El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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La contagiosidad de los buenos hábitos de vida

IMG-20120811-00114¿Las personas que comen bien tendrán una mayor facilidad para seguir un mejor patrón de actividad física? y, a la inversa ¿aquellos que tienen un patrón de vida más activo terminarán comiendo mejor más fácilmente?

Pues sí, la cualidad de lo contagioso también se puede aplicar, afortunadamente, a los buenos hábitos. No todas las noticias han de ser malas, y esta mola. Y mucho.

Esta cuestión salió a colación el otro día en mondo Twitter entre algunas personas que prestamos especial atención a estas cuestiones más en concreto, dejando a un lado lo profesional, cuando afecta a nuestro círculo más cercano, léase, a nuestra familia.

Calla, que ahora que caigo, la conexión no es tanto entre hacer deporte y tener una buena alimentación, sino entre la primera y cocinar ya que todo partía de este post de mi vecino Luis Arribas ‏@_spanjaard. Bueno, ya que me he liado, vamos a sacar punta a la primera de las relaciones.

Comer bien y mantenerse activo ¿están relacionados?

Pues parece que sí a tenor de estos dos estudios. En el primero Is healthy behavior contagious: associations of social norms with physical activity and healthy eating (¿Es contagioso el comportamiento saludable?: asociaciones entre los hábitos saludables de alimentación y de actividad física) se obtuvo como resultado que los buenos hábitos en un terreno u otro predecían en cierta medida los buenos hábitos en el otro.

Por su parte, y más en nuestro entorno, este estudio realizado entre jóvenes de la CCAA de Madrid The effects of physical activity on dietary habits in young adults from Madrid (Impacto de la actividad física en los hábitos dietéticos entre adultos jóvenes de Madrid) observó en sus conclusiones que aquellas personas que se mantienen activas siguen al mismo tiempo un patrón dietético más saludable, y mantienen un peso más adecuado.

Y el contrario es válido igualmente; al aparecer también hay una mayor asociación entre aquellos estilos de vida sedentarios y unos inadecuados hábitos dietéticos. Tal cual se pone de relieve en esta revisión sistemática Sedentary behavior and dietary intake in children, adolescents, and adults. A systematic review (Comportamiento sedentario e ingesta dietética en niños, adolescentes y adultos. Una revisión sistemática)

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Dando un paso al frente ahora toca relacionar si el comer mejor implica hacer un mayor uso de la cocina, pero eso, ya lo sabes quedó bastante claro en esta otra entrada.

La verdad no sé cuál es el orden de los acontecimiento o si hay un determinado orden: como mejor luego me muevo más; me muevo más luego como mejor o… da igual. Incluso si para comer mejor hay que cocinar o es el cocinar lo que nos lleva a comer mejor. Da igual, al menos a mí. El caso es que cualquiera de estas cuestiones parece estar relacionada con las demás. Y eso es algo positivo se mire por donde se mire.

Así pues, ánimo. Emprende de forma racional los cambios que en principio te son factibles, una cosa te facilitará el camino a la siguiente. También déjate contagiar por los buenos hábitos (sobre el moverte y la dieta) de aquellos que ya tienen más camino recorrido que tú y, al mismo tiempo, cuando lo consigas, has de saber que tus cambios (los positivos) también pueden ser una influencia (positiva) para todos aquellos que te rodean. Algo muy importante cuando se trata, por ejemplo, de nuestros hijos.

No te olvides que, en sentido contrario, con unos malos hábitos, sean los que sean, tú también puedes ser una mala influencia para los que te rodean.

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Comer en familia un poderoso aliado para adquirir mejores hábitos

Comida enm familia

El por qué unas personas comen mejor que otras tiene una respuesta esquiva. Que esto sea así, probablemente se deba a la existencia de una buena cantidad de condicionantes desde individuales, a sociales, culturales, económicos y, por su puesto, familiares. En cuanto a estos últimos y desde hace tiempo se ha venido dando un especial hincapié a la importancia de realizar comidas en familia.

Por ejemplo, en este estudio Associations between watching TV during family meals and dietary intake among adolescents (“Vínculos entre el ver la televisión durante las comidas familiares y la ingesta dietética de los adolescentes”) se estudiaron los hábitos dietéticos de cerca de 4.800 adolescentes estadounidenses de en torno a los 15 años de edad. Entre ellos se constató que las comidas que se realizaban en familia tenían una mejor calidad dietética, eran más saludables, con más cantidad de alimentos vegetales y menor presencia de refrescos y frituras. Al mismo tiempo, tal y como reza el título, se midió la influencia de la televisión (encendida o apagada durante las comidas) y se constató que cuando la TV estaba encendida la calidad de los menús decrecía. Sin embargo, y esto es importante, aun comer en familia pero con la TV encendida estaba asociado a una mejor calidad que cuando los jóvenes comían por su cuenta (no en familia… aunque no se aclara si además viendo o no la TV).

Por tanto, tal y como recomienda este estudio y en concordancia con otras evidencias en este mismo sentido, se alienta a que todos los responsables de salud hagan el esfuerzo de recomendar a las familias los beneficios de comer juntos, así como el mantener la televisión apagada durante ese momento.

