El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Crudívoros: cuando la dieta condiciona la custodia de los hijos

stockimages (freedigitalphotos)

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Polémico como pocos es el caso que hoy os traigo y del que hace unos días se hacía eco Mikel López Iturriaga (@mikeliturriaga) en el magnífico blog “El Comidista

Resulta que en Holanda los servicios sociales se han movilizado para estudiar la posibilidad de quitarle a una madre la custodia de su hijo. Este no es un bebé precisamente, tiene 15 años, y la polémica reside en que al parecer los valores medios indicadores del desarrollo del chaval están muy por debajo de que se suponen adecuados para su edad. Todo ello sin olvidar un importante detalle, que la madre sigue y le impone a su hijo (habría que saber hasta que punto hay tal imposición) el seguimiento de un estricto patrón de alimentación crudívoro.

Ya solo por su nombre creo que es fácil sospechar cuáles son las características del crudivorismo, pero merece la pena acláralo por si acaso. Se trata de que todo lo que se coma esté crudo, pero no vale cualquier cosa, ese todo alude en la mayor parte de los casos de crudivorismo a alimentos de origen vegetal. Es decir, el crudivorismo sería una vertiente del vegetarianismo estricto, o veganismo, en la que se come todo crudo, sin cocinar. Así, con frecuencia, se termina por aludir a esta opción dietética como crudivegetarianismo.

Y el tema es polémico. De hecho esta cuestión mantiene desde hace no poco tiempo a la opinión pública holandesa dividida entre quienes defienden a esta madre y quienes la cuestionan o incluso censuran.

La cosa estaría bien clara si se pudiera demostrar una negligencia de la madre en el cuidado de su hijo o si pudiera quedar patente de forma clara un perjuicio que inequívocamente pudiera ser atribuido a este tipo de dieta. Hay quien dice que sí, y para ello esgrimen los raquíticos valores antropométricos del chaval (Tom Watkins) para dar fe de ello. Sin embargo, otras opiniones ponen de manifiesto que aun en el caso que fueran constatables estos perjuicios sobre la salud de Tom, porqué el estado habría de intervenir sólo en este caso y no en aquellos otros, mucho más frecuente, en el que los padres aportan toda la infraestructura alimentaria para que sus hijos terminen siendo obesos. ¿Acaso no serían los casos de obesidad infantil un ejemplo habitual de una palpable negligencia con importantes riesgos sobre la salud de los hijos? ¿no deberían entonces intervenir también los servicios sociales?

Toda esta cuestión ha tenido una importante repercusión mediática ya que con este tema como principal hilo conductor se han realizado dos documentales que han sido emitidos en la televisión holandesa: Raw, y su secuela Rawer (“Crudo” y “Más crudo” o “Tendente a lo crudo”, depende ya que se le puede dar los dos sentidos).

Como digo el tema se presta al debate ya que la Academy of Nutrition and Dietetics, antes American Dietetic Association, defiende que las dietas estrictamente vegetarianas bien planificadas pueden ser nutricionalmente adecuadas, tal y como yo coincido en apuntar… cuando están bien planificadas. Sin embargo, con no poca frecuencia quienes terminan eligiendo estas opciones dietéticas tienen al mismo tiempo otra serie de ideas delirantes muy poco ortodoxas que no son nada recomendables. Para que te hagas una idea de lo que comento puedes escuchar este podcast de “No es un día cualquiera” de RNE en un debate sobre estas cuestiones en el que tuve el placer de participar este verano.

Y en cierta medida estas cuestiones más o menos extravagantes, más allá del vegetarianismo, también están presentes en el caso de esta madre y su hijo. Por ejemplo, la madre considera que consumir alimentos animales o cocinados es algo malo para la salud; al mismo tiempo opina que el pescado está plagado de mercurio y su consumo es causa de esquizofrenia; además de asociar su práctica diaria a las desustanciadas propuestas de algunos gurús de este mundillo como David Wolf.

Así pues el tema es controvertido. Tienes los comentarios a tu disposición para comentar lo que quieras, pero más especialmente hoy para que me digas qué te parece esta cuestión ¿deben los servicios sociales intervenir en este caso concreto; deberían intervenir en aquellos casos contrarios de obesidad?

Para que conozcas un poco mejor el caso te dejo con una introducción del último de los documentales mencionados.

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Las mal llamadas “leches de crecimiento”: innecesarias y caras

Niño leche

La semana pasada un buen amigo de la comunidad virtual, José Manuel López Nicolás (@ScientiaJMLN) se marcó de nuevo un buen tanto al publicar un post con su opinión y sus razones documentadas al respecto de la utilidad de las incorrectamente llamadas “leches de crecimiento”. Me refiero esos briks similares a los de leche que bien en el supermercado o bien en la farmacia (no pienses que por encontrarlos en farmacias van a ser mejores que los de súper… de hecho son los mismos) y a través de su publicidad, nos pueden hacer llegar a pensar que nuestro hijo de corta edad necesita de ellos para crecer con salud, desarrollar plenamente su intelecto o ser feliz. Y a mí, mira por dónde, me apetece comentar estas cuestiones y subrayar algunas cosas que creo se merecen una especial atención.

