Goldman Sachs is not an after shave Goldman Sachs is not an after shave

Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

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Música femenina para el alma saharaui

Aziza Brahim en la presentación de la película 'Wilaya'  en San Sebastian, en abril de 2012. (Iñigo Royo, CC)

Aziza Brahim en la presentación de la película ‘Wilaya’ en San Sebastián, en abril de 2012. (Iñigo Royo- CC).

Decía la cantante saharaui Aziza Brahim en una entrevista reciente que «la música, como cualquier arte, forma parte de la expresión de un pueblo» y que, en el caso particular del Sáhara, «es muy importante atender las diferentes expresiones artísticas porque constituyen un aspecto crucial de nuestra identidad cultural». Son muchos los saharauis que, como Aziza, se marcharon del Sáhara Occidental tras la ocupación del territorio por parte de Marruecos, hace ya cuatro décadas. De ellos, algunos se dedican a la música como arma de reivindicación frente a la injusticia y el tabú diplomático con la monarquía marroquí.

 

Mariem Hassan, denominada por muchos como la voz del Sáhara y considerada su embajadora musical por excelencia, murió de cáncer el pasado agosto sin haber podido ver a su pueblo libre tras 40 años de invasión. Se fue con 57 años, por lo que vivió prácticamente toda su vida reivindicando la autodeterminación saharaui desde los campamentos de refugiados de Argelia y llevando su voz por todo el mundo.

A través de su música -a propósito o sin pretenderlo- se convirtió también en activista política, lo que le valió una agresión en Madrid en 2009 por parte de un grupo de individuos marroquíes mientras grababa su disco Shouka (2010). Pero Shouka conquistó al público internacional. Sus composiciones musicales de estilo haul recorrieron el globo con sus mensajes clamando libertad y revolución. Se ha convertido en la figura más visible de la música saharaui, con un estilo único que mezcla tradición y presente, gritos de corros de mujeres árabes con punteos de guitarra que bien podrían abrir paso a un concierto de rock.

¡Vivan los revolucionarios!
¡Vivan!
Todos los revolucionarios
preparaos para luchar.
¡Derrotad a los colonialistas!
¡Oh, pueblo saharaui revolucionario!
Somos los revolucionarios
Y la tierra libre saharaui es para los saharauis.
El pueblo saharaui ha conseguido hoy
Una gran victoria
Y en la guerra de la independencia aplastaron a los imperialistas.

Haiyu (vítores), Mariem Hassan.

Como lo fue Mariem, Aziza Brahim es hoy un referente vivo de los cantos a la revolución de los refugiados saharauis. Nacida en un campo de refugiados en Tinduf (Argelia), nunca tuvo la oportunidad de conocer a su padre, quien se quedó en El Aaiún y murió allí un tiempo después. La guerra en el Sáhara Occidental impidió que Aziza y su padre se vieran ni siquiera una vez.

Con sólo 19 años, en 1995, ganó la primera edición del Concurso Nacional de la Canción celebrado en el Festival Nacional de Cultura impulsado por la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Sus giras por Europa y África, y muy especialmente por España y Francia, la convirtieron en todo un icono musical de marca saharaui, con canciones en español incluidas. Con cinco álbumes de estudio bajo el brazo, acaba de lanzar su último trabajo, Abbar el Hamada (a través de la hamada), donde narra las sensaciones de cuarenta años de invasión marroquí desde el desierto rocoso donde esperan los refugiados. Actualmente reside en Barcelona.

 

Hassam y Brahim son dos símbolos de la lucha saharaui, el pasado y el presente de un pueblo muy vivo que sobrevive en campos de refugiados gracias al calmante universal que es la música. Su música. Porque, como dejó escrito Platón, «la música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo».