En mi casa, no sé si lo he contado alguna vez, hacemos el 90% de la vida en la cocina. En su día (hace años ya) tuvimos la oportunidad de, al hacer la reforma, instalar antena de TV en la cocina y el hecho es que la pusimos… pero no la utilizamos, y me refiero a la toma de la antena, porque la realidad es que nunca jamás una TV ha pisado nuestra cocina. Y lo cierto es que no se le echa de menos en absoluto. Ni está, ni se le espera… que decía aquel.

Antes de despedirme déjame decir que las relaciones entre el comer o no en familia y la obesidad de los hijos no está tan clara. Comer “mejor” parece que sí, pero que el comer en familia esté relacionado con el estatus ponderal de los hijos no resulta ser algo especialmente evidente, al menos de momento. En esta revisión sistemática sobre la relación de las comidas familiares y la obesidad en la infancia (Frequency of family meals and childhood overweight: a systematic review) concluye que no se encontraron pruebas consistentes de una relación inversa entre el número de comidas familiares y el riesgo de sobrepeso en la infancia. Los autores reconocen la dificultad de poder obtener una perspectiva concluyente de estas cuestiones habida cuenta de los múltiples factores de confusión que pueden interferir en el resultado.

Por mi parte, en mi casa seguiremos comiendo en familia siempre que podamos, eso lo tenemos todos clarísimo.

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Imagen:   stockimages vía freedigitalphotos.net

Mamá, no quiero ser un niño enclenque, ¿me preparas «el batido»?

Niña batido

Tal cual fue la pregunta que el otro día me dijo una mamá que le había dicho su hijo de 7 años al que, como todo apunta, le habían llenado la cabeza de pájaros bien sus propios padres, bien la publicidad malsana… o entre ambos, me figuro.

Desconozco a ciencia cierta qué se les puede estar pasando por la cabeza a los publicitarios de determinados productos, me refiero a los de suplementos y complementos dirigidos a ser usados de forma específica entre la población pediátrica cuando han decidido anunciarlos en aquellos canales de televisión típicamente infantiles. Me refiero a este anuncio de aquí que últimamente se puede ver en la parrilla publicitaria de no importa qué canal infantil. Se trata de Pediasure, de nuevo de los laboratorios Abbott (¿te acuerdas?), a mi modo de ver tan desnortados con aquello de hacer campañas realmente convenientes como encelados en el vender, vender, vender…

No es que esté solo en contra del planteamiento general del producto… que lo estoy y mucho, es que lo de esta temporada riza el rizo al haber contrastado como sus anuncios han pasado de los canales generalistas (los que sean) a los específicos para niños. ¿De verdad alguien en su sano juicio puede pretender que sea un niño de los que ven estos canales (de la misma edad que los que salen reflejados en el propio anuncio) los que decidan sobre la necesidad de usar un complemento o suplemento? ¿No estarán facilitando la génesis de trastornos compulsivos, de culpabilidad, frustración, miedo al fracaso… completamente infundados en la mayor parte de los casos?

Habrá quien pueda argumentar que los ponen en esos canales para que esa publi llegue también a los cuidadores de esos niños que están viendo la TV en ese mismo momento. Claro, por eso también en CLAN, Boing, Disney Channel, etc. se anuncian coches, productos financieros… y ya puestos, condones… al final, ¿quiénes más interesados en controlar su prole que aquellos que ya han llegado, supongamos, a un número de hijos determinado y están viendo con ellos la TV? (esto último se trata, evidentemente, de una ironía)

No soy ni mucho menos el único que se ha dado cuenta de la situación, la semana pasada en el blog TodoMundoPeques se hacían eco en esta entrada de este desastroso binomio entre los canales de dibujos animados y los anuncios de estas cosas.

De todas formas como digo, esta nueva estrategia no deja de ser a mi juicio más que un suma y sigue, una constatación de una mala estrategia inicial a la hora de plantear la venta de un producto cuyo principal mercado debiera observarse en las zonas más deprimidas del planeta en lo que se refiere a las cuestiones alimenticias.

Sin ir más lejos hace ya un tiempo Aitor Sánchez daba cuenta en su blog Mi dieta cojea del desacierto de estos planteamientos. Al igual que Julio Basulto cuando en su muy recomendable “Se me hace bola” le dedica una sección entera al “malcomimiento” de nuestros hijos (página 164) y trae a colación un producto que, sin nombrarlo, no puede ser otro que este del post de hoy.

Esto que se puede contrastar fácilmente cuando se mete uno en la página web del producto y se accede al torticero e intencionado test para que respondiéndolo sepas si estás o no ante un hijo malcomedor. Evidentemente, al igual que Julio, en mi caso (en el de mis hijas) también respondo de modo afirmativo a buena parte a esas 5 “sencillas” preguntas que te hace el fabricante con toda la buena intención. Y según ese resultado estoy ante unas niñas malcomedoras, candidatas ideales a embutirles con el batidito de turno, hacerles creer que son malcomedoras y, esto lo digo yo, empezar a fomentar  el uso sinsentido de suplementos y complementos cuando estas sean mayores.

Volviendo a la mamá y a su preocupado hijo con un flagrante sentimiento de culpabilidad y frustración con aquello de ser un niño “enclenque” (palabra que me imagino le habrán dicho en casa sus papás o sus abuelos cuando no se comía todo aquello que los adultos habían establecido que se tenía que comer); más les valdría dejarse de tonterías. Y a los otros, sería estupendo que dejaran de usar estrategias para que niños y papás se preocupen de forma infundada.

