Archivo de junio, 2021

Algunas palabras sobre Madriguera de Ana Muñoz

Madriguera es un libro donde el silencio es el recuerdo de la ausencia. Escapando de la formalidad del verso, Ana Muñoz utiliza la prosa poética para crear una fogata alrededor de la que construir una tribu lírica, con una estructura de diario que escapa del análisis lineal para cobrar el pulso poético a través de la repetición sensitiva, de la arquitectura emocionalmente obsesiva y el arrebato acusador de los detalles para hacer presente el hueco que deja la ausencia.
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Low Fidelity (Vol.1) de Connie Corleone

«Dejé el trabajo. Comprobé que la mayor parte de las luces de la ciudad se encendían y se apagaban sin contar conmigo. Cines, bares, coches y las farolas de los puentes y los semáforos. Así que puse los dedos sobre los interruptores que puedo controlar.«

¿De qué hablabas cuando hablabas de escapar?, ¿eran las tumbas o era la la flor? ¿el vagabundo o el mimo? El corazón de mi ciudad es un buen lugar para depositar las semillas de las canciones que están por volver. Ese es el nuevo material de Connie Corleone, la mejor voz de Zaragoza, la que deja guijarros sobre el terciopelo y amasa versos sobre la piel de la hija del predicador. Hay un ángel que sueña: está atrapado con la chica de su vida en un sótano y Lavon Helm se la roba. El disco se abre con una intro y la revisión de uno de sus clásicos de décadas anteriores, Guerra, que suena a Linda Ronstadt cantando Poor poor pitiful me en Atlanta en 1977 o el salvajismo felino de Nina Simone entonando There is a war de Cohen suavizado por una flauta dulce.

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Generaciones: Todos mis anhelos de Eva Puyó

Antes de Todos mis anhelos: en la Ciudad nunca duerme de Violadores del Verso se repite un sampleo una y otra vez, son unas notas de piano, la aguja se clava y vuelve al principio. Los Violadores del Verso son del barrio de la Jota, distrito 14, al otro lado del río Ebro.

«Si escuchas la canción «el 32 no pasa», es el número de la línea que conecta el centro de la ciudad con la margen izquierda.»

En la interminable Avenida de Cataluña, cuando el último autobús ha pasado ya, emerge la niebla que exhalan las últimas acerías de la capital y una papelera que recicla la pulpa del cartón como sabia de una ciudad efímera. Eva Puyó es una adolescente que cruza el río con el rostro encendido por el Cierzo y dos o tres cervezas.

Al comenzar el siglo Eva se relaciona con una nueva generación de escritores aragoneses que, bajo el paraguas de la editorial Xordica y la presencia incontestable del desaparecido Félix Romeo, desarrollan una labor creativa que coloca la narrativa de la región en una nueva edad de oro: Ismael Grasa, Cristina Grande, Sergio Algora o los más jóvenes Daniel Gascón y Aloma Rodríguez. Un escritor del barrio de Montemolín, en la capital aragonesa, Rodolfo Notivol publica Autos de choque en 2003: una obra de iniciación en la periferia de Zaragoza, protagonizado por un Antoine Doinel que se mezcla con el Guillermo líder de los Proscritos. Rodolfo sería el presentador del primer libro de relatos de Eva en el año 2007 en la desaparecida librería zaragozana Portadores de Sueños. El libro se llamaba Ropa tendida y tiene un éxito inmediato, un éxito que perdura en el tiempo. Sustentada sobre una experiencia emocional con la que es fácilmente sentirse identificado, la obra se infiltra en el imaginario colectivo.

“El tema de irse de casa, establecer a partir de allí una nueva relación con nuestros padres, reencontrarse con los primeros amores, encontrar tu voz, tu camino. En esa búsqueda se llega de manera paradójica al origen, a la aceptación de dónde venimos.”

Con Rodolfo Notivol comparte fotógrafa de portada, la artista Miriam Reyes, poetisa que se encargará posteriormente de su segunda novela, la monumental Vaciar los armarios que Notivol publicará casi una década después. Con Aloma Rodríguez, que edita a la vez su primer libro, París Tres, realiza una gira de presentación conjunta. Los lectores de Eva encuentran su literatura emparentada con libros y autores como La casa en Mango Street de Sandra Cisneros o Pequeñas historias de la calle Saint Nicolas, de Line. Pero, ¿Qué es “Ropa tendida”? Una heroína que recorría su vida con delicadeza y reflexión, un personaje transmutado en autor, una autora que engañó a sus lectores.