 Ni “leches”, ni “de crecimiento”

La primera de ellas, es resaltar el mal uso que frecuentemente se hace de la terminología para referirse a estos productos. A ver si nos queda claro, comercialmente con la legislación en la mano, no se pueden denominar “leche”. En estos casos estamos ante una serie de productos lácteos o ante derivados lácteos en los que la adición de tanta martingala (vitaminas, minerales y ácidos grasos) más que la eliminación de algunos elementos característicos de la leche (en especial sus grasas típicas) impiden que legalmente se le pueda llamar “leche” a este tipo de productos. Y este es un aspecto que me parece importante ya que soy de la opinión que de modo subliminal todo aquello etiquetado como “leche” es mejor aceptado o acogido por la población general. La leche figurará como ingrediente del producto, pero nunca el producto deberá ser nombrado como “leche”.

Además, está la otra cuestión: la del “crecimiento”, que tampoco. Estos productos como cualquier otro alimento funcional no pueden, legalmente, dar a entender al consumidor que el efecto buscado (el crecimiento) depende únicamente del consumo de su producto o que de su falta de consumo se puedan derivar consecuencias negativas.

El post de Scientia partía de la base de comentar el reciente posicionamiento de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria sobre el estado de salud de los bebés y niños europeos de hasta 3 años; de lo bien o mal nutridos que están, de sus posibles carencias y también de sus posibles excesos. Ese posicionamiento lo puedes leer aquí Scientific Opinion on nutrient requirements and dietary intakes of infants and young children in the European Union. Para ello, el panel de expertos hacía estas aclaraciones previas en la línea de lo que estoy comentando:

Las “leches de crecimiento” o las “leches específicas para niños” son fórmulas basadas en la leche o no, inicialmente destinadas a los niños pequeños. […]. El panel de expertos propone no utilizar el término “leche de crecimiento” porque su uso implicaría un efecto particular sobre el crecimiento [cuando no tiene por qué ser así]. […] Este panel propone referirse a este tipo de productos como “Fórmula para niños pequeños” […] a los que se les debería aplicar la norma para las fórmulas de continuación [lácteas o no] CODEX STAN 156-1987.

Veamos ahora el hecho de su necesidad

En el informe se mencionan cuatro posibles déficits nutricionales (ácidos grasos de la familia omega tres, vitamina D, hierro y yodo) en la población en estudio y un exceso (el calórico) que pueden suponer una situación de riesgo para esta población. Así, en el informe se puede leer claramente que:

Los expertos consideran que tanto los déficits como el exceso se deben afrontar siguiendo las Guías Alimentarias Basadas en Alimentos […] a partir de una alimentación saludable. Estas guías ofrecen educación nutricional y consejos tanto para los individuos concretos como para el público en general con el fin de alcanzar los objetivos nutricionales y de ayudarles a seleccionar una dieta que satisfaga sus necesidades. Estas recomendaciones incluyen la adecuada elección de alimentos que son fuente de aquellos nutrientes clave para la salud pública […]

Tal y como reza el REGLAMENTO 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos en su artículo 3, apartado d:

“La utilización de declaraciones nutricionales y de propiedades saludables no deberá: […] afirmar, sugerir o dar a entender que una dieta equilibrada y variada no puede proporcionar cantidades adecuadas de nutrientes en general”

De todo ello se desprende que no hacen la menor falta alimentos enriquecidos si las cosas se hicieran bien. Así pues, mejores alimentos y menos alimentos funcionales. Porque además, el comer mejor termina resultando, mucho más rico y además mucho más económico que el recurrir a la dexcontualización del nutriente a base de sacarlo de su “alimento de origen” para terminar poniéndolo no importa donde. En este caso en una supuesta “leche”.

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Imagen: imagerymajestic vía freedigitalphotos.net

Niños y ketchup: ¿una batalla perdida de antemano o una buena solución?

ketchupA raíz de la entrada del otro día en el que describía el bizarro asunto de aquella señora que promociona un sistema adelgazante consistente en rociar el entorno de las comidas más tentadoras con un espray pestilente (y de esa forma terminar por abortar todo intento de comérselas), algunos comentarios juguetearon con esta idea de los olores y aromas pero, esta vez, con una aplicación más positiva. Planteaban si sería posible idear y crear un spray que en vez de provocar el rechazo a un alimento facilitara su consumo.

Sobre el papel este tema puede tener su enjundia. Imagínate, que resulta que a alguien no le gusta y le cuesta comer… lo que sea, pero que al mismo tiempo se ve en la “obligación” de comerlo ya que es muy “sano” y conveniente comerlo. Pues ¡zasca! rociada con el spray aromatizado a lo que sea (rico y agradable) y asunto arreglado. Paradigma de esta situación es la de nuestros hijos y el ejemplo típico de las verduras, el pescado… ¿que resulta que no les gusta y no quieren comer brócoli? pues nada, buena chorretada de spray de chocolate por encima y a correr… ¿Qué no hay forma de que se coman esa maravillosa merluza a la romana que has preparado? no hay problema, chufletada de espray con aroma de algodón de azúcar y todos contentos… ¿no?