No soy el único que piensa así con respecto a este tema. De entrada la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) deja muy clara su opinión al respecto de este tipo de productos, y no se refiere solo al Pediasure, sino también y como no podría ser de otra forma al Meritene Junior… imprescindible su análisis que podemos resumir en:

Las empresas farmacéuticas, sabedoras de las preocupaciones de los padres por la alimentación de sus hijos, han lanzado al mercado una serie de productos que se venden como complementos nutricionales […] Se trata de productos con un alto valor energético por dosis […] Además, estos productos contienen otros nutrientes: grasas, proteínas, hidratos de carbono, vitaminas y minerales que, si su hijo no necesita, pueden llegar a desequilibrar su alimentación […] Y además, todo esto tiene un coste elevado. El precio de un sobre de Meritene o PediaSure oscila entre los 1,50 y los 2 euros, dependiendo de si hay que añadir leche al preparado. Al cabo del mes, esto puede suponer un gasto de hasta 120 euros por niño. Una cantidad nada despreciable… sobre todo para algo que no es necesario. [Por lo tanto] No son la solución.

La OCU tampoco está sola, además de una buena parte de dietistas-nutriocionistas que sostienen este posicionamiento, también hay muchos médicos y pediatras que están en contra, no sé si tanto de este tipo de productos, sí desde luego en la forma con la que en su promoción acceden los fabricantes a los posibles clientes. Tienes un ejemplo aquí, aquí y aquí.

Y para dejar el tema ya por finiquitado y lacrado te dejo este genial vídeo (para no variar) del pediatra Carlos González.

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Imagen: imagerymajestic freedigitalphotos.net

La mala alimentación entre los niños españoles es patente y las soluciones claras

Niños comerLo he venido contando en infinidad de ocasiones, pero eso no quita para volver a recordarlo, máxime cuando nuevos datos vuelven a ratificar lo que ya sabíamos: nuestros niños ingresan más calorías que las que necesitan; entre ellos, la mayor parte por no decir la práctica totalidad estadísticamente hablando, no alcanzan las recomendaciones diarias de vitamina D; un 64% no llegan a esas recomendaciones de hierro y un 40% no alcanzan las de ácido fólico. Datos extraídos del  Proyecto Europeo Nutrimenthe, tal y como se hacía eco hace unos días este medio. Datos que ya se pusieron de manifiesto en otros estudios observacionales como este llevado a cabo en el marco de la Unión Europea, en el que además de los antedichos nutrientes se ponía de manifiesto una posible deficiencia en la ingesta de ácidos grasos de la familia omega tres y yodo.

Buenas soluciones vs malas soluciones

A tenor de los anteriores datos no me extrañaría que te entraran los miedos y que antes de terminar de leer este post ya estuvieras camino de la farmacia más cercana para proveerte de unos buenos y completos suplementos vitamínico-minerales que les rescaten a tus hijos de esas posibles deficiencias. Espera, no te precipites, hay una solución mejor. Y desde luego tampoco pasa por hacer acopio de alimentos ultraenriquecidos tal y como puse de manifiesto en la entrada Las mal llamadas “leches de crecimiento”: innecesarias y caras”; cualquiera de esas (malas) soluciones no harían otra cosa que incidir en la práctica del poco recomendable nutricionismo, mientras, además y probablemente nuestros hijos sigan comiendo más proteínas de las aconsejadas, más grasas saturadas y más azúcares, que son otras de las características de su alimentación y que se han puesto de manifiesto en el mencionado Proyecto Nutrimenthe.

No, la solución no consiste en poner malos parches a una prenda, la de su alimentación, que en general tiene más agujeros que un tapete de ganchillo. La solución pasa por “cambiar de prenda” y usar una más acorde a sus necesidades. Como digo, la solución no pasa por recurrir al aporte “artificial” de estos nutrientes al estilo del ejemplo que puse en el post Sucedió en una farmacia.

Más al contrario el posible camino hacia el deseable cambio consiste en que reviséis en casa qué es lo que coméis todos, recuerda que un niño no come lo que no tiene, y solo come lo que tiene porque tú lo pones a su disposición.

Estamos donde estamos porque, probablemente, la alimentación de nuestros niños está cuajada de alimentos superfluos y es deficitaria en alimentos… básicos, normales, de esos que yo llamo mudos, sin alegaciones sobre la salud. Estaríamos hablando de lácteos básicos, frutas, verduras, hortalizas, frutas, pescados, carne, huevos, etcétera.

Tomar pastilla

Ya que he tocado el tema de los pescaditos, alimentos que constituyen una importante fuente de ácidos grasos omega tres, quizá te interese saber que antes de incluir en la dieta de tus hijos ese tipo de suplementos que tan torticeramente de moda se están poniendo, que incluyáis más pescado en vuestra dieta. Tal y como le oí decir el otro día a Aitor Sánchez (@MiDietaCojea), antes que dar este tipo de suplementos (que aportan la ridícula cantidad de 250mg de omega tres) igual compensa que te pasees de vez en cuando con tus hijos por una lonja de pescado… si van con la boca abierta es posible que metan para dentro más omega tres que la que aportan estos suplementos en una de sus pastillas. Sí lo sé es una exageración, pero es una exageración graciosa. Pero igual te interesa saber que con una simple ración de sardinas o de salmón, o de atún, o de caballa o de otros pescados similares, estarás incorporando de 10 a 30 veces más omega tres que con los comprimidos de marras.