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La pena de muerte son países, no cifras

Las ejecuciones aumentaron más de un 50% en 2015 respecto del año anterior / Ken Piorkowski - FLICKR

Las ejecuciones aumentaron más de un 50% en 2015 respecto del año anterior / Ken Piorkowski – FLICKR

Que la cifra de la aplicación de la pena de muerte en el mundo es la más alta de los últimos 25 años es noticia. Es normal, claro está, considerando que cada vez más países consiguen abolir la pena capital pero, por contra, la cifra de ejecuciones aumenta. El baile de cifras es algo así como los árboles que impiden ver el bosque: cerca del 89% de las ejecuciones en 2015 se concentraron en Irán, Pakistán y Arabia Saudí, pero países como Estados Unidos, China, Bielorrusia, Egipto o Túnez continúan practicándolas. ¿Somos por ello menos responsables? ¿No son vidas humanas arrebatadas legalmente por un estado?

Según expertos de la ONU, la aplicación de la pena de muerte no desalienta la comisión de crímenes. Vienen a confirmar ese dicho de que «la violencia sólo engendra más violencia». Y Amnistía Internacional (AI) ha rematado el asunto con su último informe, que señala que en los últimos 25 años nunca habían sido ejecutadas tantas personas como ahora, aunque son menos los países que aplican la pena capital. En cabeza, Irán, con 977 personas ejecutadas en 2015, seguido de Pakistán, con 320, Arabia Saudí, 158, y Estados Unidos, con 28, aunque este último presenta su cifra más baja de ejecuciones desde 1991.

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¿Es real la amenaza del terrorismo nuclear?

Barack Obama con el primer ministro de Malasia, Najib Tun Razak.

Barack Obama con el primer ministro de Malasia, Najib Tun Razak.

La semana pasada tuvo lugar en Washington la IV Cumbre de Seguridad Nuclear en la que participaron 86 países y cinco organizaciones invitadas. Pocos días después de los atentados de Bruselas, el tema central del encuentro fue cómo evitar que los yihadistas se hagan con el control de armas nucleares o materiales radioactivos con los que podrían llegar a crear bombas sucias, es decir, explosivos que incluyan elementos radioactivos.

Para ello, al final del encuentro se firmó la Iniciativa Global para Combatir el Terrorismo Nuclear (IGTN, en sus siglas en inglés). Básicamente, con esta acuerdo, los países firmantes se comprometen a cooperar y compartir información en materia nuclear. Con ello, se quiere fortalecer la capacidad mundial para «prevenir, detectar, disuadir y responder al terrorismo nuclear”, resalta el acuerdo publicado en la web de la Casa Blanca.

Además, el IGTN insta a los países firmantes que elaboren actividades multilaterales orientadas a elaborar conjuntamente planes, políticas, procedimientos operativos y la “interoperabilidad” entre las naciones asociadas.

Tal como se detalla en el acuerdo, principalmente, esto se conseguirá con la cooperación mutua, pero también elaborando talleres conjuntos, intercambiando conocimientos y compartiendo información sobre las actividades nacionales y multilaterales en materia de seguridad nuclear.

La seguridad nuclear es un tema que preocupa al presidente estadounidense, Barack Obama, como el mismo reconoció durante la inauguración de la Cumbre, que se celebró del 31 de mayo al 2 de abril. “De todas las amenazas a la seguridad global y la paz, la más peligrosa es la proliferación y posible uso de armas nucleares”, decía el mandatario de la Casa Blanca.

Sea como sea, la firma del IGTN nace ya coja, porque en este encuentro no participaron ni Rusia, ni Corea del Norte ni Irán. Parece imposible preservar la seguridad nuclear sin estos países, los dos primeros con armas nucleares y el tercero con una fuerte influencia en Oriente Medio, foco de los principales conflictos bélicos actuales. Rusia decidió no asistir porque, opina, que no hubo suficiente cooperación en los días previos a la Cumbre y para prepararla.

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Diario de una refugiada kurda iraquí: a un paso de Alemania

Después de que la Unión Europea y Turquía firmaran el acuerdo para la devolución de los refugiados a ese país, Hanasay, una refugiada kurda iraquí de 17 años que conocí en Serbia en febrero, decidió seguir a pie el camino hacia Alemania. Estuvo esperando hasta el último minuto que la UE no diera el paso de precarizar aún más la huida de quienes escapan de la guerra, pero no fue así.

