El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

Entradas etiquetadas como ‘dieta’

Dieta mediterránea (2): de Rockefeller a Keys. Origen del concepto epidemiológico

Anteriormente en este monográfico sobre la dieta mediterránea:

 

De Rockefeller a Keys. El origen del concepto epidemiológico.

Dieta mediterráneaEl germen de lo que posteriormente fue considerado algo similar a lo que ahora nosotros más o menos entendemos por “dieta mediterránea” lo encontramos en un estudio que a mediados de S XX, impulsó la Fundación Rockefeller tal y como puede leerse en la página 97 de este balance anual (1948) de la mencionada fundación. En él la fundación se sensibiliza con el interés que mostró en aquel entonces el gobierno griego por la salud de sus compatriotas. En concreto se trataba de estudiar todos aquellos parámetros susceptibles de intervenir en la salud futura de los griegos (estatus actual de salud, agricultura, industria, educación, transportes, explotación de recursos naturales, etc.) y con estos datos establecer en el futuro campañas de intervención. Para ello eligió estudiar todos estos parámetros en la isla de Creta como una muestra representativa de la población en estudio y tras sacar conclusiones aplicar las mencionadas campañas a todo el territorio nacional.

En 1953 los datos derivados del estudio anterior y relativos al estado nutricional y de salud de los participantes fueron analizados por el equipo del epidemiólogo Leland G. Allbaugh en el informe titulado Crete: A Case Study of an Underdeveloped Area. Entre muchos de los datos relativos a los hábitos dietéticos el equipo de Allbaugh puso de manifiesto que:

  • La alimentación cretense básica constaba en aquel entonces de aceitunas, cereales, legumbres, frutas, verduras y plantas silvestres, al tiempo que había una limitada cantidad de carne de cabra, leche, derivados cárnicos y pescado.
  • Una comida no se consideraba completa sin la presencia de pan, aceitunas y aceite de oliva. Este aceite contribuía en gran medida a la ingesta de energía hasta el punto que la comida parecía, literalmente, “nadar” en aceite (sic).

Tras el análisis de estos datos y teniendo en cuenta que la población en estudio era una sociedad en desarrollo, LG. Allbaugh concluía que:

  • … Los niveles de consumo de alimentos eran sorprendentemente buenos. En general, su patrón de alimentación y los hábitos alimenticios estaban extremadamente bien adaptados tanto a sus recursos naturales y económicos, como a sus necesidades.

Sin embargo, el estudio también se hacía eco del parecer de los propios implicados al respecto de su «dieta». Entre las notas más destacadas merece la pena resaltar que:

  • Solo una de cada seis familias entrevistadas consideraba su dieta como “satisfactoria”
  • Entre los alimentos que más echaban de menos para “mejorar sus dietas” los entrevistados señalaron: carne (el 72% de los encuestados), arroz, pescado, pasta, mantequilla y queso.

[Nota: Quizá convenga poner en relación estos datos con los de la entrada «Sanos a la fuerza: lecciones de la crisis cubana» y darse cuenta que en no pocas ocasiones la excelencia nutricional de un patrón dietético cualquiera, yendo más allá de una serie de alimentos concretos implicados, esta caracterizada por una cierta carestía o si se prefiere, sobriedad. Algo muy diferente a lo que ocurre en nuestro medio. Véase el contrapunto en Manolo 48 años, 97 kilos y su dieta mediterránea]

Todo apunta a que estos datos fueron objeto de atención por parte de un aun poco conocido fisiólogo de la época, el Dr. Ancel Keys. Presumiblemente este se dio cuenta de las diferencias de estilo de vida entre griegos y estadounidenses al tiempo de haberse percatado de la baja incidencia de enfermedades del corazón en Creta, en especial si se comparaba esta con la de sus paisanos. Lo más probable es que alentado en parte por estas observaciones de Leland G. Allbaugh y fruto de sus propias teorías emprendiera una investigación de más de 15 años que ha trascendido hasta nuestros días con el nombre de Coronary Heart Disease in Seven Countries (La enfermedad coronaria en siete países).

Pero esa es otra historia. En el siguiente capítulo ahondaremos en el perfil de Ancel Keys, en su especial aportación a la alimentación militar, en sus éxitos editoriales de la mano de su mujer y en el nacimiento mediático del término “dieta mediterránea” porque, no olvidemos, que en la fecha que nos hemos quedado esta expresión no tenía aun ningún significado práctico.

Continuará… En el próximo capítulo: «Ancel Keys y su legado»

——————————————–

Imágenes: luigi diamanti vía freedigitalphotos.net

Dieta mediterránea (1): origen, mito y realidad. Introducción

Dieta mediterráneaDieta mediterránea: Qué saludable, qué “multicultural”, qué ancestral… qué bonita ella.