Pues no. Al menos un servidor no piensa así. No digo que este tipo de espray no terminara por triunfar desde un punto de vista comercial, creo muy posible que tuvieran un notable éxito. Lamentablemente, no lo puedo negar. Pero mi rechazo para darle el visto bueno al espray como tal se debería a que no me parecería una adecuada herramienta para educar a nuestros hijos. Al igual que tampoco me lo parece ese otro tipo de conducta parental consistente en servir o permitir acompañar la comida de los más pequeños con cantidades industriales de la salsa de turno más persistente, lo más típico, ketchup. Aunque hay muchas otras posibilidades, mayonesas, salsa rosa y hasta, pásmate, Nocilla (sí, eso lo he visto yo con estos ojitos míos: Nocilla con alcachofas, y en ese orden más que en el contrario)

Volviendo al tema del aerosol perfumante, como digo, creo que podría llegar a triunfar pero seguiría siendo tan mala estrategia como la del ketchup. Conste que no tengo nada en contra de este alimento, siempre que ocupe su sitio y no se descontextualice su uso. Es más, el ketchup me gusta y no poco… pero solo cuando es “del bueno”.

La varita mágica para que el nene se coma lo que “se tiene” que comer

Además, como habrán podido comprobar muchos papás y mamás, hay veces que ni con el ketchup “el nene” se termina por comer lo que los padres quieren que se coma. Así, resulta, que la presunta “varita mágica” no lo es tanto y falla más que una escopeta de feria. En realidad no hay “varitas mágicas” en este asunto de que los niños coman. Bueno sí que las hay, pero no se pueden poner encima de un plato o guardar en el frigo o en la despensa. Esas varitas mágicas a la que me refiero se llaman amor y buen hacer. Buen hacer para dedicar tiempo a la cocina, para comer lo mismo que los niños comen, para comer con ellos, para involucrarles a la menor oportunidad en los procesos de planificar el menú, comprar los ingredientes, cocinar… Y amor, mucho amor para, dentro de una adecuada oferta saludable de alimentos dejarles decidir qué comer y qué no (creo que a estas alturas sería conveniente que le eches un vistazo a la entrada: “¿Que tu hijo come de todo? No te preocupes, ya cambiará”). Con respecto a los alimentos menos recomendables, eso sí, estaría muy bien que siguieras la fantástica máxima de Julio Basultono ofrecer, no negar” localizada en el libro “Se me hace bola”. Es decir, no dárselos habitualmente, pero tampoco ser tan fundamentalista como para quitárselos de las manos si ya han caído en ellas.

Por cierto, ya que estamos, y antes de despedirme déjame que te anuncie el título de la próxima entrada, para que veas que nada más alejado de mi intención el criminalizar el uso del ketchup. El próximo post tendrá por título: “Ketchup Heinz: para algo que me gustaba de McDonalds, va y lo quita”.

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Imagen: Grant Cochrane vía freedigitalphotos.net

Comer mal es casi gratis y educar mal, muy barato

Ya he comentado en varias ocasiones que cuando hay más dificultades económicas se suele comer peor. Con peor me refiero a mal, no a menos. ¿Quieres pruebas?

De un aire me quedé el otro día cuando entré en un supermercado y, a la entrada, había una mesa con diversos productos de bollería industrial al precio de 1 euro. Por este precio, y en diversos formatos, se podía adquirir 4 unidades de una amplia gama de bollería industrial que iba desde los conocidos bollos con agujero a napolitanas, palmeras, etcétera, todo ello con o sin chocolate.

Bollería industrial

El mostrador estaba puesto a la entrada al lado de las cajas para pagar y no es que resultara difícil no ver los bollos, es que había que tener una cintura entrenada para poder esquivar y salvar el consabido mostrador. A ver… 0,25€ por un bollo de tamaño considerable es un precio de risa con lo que nada o casi nada puede competir. Así, no es de extrañar que una familia en apuros termine por recurrir con mayor facilidad a este tipo de soluciones tan baratas y tan poco recomendables. Al final un bocata de jamón además de más caro termina siendo más “incómodo” de preparar… y quien dice esto, dice una fruta, un lácteo… Por no hablar de lo bien que “que te merienda” un niño cuando le das estas “delicias” de supermercado y de los contentos que se quedan algunos padres (= mamás y papás, ambos)

Así pues, en las decisiones que terminan por hacernos escoger los alimentos intervienen muchísimos factores y qué duda cabe que los económicos tienen un peso importante… y que jugar en el segmento que juegan los dónuts es prácticamente imposible. Y quien dice la bollería industrial dice las grandes empresas de comida basura rápida, entre otros. Pero hay otro elemento importante, que es la educación y las presiones del medio para que nos “eduquemos” en una realidad y no en otra. Me explico.

El otro día un padre muy sensible con estas cuestiones de cómo comen nuestros hijos y sobre cómo se les educa me mandó uno de los ejercicios de discriminación visual y de mates que tenía que hacer su hijo como deberes en casa. Estoy hablando de un niño de seis años al que se le pide en un ejercicio que rodee un número concreto de elementos iguales entre un conjunto de diferentes elementos… y resulta que el conjunto de elementos diferentes está formado única y exclusivamete por alimentos pertenecientes al “grupo” de la comida basura o más llanamente por hamburguesas, patatas fritas y helados. Y no es solo eso, sino que el niño, ¡llegó a preguntar: “papá, ¿porqué todo es de McDonalds”!

Ejercicio basura

 

Mira que en la editorial podían haber escogido, melones, mandarinas y manzanas; o coches, motos y trenes, o pantalones, camisetas y faldas, o guantes, sombreros y paraguas… pero no, hamburguesas, patatas fritas y helados, ¡olé!