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El nombre del campo en el que se encontraban en Hungría / Hanasay Sard

Tras dos días caminando, Hanasay y su familia llegaron a Hungría, al campo de refugiados de Vámosszabadi. No iban solos, pero no había más que otra familia en el grupo; la mayoría eran hombres que habían iniciado la ruta solos y o bien se habían adelantado a su familia, o bien esperaban reencontrarla en Alemania. Las únicas mujeres eran ella, su madre y su hermana pequeña, que es un bebé. Tardó dos días en decirme dónde estaba porque ni ella lo sabía hasta que una voluntaria de una ONG en la zona se lo escribió en un trozo de papel.

Todos los refugiados atrapados en el campo de Sid, en el lado serbio de la frontera con Hungría, dejaron el campo a pie cuando Turquía y la UE firmaron el acuerdo que la mayoría de ONG ha calificado como «de la vergüenza». Algunos lo habían hecho ya en los días previos a la reunión de los Veintiocho con el primer ministro turco, Ahmet Davutoğlu, pero la inmensa mayoría de las casi 600 personas que vivían en el campo esperó hasta la firma. Ahora quedan sólo 90 refugiados allí, según Are you Syrious? (AYS), la extensa red de voluntarios que mejor informa sobre esta crisis. Lee el resto de la entrada »

Siria: 5 años de incomprensión

Varias personas observan el humo causado por una explosión contra integrantes de Estado Islámico en la ciudad siria de Kobani. (EFE / Sedat Suna)

Varias personas observan el humo causado por una explosión contra integrantes de Estado Islámico en la ciudad siria de Kobani. (EFE / Sedat Suna)

Ayer Siria cumplía un aniversario: cinco años de conflicto. El peor desastre humano del siglo XXI empezaba hace un lustro a remolque de las primaveras árabes de Túnez, Egipto y Libia, con la misma llama de esperanza que había prendido en estos países. Sin embargo, la respuesta del régimen represivo y autoritario de Bashar Al Assad ante la primera manifestación pacífica de más libertades fue lo que que más adelante se convertiría en el pan de cada día: violencia.

Cinco años atrás la República Árabe de Siria ocupaba el lugar 119 en el mundo según el Índice de Desarrollo Humano de 2011, con un valor de 0,632 , y  la esperanza de vida se situaba en 75,9 años de edad. Sus valores situaban al país entre la categoría de países de Desarrollo Humano Medio. Hoy el valor según el IDH 2015 (con datos de 2014) es de 0,594 y retrocede hasta el puesto número 134, mientras que la esperanza de vida al nacer baja hasta los 69,6 años de media.

Sin embargo, el dato quizás más escalofriante, además de las entre 250.000 y 470.000 personas que han perdido la vida a causa del conflicto es que la mitad de la población del país ha huido de sus hogares. Actualmente unos 11 millones de personas, entre desplazados y refugiados, han abandonado sus casas o lo que quedaba de ellas y los que se han quedado en Siria viven en una situación de pobreza extrema.

Los niños que dejaron de ser niños

Los niños y niñas víctimas del conflicto han visto su infancia truncada y han tenido que aprender demasiado pronto, demasiado, lo que es una guerra. Según la Agencia de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, la violación de los derechos del menor y la situación humanitaria solo va a peor. «Los niños se encuentran entre la población más afectada por el conflicto. Más de la mitad de los desplazados son niños y cada dos minutos otro niño sirio se convierte en refugiado», alerta un informe. Según reza este documento, entre la violación de derechos que tiene un impacto muy fuerte está la separación forzada de la familia, no tener acceso a la educación, violencia sexual y física, reclutamiento militar, secuestros, acceso limitado a servicios como la salud, falta de certificados de nacimiento y el trastorno psicológico que deriva de todo esto.

Según datos de Save the Children, al menos 250.000 niños y niñas sirios vive bajo asedio, en cárceles al aire libre. Además, la situación de vulnerabilidad que sufren y la falta de escuelas crea un perfecto caldo de cultivo para los grupos extremistas. Un informe de la ONG publicado en marzo y titulado ‘Infancia bajo asedio’ constata que algunos grupos armados pagan hasta 150$ al mes, otros, 50$ o menos. “Tan pronto como cumplen 12 años, la presión para que tomen un arma y luchen está ahí”, recoge el testimonio de un trabajador social.