Pocos adjetivos referidos para identificar un sistema dietético son capaces de sugerir per se, solo con mencionarlo tan buen rollo como sucede cuando la expresión “dieta mediterránea” sale a colación. No importa dónde, ya sea en la publicidad de un alimento o cuando toma forma de consejo: “siga la dieta mediterránea”. Podría decirse incluso que se trata de una alegación de salud en sí misma. Pero con una gran e importante matización a tener en cuenta: al poner “dieta mediterránea” en un envase, al mencionarla en un anuncio no se necesita rendir cuentas a nadie ni pedir permiso, por ejemplo, a las autoridades sanitarias. Es decir, tanto la dieta tal cual, como el adjetivo “mediterráneo” referido a un alimento, no es una alegación de salud y por tanto no está sujeta a ese control al que si han de someterse las verdaderas alegaciones, a pesar de que son más que patentes las relaciones salutíferas que su sola mención son capaces de evocar. Por ejemplo, se puede poner, y de hecho así se ha hecho, “dieta mediterránea” para catalogar-dignificar-definir a un alimento tan procesado como lo es una pizza industrial, un combinado con alcohol o unos snacks o aperitivos con más del 50% de grasa en su composición… y quedarse tan ancho. Nadie le puede legalmente decir nada al fabricante. Y como estos, hay decenas de ejemplos similares.

En cualquier caso ya veremos si por “dieta mediterránea” se entiende realmente un sistema dietético o, más bien, apelando al verdadero sentido etimológico de la palabra “dieta”, se trata de otra cosa… de un estilo de vida. Estilo de vida que a su vez incluye una concreta forma de alimentación.

Así pues a partir de esta entrada (y no sé en cuántas más) voy a abordar las cuestiones de cuándo se acuñó y porqué el término “dieta mediterránea”; cuál es su origen; porqué se juntaron los conceptos “dieta” y “mediterráneo” para dar lugar a la actual liturgia dietética; cómo y porqué el concepto “dieta mediterránea” ha llegado a obtener el estatus de “Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO” y otras curiosidades relacionadas con tan insigne patrón dietético-cultural.

Esta mediterránea singladura saldrá del puerto de la Fundación Rockefeller y acabará en el de la UNESCO. Recorreremos infinidad de anécdotas, visitaremos diversos estudios, conoceremos qué tiene que ver la cuestión mediterránea con las tropas aerotransportadas estadounidenses de la IIª Guerra Mundial, y descubriremos para vuestra sorpresa cuál es la capital de la dieta mediterránea en España (no es broma; el que quiera ya puede ir haciendo sus apuestas y dejarla en los comentarios). Conoceremos al patrón de este viaje, el Dr. Ancel Keys y sabremos de la conexión hispana de este y de sus relaciones con otra gran figura del panorama mediterráneo muy querida en España, el Profesor Grande-Covián.

Para empezar y en relación con su origen, no se puede por menos que observar el concepto de «dieta mediterránea» a partir de una doble vertiente:

  • La que se refiere al origen epidemiológico, o al estrictamente científico si se prefiere; y
  • La otra, la de su origen mediático y/o cultural.

En mi opinión, es precisamente esta dualidad la que ha propiciado tanta parafernalia a base de, entiéndase, mezclar churras con merinas.

Para que te vayas haciendo una idea hace 60 años ni Dios sabía a qué te podías referir si decías que seguías o recomendabas a alguien seguir la “dieta mediterránea”. Nadie. Así pues, cuando oigas decir cosas como que “la dieta mediterránea” es ancestral y se remonta al origen de los tiempos o al menos a cuando las primeras civilizaciones se asentaron a orillas del mar Mediterráneo, que sepas que te están contando un cuento. Más o menos bonito y adornado como pudiera ser la Ilíada, con su mitología y demás, pero un cuento. Eso sí, no será un cuento chino, sino uno mediterráneo.

Estoy viendo que esto va a alargarse demasiado, así que ya vale por hoy con esta introducción, en el próximo capítulo: «De Rockefeller a Keys: El origen del concepto epidemiológico»

Continuará…

—————————————–

Imagen: Flickr.com user «popsique» vía Wikimedia Commons

Psoriasis, dieta y tratamientos alternativos

PsoriasisLa psoriasis es una enfermedad de la piel que en términos generales causa picazón y/o parches dolorosos de piel engrosada y enrojecida con escamas de color grisáceo. La psoriasis es frecuente que aparezca en hombros, rodillas, cuero cabelludo, espalda, cara, palmas de las manos y plantas de los pies, aunque también puede manifestarse en otras localizaciones.

 

La causa principal de la psoriasis parece estar relacionada con una alteración del sistema inmunológico. En condiciones normales, en el proceso de recambio celular, las nuevas células de la piel que crecen en la parte más profunda de la misma, suben hacia la superficie en un proceso que normalmente dura cerca de un mes. Sin embargo, en los pacientes aquejados de psoriasis este proceso se produce con mayor celeridad y se lleva a cabo en unos pocos días debido a que las nuevas células avanzan demasiado rápido. Los síntomas mencionados síntomas vienen y van con una alta variabilidad interpersonal, y todo apunta a que existen distintos elementos que pueden modificar el pronóstico. Entre los más evidentes figuran: las infecciones, el estrés, tener la piel reseca y ciertos fármacos. Además, y sin ser hereditaria, existe una cierta predisposición genética.

¿Tratamiento dietético específico? No

Los dietistas-nutricionistas no abordamos casos de psoriasis. La razón es clara, ni en la etiopatogenia de la enfermedad ni en los posibles tratamientos hay a priori elementos dietéticos que parezcan estar relacionados. En sentido contrario algunos terapeutas alternativos, en no pocas ocasiones terapéutas sanitarios (alternativos) recurren a extrañas formulaciones dietéticas con los pacientes aquejados de esta patología.