Un dato y una puntualización

Y por último, un bonito dato para que tengas en consideración y una puntualización. El dato hace referencia a que los padres, con no poca frecuencia, suele subestimar el peso de sus hijos o, peor aun, que estando “gordicos”, “rellenitos” o “majos” (es decir, con un sobrepeso u obesidad clínicos en toda regla) piensan que están mejor que si estuvieran en su peso. El problema es que el estatus de “estar en el peso” es observado no pocas veces en el caso de los niños como un signo de debilidad, y en esas circunstancias se les considera más dentro del estatus de “delgados” que en el de “normales”. A este respecto te recomiendo que le eches un vistazo a este post de Julio Basulto (@JulioBasulto_DN), ¿Considera normal que su hijo esté “fornido” o “rellenito”? Se equivoca.

La puntualización hace referencia a las recomendaciones de una pediatra que se incluyen en la mencionada noticia. En mi opinión, Cristina Campoy, tras haber hecho una defensa bastante buena sobre los elementos que deberían estar presentes en la dieta de esos niños, vuelve la vista a los padres como responsables (perfecto) diciendo que estos han de mantenerse firmes (¿cómo en un cuartel?) para inculcarles buenos hábitos. Y ahí, la cosa, para mí, desentona un poco. Lo de firmes me ha traído a la memoria el relato corto de Carlos González “La carga de la brigada nutricional” (incluido en su libro “Mi niño no me come”) y el adoctrinamiento con el que a veces se persigue que nuestros hijos coman mejor. Y lo de inculcar, pues lo de siempre… por muy buena (o mala ya no lo sé) prensa que tenga este término, significa lo que significa: “Apretar con fuerza algo contra otra cosa” y otras definiciones poco amables. Supongo que esta pediatra lo habrá hecho con su mejor intención, en cualquier caso considero necesario hacer estas matizaciones.

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Imagen: stockimages y imagerymajestic vía freedigitalphotos.net

¡Más fresco que una lechuga… viva!

Las lechugas, no sé muy bien porqué, son utilizadas como prototipo de lozanía, vivacidad, plenitud, jovialidad, salud… al fin y al cabo frescura, y es lo que ha quedado haciendo bueno el dicho ese de “más fresco que una lechuga”. Digo que no lo sé muy bien ya que desconozco cuanto más frescas son las lechugas que, por ejemplo, las espinacas, los berros, la rúcula las berenjenas o un frondoso ramillete de brócoli.

Bien, sea como sea y dando por bueno el dicho, al parecer y a partir de ahora (y mira que no me parece mal) habrá que matizarlo. Ya que el otro día me tropecé, literalmente (no las buscaba y, además estaban puestas a nivel del suelo) con una novedosa forma de comercialización de esta suculenta y verdosa forma de entender habitualmente las ensaladas. Te estoy hablando de “lechugas vivas”.

Lechugas vivas

Como lo oyes, lechugas que se venden con todo el cepellón de su raíz inmersa en agua, más en concreto en un cultivo hidropónico. Y tú te preguntarás… ¿Qué gaitas es eso de un cultivo hidropónico?

No te lo puedo negar, cuando se habla de cultivos hidropónicos mi cabeza se retrotrae de forma mecánica a la saga “Fundación” de Isaac Asimov, primera vez que trabé con este hidropónico palabro. Mitad por la originalidad de la sorpresa y mitad por la evocación de esas jubilosas (y juveniles) lecturas de ciencia ficción, quizá por todo ello, no podía dejar de dedicarle un post a las “lechugas vivas”. Bueno, por eso y porque, todo hay que decirlo, en mi opinión (y la de Carolina, mi pequeña gourmet de 5 añazos), una vez en el plato, este descubrimiento ha supuesto un gratificante valor añadido ya que estaban espectaculares (al menos las que me llevé a casa)

En general, la hidroponía, es decir, los cultivos o la agricultura hidropónica, consiste en un método utilizado para cultivar plantas usando soluciones minerales en vez de suelo agrícola.

Creo que no merece la pena aburrirte con más explicaciones de las necesarias y te dejo con un vídeo al respecto de las famosas “lechugas vivas” de mano del propio distribuidor y fabricante, el mismo de aquellas con las que yo he tenido el gusto de tropezarme y catar.

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Nota 1: Con el fin de mantenerla el mayor tiempo viva y habida cuenta de su volumen y del consumo que hacemos en casa, yo he optado por, sin quitarle la raíz (tal y como sugiere el vídeo) arrancar desde fuera y hacia dentro aquella cantidad de hojas necesarias para nuestra ensalada.

Nota 2: Solo el azar ha querido que precisamente el mismo día que yo me tropezaba y cataba en mi cocina estas lechugas una buena seguidora de “mondo twitter” (Raquel Blasco @RaquelBlascoR) me hiciera un comentario sobre ellas, en especial, frente a la “ridiculez” de comparar esta opción con aquellas “más saludables”… al menos en su aparente forma de comercializarse. Sin comentarios.