Quizá haya a quien le parezca una tontería pero se trata de una publicidad subliminal, que muy posiblemente se haya hecho sin darse cuenta, pero no me vale. Cuando se está educando hay que darse cuenta de estas cosas. Y así debió opinar el papá, que terminó llamando a la editorial en cuestión y, de buenas formas les expuso su parecer. Y también de buenas formas le contestaron que, sinceramente, no habían reparado en ello y que tenía razón, que normalmente se preocupan por cuestiones que puedan afectar a una discriminación sexual o religiosa, pero no alimentaria y que, pásmate, el tema de los dibujos de la comida basura lo eliminarían en la próxima edición.

Esto sí que se merece un gran «olé» por Rubén Álvarez Llovera el biólogo y papá de Alberto (el niño de 6 años) que es quien me trasladó el tema. «Olé» porque las cosas cambian en la medida que nosotros hacemos que cambien. Y este es un buen ejemplo. Aunque las cosas no estén nada fáciles… o precisamente por eso, porque es entonces cuando más falta hace.

 

La galería de los horrores de los comedores escolares americanos

FedUp.jpgYa sabéis que tengo una especial fijación por cómo les dan de comer a nuestros hijos cuando nosotros no nos enteramos, o cuando solo nos tenemos que conformar con un papel con el que el colegio nos informa de lo que se supone ellos comen.

Antes de seguir te recomiendo que te pongas en antecedentes leyendo este otro post al respecto de si estamos los padres y cuidadores al corriente de lo que comen nuestros hijos en el colegio. Resulta que tal y como se ponía de relieve en un estudio realizado por el Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Illes Beleares parece que lo hacen no muy en la línea de lo que sería más recomendable y mejor para ellos.

El caso es que el otro día, Raquel, una buena amiga (@aliment_ARTE) me puso al corriente de una iniciativa que se ha puesto en marcha en Estados Unidos por ‘DoSomething.org’ (una plataforma sin ánimo de lucro para lograr cambios a partir de la iniciativa popular) que trata de poner de relieve la calidad de las comidas escolares. Este iniciativa se llama fed up (harto) y, a través de las fotografías que los chavales hacen a sus comidas y que luego cuelgan en la página creada a tal efecto, cada uno puede votar si eso que se ve en la imagen se lo comería (eat it) o directamente lo tiraría (toss it). Las razones para descalificar una comida pueden ser diversas, bien por la forma en la que está cocinado o presentado el plato o ración, por las medidas higiénicas (hay fotografías con pelos y moscas en la comida), porque responda mejor o peor a una mínima adecuación nutricional, etcétera. Son infinidad de imágenes las que se pueden encontrar ya y, junto a ellas, los jóvenes sintetizan con sarcásticos titulares las razones por las que esa comida les resulta tan desagradable o poco apropiada. Así los usuarios que lo deseen podrán seguir subiendo fotos hasta el 15 de noviembre. Al final, cono todos los votos recibidos ‘DoSomething.org’ confeccionará un mapa de Estados Unidos en el que vendrá reflejado dónde se come mejor y peor.

Tengo la esperanza que en los comedores escolares españoles no se haya llegado a los extremos que se ven en algunas imágenes de la página en cuestión. Pero al mismo tiempo, hemos de ser conscientes de que corremos el importante riesgo de que este tipo de conductas propiciadas o permitidas por las autoridades sanitarias, los directores de centro, las empresas de restauración colectiva, etc. y que hoy vemos en ultramar terminen por implantarse por estos lares y mellar (aun más si cabe) lo poco que queda de nuestros afligidos hábitos alimentarios.

Sorpréndete y deja tu comentario sobre esta particular galería de los horrores de los comedores escolares norteamericanos. Si lo prefieres puedes comentar tu experiencia personal en el comedor de cuando eras más joven o, si ya eres padre o madre, la de tus hijos.

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Imagen: http://fedup.dosomething.org/fedup/

Pues a mí sí que me importan los rábanos

IMG-20130909-00342 (3)Sabes perfectamente que aquí, en este blog, no te vas a encontrar pomposas elegías de alimentos eminentes, si acaso solo de los más humildes, de los más vilipendiados. Y hoy me he propuesto hablar de uno de mis preferidos en este grupo: los rábanos.

Pocos alimentos hay tan desconocidos, poco utilizados y denostados (y baratos) como los rábanos. Y además, ahora, empieza su temporada. Como sucede para el resto de hortalizas pertenecientes a la familia de las Brasicáceas (Crucíferas en tono más coloquial), el otoño y más si cabe el invierno es su época más fetén.

Créeme si te digo que entre los recuerdos más ancestrales que conservo en mi memoria figura el de aquel niño de apenas 5 ó 6 años ante el aperitivo diario y casero de un abuelo materno, Vicente, consumiendo un pequeño bol de rábanos con una copita de vino tinto minutos antes de comer (sí, aquel abuelo). Y el ritual, el mismo de siempre: cuchillo, rabanetas aun con un mínimo de su verdoso pedúnculo nadando en una pequeña cantidad de agua y un salero: Corta pedúnculo, raspa la piel si esos rábanos si eran especialmente picosos… “Juan, ¿quieres?”… jejejejeje, “como no voy a querer, abuelo (pensaba yo)”… y rabaneta para la saca.

