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Basta ya de vendernos a las mujeres que sólo teniendo hijos alcanzaremos el Nirvana

Samanta Villar, madre de mellizos mediante una ovodonación, ha compartido su experiencia en el libro Madre hay más que una.

En sus páginas la periodista ha abierto la caja de los truenos:

«Abandonemos ya esta idea de que la maternidad es el último escalón en la pirámide de felicidad de una mujer». «Yo no soy más feliz ahora de lo que era antes. «Tener hijos es perder calidad de vida«. «Tener hijos es despedirte de tu vida anterior, y tienes que estar preparado».

Enseguida un ejército de “súper madres” ha hecho su entrada triunfal en las redes sociales para poner a Samanta de vuelta y media, poniendo de manifiesto lo intolerante que resultamos a veces y lo poco que respetamos eso a lo que llamamos “libertad de expresión”.

Me he dispuesto a escribir sobre ello, porque precisamente esta semana mi querido Jesús Locampos y la revista Semana me formulaban la misma pregunta: «¿tenéis ganas de ser padres pronto?».

Desde que me casé en diciembre del 2015, un goteo incesante de medios, con la mejor voluntad, me pregunta siempre lo mismo, al igual que nuestros amigos más cercanos. Tanto énfasis en algo que no debería constituir una obligación, mucho me temo que puede acabar en una aversión hacia esa etapa que nos venden como imperdible y maravillosa, la de la maternidad.

Tal y como confesaba a Mujer Hoy esta semana, me da pereza ser mamá y me molesta la presión que ejerce la sociedad sobre las mujeres para que seamos madres y así sentirnos realizadas y alcanzar el Nirvana, engañadas por los mitos románticos de la procreación, máxime cuando no existen las suficientes medidas de conciliación que faciliten compatibilizar carrera y maternidad.

Además, lo del “instinto maternal” me parece muy sexista, da la impresión de que sólo es cosa de mujeres y lo verdaderamente cierto es que hay muchos hombres que desean serlo por encima de todas las cosas.

Tener un hijo implica sacrificar muchas parcelas de la vida de la que soy muy celosa en estos momentos; y aunque algunos me juzguen por ello, cada uno resuelve su vida como mejor le parece.

Y cuanto más me imponen las circunstancias de la vida y me apremia el paso del tiempo a quedarme preñada en la treintena antes de que mis óvulos no sirvan, más reparo en la cara de cansancio de los padres al arrastrar el carro por las aceras, más cansino me resulta el llanto de un bebé que no es el mío y más consciente soy de lo rápido que pasa la vida cuando te embarcas en ese nuevo ciclo de la misma, que debería ser más una opción que una imposición. Como cuando una madre decide no dar el pecho a su criatura y entonces la lapidan -principalmente el resto de mujeres- por estar haciendo las cosas mal.

Siempre he asumido la egoísta idea de tener descendencia para no quedarme sola el día de mañana, pero cuántos mayores en residencias se quejan de que nadie los visita y que la soledad es protagonista del último tramo de su vida. Así que, si algún día decido ser fecundada, será porque me mueven otras inquietudes, al margen de la necesidad de sentirme acompañada o de los “fértiles” consejos del mundo en el que nos movemos y en los que se estigmatiza algo tan personal como la maternidad, que no es ni mucho imprescindible para alcanzar la plenitud y puede incluso dar al traste con ella, si no es lo que deseas.

Sinceramente, obligarse a amar a alguien que todavía no conoces debe ser una elección, y cuando dices no querer tener hijos, ese debería ser el fin de la conversación.

Bravo, Samanta, por normalizar lo que muchas madres piensan y no se atreven a decir.

Avec tout mon amour,

AA

Ser papás. Gestación subrogada en España

GTRES

(GTRES)

Cada vez más personas recurren a la gestación subrogada para cumplir su sueño de ser papás, una técnica mediante la cual una mujer gesta es su interior al bebé de otros y que esta semana vuelve a ser actualidad ya que Torito, el colaborador de Telecinco más gamberro, anunciaba esta semana que iba a tener por fin a su pequeño en brazos tras un duro trámite que pasa por despedirse de España, donde esta práctica es alegal, y viajar al extranjero -en este caso a California- para así conocer a su hijo y ”susurrarle al oído que jamás le fallará”.

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Quería ser padre y lo va a ser en muy pocos días. Torito se une así a otros famosos fuera de nuestras fronteras como Ricky Martin, Sofía Vergara, Elton John, Sharon Stone, Nicole Kidman o Sarah Jessica Parker y otros nacionales como Miguel Bosé, Kiko Hernández o Tamara Gorro, a los que les vemos más que felices.

Y pese a que la gestación subrogada desde el principio ha planteado problemas éticos, religiosos, jurídicos y psicológicos, el derecho a ser padres y la inmensa dicha que otorga poder hacer ese deseo realidad para tantísima gente debería ser motivo suficiente para emprender la legalización en nuestro país –siguiendo el ejemplo de Grecia-, de esta manera de convertirse en papás, puesto que actualmente en España el Código Civil establece que “madre” es la que da a luz el bebé.