Los convincentes deseos de Jamie Oliver sobre obesidad infantil

Jamie Oliver

Si sigues este blog supongo que estarás al tanto de quién es Jaime Oliver, por si acaso te lo resumo: se trata de un talentoso cocinero británico de 38 años especialmente comprometido con la influencia de una correcta alimentación en la salud y calidad de vida, más en concreto en la de los más pequeños, los niños y adolescentes. Así, gran parte de su fama se debe no tanto a su condición de chef, sino a la insistencia, vehemencia y atino con los que pone a caer de un pino el actual entorno en el que viven nuestros hijos, bien en los comedores escolares o en casa. Por tanto, además de los diversos premios que ha cosechado por su carrera culinaria, en 2010 fue galardonado con el premio TED (Tecnología, Entretenimiento, Diseño –Technology, Entertainment, Design-). TED es una organización sin ánimo de lucro dedicada a poner de relieve aquellas ideas dignas de ser difundidas. Es ampliamente conocida por su congreso anual –TED Conference– y sus charlas TED Talks que cubren un amplio espectro de temas que incluyen las ciencias, arte y diseño, política, educación, cultura, negocios, asuntos globales, tecnología y desarrollo, y entretenimiento.

Por tanto, lo que hoy te traigo es un vídeo, precisamente el de su conferencia en la entrega del mencionado premio TED, en el que se sintetiza de manera sublime las razones, de Jaime Olivier (compartidas por muchas personas, yo mismo entre ellas) para explicar nuestra triste realidad en lo que se refiere a la alimentación cotidiana. Al mismo tiempo enuncia una serie de propuestas, de deseos, para cambiar esta situación.

Es corto, apenas 22 minutos y no merece la pena hacer un resumen, es imprescindible en su totalidad. Jamie da cuenta del papel de la industria, el de las administraciones sanitarias y educativas, los problemas de los negocios comedores escolares (en los que suelen primar las hojas de balance económico antes que la calidad de los menús), el de los padres, el de los educadores y cuidadores, etc.

Es un placer escuchar a este hombre que utiliza sus argumentos para describir nuestra realidad alimentaria como quien conduce un gigantesco bulldozer para recoger la basura… sin contemplaciones. Cuánta razón y cuánto mejoraríamos si este tipo de deseos se implementaran; algo difícil ya que, al parecer, el motor cortoplacista que termina por decidir el sentido en el que se van a hacer estas cosas es única y exclusivamente el dinero.

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Nota: Quiero agradecer, una vez más, a un buen compañero de profesión, Pablo Zumaquero @pzjarana, el proponerme hacer un post con este video.

Imagen: Fr33kman vía Wikimedia Commons

Yo soy más de mercado que de súper, ¿y tu?

MercadoViernes again, y siguiendo una reciente tradición en el blog, vamos con cuestiones prácticas sobre el cómo comer lo que comemos y, espero, buenas formas de llevar a cabo esta cotidiana e imprescindible faceta humana. Bueno, aunque siempre habrá quién ponga la nota discordante, ¿verdad, Robert?

Así pues, para todos aquellos que nos gusta comer de verdad o bien para los que necesitan buenas ideas y herramientas para organizarse hoy continúo con los consejos a la hora de planificar el habitual condumio. Bien, en principio se entiende que ya hemos planificado qué es lo que vamos a comer en los próximos días; hemos hecho los deberes, hemos preparado la plantilla y sabemos que poner en ella para la próxima semana gracias al calendario de menús… platos que a su vez estaban ya en el listado de platos y perfectamente descritos en el recetario. Toca ir a la compra.

En casa lo tenemos claro, esta, la compra gorda, la realizamos el sábado por la mañana y en el mercado. En nuestro caso en un mercado de barrio, con sus puestos de pescado, sus carnicerías, pollerías, verdulerías y demás. Una de las ventajas de hacer la compra en el mercado es que no te vas a tropezar con tonterías.

Así pues, el sábado, mientras el desayuno familiar tiene lugar, ecléctico en una buena parte de nosotros (mi santa no, que va a lo suyo en estos temas), nos dedicamos, entre todos a preguntarnos qué hemos de comprar para preparar aquello que hemos decidido comer. A continuación es el turno del teléfono y de llamar a todos los puestos en los que hemos previsto comprar… y hacer el pedido. No tenéis ni idea del tiempo que se ahorra. Llegas un par de horas después de la llamada y: Hola Jorge, ¿tienes mi pedido? Sí aquí está. ¿Cuánto es? 13,50€ por ser tú. Hala majo, ¿todo bien? Bueno, sí la puta crisis, ya sabes. Qué me vas a contar. Pues eso. Ciao y gracias. Gracias a ti, ciao.

Este es un ultra resumen de lo que suele suceder obviando todos los posibles matices que rompen esa agradable rutina que supone el roce con esa persona en la que confías y que te vende, te aconseja y se preocupa por poner a tu disposición aquello que tú y los tuyos habéis decidido comer.

Los inconvenientes de esta práctica son solo los que se desprenden de la necesidad, solo inicial, de “hacer mercado”, de darte a conocer, de preguntar a cada uno de los tenderos de cada puesto que frecuentas qué está bueno, qué no lo está, de darles un feedback la próxima vez que los ves: “joder Juan, cómo estaban aquellos guisantes del otro día; oye Raúl, el rodaballo que me llevé, impresionante” Y si hay algo negativo, pues también, vas y se lo dices: “Mecagüen tu pelo Ramón, los pimientos de Padrón esos que me llevé y que me aseguraste que no picaban… te los puedes meter…” Pero siempre de buen rollo. Tú comes los que ellos te dan. Cuidadín.