Tal y como suele suceder con muchas otras enefermedades crónicas, de difícil solución o con mecanismos etiopatológicos aun no del todo bien esclarecidos, las propuestas “alternativas” aparentan ser una solución válida para unos pacientes con frecuencia desesperados. Y es que no es para menos, la psoriasis, además de lo incómodo de sus síntomas puede afectar de forma importante a quienes la padecen a la hora de implicar un menoscabo de su imagen y, por tanto, afectar a sus relaciones sociales. Es decir, se trata de una enfermedad que tiene un impacto destacado tanto en el bienestar físico, como en el psicológico y social de los pacientes.

Por estos motivos, no es infrecuente que se termine por recurrir a determinados terapeutas enmarcados dentro de la medicina alternativa y complementaria. Entre este tipo de tratamientos son frecuentes la acupuntura, la balneoterapia, la quiropráctica, sin olvidar a la homeopatía, la aromaterapia o tratamientos «florales». Y por supuesto, la proposición de las dietas más variadas en combinación con complementos dietéticos. Sin embargo, la National Psoriasis Fundation de Estados Unidos afirma que el resultado de este tipo de intervenciones “alternativas” es tanto o más variable entre individuos distintos que los tratamientos “convencionales”. Dicho de otra forma, que lo que le ha funcionado a uno no tiene porqué funcionarle a otro. Suponiendo, esto lo digo yo, que la mejoría se le pueda atribuir fehacientemente al mencionado tratamiento, o a su efecto placebo.

Pera

En realidad el tema de hoy viene a raíz de una consulta que me hizo el otro día una lectora a la que un médico naturópata recomendó una dieta relativamente normal pero estricta al mismo tiempo con la inclusión de algunos elementos que no podía saltarse bajo ningún concepto: el desayuno consistiría de forma estricta en 3 peras, 2 manzanas y unas cuantas avellanas; la utilización de suplementos de omega tres; un depurador hepático (desconozco cuál en concreto) etcétera.

Con toda sinceridad no tengo argumentos para decir que esa pauta la vaya a ir bien o mal para la mejora de su psoriasis, pero al mismo tiempo él, el médico naturópata, tampoco creo que los tenga para decir que sí le va a ir bien. Por lo tanto eso de mostrarse tan tajante en cuanto a lo que le va ir bien (o mal) no me parece una buena asistencia.

Para terminar y a modo de resumen, concluir que a día de hoy no hay ninguna pauta dietética seria que se haya estandarizado, ni indicación alguna de suplementación, para pacientes con psoriasis sea cual sea su tipología. En sentido contrario las recomendaciones de todas las asociaciones implicadas en esta temática recomiendan, en general, una dieta equilibrada, evitar los hábitos tóxicos (alcohol y tabaco) y practicar ejercicio. En todos los casos de enfermedades crónicas, incluída la psoriasis, los pacientes debieran desconfiar de las alegaciones o esloganes del tipo «tratamientos curativos», ya que éstos no existen y, en una buena parte de los casos, se trata de fraudes que juegan y se aprovechan de la buena fe, la falta de conocimientos médicos y la desesperación de algunos afectados.

Es decir, nuestra alimentación no tiene una influencia directa sobre la evolución de la psoriasis, pero un estilo de vida adecuado puede ayudar a mantener la piel en mejor estado.

Antes de despedirme, y como viene siendo habitual en este blog cuando se abordan este tipo de temáticas, recomendaría a aquellas personas interesadas o a sus familiares el ponerse en contacto con alguna asociación de afectados de reconocida solvencia. En nuestro entorno Acción Psoriasis es una de ellas, si acaso la principal en el panorama nacional, una asociación que cuenta con una página web de interesantes contenidos.

Nota: Este artículo no sustituye la consulta con un profesional de la salud cualificado.

—————————————————

Imagen: James Heilman, MD vía Wikimedia Commons y Andy Newson vía freedigitalphotos.net

El desayuno está servido, la comida está servida, la cena está servida…

– ¿Sabes cuáles son los tres sonidos más hermosos del mundo?

El desayuno está servido, la comida está servida, la cena está…

– Noooo, no, no… la cadena de un ancla, el motor de un avión y el silbido del tren.

– Cacahuetes…

 

Quienes me conocen ya saben de mi pasión por el cine (por el clásico en especial, sin casi importar el género). Afición de la que me vanaglorio de saber un poco menos que de nutrición (lo cual no es decir demasiado, lo sé). Sea como fuere la cuestión es que ambas cosas me apasionan. Esta afición que algunos atribuyen a causa de tener una cierta edad no se debe a tal. Recuerdo como con 16 años le pedía a mi profesor de judo, cuando aun conservaba ciertas esperanzas de ser alguien en ese deporte, que me dejara salir del entrenamiento 10 minutos antes para poder llegar a casa y ver desde el principio las pelis que, ahora recuerdo, ponían en un ciclo de La 2 sobre Katherine Hepburn (Oh Diosa!)

El ejemplo que hoy os traigo, el diálogo antedicho, viene de la mano de una extemporánea “¡Qué bello es vivir!” (It’s a wonderful life, Frank Capra, 1946) no es más que la constatación de lo arraigado que está entre la población el comer, o mejor dicho el placer por comer. Aquí tienes el enlace a su versión original por si el anterior llegado el momento falla.

Este diálogo entre dos de sus protagonistas, James Stewart y Thomas Mitchell, banal para su argumento, captó mi atención casi desde la primera vez que la vi y pone de manifiesto lo predispuestos que estamos a sentarnos a una mesa para comer.