La pasividad internacional

Mientras el contador sube, Siria baja en la escalera de desarrollo humano, las ONG insisten para que la ayuda humanitaria llegue y la crisis de los refugiados toma dimensiones inimaginables, 3.770 personas murieron en el Mediterráneo en 2015, cerca de 4 millones se encuentran refugiados en Turquía, Líbano, Jordania o Iraq y más de 500.000 prueban de entrar en Europa por el mar, ya sea a través de Grecia o Italia. Ah, sí, se me olvidaba, y en Bruselas discuten cuál debe ser el modelo de respuesta Europeo y mientras lo hacen España, por citar un ejemplo, ha acogido 18 refugiados. Dieciocho. Y en la escala internacional, Estados Unidos se lo mira, sin saber muy bien cuál debe ser su acción respecto a Siria. Y Rusia se presenta ahora como un actor de paz.

En un artículo publicado hace dos años (¡dos!) en este blog, titulado Siria, eras, eres escribía lo siguiente: «Hoy Siria no es miedo, es horror. Y lo que más duele: ya no es esperanza». Tristemente, no puedo, no podemos, decir que haya esperanza ninguna. Solo incomprensión. Cinco años de incomprensión.

¿Qué le diré a mi sobrina?

OPINIÓN/ANÁLISIS

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Una manifestación contra las violaciones en la India, uno de los países con más abusos sexuales del mundo / Archivo 20 Minutos

Estos días va a nacer mi sobrina. Tal vez es un post muy poco ortodoxo para una blog de política internacional, pero varios acontecimientos recientes me han llevado a reflexionar y pensar qué mundo va a ver mi sobrina y qué condiciones se va encontrar por el simple hecho de ser mujer.

Este martes hemos celebrado el día Internacional de la Mujer, un ocho de marzo más, donde todas las webs de diarios, medios o incluso empresas o comercios se llenan de palabras como los derechos de la mujer, la igualdad, pero la realidad es que esto no es así y está muy lejos de que esto cambie, porque la desigualdad entre ambos sexos es una realidad enclavada en todas las culturas y religiones y las violaciones son una lacra que se extiende de norte a sur y de este a oeste.

Era la una y media de la madrugada en Honduras, dos hombres entraron en la casa de la activista y ambientalista Bertha Cáceres en la Esperanza, al oeste del país. Le dispararon y la mataron.

En 2014 asesinaron, como mínimo, 116 ambientalistas en todo el mundo, tres cuartas partes de ellos en América Latina, especialmente, en Honduras, Brasil y Perú, según explica la BBC. Por otro lado, del 2002 al 2014, en Honduras mataron a 111 activistas defensores del medio ambiente. «Más de 80 tuvieron lugar sólo en los últimos tres años en una región, Bajo Aguán», explicó Chris Moye, de Global Witness, a la cadena británica.

En este contexto, podemos decir que Bertha Cáceres no fue asesinada por ser mujer, la mataron por defender los derechos de la naturaleza. Sin embargo, antes de su muerte fue amenazada de violación. Eso sí que fue por ser mujer. A los ambientalistas hombres no les amenazan con violarlos.

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La desigualdad en el mundo tiene silueta de mujer

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Las mujeres van juntas al pozo para evitar peligros (Chad). Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

“Nacer mujer en algunas partes del mundo sigue siendo un infierno en vida”, decía la filósofa Amelia Valcárcel en una conferencia en Madrid hace unos meses. El Día Internacional de la Mujer, que se celebra este martes, sigue recordando que a diario millones de mujeres son discriminadas, o privadas de recibir una educación, que el camino es largo y que queda mucho por andar.

El camino, sin embargo, es más largo en unos países que en otros. Basta con mirar el último informe de Desarrollo Humano elaborado por las Naciones Unidas para ver las diferencias entre los países en vía de desarrollo y los desarrollados. Mientras que en Afganistán o Sierra Leona los años de escolarización esperados para una mujer son 7,2 mientras que en países como Australia o Nueva Zelanda superan los 19 (en España son 17).

