la cosa de encontrar trabajo complicada, estudiando algo como Historia no quería ni imaginarlo. No le apetecía tirar cuatro o cinco años de su vida a la basura. En el fondo le daba la impresión de que eso es lo que sucedería independientemente de la carrera que eligiese. Tal vez aún no sabía dónde meterse precisamente por esa sensación de que estudiar una carrera no valía para nada.

Desde su sitio veía a Manu tomando apuntes, se distrajo observando el bamboleo de su coleta oscura. Ella tenía clarísimo desde hacía años que quería estudiar biología. Igual que tenía clarísimo el libro y la película que se llevaría a una isla desierta, que el verde era su color favorito y que quería seguir en clase de Historia aunque lo suyo fuesen las ciencias. La envidiaba.

Cerró brevemente los ojos e hizo un esfuerzo por zambullirse en el Imperio Austro-Húngaro.

***

– Te dejaste la taza del desayuno sucia sobre la mesa, la toalla húmeda encima de la cama y el pijama y la bata tirados en el suelo del dormitorio. No puedes ser tan desastre –

– Ni me di cuenta mamá-

– Nunca te das cuenta. Tienes que empezar a espabilar. No te pido que limpies, aunque tendría derecho a hacerlo, que yo trabajo y me ocupo de la casa y tú solo de estudiar. Pero no te pido que limpies, solo que recojas un poco lo que usas, que no me empantanes más de lo necesario la casa – dijo su madre doblando la falda que acababa de planchar y colocando su camiseta de los Timberwolves sobre la tabla de planchar.

– Creo que Logan ya no es el único perro del bloque. Hoy he visto antes de ir al insti a un chica con un galgo – últimamente no paraba de dedicarse a regatear el balón en las conversaciones.

– Tal vez estaba de visita –

– ¿A las siete y media de la mañana? –

– Vale. Puede que sea del segundo en el que vivía el señor Marcial. Tal vez sus hijos lo hayan vendido o alquilado, aunque desde luego no han hecho obra –

– El piso estaría bien –

– Mira que lo dudo. El señor Marcial llevaba allí diez años viviendo solo, desde que se quedó viudo. Debe ser el típico piso de personas mayores y necesitar una reforma como el comer – su madre desenchufó la plancha y comenzó a doblar la camiseta.

– Por cierto, mañana por la mañana también te toca a ti bajar a Logan –

***

Esta es la segunda entrega del folletín animalista que estoy publicando en este blog todos los viernes. Una novela por entregas con la que quiero aprender y experimentar una nueva forma de escribir. Quiero hacer una buena novela juvenil, apta para todos los públicos, con el marco de la protección animal para dar a conocer y concienciar sobre esta realidad. Continuará el próximo viernes, si no podéis esperar ya sabéis que podéis comprar mi primera novela, Galatea, una novela de ciencia ficción solidaria con los perros y gatos abandonados, ya que la mitad de los beneficios irán destinados a ellos.

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Liv es una galguita de unos siete u ocho años a la que encontraron mientras corría por la carretera con una cuerda de pita alrededor del cuello. Está llena de bultos que habrá que extirpar y analizar y con la boca completamente podrida. No tuvo la suerte de tener un buen amo.

Contacto para su acogida o adopción: adopcionesbaasgalgo@gmail.com

5 comentarios

  1. Dice ser lola amigo

    un placer leerte … estoy haciéndome adicta a este relato tuyo por entregas … eso y que los pitt son mis perros favoritos y encima uno viejito que los viejitos también son mis perros favoritos … o sea … que lo tiene todo para que una persona de mi edad, que ya pasa los 50, se enganche también a tus relatos
    enhorabuena y que sigas así
    un abrazo

    30 enero 2015 | 8:49

  2. Dice ser gemma.a

    Ay, ay, ay! que voy a tener que acortar la semana para que sea viernes todos los días 😉 Eso o tendrás que hacer dos o tres entregas por semana! jejeje (voto por lo segundo)
    Aquí me tienes, enganchada, deseando saber qué va a pasar!!

    30 enero 2015 | 11:49

  3. Dice ser En fin....

    Lo que hay que leer, novelas animalistas para urbanitas asfálticos.
    La decadencia de la sociedad occidental en estado puro.
    Y estos son los que giran la cara cuando del aborto de seres humanos se habla……
    El buenismo y el igualitarismo entre seres humanos y animales.
    Vamos de cabeza, en picado y sin frenos…
    En fin….

    30 enero 2015 | 19:11

  4. Dice ser Laura

    Ni caso, a palabras necias oidos sordos, tu a lo tuyo, sigue escribiendo. (Y)

    02 febrero 2015 | 23:59

  5. Obviamente dí por hecho que Manu era un chico y me ha encantado el quiebro (yo lo hago a veces, en mi caso el personaje se suele llamar Alex, es como una broma con el lector). Me gusta mucho el lenguaje adolescente y el planteamiento de los amigos/compañeros del instituto.
    Me has generado curiosidad con un par de menciones que has dejado así como en el aire y eso.. ¡también me gusta!
    No siempre será en viernes, pero puedes estar segura de que no me pierdo esta novela-folletín por entregas.
    Bss!!

    03 febrero 2015 | 9:57

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