Comer, como digo, es un acto al que asociamos palabras como rico, bueno, maravilloso, placer disfrute, etcétera. Recorremos cientos de kilómetros para comer en este o aquel restaurante; celebramos, compartimos, recordamos, nos confesamos, nos prometemos, emocionamos, etcétera ante una (buena) mesa. Al igual que añoramos, recordamos, emulamos aquellas otras cuando las presentes no son todo aquello que nos gustaría que fueran.

Frente a esta realidad, están las consabidas “dietas”. Las de principio de año, las previas al verano, tras el mismo… ya sabes, las “dietas”. Las de “125g de lo que sea con 73g de aquello otro”, las de las restricciones, las del ayuno “saludable”, las de “esto sí, pero de aquello otro no”, las de mañana acabo (¡por fin!) o las de mañana empiezo (¡oh Dios, qué voy a hacer!). O de forma más concreta: tu dieta. Tu maldita dieta.

Aunque no lo creas y con independencia del nombre que la avale o de la firma que esté detrás, en realidad se trata, en todos los casos, de la misma dieta. La mismita. Es esa que siempre muestra una lustrosa apariencia pero resulta ser de escasa persistencia, se trata en todos lo casos de la misma ignominia que empieza por decirnos cuan pecaminosos han sido nuestros hábitos previos y cuantos ascéticos sacrificios hemos de auto inflingirnos para alcanzar unos efímeros resultados. En todos los casos es la misma por que ninguna funciona, a la larga, cuando determinación y voluntad iniciales sucumben al hastío y al aburrimiento.

¿Y sabes porqué, en parte, tu dieta no funciona? Por que en realidad, se llame como se llame (algo malo a priori que tenga ya un nombre) ninguna de ellas tiene en cuenta uno de los principales motores de nuestra supervivencia en estas circunstancias de superabundancia… el placer por comer, ya te lo he dicho. Este placer es algo consustancial, inherente e ineludible. Al principio, tu dieta (recuerda tenga el nombre cualquiera que le hayan puesto) te prometerá el oro y el moro, te dirá que no pasaras “hambre”, que disfrutarás, que será súper-llevadera, etcétera. Te lo prometerán sobre el papel, más en concreto sobre el papel de la portada o de la contraportada o de su envoltorio, incluso entre sus primeras líneas si se trata de un libro “de autoayuda”. Pero la realidad, tú lo sabes bien a pesar de lo maniatado y amordazado de tu subconsciente cuando empiezas la dieta, es otra. Más adelante, sí o sí, te esperan restricciones, privaciones, alteración de los horarios, de tus compromisos sociales…

Así pues, recuerda, si en algún caso te quieres “poner a dieta”, (y conste que te desanimo a que emplees este término) nunca pases por alto o te olvides del placer que supone para ti el comer. A todos nos gusta comer. Tendrás que llegar a un punto de encuentro entre lo que te gusta y lo que te conviene, dando a cada apartado su justa parcela. Si no tienes recursos (culinarios, de organización, conocimientos, etcétera) te sugiero que contactes con un (buen) dietista-nutricionista.

Por último, permíteme un consejo, cuando te hablen de «pequeños caprichos«, «día libre» o de «no dieta» huye. Huye como alma que lleva el diablo. Estas expresiones guardan en su interior el germen de esos sacrificios futuros que al parecer te esperan (y que además ¡están planificados!) o de los que ya has pasado. Y no se trata de eso. Para nada. Nadie te dice que el cambio de hábitos sea algo en principio sencillo, pero se trata de cambiar para disfrutar, no para sufrir. De otro modo auguro un mal futuro. Recuerda, una vez más, qué bello es vivir.

 

¿Hay alguna relación entre tu dieta y el acné que sufres?

AcnéEl acné es la enfermedad de la piel más frecuente en los países desarrollados y en no pocas ocasiones afecta de forma importante a la calidad de vida de las personas que lo padecen. Con bastante frecuencia se consideran los factores dietéticos como un factor importante en la patogénesis del acné. En cierta medida estas relaciones son consecuencia de una cierta tradición, desde principios de siglo XX, de incluir en los libros de texto de medicina sobre dermatología la creencia de que cualquier alimento agradable al paladar, en especial el chocolate, las bebidas y alimentos azucarados y aquellos ricos en grasa, eran causa del acné o del agravamiento de sus síntomas.

Sin embargo, la mayor de los estudios actuales apuntan hacia la idea de que aun existiendo una cierta evidencia, débil en la mayor parte de los casos, entre determinados hábitos dietéticos y el acné, esta relación causa-efecto no es la razón principal que explique la existencia del acné en una determinada persona. Hoy en día la mayor parte de los libros de texto sobre dermatología han abandonado casi cualquier referencia al tratamiento terapéutico del acné a partir de factores dietéticos. Frente a esta realidad, merece la pena destacar un dato que da muestra de lo interiorizado que está entre la población esta relación: hasta un 41% de los estudiantes de último curso de medicina australianos creían que el agravamiento del acné estaba influenciado de forma importante por la dieta (a pesar de lo contenido en sus libros de texto).

Hay algunos datos que apuntan de manera bastante convincente que la relación entre los estilos de vida y el acné existen, en especial cuando se considera que la prevalencia del acné es notablemente inferior en poblaciones no occidentalizadas. Además de los factores genéticos es posible que haya elementos propios del estilo de vida moderno que favorezcan su aparición o cuando menos su agravamiento (el estrés parece ser también un elemento a tener en cuenta). Sin embargo, aun no se ha dado con la clave de esta relación de manera concluyente.