“Ropa tendida es un libro de ficción que se basa en experiencias propias, que relata el paso de la adolescencia a la edad adulta y la aceptación de dónde viene uno antes de emprender un camino propio”.

Y después del silencio. O eso dice su biografía oficial. Algunos de sus seguidores más acérrimos coleccionábamos cuentos y colaboraciones desperdigadas en revistas y libros colectivos. Eva coordina la edición de Todos los besos del mundo, la recopilación de la obra de Félix Romeo, los relatos desperdigados del autor fallecido en 2011. Pasaron nueve años. Luego diez y terminaron pasando once. Finalmente en una entrevista para un monográfico sobre Ropa tendida en la sección El cronolector de la Torre de Babel, el programa de cultura que dirige Ana Segura en Aragón Radio, Eva Puyó anunciaba que en breve entregaría el manuscrito de su segundo libro a su editor. Lee el resto de la entrada »

Umbral y Delibes: Correspondencia (1960-2007)

Un coche viejo que sufre en las cuestas con el aire acondicionado encendido. Repechos del camino y una cobertura que parpadea. Umbral y Delibes como dos lunares en la espalda de un Dios moribundo. Se escriben. Las cartas son mensajes de ánimo o de actualización laboral, una nutritiva perspectiva de la amplia paleta de periódicos, revistas y editoriales que existía en la España de las primeras décadas del desarrollismo. Delibes, sólido en su escritura monolítica, referente de una literatura castellana que evoluciona más rápido que los libros de texto que se reparten en las escuelas y Umbral, poeta siempre, volcán de ideas y proyectos, adicto a la underwood y a la cuartilla en blanco. El libro avanza desde el Umbral famélico hasta el Umbral superlativo mientras Delibes, con la boina calada, viaja a dar lecturas a las universidades norteamericanas como canon en vida.

«Delibes que solo piensa en volver a España y escaparse para cazar o montar en bicicleta y Umbral, que rabia por no ser incluido en la Real Academia Española y calma su ansiedad encadenando centenares de libros, novelas y artículos durante cuatro décadas que definen la sociedad y la cultura, que definen España.»

Umbral que siembra de adjetivos las plumas de sus imitadoras y sus huevas de negrita se engarzan en los teclados de los columnistas de opinión. Los dos rezan a un Dios imposible que se burla de los colores y les amenaza, dejándolos finalmente solos frente a una vida que era todo muerte.
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Lázarus, el ángel que quiso ser payaso


Foto de Jaime Oriz
La espera se había hecho larga, como todas las esperas. Lo demás es confusión y sorpresa. Por eso cuando Luis Cebrián apareció en el escenario, vestido de negro, parapetado con una guitarra acústica de color alma, el tiempo se detuvo. Por el aire surcaban flechas que se detenían a su alrededor. Era Jacques Brel volviendo de Las Marquesas, era Sam Shepard recién bajado de un vagón de la línea Zaragoza-Canfranc. Era Lázarus, la encarnación enésima y definitiva de Luis Cebrián. Aunando pasado, presente y futuro, solo con el sonido del nylon y la rítmica emocional de arrancarse la nariz roja de Lenny Bruce, atacó un viejo tema de Nubosidad Variable, Pasayo de su LP Futuro Perfecto que comienza con He dejado de ser una larva y me he convertido en el gusano que ves, y que fue como el tránsito hacia a esa zona donde la muerte se mezcla con los sueños, recordándonos que, con los años, tuvimos que devolver las pieles que no nos cabían. Terminó con un fragmento de otro de tema de Nubosidad Variable, En memoria del esquimal, parecía Germán Coppini visitando con Nacho Cano el lugar donde las trompetas tumbarán las puertas de los palacios de cristal. «Danzad, danzad, hadas, tengo sidral y diazepam para todas». Lee el resto de la entrada »

Birabent, los años españoles: la anatomía del azar

Esta es la historia de un pibe de Buenos Aires que en 1976 llega a Madrid junto a su familia escapando del Golpe Militar en la Argentina. El pibe se llama Antonio y su papá es Moris, uno de los padres fundadores del rock en español. Antonio se convierte en Antoñito, ve en la televisión Un globo, dos globos, tres, globos, adopta las formas y la manera de hablar de los madrileños y mientras su padre graba Fiebre de Vivir con los Tequila como banda de acompañamiento. Aquel disco contiene temas que son historia del rock en nuestra lengua: Rock de Europa, Zapatos de gamuza azul o, quizás el más conocido, Sábado a la noche que se seguirá interpretando por combos tan heterogéneos como Los Rodríguez o la Orquesta Diamante que ameniza durante varios veranos las fiestas de muchos pueblos de España.