Otro indicador del informe es el Índice de desigualdad de género, que tiene en cuenta dimensiones como el empoderamiento económico o la salud sexual y reproductiva. Este indicador sitúa Eslovenia como el país más igualitario, seguido de Suiza y Alemania. El peor país es Yemen y otros en el que el índice de desigualdad es muy alto son Chad, Níger, Afganistán o la República Democrática del Congo, entre otros.

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¿Por qué llevan velo?

La instagramer somalí @Ugaasadda cuenta con miles de seguidores por sus fotos luciendo su hiyab / Instagram

La instagramer somalí @Ugaasadda cuenta con miles de seguidores por sus fotos luciendo su hiyab / Instagram

El velo islámico, o hiyab, nunca había llenado tantos titulares como en los últimos tiempos. Las revueltas árabes, la guerra de Siria y la consecuente crisis de los refugiados que huyen a Europa del horror de la guerra ha reavivado y extendido un debate que señala los símbolos de la cultura islámica en un intento de dar una explicación a lo desconocido. Muchas mujeres islámicas llevan velo, pero conviene saber que no todas lo hacen motivadas por las mismas circunstancias. Y también, por qué no, mirar los símiles en nuestra cultura que probablemente se nos hayan pasado por alto. Estas son algunas razones para explicar el uso del velo.

Lo llevan porque se lo imponen
Este razonamiento está muy extendido en los países occidentales como resultado del choque cultural que produce el velo islámico. Sin embargo, todavía hay mucha gente que no establece la diferencia entre el hiyab y otras indumentarias islámicas como el niqab o el burka. Y es que estos últimos, los que menos se ven en Europa y Norteamérica (en comparación con el Magreb y Oriente Medio), conllevan que el rostro y el cuerpo de las mujeres queden tapados por completo (o casi), y en este caso sí hay muchas mujeres obligadas a vestirlos por imposición conyugal y/o familiar. Otras, aunque nos pueda parecer imposible, lo eligen.

Sí, existe una relación entre el extremismo religioso y la proliferación del burka y el niqab. Tanto con los talibanes en Afganistán como con Estado Islámico en Irak y Siria, mujeres y niñas se tapan de arriba abajo si no por obligación, por miedo. Como también es innegable que algunas reconocen llevarlo como una opción personal, tal como salió publicado en varios medios, algo que también ocurre en España. Por muchas vueltas que le demos a este asunto, y aún dando por hecho que visten el burka o el niqab porque “les han comido la cabeza” en sus países de origen, es importante hacer un ejercicio de autocrítica y reconocer que si sabemos tan poco acerca de sus motivos para vestirlo es porque existe una enorme falta de diálogo con las mujeres musulmanas. Con ellas. No con sus maridos ni con sus abuelos ni con sus cuñados ni con sus padres. Tanto en la calle como en las instituciones europeas e internacionales.

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Sergi Cámara: «En Lesbos cada día llegaban unas 15 o 20 barcas de refugiados»

Chalecos salvavidas flotando en la playa de Skala Sikaminias (Lesbos). Más de 3.000 muertos en el mar en 2015 / SERGI CÁMARA

Chalecos salvavidas flotando en la playa de Skala Sikaminias (Lesbos). Más de 3.000 muertos en el mar en 2015 / SERGI CÁMARA

Sergi Cámara (Vic, 1970) es un documentalista independiente que ha fotografiado las migraciones en múltiples ocasiones y desde distintos países. En los últimos años y desde 2004 ha seguido de cerca el paso de los inmigrantes que intentan llegar a España por Melilla. En 2015 estuvo en Lesbos y en Kos, dos de las islas griegas que se han convertido en el punto de entrada a Europa de miles de refugiados sirios, y documentó gráficamente la ruta que siguen la mayoría por los Balcanes para seguir hacia el corazón de Europa: Alemania. Ahora algunas de estas imágenes se pueden ver en la exposición «Refugiados, la odisea hacia Europa», en el Palau Robert de Barcelona. Cámara asegura que a los refugiados se les “quita su dignidad” cuando son obligados a cruzar fronteras como ilegales, cuando son maltratados por la policía o cuando deben quedarse a la intemperie a muy bajas temperaturas.

