El nacimiento de una nación, dirigida por D. W. Griffith en 1915, fue un antes y un después en la industria del cine y decisiva para convertirlo en el arte que es hoy en día.
Pese al talante claramente racista de la cinta, no evita que sea catalogada como una de las primeras grandes superproducciones de la historia del cine. Griffith abrió el camino del realismo en el séptimo arte, añadiendo la tensión dramática que a partir de entonces acompañará inexorablemente al cine clásico norteamericano. Era el fin de los tiempos de las producciones casi teatrales… y el comienzo de un arte plenamente independiente.
Los recursos técnicos usados por el director mostraron una nueva vía a la incipiente industria, con grandes escenas de batalla con multitud de extras y planos que mostraban una épica majestuosa.
Se considera que ‘El nacimiento de una nación’ como el comienzo del cine como arte independiente
La cinta es una historia de la Guerra de Secesión (1861-1865) y la posterior reconstrucción de los estados sureños, los derrotados de la contienda. Está basada en la novela The Clansman, de Thomas Dixon. En ella aparecen familias separadas por la guerra y la situación de los esclavos negros de las plantaciones del sur, revuelta incluida, donde son presentados como gente brutal con un exacerbado deseo sexual. Y no podía puede faltar la aparición del Ku Klux Klan como los salvadores de la civilización blanca. El título inicial de la película era homónimo a la novela, The Clansman, que significa el «hombre del clan», y así fue estrenada en febrero de 1915. Sin embargo en su estreno en Nueva York un mes después se cambió por el título final El nacimiento de una nación.
La película comenzó a gestarse en 1914 cuando le llegó un ejemplar de la novela de Dixon. Pronto comenzaron a dispararse los gastos de la película. Las películas de Griffith solían tener un presupuesto de 10.000$ aunque en este caso su larga duración iba a aumentar notablemente los costes. De los 40.000$ iniciales previstos terminó costando más de 100.000$ aunque no supuso ningún problema a tenor de la recaudación, estimada en unos 50 millones de dólares (¡Sí, millones!), lo que era todo un récord en aquel momento.
Tres meses de rodaje, que inició un 4 de julio, el día Nacional, y otros tantos de montaje (sin contar los meses previos de ensayos), conformó la gran película de 190 minutos.
David Wark Griffith (1875-1948) fue todo un genio del cine, creador del arte de la narrativa cuyos logros estaban en el mismo nivel que su enorme ego. Tras cinco años de trabajar para la Biograph (1908-1913), él mismo se atribuyó una serie de logros como el primer plano, el plano largo, los flashback, el fundido en negro, los rótulos, etc. pese a que algunas de estas innovaciones habían sido realizadas por otros antes, como Edwin S. Porter o Billy Bitzer (director de fotografía de Griffith).
Si bien más allá de la paternidad de algunas de estas técnicas, lo más destacable de Griffith fue el uso que hizo de ellas y cómo su combinación sí que le dio la «patente» del lenguaje cinematográfico que se desarrolló durante las décadas posteriores.
El talento que tenía detrás de la cámara no era el mismo que con sus finanzas. Sus uniones con su Zukkor o con la United Artist (de la que fue cofundador junto a Chaplin, Douglas Fairbanks y Mary Pickford, como ya comentamos en ‘La historia de las grandes productoras de cine: United Artists‘), no resultó beneficiosa para la economía del director de Kentucky.
El director, que había dado sus primeros pasos en la industria de actor y guionista en sus primeros cortometrajes, realizó en 1916 su segunda gran obra, Intolerancia. En esta majestuosa película trataba de mitigar las críticas recibidas por El nacimiento de una nación, mediante el uso de algunas historias de injusticias históricas. Como ya comentamos en el artículo ‘Intolerancia’, cuatro momentos históricos de la mano de D. W. Griffith, está cinta no tuvo tan buena acogida como la anterior y eso que contó con un enorme presupuesto.
Junto a sus dos “grandes”, podemos destacar el drama de Las dos tormentas (1920), su inclinación a favor de la Revolución Francesa en Las dos huérfanas (1921), América (1924) sobre la independencia de las colonias de la metrópoli inglesa y Abraham Lincoln (1930), su primera obra sonora sobre la vida del presidente norteamericano. Un año después rodó su segunda y última producción hablada, La lucha.
Los años 30’ fueron el ocaso para Griffith, unido a su divorcio y un nuevo matrimonio, vivió alejado del nuevo Hollywood y de la industria que tanto había ayudado a levantar.
Escenas de ‘El nacimiento de una nación’ (1915)