Por Agustín Arroyo Carro
Que unos padres adoptivos planifiquen y perpetren el asesinato de su hija me parece tan incomprensible como monstruoso. Hay algo oculto que se me escapa y que tiñe de un misterio pavoroso esta muerte ocurrida en Galicia. Todos nos preguntamos el porqué y yo, al menos, no he oído ni leído ninguna explicación a tan nefando crimen. Todas las pruebas e indicios acusan a estos padres adoptivos de ser los únicos sospechosos, y ni tan siquiera existe un motivo para poder entender qué ha pasado en las mentes de estas personas para descender a los infiernos de la locura o la maldad más extrema, si ellos son confirmados y condenados como los únicos autores de tamaña barbarie.
Los recovecos e intersticios del cerebro humano son tan inescrutables como el diseño lejano e ilimitado de las galaxias interestelares. Al final, todo se suele esclarecer por la vía forense o por el peso de la propia conciencia que atormenta y corroe hasta los corazones y mentes más impenetrables y fríos. Pero el horror no cesa y sigue golpeando nuestra conciencia y sensibilidad humana en casos como este y otros muy parecidos. Y lo peor de todo esto es la indefensión clamorosa de las víctimas más débiles e inermes.
Esto sí que es un crimen
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02 octubre 2015 | 16:04