Muchos van al cine a ver una película solo por el actor protagonista, por una determinada actriz o porque esté dirigida por su director preferido. Ellos son los auténticos protagonistas de la industria actual, sin embargo no siempre fue así.
En los primeros años del siglo XX, nadie conocía a las estrellas del celuloide. Eran tiempos en los que en las salas de exhibición primaba sobre todo la cantidad a la calidad. En aquellos primigenios cines, se ofrecía una gran variedad de películas en una oferta que variaba casi a diario, ya que la gente “iba al cine” y no a ver una determinada película.
Pero los espectadores pronto comenzaron a dar muestras que el sistema se estaba agotando y demandaban novedades. Así fueron surgiendo los grandes nombres, tanto en la dirección como entre los protagonistas. D. W. Griffith fue capaz de dar un nuevo enfoque a las historias filmadas y pronto se convirtió en el favorito de los espectadores, que demandaban las películas de la Biograph para la que trabajaba. Los directores se convirtieron en las primeras estrellas, mientras que los nombres de los actores o actrices permanecían anónimos, y solo se referían a ellos como “la niña de los rizos” para Mary Pickford o “la chica de la Biograph” con Florence Lawrence.
Florence Lawrence y King Baggot fueron la primera pareja de estrellas del cine con «nombres y apellidos»
Pero todo cambió en 1910, cuando Carl Laemmle contrató a Florence Lawrence y lo hizo público, apareciendo junto a su otra estrella King Baggot. Ambos se convirtieron en las primeras estrellas del cine con nombre propio, pues aparecían en los anuncios de los cines y en los créditos de las películas. Así comenzó a surgir el fenómeno fan.
El resto de las productoras solo pudieron seguir la estela de Laemmle y comenzaron a publicitar a sus estrellas, curiosamente, la Biograph fue una de las últimas en dar su brazo a torcer.
En paralelo a este boom mediático, las productoras comenzaron a publicar boletines informativos para ensalzar a todas las estrellas que aparecían en sus películas. The Edison Kinetogram o la Pathé Weekly Bulletin son algunos de estos ejemplos. Y junto a estas, apareció la que se convirtió unos años después en la primera revista de fans del celuloide: Motion Picture Magazine, publicada por J. Stuart Blackton en febrero de 1911, que aunque de primeras solo se refería a producciones de la Vitagraph, pronto se universalizó, dando información del resto de productoras en una revista mensual que duró hasta 1977. Pronto siguieron muchas más como Photoplay o la inglesa The Pictures. Esta última, aconsejaba a sus lectores conocer todos los nombres de los que aparecían en una película para “disfrutar más que nunca”.
Motion Picture Magazine es la primera revista de fans de la historia del cine
Otro de los pasos fundamentales para la industria fue el cartel de las películas, que pronto se convirtió en el mayor reclamo para atraer a las masas a ver una u otra cinta. Los primeros resultaron algo toscos, muy similares a los de teatro, pero pronto comenzaron a hacerse notar con dibujos e imágenes descriptivos y, sobre todo, con los nombres de sus estrellas que aparecían en grande y en lugar prominente para que todos pudieran verlo.
En pocos años, apenas dos o tres, se había pasado de ocultar los nombres los que participaban en las películas, a sacar postales o hacerles protagonistas en los carteles. Así se fueron danto forma a los primeros fans, aquellos que coleccionaban las fotos de sus estrellas preferidas, compraban sus revistas y hacían colas en los cines para ver sus últimos estrenos.
En estos primeros años del siglo XX se formó la base de la industria cinematográfica actual. Nacía el llamado star-system, cimentado por personajes como Laemmle, Zukor o Griffith, que aportó armas a los independientes para luchar (e imponerse) contra el poder de Edison y la MPPC.
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