Hoy soy yo el que comparte las rabanetas con mis hijas. Hoy sin sal; de verdad que no creo que les haga ninguna falta, mal tampoco les viene, pero nos hemos hecho a comerlas así, y están de muerte. No solo lo digo yo, Adriana y Carolina también, mis hijas, que están mucho menos sugestionadas.

Lo cierto es que el abanico gastronómico de los rábanos (o rabanetas) es muy breve. No gozan de su participación en grandes recetas (que yo sepa) es un alimento humilde y muchas veces quizá por ello despreciado. No obstante, representan una estupenda posibilidad de acceder a un aperitivo agradable y contenido (¿te acuerdas del pinzimonio?), aunque no perdonaría el omitir la posibilidad de adicionarlos a ensaladas diversas o incluso una vez troceados adicionarlos a cremas y purés variados de verduras.

Ya sabes, siguiendo la política de este blog, no te voy a hablar de sus excepcionales cualidades nutricionales, para eso ya hay o habrá otros blog que tengan o no otros intereses distintos de estos. Se trata de un vegetal, más en concreto, de su raíz, que es la que nos comemos y, sabiendo el escaso aprecio que normalmente se hace de él, me basta para dedicarle este post.

Recomendaciones:

  • De rábanos o rabanetas hay centenares de variedades (alargados, globulares, pequeñitos, más grandes…) y, en esencia, dos formas de comercializarlos: en manojos, y más o menos limpios envasados en pequeñas cajitas. Bien, puedes comprar los que quieras, por el manojo (una docena o más de piezas)  no deberías pagar más de 1euro y suelen ser infinitamente mejores que los que vienen en caja que, además, suelen ser mucho más caros.
  • Ahora, a comienzos del otoño comienza su temporada que se prolonga hasta el fin de la primavera. A lo largo de este largo periodo, si frecuentas un mismo puesto verás que evolucionan: cambian de tamaño, de forma y su piel varía. Así, su sabor y matices también suelen variar.
  • Búscalos prietos, redondos o alargados, el rábano ha de presentar una textura dura, compacta. Comprueba su turgencia al tacto; el que estén huecos no suele una característica apreciada. Su piel gruesa o fibrosa, tampoco.
  • Algunos pican, y algunos no poco. Quitarles la piel roja y dejarlos blancos, desnudos, suele ayudar a paliar este inconveniente a quién no le entusiasme. Sus persitentes matices sulfurados, propios de la familia de vegetales a la que pertenecen, a algunos agradan y a otros incomodan.
  • Lávalos de forma intensa antes de comerlos. Para ello ponlos debajo del agua fría corriente y frótalos para eliminar los restos de barro u otros elementos.
  • No dudes en ofrecérselos a tus hijos. Cuida con el picante, a algunos niños no les gusta, sin embargo otros… lo prefieren.

Que los disfrutes! #slurpslurp

Tecnología “espacial” para que los niños coman fruta

ManzanasHace un par de semanas una de esas seguidoras correspondidas que “mondo Twitter” te da la oportunidad de conocer, Mónica (@psico_diet), me hizo llegar esta noticia: “Diseñan un aperitivo de manzana que reduce los riesgos cardiovasculares en niños obesos”.

Así, a primera vista, no me digas que no, suena fenomenal. No seré yo quien se dedique a poner palos en las ruedas a tan noble causa, ni tampoco en el esforzado objetivo de la tesis doctoral de la principal investigadora de este proyecto. En esencia, tal y como se puede leer, se trata de un snack o aperitivo a base de manzana enriquecida con zumo de mandarina de forma que, según siempre la misma fuente:

Cuarenta gramos de este producto proporcionan los componentes bioactivos de un vaso de mandarina fresco”. Para ello : “los investigadores enriquecieron rodajas de manzana con zumo de mandarina utilizando para ello una tecnología de impregnación al vacío desarrollada y patentada por el equipo de la Universidad Politécnica de Valencia que permite incorporar ingredientes adicionales a la estructura de alimentos porosos, como es el caso de frutas y hortalizas”.

Que estupendo, que maravilla. Digo esto por que, además, este producto fue empleado en un estudio de intervención en el que, durante 4 semanas (un mes), la dieta de 41 niños obesos fue “enriquecida” con 40 gramos de este producto. La conclusión, previsible, no podía ser otra:

“En líneas generales, la adición de este producto en la dieta contribuye a la mejora del estado de oxidación e inflamación en niños obesos, así como en diversos factores de riesgo de aterosclerosis”.

Insisto, no me parece mal en absoluto. Sin embargo, este tipo de architecnificados productos que tienen como fin la deseable evolución de niños con obesidad me deja más preguntas que la respuesta que, previsiblemente, en un futuro no muy lejano nos ofrezca la industria alimentaria cuando esta patente, supongo, sea explotada:

  • ¿Porqué no haber hecho el estudio en cuestión con al menos un grupo control en el que su dieta hubiera sido “enriquecida” y monitorizada con fruta de verdad, es decir, fruta “a secas”?
  • ¿No sería más deseable destinar esfuerzos para que esos niños obesos coman más alimentos de origen vegetal?
  • ¿Qué precio tendrá en el mercado una futura (y previsible) comercialización de este producto en el mercado?
  • ¿Qué nivel de saciedad aportan 40g de manzana embebida de mandarina? Por muchos antioxidantes y sustancias bioactivas que tengan… no se quedará con hambre un niño de, pongamos 6 años, después de haberse comido 40 miserables gramos de lo que sea? ¿No sería mejor que, directamente se comiera, por ejemplo, media manzana (unos 90 gramos)?
  • ¿No es acaso previsible que el consumo de media manzana o de un par de mandarinas  taliscualis aporten un mayor nivel de saciedad que 40g de este producto a la vez que un cifra relativamente similar de “componentes bioactivos” que los aclamados 40g de este producto? (es un suponer)
  • ¿Alguien cree que esta es al menos una de las soluciones a la actual crisis de obesidad que vivimos entre la población de niños españoles?
  • Y, en definitiva, de verdad, ¿acaso la solución no parece ser más evidente, más racional, más sencilla?

