Si bien entendemos que desde el texto de Canudo se habla de las siete bellas artes, momento en el que se añade el cine en séptima posición, se han agregado posteriormente algunas más completando la lista con la fotografía y el cómic en el octavo y el noveno lugar.
Sin embargo hoy nos vamos a referir a un “octavo arte” algo diferente, aquel que Escudero definió como el arte de hacer dinero con el séptimo en su libro Vamos a hablar de cine.
José María García Escudero (1916-2002) fue un político, jurista, periodista, escritor, pero sobre todo historiador del cine y dos veces director general de Cinematografía y Teatro durante el Franquismo. La primera dimitió por no estar de acuerdo con la censura y su segunda etapa llegó con Fraga como Ministro de Información, cuando la censura se había suavizado con la llamada «Ley Fraga» que daba fin a la «censura previa». Fueron famosas sus críticas al doblaje de películas, ya que perjudicaban la producción de cine español.
Aunque no fue inmediato, el cine se convirtió en poco tiempo en un auténtico espectáculo de masas y su repercusión económica fue algo inevitable. Curiosamente sus inventores no vieron tal negocio, y los hermanos Lumière lo veían prácticamente como un juguete pasajero y sin futuro. Ya contamos en ‘Méliès, el mago que inventó el cine de ciencia ficción‘ como los inventores del cinematógrafo no quisieron venderle uno de sus aparatos al joven Georges Méliès para evitar que “tirara” su dinero ya que «no tenía ningún futuro comercial«. Afortunadamente no les hizo caso y adquirió un bioscopio a Robert Williams Paul.
Pero tampoco el Mago de Montreuil y padre de la ciencia ficción supo extraer todo su potencial económico, ya que en realidad siempre fue más artesano que comerciante y acabó sus días trabajando en una tienda de juguetes en una estación de tren de Montparnasse. Fueron precisamente los hermanos Pathé los que se aprovecharon de todo el trabajo que habían sembrado los Lumière y Méliès (a este último le compraron los derechos de todas sus películas) dando forma a un primigenio negocio que ni siquiera podían imaginar. Mientras, en el otro lado del charco, el imperio de Edison lograba hacerse con todo el mercado.
Lumière, Méliès y Pathé forman una trilogía que define los comienzos del cine como forma de negocio de masas, capaz de generar enormes cantidades de dinero y que podemos definirlos como el invento, el espectáculo y el negocio.