Además, sí los piropos los dices en voz alta cuando el puesto tiene una buena cantidad de parroquianos y, por el contrario, las quejas se las dices por lo bajiniya tienes ganado un fiel tendero para toda la vida. A partir de ahí, puedes sin miedo preguntarle: Oye Ramón, qué tal están a estas alturas las mandarinas ¿estás buenas, puedo llevarme un par de kilos sin miedo?Te responderá como si fuera para sus hijos, con total garantía.

Después de tanta justificación solo me queda hacer un resumen de las ventajas que yo le encuentro a comparar en el mercado:

  • Se compra sin distracciones, tan frecuentes en las grandes superficies, vas a tiro hecho. Eso no quita que si una vez en el mercado ves algo en lo que no habías caído, pues te lances a comprarlo… pero con la garantía de que lo que compras es comida.
  • Las probabilidades de comprar alimentos de temporada y de cercanía aumentan. Sé que esta no es una garantía total (tomates en febrero… ¡por dios!) pero ayuda bastante a comprar productos en su mejor momento y a mejor precio, en especial frutas, verduras, hortalizas y pescados.
  • Los alimentos que tú comes te los ponen a tu disposición personas. Aquellas con las que se puede comentar, criticar, alabar el estado, sus propiedades, formas de cocinado, etcétera. Conversaciones en las que a menudo participan otras personas… ¡genial!
  • En esas conversaciones, acompañado de tus hijos, estos aprenden. Y aprenden más allá de las cualidades de los alimentos y su temporalidad, aprenden relaciones humanas. Y que más humano que el planificar la comida (al menos en nuestro tiempo)
  • Puedes encargar la compra, te saltas las colas del resto de usuarios si así lo prevés. No te llevan la compra a casa (algunos sí) y ganas tiempo.
  • Y no lo puedo negar, al menos en mi opinión, los víveres adquiridos en este entorno son de una significativamente mejor calidad que la de los supermercados.
  • Dejar para el súper aquello que solo puedes comprar en el súper… algo que te acerca al hecho de comer comida, ¿te acuerdas?.

Me despido, no sin antes echar de menos una de las pocas publicidades que hace tiempo se podían ver este blog y que he de decir que me conmovió, hoy ya no; no está (un servidor no controla estos detalles, ya lo siento). Esa publicidad hacía referencia a: practica el mercating, una publi que animaba a los usuarios catalanes a comprar en sus mercados.

Nota: Con esta entrada no quiero “echar tierra” sobre otras formas de comercio (supermercados, venta on-line, etcétera) que merecen todo mi respeto. Esta es tan solo una reflexión particular que, al menos en mis circunstancias, y en la de todos aquellos que se sientan identificados, quizá pueda serles útil. De hecho, no puedo negar que para ciertas cosas (incluso comestibles) terminemos recurriendo a esos otros tipos de comercio. Pero eso será motivo de otro post.

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Imagen: Gonzalo Bullón

Comedores escolares: ¿Quién vigila al vigilante?

Quis custodiet ipsos custodes? Este viejo dilema que puso de relieve el poeta latino Juvenal también se puede aplicar a las cuestiones dietéticas en los comedores escolares. Así al menos me lo parece a mí; lee a ver qué te parece el actual panorama, cambiante en función de la CCAA en la que vivas, pero bastante descorazonador en todos los casos que conozco. Te cuento.

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En 2011 se publicó la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición, con la que las autoridades sanitarias abordaban, al menos en el plano legislativo, muchas de las cuestiones relativas a la garantía de la seguridad alimentaria y la adecuada nutrición de la población en general con especial atención a la publicidad de alimentos (capítulo VIII) y a la cuestión de la obesidad (capítulo VII). En este último capitulo al que me refiero se hace una especial mención a las condiciones de los comedores escolares, afirmando que:

Las autoridades competentes velarán para que las comidas servidas en escuelas  infantiles y centros escolares sean variadas, equilibradas y estén adaptadas a las  necesidades nutricionales de cada grupo de edad. Serán supervisadas por profesionales con formación acreditada en nutrición humana y dietética.

Posteriormente, las CCAA han interpretado a su antojo esta ley (para eso tienen este tipo de competencias cedidas, aunque no sea de recibo que distintos ciudadanos españoles gocen de servicios diferentes en este sentido en virtud de donde vivan)  y, por lo que sé, algunas han redactado una Guía de Comedores Escolares con una serie de directrices a cumplir por los centros y a vigilar por las autoridades. Este que cuento es al menos el caso de la CCAA de Aragón que me toca más de cerca (puede contrastar la Guía en cuestión en este enlace).

En este tema hay tres cuestiones candentes. Por un lado el determinar qué perfil profesional han de tener las personas encargadas de realizar la supervisión y que tengan “formación acreditada en nutrición humana y dietética” (página 18 de la Guía mencionada y artículo 40.3 en la Ley). Aunque la respuesta parece de cajón ya que en principio el prototipo de profesional que cumple con este perfil es el dietista-nutricionista, la administración cuando es consultada a este respecto se va por las ramas y vuelve a colgar el sanbenito ninguneador a este colectivo. Desconozco lo acontecido en otras CCAA pero, al menos en el la Comunidad Balear, el Colegio de Dietistas- Nutricionistas de las Islas Baleares preguntó de forma explícita a la administración quién sería este profesional y esta contesto tras una disertación de más de dos hojas (para verla) que aunque se reconoce que el dietista-nutricionista es el que posee la formación específica, esta labor la puede abordar cualquiera que haya estudiado algo de estas materias (sin entrar en demasiados detalles de con qué profundidad).