¿Cuál es el motivo que te llevó a ir a Grecia?
Al principio fue por un tema personal. Desde 2004 trabajo en el tema de Melilla y vi que había refugiados sirios que también llegaban a través de Melilla. Son los que no quieren cruzar por mar. A partir de ahí me empecé a interesar por los refugiados sirios y decidí ir a la isla de Kos, en Junio de 2015, para seguir mi trabajo personal. Al llegar ahí me empecé a dar cuenta de cuál era la ruta que seguían así que al cabo de unos meses volví y pude seguir su ruta por Macedonia, Serbia y Hungría.

¿También estuviste en Lesbos verdad?
Sí, ese fue el último viaje, en Noviembre.

Muchos periodistas que han estado en la primera línea señalan que choca mucho ver las dimensiones del drama, el número de refugiados que llegan a diario.
Sí, por ejemplo en la exposición hay una foto en la que se ven cuatro barcas viniendo. Cada día llegaban unas 15 o 20 barcas y el problema es que aunque algunos llegan bien otros llegan destrozados, algunos son víctimas de mafias durante su viaje y cuando tocan tierra se deshacen. Desde fotógrafos hasta voluntarios, todo el mundo intenta ayudar. Hay momentos que dejas la cámara para ayudar.

¿Cuánto puede durar el viaje?
Desde Lesbos se ve la costa turca, son unos nueve kilómetros, como de Tarifa a Tánger. A no ser que les estropee el motor y queden a la deriva, son unas tres horas. Una de las reclamaciones que hago es el pasaje seguro para los refugiados, que van por mar porque no pueden llegar por tierra puesto que hay un muro que les impide el paso terrestre.

Motasin, de 8 años, y su hermano Mutaz, de 11, corren tras pasar la frontera de Serbia con Hungría “ilegalmente”, junto con su madre Lama, en su camino hacia Alemania. / SERGI CÁMARA

Motasin, de 8 años, y su hermano Mutaz, de 11, corren tras pasar la frontera de Serbia con Hungría “ilegalmente”, junto con su madre Lama, en su camino hacia Alemania. / SERGI CÁMARA

¿Cuál fue tu experiencia con las ONGs sobre el terreno?
Al principio las organizaciones internacionales no estaban, no existían, a parte de Médicos Sin Fronteras, algunos de ACNUR pero que hacían más trabajo de control que de ayuda. Muchas veces ayudaba más la gente del pueblo de Lesbos y los voluntarios que las grandes organizaciones. Ahora sí que se han puesto más las pilas pero cuando yo estuve ahí, por ejemplo, tuve que llevar gente que bajaba de las barcas y que al llegar tenían que caminar siete u ocho kilómetros para ir al campo donde les registraban. Y claro había gente muy mayor que casi no podía ni andar y niños pequeños. También había voluntarios de distintas organizaciones, de Holanda, Noruega, Suecia… Mucha solidaridad. Ahora sí que han puesto autobuses y está más bien organizado.

Cuando decides hacer la ruta dejas Grecia y sigues el camino hacia los Balcanes. ¿Lo sigues con algún grupo concreto?
A menudo me quedaba en zonas fronterizas para hacer algunos trabajos pero sí que había grupos que ya había conocido y con los que me encontré más tarde en otro sitio. Por ejemplo en la exposición se ve un grupo con el que estuve: un matrimonio que esperaba un hijo, una madre con dos hijos y unos amigos, que cuando llegaron a la frontera de Serbia con Hungría tuvieron que cruzar ilegalmente la valla que Hungría había puesto con concertinas. También seguí un grupo al que otro grupo había señalado la ruta a seguir a través de Google Maps, señalando un punto en el que la valla estaba chafada y por lo tanto cruzar era seguro. Así consiguieron cruzar la frontera sin que la policía no les viera, pasando por este punto y por campos de maíz, escondiéndose para que nadie los viera. Una vez en Hungría la policía detuvo a todo el grupo y al cabo de dos días ya estaban yendo a Budapest.