La principal evidencia actual entre el binomio alimentación-acné se resume de la siguiente forma:

  • Los profesionales sanitarios no deben descartar una asociación entre la dieta y el acné. Pero estas asociaciones no se deberían generalizar a todos los pacientes.
  • Hay pruebas bastante convincentes de que aquellos estilos de alimentación caracterizados por un alto índice glucémico podrían agravar el acné.
  • Podría existir una asociación entre la incorporación de lácteos en la dieta y el acné, pero la evidencia de que esto sea así es bastante poco consistente.
  • En cuanto a nutrientes concretos, el papel de los ácidos grasos omega-3, los antioxidantes, el zinc, la vitamina A, y la fibra dietética en el desarrollo y/o agravamiento del acné no está nada claro.

¿Y el chocolate en concreto?

El chocolate es un alimento que ha de ser observado entre aquellos que poseen un alto índice glucémico (como el resto de los dulces u otros alimentos con un alto aporte de hidratos de carbono sencillos, como por ejemplo la miel). Pero, al parecer, no es preciso criminalizar el alimento concreto (en este caso el chocolate) si no más bien el estilo alimentario general. Es decir, los efectos del consumo esporádico de chocolate (o de miel, dulces, etc.) con respecto al acné pasarían más o menos inadvertidos siempre y cuando se consumiera en el marco de una ingesta con índice glucémico más bajo.

¿Y los lácteos? 

En contra de lo que se suele creer, la posible y pequeña influencia de los lácteos en el acné no estaría relacionada con las grasas contenidas en estos alimentos, sino más bien con las proteínas del suero lácteo o con factores hormonales. Esta explicación coincide, como en el caso de los alimentos con un alto índice glucémico, con la certeza bastante plausible de que en el origen del acné uno de los factores más importantes es el equilibrio hormonal.

En resumen, no hay una evidencia clara de cuál es el papel de los factores dietéticos en el desarrollo del acné. Las pocas evidencias que existen son débiles y en la actualidad la ciencia tiene más preguntas que respuestas sobre este tema. La mayor parte de investigadores suelen coincidir al afirmar que el principal consejo reside en la necesidad de aportar un asesoramiento individualizado, nunca generalizado y, que además, tanto los profesionales sanitarios como los pacientes han de ser conscientes, de las limitaciones que tienen las recomendaciones relativas a los estilos de vida.

———————

Foto: David Castillo Dominici vía FreeDigitalPhotos.net

Clasificación de las mejores (y peores) dietas según los especialistas

Libros de dietasCon una oferta tendente a infinito, el conocer la bondad (y maldad) de una dieta particular no es una cuestión menor. Más al contrario, es una cuestión bastante presente en nuestras vidas a juzgar por las conversaciones casuales, en el ascensor, con los amigos, los compañeros de trabajo, etcétera y sin olvidar con la vecina del quinto, paradigma de interlocutor tipo con quien hablar de estas cosas. En principio, para cada cual, la que sigue en ese momento es la buena, la válida, la que defenderá a capa y espada. ¡A ver si no! para eso le han lavado a uno el cerebro a conciencia y se ha dejado una pasta, así que “la mía tiene que ser la buena”.

Pero ¿Qué piensan los profesionales de la salud y de la nutrición de tan variopinto arcoíris dietético? Porque lo que tampoco se puede negar es que las hay para todos los gustos, colores y, como no, sabores. ¿Alguien ha hecho una clasificación de las mejores (y peores) dietas, al menos de las más frecuentes? Y lo más importante, ¿alguien ha hecho esa clasificación sin ser parte interesada y siendo un reconocido profesional de la materia? Pues estamos de enhorabuena, se ha hecho y además muy recientemente. Te cuento.

El otro día un blog amigo muy recomendable, “¡A tu salud!”, conducido por el Doctor en Medicina Joan Quiles se hizo eco de un ranking con estas características.

Antes de meterme en materia y de ofrecerte algunas de las conclusiones déjame que te cuente de quién fue esta iniciativa y cómo se hizo. Pues fue U.S. News &World Report, una revista norteamericana que ya ha hecho algunos ranking célebres y que para esta ocasión solicitó la opinión de un escogido elenco de 22 expertos (nutricionistas, especialistas en la diabetes, en la salud cardiovascular, en la pérdida de peso, en el comportamiento…) a los que se preguntó su parecer sobre nada más y nada menos que 29 dietas. Sí, sé que hay más, muchas más, pero se centraron en las más célebres. 29, que ya son. Puedes consultar todas las dietas escogidas en este enlace.

Así, se solicitó que dieran su opinión y que valoraran estos planteamientos dietéticos con respecto a siete características: pérdida de peso a corto plazo; a largo plazo; su adecuación frente a la diabetes; frente a la salud cardiovascular; su facilidad para ser seguidas; su riqueza nutricional y; los posibles riesgos para la salud. Cada uno de estos aspectos fue valorado con una puntuación de entre 1 y 5 puntos.