Con sinceridad, le deseo todo lo mejor al equipo de investigación. Además, les auguro un esplendoroso futuro dentro de la industria alimentaria si deciden seguir por este camino. Así, a bote pronto, se me ocurren tres o cuatro multinacionales de la industria alimentaria que a buen seguro estarán interesadísimos en este tipo de hallazgos. Pero, de verdad, dudo mucho que la ansiada solución al problema abordado transcurra por estos derroteros.

Ante los frecuentes casos de obesidad infantil, antes que diseñar alimentos ultratecnológicos sugiero echar un vistazo a esta entrada Si tú comes bien, ell@s comen bien.

Además, si quieres profundizar en este tema, te sugiero que consultes las siguientes entradas:

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Imagen: kornnphoto vía freedigitalphotos.net

‘Mediterraneamos’: inspirando a los jóvenes en la dieta mediterránea

RapUna nueva campaña institucional trata de acercar la dieta mediterránea, en esta ocasión a los más jóvenes. ‘Mediterraneamos’ es su nombre y pretende dar a conocer y vincular el típico patrón dietético mediterráneo a un grupo de edad bien concreto, aquel entre 13 y 16 años tal y como se puede ver en su página web. Cuenta con el asesoramiento de la Fundación Dieta Mediterránea y el apoyo del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.

En esencia se trata de promocionar unos adecuados hábitos dietéticos y de estilo de vida entre la población de educación secundaria a partir del seguimiento de los preceptos más básicos de la dieta mediterránea. Así, invita a los chavales a conocer y hacer uso de este planteamiento dietético.

Además, el plato fuerte de la campaña se centra en la promoción de un concurso de vídeos en los que, en clave de rap, los chavales puedan dedicar sus particulares odas a la dieta mediterránea.

Hasta aquí todo bien… o casi bien, porque hay algunas cosas con las que no coincido demasiado, y otras con las que disiento completamente. No me gusta el tema del haber escogido el estilo rap cuando esta es una opción cerrada. A parte de que me parece que a todo el constructo mediterráneo el rap le cae como a un Cristo dos pistolas. Pero pasando por encima de esta apreciación personal (allá cada cual con sus fobias y filias) creo que hubiera sido una mejor idea, con más posibilidades, el que el tema musical hubiera estado abierto a otros estilos, no solo el del mencionado rap. Ellos sabrán.

Otra de las cosas que a mi parecer no están bien hechas es que en la web se diga que se pueden visitar los perfiles de esta iniciativa en canales como Facebook, Tuenti y YouTube; sin embargo me costó Dios y ayuda encontrar la página en cuestión en Facebook ya que esta está asociada a la del MAGRAMA y con la palabra “mediterraneamos” en Facebook no se obtiene ni un solo resultado. En cualquier caso, por si la quieres, la tienes aquí. En lo que respecta a Tuenti, no puedo decir nada, como no soy usuario no puedo entrar; y en cuanto al canal en YouTube a día de hoy solo está el rap promocional y no hay, tal y como se anunciaen la web ninguna “información divertida e interesante sobre la Dieta Mediterránea”.

Pero lo que me parece un despropósito superlativo es el enlace que puedes encontrar en esta página de la web ‘mediterraneamos’ (ver nota de actualización al final de esta página). En ella se encuentra un vínculo que te sugiere la posibilidad de recibir más información sobre la Dieta Mediterránea y te conduce a una página de la Fundación homónima… ¿Y que encontramos en esta página? Pues nada más y nada menos que las 10 recomendaciones básicas, repito, básicas, de la Dieta Mediterránea. Incluida entre ellas la número nueve, que dice textualmente:

El agua es la bebida por excelencia en el Mediterráneo.  El vino debe tomarse con moderación y durante las comidas.

El agua es fundamental en nuestra dieta. El vino es un alimento tradicional en la dieta mediterránea que puede tener efectos beneficiosos para la salud consumiéndolo con moderación y en el contexto de una dieta equilibrada.

A ver, que yo me entere… ¿se les está lanzando a los jóvenes entre 13 y 16 años el mensaje de que el vino “debe tomarse con moderación y durante las comidas y que el vino es un alimento tradicional en este planteamiento dietético con diversos efectos beneficiosos”?

Me temo que en este punto han metido la pata. Cuando no, además, han traspasado una bien delimitada linea roja, es decir, el haber incurrido en una soberana ilegalidad al promocionar (ni tan siquiera de forma subliminal) el consumo de vino entre menores de edad. Dejando de lado el tema del rédito final sobre la salud en términos de riesgo/beneficio que tiene asociado el consumo de vino aunque sea en cantidades moderadas (algo que yo tengo muy claro) creo que promocionar esta «recomendación básica» entre la población objetivo no es de recibo y además opino que es ilegal.