¿Con los que tú pudiste hablar, tenían un destino claro?
Sí, la mayoría van a Alemania. Algunos porque tienen familia allí, otros no, pero casi todos van a Alemania. También hay algunos que van más al norte: a Dinamarca o a Suecia.

Mohamed y Raffa con sus hijos e hijas Masoud, Silva, Selma, Inois y Haula, son de la ciudad de Hasakah se dirigen hacia Alemania. / SERGI CÁMARA

En la línea de desmontar mitos, ¿Cuál es la visión de la gente de Lesbos, por ejemplo, sobre los refugiados?
La mayoría de la gente salía con sus barcas a rescatar a los refugiados, se tiraba al agua. Al final es el pueblo quien salva al pueblo. Un mito que intento desmontar con las fotografías es el de que solo llegan hombres solos que nos invadirán, que son terroristas, etc, decidí fotografiar algunas familias enteras al llegar a la isla. Sí que es verdad que al principio, en Agosto, hubo una primera ola de hombres jóvenes solos pero también es cierto que muchos huyen del servicio militar y desertan porque no quieren luchar.

¿De todos los momentos que recuerdas, con cuál te quedas?
Lo que más me chocó fue Lesbos. El agradecimiento de la gente. Recuerdo por ejemplo el abrazo de una mujer de unos ochenta años cuando les ayudé y les llevé hasta el campo de refugiados. Sin embargo también quiero enviar un mensaje: a esta gente se le roba la dignidad por el camino, cuando la dignidad está en la Carta de derechos fundamentales de la Unión Europea. Se le quita cuando son obligados a cruzar fronteras como ilegales, cuando son maltratados por la policía, cuando son obligados a aguantar a la intemperie a muy bajas temperaturas.

Ni primavera ni árabe

Las revueltas árabes de hace un lustro han quedado eclipsadas por la inestabilidad y el terrorismo de ISIS / AK Rockefeller - FLICKR

Las revueltas árabes de hace un lustro han quedado eclipsadas por la inestabilidad y el terrorismo de ISIS / AK Rockefeller – FLICKR

En el quinto aniversario de aquel fenómeno llamado primavera árabe, poco hay que celebrar en los países que más intensamente la vivieron, como es el caso de Túnez, Egipto o Siria. Más bien todo lo contrario, ya que la inestabilidad política y la crisis económica, unidos inevitablemente al azote del yihadismo, hacen que el término primavera árabe sea visto por muchos como mero márketing asignado a un proyecto fallido. La revolución iniciada en Túnez con la inmolación de un joven vendedor de fruta no fue primavera, como tampoco fue exclusivamente árabe. Lo que está ocurriendo en Siria es una guerra civil -y casi mundial- que empezó en forma de rebelión social, salpicada por las revueltas de 2011 en el norte de África, y es hoy el epicentro de un conflicto bélico y una enorme crisis humanitaria en todo Oriente Medio.

El caso de Túnez

El proceso tunecino parecía el único que iba a conseguir ver la luz. No era extraño, con una sociedad diversa pero una profunda conciencia laica. Derrocaron al dictador Ben Ali, abrieron un proceso de transición democrática, cambiaron su Constitución y celebraron elecciones libres que consiguieron, finalmente, integrar a una diversidad de formaciones políticas, incluida la islamista Ennahda, en la gobernabilidad del país. Aunque no sin esfuerzo y tropiezos en el camino, como fue el asesinato en 2013 del activista de izquierdas Chokri Bel Aid.

Cuando parecía que por fin las aguas se encauzaban en Túnez, el yihadismo irrumpió con fuerza atentando contra uno de los principales motores de su economía: el turismo. En marzo del año pasado, al menos 17 turistas y varios policías murieron en un atentado en el centro de la capital. La dimensión del problema es grande ya que, según las autoridades del país, unos 3.000 tunecinos se unieron a la lucha armada en Irak y Siria y, de éstos, cerca del 80% se habrían unido a Estado Islámico.

Los tunecinos consiguieron iniciar un período de transición democrática / Amine GHRABI - FLICKR

Los tunecinos consiguieron iniciar un período de transición democrática / Amine GHRABI – FLICKR

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