EEUU, Canadá, Ucrania o Rusia son algunos de los países a los que recurren los futuros papás. Aunque muchos de ellos, que permitían la gestación subrogada a extranjeros, ahora cierran sus fronteras y otros deciden legislar, pero sólo para nacionales.

Este complejo método, no sólo no es apto para todos los bolsillos -ya que pocas veces es altruista-, sino que hay que saber elegir a la mujer que “cocinará” a nuestro pequeño. Y es que la madre gestante es mucho más que una incubadora natural, ella es capaz de modificar el ADN del bebé, aunque no sea suyo. En este sentido, el tabaquismo o los kilos de más pueden afectar al desarrollo de nuestro hijo y tiene que ser complicado no ejercer un control constante sobre la persona que tiene a nuestra criatura desarrollándose dentro.

Y aunque duela no poder disfrutar de la experiencia de cantar canciones al bebé y que reconozca nuestra voz al nacer, sentir sus patadas y crear esos lazos invisibles en los que el pequeño reconoce la tristeza, la ilusión o la alegría cercana, ya habrá tiempo de hacer un nudo marinero cuando el amor llegue de repente al cogerle la mano y con toda la vida por delante para dejarse la piel en que sea el hijo más feliz del mundo.

Así que me sumo a todas esas voces que piden que se legalice en España la gestación subrogada. Hasta entonces me alegro por esos pequeños logros, como que padres y madres por gestación subrogada tengan baja por maternidad.

¡A fecundar y a multiplicarse!

Avec tout mon amour,

AA

Me declaro tortillera

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Soy tortillera por encima de todas las cosas.

La comida son recuerdos y no conozco a nadie infeliz frente a una tortilla de patata. Y, en ese sentido, uno colecciona tortillas a lo largo de su vida, y ninguna como la de su madre, por eso no voy a entrar en encendidos debates nacionales que no llevarían a ninguna parte.

Aceite de oliva, huevos y cebolla se mezclan calientes o fríos en la boca para acompañarnos en casa o en la calle, en el mar o en la montaña, en el vértice de un tenedor o dentro de dos mitades de pan crujiente.

Y, por muy sencillo que parezca hacerla, tal y como asegura en la película Un viaje de diez metros la prestigiosa chef Madame Mallory de Le Saule Pleureur, una simple omelette basta para saber si estás ante un gran cocinero. Y las posibilidades son infinitas.

E igual que vierto el buen vino en mis guisos, encendiendo el grito de quienes me observan derrochar un buen trago entre verduras, carnes o pescados, con las tortillas intento elegir todo con mimo para revivir con los mejores ingredientes momentos entrañables del pasado o para crear nuevas historias que saborear más adelante.

Este post lo habría escrito sobre una libreta vieja y cuadriculada azul, como en la que escribía mi bisabuela sus recetas, llena de tomate y que pasan de mano en mano; pero la tecnología está exenta de romanticismo y perdono las formas a cambio de que me leáis tantísimos.

Mi maravillosa receta está pensada para dos personas, de vosotros depende con quien deseéis compartirla.

Ingredientes:

  • 3 patatas medianas, prietas y blancas
  • 1 cebolla grande
  • 4 huevos de gallinas felices (en su cáscara la numeración empieza por cero)
  • 2 cucharadas de aceite de oliva virgen
  • Una pizca de sal marina
  • Y mucho cariño…

Elaboración:

Pelad las patatas y cortadlas en finos discos en un plato.

Cortad la cebolla en tiras, pero tened cuidado, “lo malo de llorar cuando uno pica cebolla no es simplemente el hecho de llorar, sino que a veces uno empieza y ya no puede parar” (Como agua para chocolate).

Calentad las dos cucharadas de aceite en una sartén antiadherente y volcad la patata y la cebolla. Echad un poquito de sal marina fina, de la que huele a verano. La tortilla es mucho más sana si en lugar de freír, rehogáis los ingredientes, con el fuego bajo, hasta dorarlos levemente. Para conseguirlo, tapad la sartén y maread de vez en cuando la cebolla y la patata.

En un bol, batid los 4 huevos y añadid un poco de sal. Cuando la mezcla de la sartén esté blandita, verted todo en el bol y enredadlo todo, como en la mitad de un cuento.

Subid la temperatura de la sartén que habéis utilizado para hacer la patata y la cebolla y precipitadlo todo dentro, sin incorporar más aceite, ya que no es necesario.

A mí la tortilla me gusta ligeramente jugosa, melosa y no demasiado compacta. Así que cuando veáis que se ha hecho un poquito, tras ordenar los bordes redondeados con una espumadera, tapad con un plato grande la sartén y con la palma de la mano apoyada en su base y un certero giro de muñeca, le dais la vuelta y dejáis que la tortilla se haga por el otro lado hasta adquirir la consistencia deseada.

¡Espero que construyáis bonitos recuerdos con esta receta! Me encantará que me los contéis.

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Avec tout mon amour,

AA