Bien, seguro que ya estás hiperventilando, ¿cuál es la clasificación de marras? Bueno, te dejo que lo consultes tu mismo en este enlace (clasificación o bien pulsar en la imagen) y yo te hago un breve extracto y comentario sobre las mejor y también las peor paradas:

Mejores dietas

Las mejores dietas considerando todas las características fueron, por este orden:

1. En el primer puesto la dieta “DASH” (Dietary Approaches to Stop Hypertension), de la que ya te hablé en esta entrada. Muy en resumen se trata de un plan dietético diseñado para hacer frente originalmente a la hipertensión. Pero con el tiempo se descubrieron muchas de sus múltiples ventajas. Ya sé que no te suena, es que se trata de un plan dietético serio, digamos que algo así como la antítesis de las dietas milagro ya que está vinculado al entorno médico-sanitario. Pero que eso no te corte para hacerte su más ferviente seguidor. La dieta “DASH” mola.

2. La dieta “TLC” (Therapeutic Lifestyle Changes) que tampoco te suena, me imagino. No me extraña, también es de las serias, de las que proponen las autoridades sanitarias o centros de investigación, en concreto está planificada por el National Institutes of Health. También está alejada de los planteamientos más “comerciales”, no dudes en hacerte fiel a ella.

3. En un apretado y empatado tercer puesto hay nada más y nada menos que tres sistemas dietéticos: la dieta de la Clínica Mayo (la buena, no la apócrifa que ha tenido más renombre que la auténtica), la dieta mediterránea y la dieta o sistema conocida como Weight Watchers.

Y ya está. Sí, ya está. A juicio de los expertos estas cinco dietas serían verdaderamente las más recomendables. Me llamó la atención, he de reconocerlo, que en esta relación estuviera una con un marcado carácter comercial, la de los weight watchers. Todas las demás, no serían ya tan excelentes y con una gradación como la que puedes comprobar en el enlace relativo a la clasificación, van perdiendo credibilidad para los expertos.

Ya me conoces y sabes que soy incapaz de dejar de mencionar las peor clasificadas. También he de reconocer que esta clasificación me ha dejado un buen sabor de boca. Seguro que ya te las imaginas, las peor paradas, me refiero. ¿Te lo digo? Venga va.

El último lugar de estas dietas es compartido en un empate difícil de dirimir entre dos dietas. Las menos recomendables de entre otros 27 planteamientos dietéticos a juicio  de estos expertos norteamericanos han sido:

La dieta Dukan y la conocida como Paleodieta. La primera una vieja conocida de este blog y la segunda con no pocos seguidores a juzgar por los frecuentes  comentarios en el mismo, y sobre la que se me ha preguntado insistentemente en no pocas ocasiones mi parecer…

Peores dietas

¿Hace falta decir más?

_____________________________

Foto: Eat. Sleep. Move.

Los 10 alimentos que más calorías aportan en la dieta de los americanos

PizzaDe acuerdo con la comisión consultiva sobre las guías alimentarias americanas (un panel compuesto por expertos en nutrición) los estadounidenses comen muchas más calorías de las que solían consumir tiempo atrás. Sí, es cierto, no hace falta ser un experto para llegar a estas conclusiones que como bien te imaginas podría hacerse extensiva en cierta medida a una buena parte de la población.

 

Según esta comisión, muy pocas personas siguen las directrices dietéticas entre las que se encuentran el hacer un consumo extensivo de vegetales, verduras, legumbres, frutas, cereales integrales y productos lácteos bajos en grasa. En su lugar se atiborran de alimentos elaborados a partir de cereales refinados y también de otros alimentos portadores de mucha grasa, azúcar y, por tanto, de muchas calorías.

Así, las principales fuentes de calorías en la dieta de los americanos son, en orden:

1. Dulces y alimentos con una sobreabundancia de hidratos de carbono sencillos tales como postres dulces, pasteles, galletas, donuts, patatas fritas y barritas de cereales.

2. Pan confeccionado con harinas refinadas y levadura (nota: este elemento podría haber estado también contemplado en cierta medida en el punto anterior, supongo que será una “licencia” para llegar a confeccionar un “decálogo al uso”.

3. Platos preparados a base de pollo o en los que el pollo es un ingrediente importante (nota: quiero entender que aunque la redacción de este elemento es tal cual, supongo que el exceso de las calorías es más por el resto de ingredientes, salsas, etc. que por el propio pollo)

4. Bebidas refrescantes con gas, energéticas y “para deportistas”.

5. Pizza.

6. Bebidas alcohólicas.

7. Pasta o platos a base de pasta.

8. Platos preparados de estilo mejicano.

9. Platos preparados de carne o con derivados cárnicos.

10. Derivados lácteos, normalmente en forma de “postres”.

Bien, creo que a modo de ejemplo nos podemos hacer idea. Según mi opinión, salvo detalles demasiado “locales” creo que nuestro mal estilo de alimentación tiene también unas características similares. Así que ya sabes eso de que “cuando veas las barbas de tu vecino recortar…”

—————————

Foto: Talarico’s

Confundir «el fin»: Sobre la dieta enteral o de la sonda nasogástrica (I)

Para algunas personas «el fin justifica los medios». En mi opinión es una mala estrategia, es decir, una mala filosofía de vida. Pero no teman, no me voy a poner filosófico. Me centro.

No son pocos aquellos (y aquellas) que ante la situación de querer perder peso cualquier estrategia les vale. Me refiero, más en concreto, al sinsentido dietético que actualmente es objeto, no sé si de todas pero sí al menos de muchas de las miradas mediáticas: La dieta de la sonda nasogátrica, la dieta enteral, de la mochila o de la bombona… recibe varios nombres. Ya hice una entrada con este tema, pero ahora les traigo noticias frescas. Pero antes de estas novedades (que saldrán en el capítulo de mañana), déjenme que les comente algunas cuestiones relacionadas con el «fin» y «los medios» cuando de adelgazar se trata.