En mi opinión, ‘mediterraneamos’ parte de una buena iniciativa, pobremente promocionada e implementada y con terribles errores. A mí así no me gustan las cosas. Señores del Ministerio y de la Fundación, están a tiempo, así que por favor, rectifiquen. Rectifiquen.

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Actualización de última hora: Apenas 12 horas después desde la publicación de este post, el Ministerio de Agricultura, Alimentación  y Medio Ambiente o la Fundación Dieta Mediterránea, o los dos al alimón, han cambiado el enlace de la discordia y, ahora el vínculo aludido te redirige a otra página en la que no se hace mención alguna al consumo de vino entre jóvenes de 13 a 16 años (afortunadamente) que es lo que habrás visto. El enlace que estaba y ahora no es este de aquí. Agradezco al MAGRAMA y a la Fundación Dieta Mediterránea su rápida y acertada rectificación.

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Imagen: photostock vía freedigitalphotos.net

Cuando la televisión se sienta a la mesa el riesgo de obesidad aumenta

Televisión comidaEl balance energético, ése delicado equilibrio que al final termina por condicionar, cuando no determinar, nuestro estatus ponderal se ve influido por múltiples elementos: genéticos, sociales y del entorno. Uno de esos factores ligados al entorno y a nuestro comportamiento parece ser la forma y manera en la que asumimos el momento de la comida, qué hacemos, con quién lo hacemos y cómo lo hacemos. Elementos todos ellos que son especialmente influyentes en el caso de los más pequeños, de nuestros hijos.

Así, el caso de comer mientras se ve o no la televisión puede condicionar su ingesta, tanto en cantidad como en calidad. Esto parece ser así de forma que ver la televisión mientras se come aumenta el riesgo de obesidad entre niños y adolescentes. En este estudio realizado sobre una muestra de casi 5.000 jóvenes norteamericanos puso de relieve que ver la televisión mientras se come en familia se asoció con una peor calidad de la dieta entre estos adolescentes. Pero no es solo lo que se hace y cómo se hace a la hora de comer; las horas totales que los más jóvenes dedican a la televisión o al resto de “pantallas” (consolas, móviles, tabletas…) bien en la comida o fuera de ella, también parece que estén relacionadas con la calidad dietética. Esta revisión de la literatura científica a este respecto concluye que son diversos los estudios que han documentado una asociación entre el número de horas de televisión y la prevalencia así como la incidencia de la obesidad. Es decir, la combinación de todos aquellos factores relacionados con el estilo de vida que suelen acompañar un uso intensivo de televisión colocan a estos niños ante un mayor riesgo de obesidad y, claro está, de mala nutrición.

Dicho lo dicho, también hay algunos artículos disonantes con esta perspectiva. Por ejemplo, este estudio no encontró una mayor variación dietética en el qué y cuánto consumían un grupo de adolescentes que comían en familia en relación con el ver o no la TV . Según este estudio, las ventajas de comer en familia pueden deberse al simple hecho de tener a los hijos adolescentes en casa durante las horas de comida.

Sea como fuere, en mi casa se come sin televisión. Ya he comentado que tenemos la fortuna de poder organizarnos para comer todos los días con nuestras peques (5 y 9 años). Comemos en la cocina, ya sea día de labor o festivo y aunque tenemos toma de TV en la cocina no tenemos aparato (quien evita la ocasión, evita el peligro) y solo cenamos dos días a la semana (viernes y sábado) delante de la TV, en el salón, normalmente con algún concurso al uso o alguna peli. Llámame raro pero siempre he considerado que comer y ver la TV son actividades incompatibles, si se come se come y si se ve la TV… pues eso. Algo así como el conducir y leer; está claro que si nos ponemos, se puede hacer, pero asumiendo no pocos riesgos.

Tal y como concluye el primer estudio que he mencionado, los profesionales sanitarios debieran trabajar con las familias para promover de forma enfática que en las comidas se mantenga la TV apagada.

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Imagen: Boians Cho Joo Young vía freedigitalphotos.net

Verdura de verdad (síntesis)

Zanahorias manoComentaba el otro día que el consumo de verduras y hortalizas entre los más pequeños es uno de los eternos caballos de batalla cuando estos se sientan a la mesa. Nada nuevo y que además no sea vox populi.

En estas circunstancias, distintas empresas alimentarias han sabido apreciar una oportunidad de negocio a partir de este marco y aportar soluciones con las más variadas estrategias. Una de ellas la vimos en este post. En resumen, se trata de considerar los elementos de la discordia, las hortalizas, y sacarlas de su contexto disfrazándolas con una serie de características propias de otro grupo de alimentos, las chuches. Otra de esas soluciones es, al contrario, coger las chuches tal cual y ponerles sabor a hortalizas, tal y como vimos ayer.

No voy a volver a comentar esta última posibilidad, errónea y mala como la peor… Es decir, la que toma lo peor de ambos grupos de alimentos. Por lo tanto no le veo ninguna ventaja a esta propuesta se mire como se mire, salvo la de ser una propuesta bizarra y curiosa donde las haya. Centrémonos pues en la primera.

