Los western o las películas del oeste nacen en los primeros años del siglo XX con Asalto y robo de un tren de Porter. Aunque es un género típicamente americano con una época dorada que parte de La diligencia (John Ford, 1939) y que duró hasta los 60, esta temática llegó a otras industrias e incluso su popularidad alcanzó el cine de influencia soviética. Eran los «western rojos».
El éxito de las películas de indios y vaqueros crearon un nuevo género en los países de la órbita de la Unión Soviética que no pudieron resistirse a crear réplicas y parodias de las películas americanas. La proyección de Los siete magníficos (John Sturges, 1960) tuvo un enorme impacto comercial en la Unión Soviética, convirtiéndose en todo un clásico de culto para los aficionados al cine. Era la época del llamado «Deshielo de Jrushchov» donde el líder soviético trataba de rebajar la censura en su tarea de desestalinización de la sociedad soviética.
Los cineastas soviéticos se basaron en las producciones americanas para experimentar un nuevo subgénero adaptado a su sociedad y siguiendo siempre las directrices del Partido Comunista. Así llegaron títulos como la Checoslovaca Joe Kolaloca (Oldrich Lipský, 1964), Los hijos de Gran Oso (Josef Mach, 1966) producida en la Alemania del este o la soviética El hombre del boulevard de los Capuchinos (Alla Surikova, 1987).
La película de Joe (Karel Fiala) es una comedia checa que llegó a ser muy popular e incluso obtuvo la Concha de Plata en San Sebastián. El protagonista no bebe whisky como suelen hacer los vaqueros en las cintas americanas, sino que es abstemio y prefiere una limonada sin alcohol llamada Kolalok. Joe trata de convencer a todos sobre las bondades de esta bebida que dice otorgarle una gran puntería.
Más «moralina» nos muestra El hombre del boulevard de los Capuchinos de la directora rusa Alla Surikova, un cinta que llegó a las puertas de la caída de la URSS y donde el cine y la leche sustituyen a las peleas y el alcohol. De repente aparece Johnny First (Andrey Mironov) con un cinematógrafo y convence a las gentes del lugar de las bondades de las películas de Chaplin que amansa a los salvajes vaqueros. A la indudable crítica a la sociedad norteamericana se le une la magia del cine.
La mayoría de estas cintas tiene un claro mensaje político, por ejemplo al posicionarse en el lado de los nativos americanos en su conflicto con el «hombre blanco», al que muestran de forma despiadada y ávido de tierras y oro en Los hijos de Gran Oso. Está protagonizada por el actor yugoslavo Gojko Mitic, hijo de un oficial que combatió al lado del partisano Tito en la Segunda Guerra Mundial, y fue todo un éxito en la Alemania Oriental.
Las películas ambientadas en el Oeste americano fueron más habituales en los países de la órbita de la URSS que en la propia Unión Soviética, donde se decantaron más por películas inspiradas en los western pero referidas a la propia historia rusa, este tipo de western rojo se denominan osterns y suelen ensalzar temas propios como la Revolución de 1917.
Las millas ardientes (Samson Samsonov, 1957) es considerado el primer western rojo años antes de la expansión del género. Narra una historia de la Guerra Civil Rusa que enfrentó a rojos contra blancos, donde muestra inspiración de clásicos como La diligencia (John Ford, 1939) en el estado desesperado de los personajes e incluso en la cartelería. Fue dirigida por Samsonov tras su notable éxito en La cigarra (1955).
Sin duda la producción más destacada es Sol blanco del desierto (Vladimir Motyl, 1969), que narra las aventuras desesperadas de un soldado del Ejército Rojo, Fyodor Sukhov (Anatoliy Kuznetsov), que tras luchar durante muchos años en la guerra civil, se encuentra atrapado en medio del desierto cerca del mar Caspio y en medio de enfrentamientos entre la caballería del ejército y los rebeldes. Las similitudes con las condiciones del salvaje oeste americano eran notables, como grandes y deshabitadas extensiones de terreno y pueblos oprimidos.
El propio director aseguró que se había inspirado en películas clásicas del western como Sólo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952) protagonizada por Gary Cooper. La película tuvo (y tiene) una enorme popularidad en Rusia y se convirtió en una tradición que los astronautas vieran la cinta antes de partir a sus misiones espaciales.
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29 enero 2024 | 10:33 am