Como decía, con este método, es posible, lo desconozco en cualquier caso, pero es posible que se logre una meteórica pérdida de peso. Y digo que lo desconozco por que no hay ni un solo estudio (ni serio ni de los otros) que haya recopilado la evidencia al respecto de este sistema como herramienta destinada a la pérdida de peso. Lo único que tenemos para creernos la supuesta meteórica pérdida de peso con este sistema es la publicidad que distintos centros hacen al respecto como el del panameño Dr. Fit que se ve en la entrevista del vídeo, que anda que no con el autoapodo («Fit» en inglés viene a ser algo así como «sano», «en forma», etc.).

Pero bueno, supongamos que está bien, que es así, que el método «funciona». Sé que no es la mejor forma de trabajar ni de tomar decisiones, pero supongamos que se pierde ésa cantidad de peso importante (hasta 1kg por día en los 10 días que dura la intervención nasogástrica) ¿Cuál es el precio (el metabólico, no el económico)? Pues no se sabe porque tampoco hay estudios (ni serios ni de los otros) que evalúen su seguridad, aunque todo apunta a que no debe ser demasiado halagüeña. La dieta…, bueno, lo que llega al estómago de una persona sometida a este sistema pasa por ser (según la publicidad de distintos centros) una combinación de nutrientes caracterizado por una muy baja densidad energética (muy pocas calorías) y cuyo reparto de nutrientes es claramente hiperproteico, con un porcentaje de proteínas por encima de las recomendadas en lo que sería un patrón de alimentación equilibrado y, por lo menos a priori, este no es el mejor “medio” para alcanzar el “fin” porque hay evidencias consistentes que sostienen que un patrón de alimentación hiperproteico no está exento de riesgos para la salud a largo plazo.

Lo que hoy vengo a decir es que el verdadero quid no está en utilizar cualquier “medio” para alcanzar este “fin”. El tema es que el “fin” en sí mismo es el equivocado. Cuando se persigue una pérdida de peso exprés, se apunta a un objetivo equivocado en el tratamiento del sobrepeso y obesidad. Es decir, en estas circunstancias, el “fin” no ha de buscarse en el numero de kilos que marque la báscula, si no en hacer las cosas bien. Y desde luego el tema de la sonda nasogástrica se aleja mucho del hacer las cosas bien. El “fin” en este terreno debería ser la mejora de los hábitos dietéticos y su permanencia en el tiempo, mejorar la salud, los factores de riesgo etc.  y para ello es preciso poner los medios adecuados y no otros (por muy efectistas que los otros resulten). Con este «fin» en el horizonte habrá mucha más probabilidad de llegar a ese otro objetivo, que es el de alcanzar y mantener un peso adecuado… y por supuesto saludable.

Se me ocurren algunos ejemplos para, a modo de analogía, poner de manifiesto lo que quiero transmitir. Salvando las distancias y sabiendo que no son temas comparables, supongamos que alguien que es un «mal bicho», un delincuente, es decir, un tipo antisocial qué, como se da cuenta que así le va mal por la vida, decide en un momento dado cambiar y mejorar su vertiente social. Siguiendo con la analogía, el «fin» equivocado que podría elegir esta persona para mejorar podría ser, llegar a tener muchos amigos. Sin embargo, en mi opinión y dentro del ejemplo, «el tener muchos amigos» no sería el mejor de los fines a escoger. En su lugar, yo le recomendaría más bien ser mejor persona, dejar de ser tan «mal bicho». De esta forma tendrá mayor probabilidad de tener «mejores amigos» que es distinto de tener muchos amigos, que al final podrían ser «malas compañías» mientras no cambie su forma de ser.

Pues con el peso parecido, el fin no es bajar rápidamente los kilos de más, sino tener mejores hábitos que a la larga nos conduzcan a un peso más saludable que el actual. Con ese objetivo en el punto de mira, habrá que pensar en los medios que se van a poner para alcanzarlo y, como es evidente, el tema de la dieta enteral no sólo dista años luz de ser el medio adecuado si no que además, si se pone en marcha, lejos de acercarnos al objetivo, nos alejamos de él a pasos agigantados. No me quiero meter donde no me llaman pero creo que a este tipo de «proceso mental» algunos le llaman coaching o algo así, al que le reconozco que puede tener su puntillo.

Y como les he dicho, mañana la segunda parte con las novedades sobre la dieta enteral o de la sonda nasogástrica. Nos vemos por aquí.

—————-

Foto: mhowry

 

 

 

No ponga a su hijo a dieta. Mejore su estilo de vida

Según un informe de la Fundación Thao, 3 de cada 10 niños/as (30%) sufre exceso de peso (sobrepeso u obesidad). De éstos, un 8,3% padece obesidad y un 21,7 % sobrepeso. A cerca de un tercio de la población española entre 3 y 12 le sobra peso. Con lo cual, estadísticamente esta entrada supongo que le resultará de utilidad a un buen número de papás y mamás.

Supongamos que tiene un hijo o hija, un niño o un adolescente (me da igual la edad) con sobrepeso u obesidad… ¿ponerlo «a dieta» es la solución?