¿Cuáles son las razones por las que los niños no comen verduras y hortalizas como a los mayores nos gustaría que las comieran; tienen acaso los niños la culpa? Yo lo dudo. Los niños no se ponen de acuerdo para chinchar a sus padres, no hay un contubernio infantil orquestado para dar mal en este terreno. Sea por las razones que sean los niños no tienen la culpa de no preferir verduras y hortalizas frente a otros alimentos cuando los otros se presentan juntos o como alternativa.

Y aquí quería yo llegar, supongamos que en el momento de la merienda, ofrecemos a un grupo de chavales dos posibilidades una, digámosle tradicional y poco saludable, consistente en galletitas con perlitas de chocolate (o bien una serie de gominotas y caramelos “con zumo de frutas”, ¿te acuerdas?) y, la otra, a base de las ya conocidas Power Pupis (hortalizas precortadas con sugerentes formas y presentadas en llamativos envases) ¿Qué opción crees que preferirán la mayoría de ellos? Yo lo tengo claro, ellos también y seguro que tú también.

Pues de eso se trata, no tanto de las elecciones que los niños puedan hacer en un momento determinado frente a un variado catálogo de opciones, sino más bien qué es lo que tú como padre, madre o cuidador vas a poner a su alcance diariamente. Como dice mi querido compañero Eduard Baladía: “Un niño no come lo que no tiene en casa o lo que tú no pongas a su alcance”

Se trata de eso y se trata de la publicidad. Veamos… ¿has visto algún anuncio en televisión de las referidas Power Pupis? Yo no. ¿Te has fijado en el número de “visualizaciones” que tiene el spot de esta gama de productos en el canal youtube? Ya te lo digo yo, no llega a 600 (muy pocas) y eso teniendo en cuenta que el vídeo está colgado allá por el mes de mayo.

¿Crees que esta inversión en publicidad de los Power Pupis es en modo alguno rival para los anuncios de snacks dulces y salados, las barritas de chocolate, las galletitas, los zumos comerciales, los huevitos de chocolate con sorpresa, los preparados lácteos…? No sé si te has parado alguna vez delante de la televisión cuando en canales como Boing, DisneyChannel y demás similares ponen anuncios… Es increíble el bombardeo incesante, el chorreo de “alimentos” que tienen a los más pequeños como público objetivo. Y sí, la mayor parte de ellos tienen un mini faldón con letra microscópica en el que se recuerda la importancia de seguir unos hábitos saludables tanto en lo que respecta a la alimentación como a la actividad física (Código PAOS). Algo que podrá quedar muy bonito pero que sirve para muy poco. Así, está claro que Power Pupis jamás podrá presentarse como una opción competitiva.

Y por último, se trata de lo que nosotros como padres hacemos como cuidadores. ¿Comemos nosotros delante de ellos una suficiente variedad de este grupo de alimentos? ¿los preparamos de modo atractivo y apetecible? ¿tenemos suficientes recursos culinarios para presentarlos en recetas variadas y apetitosas? ¿los involucramos en los procesos de compra, cocina, etc y los comemos junto a ellos? ¿somos de los que elegimos un menú infantil para nuestros hijos cuando salimos fuera de casa? ¿no nos habremos vuelto quizá demasiado comodones y, entonces, por evitar la negativa, el diálogo… terminamos proscribiendo nosotros mismos los verduras y hortalizas en el menú de nuestros hijos? Y para acabar, más preguntas retóricas ¿creemos que este tipo de soluciones más o menos puntuales son al menos una parte de la solución para esos niños que no comen hortalizas en una mesa? Me temo que no y me aventuro a decir que quienes más terminen utilizando el producto Power Pupis o similar sean aquellas familias que en principio menos lo necesitarían.

Más allá del producto en sí y sus posibles utilidades a la hora de transportarlo y demás, creo que sería conveniente que en nuestras casas se usaran alternativas más saludables, apetecibles y sabrosas tanto en el momento de las comidas, como en el caso de meriendas y almuerzos y aperitivos… ¿te acuerdas del pinzimonio? ¿le has dado alguna vez a tus hijos una zanahoria cruda y limpia, con su penacho para que vaya “picoteando”; han probado ellos por ejemplo los rábanos…?

Probablemente si en nuestras casas presentamos las verduras como algo normal, de diversas y apetecibles maneras, quizá las alternativas de picotear hortalizas precortadas y envasadas no serían tan necesarias. No es una cuestión de certezas matemáticas, pero sí de probabilidades. El reto no consite en que nuestros hijos coman hortalizas sea como sea y si para ello hay que «disfrazarlas» de chuches, pues se disfrazan. No, el reto consiste en que este grupo de alimentos sea asumido como algo normal, no como un castigo… y las chuches un premio. Déjemos las chuches donde están, usándolas como se merecen (en poca cantidad y no muy frecuentemente) y procuremos que en general nuestros hijos disfruten de unos hábitos alimentarios saludables.

A pesar de los dicho, de veras que me gustaría que Power Pupis terminara siendo un éxito comercial. Si así fuera significaría que a lo mejor algo está cambiando entre los consumidores. Pero de entrada lo tienen difícil, además de su escasa publicidad, no es nada fácil de encontrar. Al menos en las dos cadenas de distribución que frecuentamos en casa este producto no se comercializa. Una pena.

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Imagen: Clare Bloomfield vía freedigitalphotos.net