El no contar con la mejor de las posibles opciones disponibles me parece un error. Un error importante que además tiene sus consecuencias. Sin ir más lejos, el pasado año este mismo Colegio Balear redactó un  informe técnico sobre la adecuación de las comidas de los centros escolares de esta CCAA a la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición y las conclusiones no fueron precisamente positivas.

Otra de las cuestiones que quería comentar hace referencia a quién se encarga de redactar las famosas Guías de comedores escolares. En este caso, vuelvo a Aragón para poner de manifiesto un hecho cuando menos chocante, y es que en la redacción de la mencionada Guía no se contó con el Colegio Profesional de esta Comunidad Autónoma, ya no solo para su confección, sino que ni tan siquiera se consultó su opinión al respecto en ningún momento. Una actitud que tiene dos lecturas claras: por un lado, se pone de relieve que las administraciones (la aragonesa en este caso) no tienen ninguna intención de dar, a priori, el mejor servicio a sus ciudadanos ya que para ello y en este caso debería haber contado con el colectivo que agrupa de forma reconocida a esta profesión. Por el otro, el acostumbrado desplante hacia una profesión que, al parecer, hay quien se esfuerza de manera activa para que no levante cabeza.

La última de las cuestiones que quería comentar sobre este asunto es plantear la duda de quién dentro de la administración se encarga de hacer las correspondientes inspecciones que hay que hacer a los colegios e institutos, es decir, qué formación académica tienen esas personas. Lo digo porque por lo que a mí consta, en el Gobierno de Aragón no hay (ni anteriormente ni en la actualidad) ningún dietista-nutricionista realizando funciones de ello. Además, por lo que me han comentado (y he contrastado) algunos directores de colegio que han sufrido alguna de estas inspecciones, los inspectores se ciñen de forma poco argumentada a lo contenido en la Guía en cuestión. Una Guía que es excesivamente “rígida” y desde mi punto de vista, mejorable en cuanto a la planificación de menús.

Así pues, ¿qué garantías tenemos de que se está haciendo lo mejor en este sentido? En mi opinión pocas. No digo que se esté haciendo mal, digo que, además de hacer las cosas bien hay que aparentar que se están haciendo bien (me refiero a lo de la mujer del César y todo ese rollo). Creo, además, que el hacerlo mejor no implicaría un especial sobrecoste; quizá más al contrario, una mejor inversión redundaría en un mejor servicio. Algo importante a tenor de las implicaciones que tienen estos temas.

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Si ofreces algo de comer a un niño, pregunta antes a los padres

Niño golosinasEstoy convencido que como padre o madre estás relativamente acostumbrado a que por distintos motivos les ofrezcan comida a tus hijos, me refiero a cuando tus hijos son especialmente pequeños, ya sea desde que los paseas en silleta o cochecito o hasta que tienen 10 y pocos años más.

Las ocasiones pueden ser diversas, desde la visita a casa de un conocido o familiar, un cumpleaños al que es invitado tu pequeño o hasto lo no poco frecuente de cuando se va a la compra con ellos o incluso de tiendas.

En no pocas de esas circunstancias, al menos por mi experiencia vivida y observada, quienes sea, un familiar, la dependienta de una tienda, el tendero de un puesto en el mercado, etcétera suelen ofrecen a los más pequeños algo de comer, normalmente golosinas o caramelos, con los que ganarse el afecto del pequeño (casi seguro) y, de rebote, se supone que el tuyo.

En la gran mayoría de los casos estas personas se dirigen directamente al más pequeño tras una breve alabanza a su aspecto, saltándose a la torera la “cadena de mando”Ay que niña más guapa… ¿quieres, bonita? mientras tienden una cajita llena de chocolatinas, caramelos, gominolas, piruletas, etcétera.

En estas circunstancias mi respuesta suele ser un sonoro carraspeo. Con él, consigo captar la atención del amable oferente que me mira, primero extrañado, como preguntándose qué puede estar haciendo mal… y al final suelen caer en la cuenta y es entonces cuando preguntan a los padres: «¿puedo ofrecerle esto a las niñas?»

Mi respuesta en esas circunstancias, haciendo buena la concisa y muy recomendable máxima de Julio Basulto al respecto, (“no negar, no ofrecer”) suele ser asentir. No de muy buena gana, todo hay que decirlo.

En sentido contrario, lo que sí agradezco infinitamente más, es que en voz queda y sin que las peques se den cuenta, me pregunten de antemano si pueden ofrecerles esto o aquello. Si la oferta no me parece la más adecuada (las sempiternas chuches) mi respuesta suele consistir en preguntar educadamente si no tiene otra cosa. Por ejemplo, si estoy en el mercado (algo bastante habitual) si no tiene una fina loncha de queso o de jamón, o una gamba cocida, o un gajo de naranja. Suele dar bastante buen resultado. Eso cuando hay ocasión, que suelen ser las menos (conforme pasa el tiempo ya me van conociendo y eso facilita las cosas). Lo que es difícil de asumir es lo que me pasaba hace unos años, que en un día de mercado con las nenas, estas se volvían a casa con dos piruletas, 5 sugus y un puñado de gominolas. Así no.