Si su respuesta es afirmativa sepa que no adoptará la estrategia más adecuada para los fines que persigue. Por lo menos esta es una de las muchas conclusiones a las que se ha llegado en una revisión de la literatura científica que aborda estas cuestiones. Ante la toma de decisión «dieta si vs. dieta no» sepa que en el tratamiento del sobrepeso y obesidad infantiles: «Las dietas hipocalóricas [las dietas, vamos] son menos efectivas a medio largo plazo que la modificación de los estilos de vida»

Dicho de otra forma, antes que martirizar, estigmatizar y torturar a un niño con prohibiciones y obligaciones en el terreno alimentario y de estilo de vida, conviene repasar los posibles errores que le han llevado a ésa situación y cambiarlos… no en el sentido de «hacer dieta», es decir, no en un: «hoy empiezo y otro día acabo, cuando haya perdido «X» kilos». No. Las principales evidencias apuntan a que en el tratamiento del sobrepeso en la infancia, las bases han de estar asentadas, más que en hacerle llevar una tortura de dieta en el comedor del colegio o en casa, en la modificación -permanente- de los estilos de vida, tratando de prevenir el sedentarismo, promocionando la realización de actividad física, todo ello dentro del marco familiar y con la innegable necesidad de adquirir unos hábitos alimentarios adecuados.

Como padre o madre preocupado por la situación ponderal de sus hijos un buen comienzo podría ser analizar su propia situación antes que la de su hijo o hija. Y porqué he de hacer esto, se preguntaran. Pues muy sencillo, porque en gran medida y según algunos estudios el peso de los hijos está directamente relacionado con el de los padres. Tenga en cuenta que los hábitos de su hijo pueden ser erróneos porque los ha copiado de usted. Hasta el punto que, antes de los 3 años de edad, la obesidad de los padres es más predictiva de la obesidad futura que puedan tener sus hijos que el peso actual del niño o niña. Genética aparte, su hijo puede tener exceso de peso porque usted mismo lo tiene. No es por casualidad, ni la genética es la explicación definitiva: a la hora de considerar que si uno de los progenitores es obeso el riesgo de que el niño sea un adulto obeso se multiplica por tres, y si ambos padres los son el riesgo se multiplica por diez.

Una vez analizados sus errores la mayor parte de las recomendaciones suelen pasar por:

Por cierto, y ya que estamos, usted tampoco se «ponga a dieta», mejore sus hábitos y mantenga ese mejor estilo de vida siempre. Suerte.

¿Aminoácidos para aumentar el rendimiento intelectual?

La noticia es de la semana pasada. Según parece un instituto chino, situado en la provincia central de Hubei viene facilitando y subvencionando a los alumnos que se preparan para el «gran examen» de entrada en la universidad (un análogo de nuestra Selectividad) un cóctel de aminoácidos que se administra por vía intravenosa con el fin de aumentar y mejorar su rendimiento intelectual.

El escándalo ha saltado a la palestra gracias a la red social Weibo (algo así como «nuestro» Twitter) y ha dado la vuelta al mundo. Puede verse un video sobre los hechos en este vídeo de la cadena CNN:

Como muchas veces en estos casos y otros similares, la presión, la necesidad, el ansia por obtener unos resultados especialmente importantes o deseados (en este caso el mejorar el rendimiento intelectual, pero podrían ser tranquilamente el adelgazar o el recuperarse de una enfermedad) llevan a la población en ése tipo de trances a adoptar medidas descontextualizadas que nada tienen que ver con el resultado ansiado. No existe la evidencia científica al respecto de que una suplementación con aminoácidos, más allá de los aportados a partir de una correcta alimentación, suponga una ventaja en el estudio, la memoria, la comprensión, etc. ya se realice esta suplementación por la vía que sea, oral, intravenosa, etc.

Ahora bien, no se puede negar la efectista imagen de saberse (y ver a los demás) «enchufado» a un gotero que se ha puesto ahí con el fin de mejorar tus capacidades. Efectista sí, motivador, si quieren, pero en este caso no se puede decir otra cosa más qué, que los engañan como a chinos. Que nadie vea en mis palabras una discriminación con motivo de la raza o nacionalidad, es una frase hecha que traigo a colación sin malicia. Sin ir más lejos, en España (y supongo que en otros países también) en las épocas de exámenes, las farmacias proveen de suplementos vitamínico-minerales a muchos estudiantes con el mismo efecto que esos goteros chinos (teniendo en cuenta, otra vez, que el sujeto siga una alimentación adecuada, equilibrada y suficiente… y que si no la sigue la solución natural es seguirla, no la suplementación) y por tanto, en este caso, nos engañarían como a españoles.

Con los aspectos relativos a la efectividad de este tipo de medidas (nulos) a un lado, cabe también preguntarse y poner en tela de juicio los aspectos sanitarios y el riesgo que puede suponer el tener en un entorno no específico para este tipo de iniciativas una vía intravenosa abierta (bueno, una vía no, por que al parecer en clase estaban unos 50 alumnos enchufados al gotero). Este tipo de estrategias no son nuevas en este instituto de China, pero sí el que salgan a la luz pública ahora. Otros años los goteros eran administrados en la enfermería del centro, pero la presión de los estudiantes (que es mucha en este país en relación a esta prueba de selectividad) propició el instalar de forma precaria los goteros en clase y así aprovechar a estudiar mientras.

Así vamos mal.