Antonio vive en España hasta el año 1987 y, cuando vuelven a la Argentina, tanto él como su hermano Jose son dos niños españoles más. Cuando Antonio y yo volvemos a hablarnos, es capaz de pasar del porteño al castizo en unos segundos. Hay algo de juego de espejos en esta historia, de interior y callejuelas, de noche y playa, de modernidad y canción.

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Algunas palabras sobre ‘The Doublethink’ de Goldstein Now (Psychofon Records, 2021)

Con She is on the radio, que sangra con un sampleo de Jiménez Losantos en una gutural explosión de fiesta de cumpleaños australiana, comienza esta banda sonora para un psiquiátrico en ruinas. Sin llegar a los dos minutos y medio, aparece el fantasma de Peter Murphy puesto de cristal recorriendo las autopistas de Los Ángeles: ¿Quién es el que sueña?  se pregunta Iggy al despertar de un apocalipsis de desoxiefedrina, ¿soy yo o un clónico amante del robot de la siguiente canción? Not so secret man”: esa manera de estimular una caja de ritmos afónica es propia de un suicida (Martin Rev) que vende los derechos de imagen a un anuncio de desodorante brasileño. Goldstein Now tienen en este, su primer disco, toda la caterva de enfermedades sonoras que, como los encerrados en el asilo Arkham, disfrutan más de la oscuridad que del sol. This nation shaving cream es como un mantra al servicio de Isis para que el susurro guíe hacia la oscuridad; melodía mínima -porque no hace falta más si engancha por la toma de línea del alma-, como el ritmo de The movement que parece una maqueta perdida de aquellos Iniciados, mutados en manifestantes rodeando los templos de Anubis armados de osciladores de onda senoidal, que solo pueden ser escuchados en el vacío absoluto. Al escuchar este disco uno entiende que hay esperanza en la desesperanza, en la armonía que minimiza lo moral, Leave it behind se sostiene con el resto de la guitarra que queda en el fondo de la papelina y un ritmo zombificado de estructura euclídea. No hace falta más, sintezoides que sueñan con odaliscas bolcheviques en la indómita Kadath en Regime change o amagos de soniquetes fronterizos donde la belladona ha envenenado la interfaz básica entre el hombre que soñó con ser máquina y la máquina que usaba el litio para su batería. En Parachut man uno se imagina la noche en las Ardenas, con los zumbidos de los grupos electrógenos que inspeccionan el cielo mientras animales cadavéricos ofrecen sus vértebras para fabricar los más exquisitos xilófonos.

Proyectos como Goldstein Now te permiten superar el síndrome de abstinencia de la gentrificación del universo de David Lynch y temas como el que da título al disco, son recuerdos que en cada iteración social hay elementos alterados cromosómicamente que escapan del control utilizando frecuencias propias de espíritus laterales. El redentor funciona como un nylon cortante colocado en mitad del pasillo de una casa abandonada o como el último estertor de la bombilla del laberinto de espejos de un parque de atracciones en venta. Nos acercamos al final y tenemos un amago de declaración de principios We need ghosts: un recitado sinuoso que se desliza por las esquinas, bajo las alfombras hasta el lugar al que no llega la mano bajo la cama. Dejaremos cepos bajo el mandato de una función de distribución gaussiana y esperaremos. Hay un amago de fiesta en el Día de la Virgen del Pantano, I´m not a pilgrim tiene algo de reptilesco, de agua turbia con la que fabricar bebedizos, de sinuosa artimaña de notas que buscan la armonía en una cinta de Moebius. El final, para Rabbi Abba, se convierte en la cauterización pagana que uno nunca hubiera esperado, como sin John Constantine grabara un disco de gospel con Screamin Jay Hawkins, pero, a estas alturas, cualquier resto magnético resulta nutritivo. Hasta puedes confundirlo con tu alma.

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