Desde los comienzos del cine las historias ambientadas en la antigüedad han tenido gran difusión y éxito llegando a contabilizarse más de un millar de títulos. Vamos a comenzar una serie de artículos sobre el péplum, las películas basadas en la antigüedad. Comenzamos con sus orígenes, la primeras cintas en la época muda.
Estrictamente péplum se refiere a las películas producidas en Italia en los años 50 y 60 con temática en el mundo antiguo. Posteriormente este concepto se ha asociado a cualquier película de temática sobre la Antigüedad, aunque en muchos casos se le conoce como “el cine de romanos”.
Pese a posibles fallos históricos o el uso habitual de tópicos de nuestros tiempos, el péplum ha permitido acercar la historia al gran público
La palabra proviene de peplo, una túnica de femenina usada en la Antigua Grecia que usaban los actores para cubrirse cuando interpretaban a griegos o romanos. El término para referirse a ese tipo de cine fue acuñado por la crítica francesa.
Desde casi el nacimiento del cine, las películas sobre la Antigüedad han permitido al gran público el acceso a las grandes aventuras épicas, históricas o de ficción, acercándonos el mundo romano, la Grecia Clásica o el Egipto de los faraones. Estas producciones nos han sumergido en la mitología griega, la Guerra de Troya o la época de Jesucristo.
Péplum son las películas producidas en Italia en los años 50 y 60
Con el péplum siempre ha existido cierta polémica con los historiadores y la fidelidad de sus historias. No podemos olvidar los fallos históricos (algunos garrafales), las exageraciones, las cargas ideológicas o incluso los clichés habituales que suelen presentar muchas de estas cintas, que reproducen situaciones o problemas de la actualidad. Aún así debemos reivindicar las cualidades de este tipo de cine para llevar la historia a gran parte del público, que en algunos casos no le llegaría por otros medios.
Pronto los pioneros del cine descubrieron que este tipo de historias eran un auténtico filón que comenzaron a explotar en 1886 con el emperador romano Nerón, en la película Néron essayant des poisons sur des esclaves de Georges Hatot y producida por los Lumière. (podéis ver ¿Quién fue el primer personaje histórico en la pantalla?)
Edison siguió la estela de sus rivales Lumière y en 1897 produjo Cupid and Psyche, basado en una historia de Apuleyo. Los éxitos literarios y teatrales ayudaron a trasladar las fantásticas historias de la antigüedad a la gran pantalla, como sucedió con las exitosas novelas como Ben-Hur, Quo Vadis? o Los últimos días de Pompeya, de las que se realizaron numerosas versiones cinematográficas a lo largo de los años.
En los primeros años destacaron los franceses Georges Méliès y Pathe que rodaron varias películas de época. El primero dirigió La Sibila de Cumas (1898) o Cleopatra (1899) mientras que Pathé destacamos Sansón y Dalila (1903), la fiesta de Baltasar (1905) o Moisés (1907). El británico William Paul rodó en 1900 la primera versión de Los últimos días de Pompeya.
Sin embargo, como indica el profesor Jon Solomon, el cine épico tal y como le conocemos en la actualidad nació en 1908 con La destrucción de Pompeya (también aparece bajo el título Los últimos días de Pompeya, lo que puede llevar a confusión con las dos versiones de 1913), producida por el italiano Roberto Ambrosini y dirigida por también actor Luigi Maggi.
El gran triunfo de la película de Maggi dio comienzo la llamada Edad de Oro del cine italiano que se tradujo en una auténtica moda de cine de época. Era el denominado Kolossal, donde se produjeron las primeras superproducciones cinematográficas.
Comenzaban los rodajes en el exterior, con escenarios enormes y cientos de extras. Se buscaban lugares para ambientar las cintas como Roma, Sicilia o el norte de África.
De esta época destacaron por encima de todas Quo vadis? (Enrico Guazzoni, 1912) y sobre todo Cabiria (Giovanni Pastrone, 1914), la gran película de la Edad de Oro, con una puesta en escena y unos efectos visuales nunca vista hasta entonces.
Norteamérica no era ajena al éxito italiano y siguieron sus pasos en 1907 con la primera versión de Ben-Hur. En 1912 Fallen rodó From the Manger to the Cross en los escenarios reales de Tierra Santa.
Cabiria (1914) es la gran película de la Edad de Oro del cine italiano
Entre los títulos importantes de está época encontramos El esclavo (1909) de D.W. Griffith con las estrellas Pickford y Lawrence, o la desaparecida Cleopatra (1912) de Gadner.
En estos primeros años del siglo el éxito de esta temática hizo que se multiplicará las producciones en todos los países. En Francia aparecieron títulos como El beso de Judas (Fil d’Arts, 1909), El regreso de Ulises (Charles Le Bargy, 1908), Edipo rey (Hecla, 1912) o El saco de Roma (Eclair, 1910).
La empresa francesa Gaumont fue la que realizó un mayor número de ellas como Caín y Abel (1910), En tiempos de Nerón (1911) o El festín de Baltasar (1913) entre otras muchas. Esta de 1913 fue la última de la productora y el comienzo de la primacía del cine italiano en esta temática. Las producciones italianas habían despegado sobre todo desde las comentadas anteriormente, Cabiria y Quo Vadis.
El nuevo impulso italiano dejé en segundo plano industrias como la francesa o la inglesa, y solo las potentes productoras norteamericanas pudieron oponer algo de resistencia. Al parecer el propio Griffith ojeó muchas veces la Biblia buscando inspiración tras ver la espectacular Quo vadis? de Guazzoni.
La Primera Guerra Mundial fue un parón para la industria y tras el fin del conflicto las producciones italianas fueron perdiendo poder. Aún durante los años 20 se produjeron algunos éxitos como Espartaco (Pineschi y Fedra, 1919), Mesalina (Guazzoni, 1922) y nuevas versiones de éxitos como Quo vadis? (1924) o Los últimos días de Pompeya (1926).
Los años 20 fueron dominados por Hollywood con títulos como La Reina de Saba (Gordon Edwards, 1921), Salomé (Alla Nazimova, 1922), Sansón y Dalila (Korda, 1922) o una nueva sobre Ben-Hur (MGM, 1925). Pero sin duda el gran éxito indiscutible fue Rey de reyes (1927) de Cecil B. DeMille, que se proyectó incluso en iglesias.
Durante esta época, la industria norteamericana comenzó a introducir moralejas en los guiones tratando de aplicar situaciones de la actualidad plasmadas en el mundo antiguo.
En los años 30 llegó el sonido y con ello una nueva dimensión a las películas épicas, pero eso lo dejamos para próximos artículos…
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