El colmo de la exquisitez me ocurrió el otro día cuando en un puesto nuevo que nunca había visitado, la verdulera se dirigió a mí y me preguntó: ¿puedo ofrecerle a la niña una mandarina? Casi me echo a llorar de emoción. Claro que sí, le respondí… pero la niña, va y no quiso; entonces me mira la mujer y me dice: ¿entonces puedo una fresa? Joer, casi le compro el puesto. La fresa sí que quiso la niña. A pesar de no ser temporada hay que reconocer que aquella fresa lucía y olía de maravilla.

Más allá de la idoneidad nutricional de mantener dopados a nuestros hijos con golosinas y demás, está el tema de ¿y si el niño es alérgico / intolerante a algo que le ofrecen? porque esa es otra.

En fin, sea como sea, mi opinión es que si en un momento dado ejerces de oferente quedas fenomenal si preguntas a los padres antes de ofrecer nada a un niño. Además de amable, quedarás como una persona responsable. Y si ejerces de padre/madre no dejes de mostrar tu interés para que estos ofrecimientos se hagan como deben de hacerse, es decir, pasando por la “cadena de mando”.

Quizá no sea la solución definitiva, eso seguro, pero ayudará a que entre todos tengamos una mejor conciencia nutricional.

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Imagen: Raktim Chatterjee vía freedigitalphotos.net

Adoctrinamiento en la «cultura» del refresco

 Iamnee (freedigitalphotos.net)

Iamnee (freedigitalphotos.net)

No diré que me parece mal, de verdad, ni mucho menos. Pero déjame que te explique un tema que llevo clavado en el alma de dietista-nutricionista desde que me la contaron. El tema va de las salidas culturales de nuestros hijos en el colegio.

Considero que la oferta de estas salidas «culturales» ha de ser diversificada con el fin de ofrecer a nuestros hijos una amplia perspectiva y desde diversos ángulos de la realidad en la que vivimos: visitar un museo, acudir al teatro, una excursión a un parque natural y, porqué no, también las visitas a distintas empresas que elaboran no importa qué producto, servicio o bien de consumo… son los ejemplos más frecuentes.

Todo bien mientras la actividad tenga un contexto y no se haga lo contrario, valga la redundancia al descontextualizarla tal y como me cuenta que sucedió un buen amigo en el cole de su hija de 14 años. Llevaron a toda la clase a visitar las instalaciones de una conocidísima marca de refrescos, en especial de cola. La profesora, diligente en su tarea, propuso al alumnado que fuese preparando con antelación preguntas para poder hacer a los responsables de la empresa en cuestión. Y resulta que la hija de mi amigo, no podía ser otra, les preguntó que cuánto azúcar llevaba una lata de los conocidos refrescos de cola. El responsable con más soltura que un campeón de mus le contestó sin pestañear que un sobre.

Claro, un sobre, quizá se le olvidó decir el tamaño. Lo digo porque sobres hay muchos, están los de cafetería (lo normal de 8g de azúcar), están los de Bárcenas, que por lo que dicen eran bastante abultados, etcétera: un sobre, y todos tan contentos.

Si el tramposo, fullero y sibilino empleado de la empresa de refrescos hubiera sido más justo debería haber dicho que la cantidad de azúcar en un refresco de cola es similar a la contenida en un hipotético sobre equivalente a cinco veces aquellos típicos de las cafeterías. Y si hubiera sido más preciso podría haber dicho que unos 39 gramos, pero claro, a los chavales de 14 años es mejor hablarles en unidades de «sobre» en especial si te callas los posibles prefijos: decasobre, kilosobre, etcétera. Pero la cosa no acaba aquí.

Una vez en el colegio la profesora les hizo hacer una redacción y, posteriormente un examen que contenía preguntas de la visita. Nada objetable hasta cierto punto porque de esta forma también se controla quién está en la salida cultural y quién está de excursión, que no es lo mismo. Como digo nada malo salvo por una de las preguntas ¿cuál era la composición de esos refrescos de cola tan conocidos? Ya ves, en vez de enseñar, mostrar y hacer hincapié en otras cuestiones sin importancia (léase cualquier cuestión de historia, biología, etcétera) había que saberse la composición de marras.

Si me hubiera caído a mí la preguntita le hubiera respondido que, como todo el mundo sabe, esa fórmula es secreta y que de saberla y decírsela, probablemente alguien vendría a matarla a continuación. Y que me suspenda si tiene…

Me despido, no sin antes preguntarme si se podría llegar a conocer la proporción de estas “salidas culturales” en los colegios españoles (y también en las universidades) que se llevan a cabo en empresas multinacionales cuyos productos alimenticios no están precisamente en la base de la pirámide de la alimentación saludable, me refiero a empresas que elaboran refrescos como el ejemplo de hoy, pero también a otras, como las que producen hamburguesas, pizzas, chocolatinas, snacks salados, etcétera. Y ya, por preguntar que no quede, si estas empresas compensan de algún modo al colegio (o universidad) en cuestión que les visita o bien si les facilita la asistencia poniendo a su disposición autobuses o medios de desplazamiento… Porque entonces ya, si a esto le sumamos la conducta de la profesora de este post habría que cambiar la palabra “adoctrinamiento” del título de este post por palabras aun más duras.

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Nota: Tengo que agradecer a ese buen amigo del que hablaba la historia para este post, pero por cuestiones prácticas hoy será mejor que no este tipo de alusiones directas. Él ya sabe. Y todos tan contentos.