El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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‘Top-Five’ de dietas disparatadas para 2015

Cabeza bomba

Siguiendo con lo que empieza a ser ya una tradición te hago llegar lo que la Asociación Británica de Dietética (BDA) ha considerado como los modelos dietéticos más disparatados que al parecer van a tener un especial auge en este 2015.

Antes, por si quieres comprobar cuáles han sido los listados de años anteriores, puedes consultar este post en lo referente a 2013 y este para 2014.

Pues bien, sin más preámbulos veamos que es lo que la BDA considera como especialmente peligroso para este año desde el punto de vista dietético y que suelen aparecer a la estela de algún personaje más o menos famoso. Tan solo advertir que no todos los planteamientos de esta lista han de ser “adelgazantes”; es más, la mayor parte de los de este año se plantean como una forma de comer “más sana”, de “desintoxicarse” y demás películas en plan buen rollete.

5º Puesto

Maravillosa propuesta la de depurarse y “limpiarse por dentro” a base de comer arcilla o barro. Te lo conté en su día en esta entrada. Según este absurdo planteamiento, una simple cucharada de arcilla al día (no vale cualquiera, hay que comprársela a quienes han montado el tinglado) te mantiene desintoxicado de isótopos negativos y otras toxinas (ejem). Algo que sería muy divertido (para vérselo hacer a aquellos que lo proponen) sino fuera porque entre las arcillas que se comercializan con este fin, se han encontrado cantidades de plomo y arsénico significativas (ole, y ole).

4º Puesto

Se le llama en inglés la dieta VB6, que suena como a misil intercontinental o algo así, pero no. Responde a las siglas Vegan Before 6pm, que viene a ser una propuesta que invita a ser vegano “por horas”, en esencia entre las 06:00 y las 18:00… sin mayores recomendaciones de qué hacer a partir de las 18:00 y las 06:00 del día siguiente. Se trata de un sistema “con libro” pero sin pies ni cabeza, que me parece que es la expresión que más se ajusta a este tipo de planteamientos. Ya sé que en nuestro entorno resulta muy interesante animar a la gente a comer más alimentos de origen vegetal, pero así hacerlo no ha de implicar postular chorradas como esta del horario. Además, este plan aparenta dar por sentado que una dieta vegana es “per se” saludable… cuando lo cierto es que no tiene por qué ser así; de hecho hay veganos 100% que pueden llevar una dieta muy desequilibrada. Además, crear franjas horarias con este tipo de absurdos planteamientos abre de par en par las puertas al descontrol, a partir de las 18:00. Es por tanto un sistema sobre el que planea el peligroso y tontusco concepto de la compensación.

3º Puesto

La BDA otorga la medalla de bronce para la denominada “dieta sin azúcar”. A ver, supongo que se trata de llevar al extremo una sana recomendación, la de reducir nuestro actual consumo per cápita de azúcar. Tomamos mucho, demasiado y al parecer esta dieta propone pasar de la gran remojada a la gran secada eliminándolos en su totalidad, incluidos los presentes de forma “natural” en los alimentos (como es el caso de las frutas más en concreto) e incluso eliminar muy a menudo todos los alimentos que contengan alguna clase de hidratos de carbono. Tanto la BDA como yo mismo aconsejamos una reducción de los azúcares presentes en la dieta, en especial aquellos que provienen de alimentos procesados (refrescos, pastelería, galletería, dulces…) pero eso es una cosa, y la total eliminación es otra. Eliminar por completo los azúcares de la dieta implicaría además prescindir de verduras, frutas, productos lácteos, frutos secos. Además, en lo que resulta el colmo de las contradicciones, en no pocas ocasiones esta “dieta sin azúcar” sugiere sustituir el azúcar de adición por otros productos que no siendo en realidad azúcar como tal, lo contienen como ingrediente mayoritario, me refiero al agave, la miel, etcétera (para saber cuanto en la miel es azúcar pura y dura, puedes consultar esta entrada).

2º Puesto

La medalla de plata se la lleva una vieja conocida: la paleo dieta. Un planteamiento dietético que tiene casi tantas variantes y versiones como seguidores en el mundo. Por eso, dar una definición sobre qué es la paleo dieta es sumamente complicado ya que no se ponen de acuerdo ni entre sus defensores (es casi tan difícil como dar una definición de dieta mediterránea). Unos excluyen unos alimentos, otros los incorporan, otros los usan solo en determinadas circunstancias… Sé que me arrepentiré, pero para quienes no sepan de qué va esto de la paleo dieta, digamos que es una propuesta dietética inspirada en lo que podría haber comido el hombre prehistórico. Así pues, tanto la exclusión de grupos enteros de alimentos como algunas formas de prepararlos están a la orden del día y, desde mi punto de vista no tiene demasiado sentido. Conste que parte de una buena y muy deseable premisa: no consumir alimentos procesados. Pero el problema viene cuando, por ejemplo, hay quien plantea que un tomate o una patata entran dentro de “ lo procesado”… así, la cosa empieza a complicarse y no poco. Lo cierto es que además suelen tender a ser especialmente ricas en proteínas y se podría correr el riesgo de ser deficitarias en algunos nutrientes, incluido la fibra. Sin embargo, tampoco estoy de acuerdo con el balance que hace la BDA al advertir que su seguimiento es una garantía para sufrir deficiencias (y menos utilizando el tema de la exclusión de leche de la dieta y la deficiencia en calcio). Estoy convencido que un servidor podría llegar a compartir alguna de las miles de variantes que tiene lo que se ha dado en llamar paleo dieta. Ahora bien, así en principio, también es cierto que las dietas que empiezan con grupos de alimentos “a excluir” no son de mi especial devoción.

Y por último, en el primer puesto… la tontería de las tonterías, la reina de las simplezas dietéticas…

1º Puesto

La orinoterapia. No sé que más decirte… la orinoterapia es eso… beber tu propia orina con fines terapéuticos. El tema no es para nada novedoso; como buena parte de los disparates dietéticos sus seguidores apelan a un origen ancestral, las culturas orientales y demás. Sin ir más lejos, en España ya tuvimos hace años un sonado defensor de esta dorada tontería de la mano de Txumari Alfaro (conocido por conducir dar su opinión y la cara en un programa de éxito en los años 90, “La botica de la abuela”). Sí, el tema es como para ir a mear y no echar gota, pero es lo que hay, y por tanto, así están las cosas.

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Imágenes: holohololand freedigitalphotos.net

Cosas que has de saber antes de tomar un suplemento para adelgazar

PastillacasSí, sé que la fecha es propicia. Con las festividades navideñas encima y los buenos propósitos a la vuelta de la esquina es muy probable que no poca gente ande planificando esa ansiada pérdida de peso, con sus estrategias y planes estupendos, sus dietéticos menús… como probable es que muchos también estén tentados de usar una “ayudita” en forma de suplemento. Pero, ¿realmente ayudan los suplementos alimenticios, per se, a adelgazar? La respuesta, ya me conoces, es que depende.

Supongo que es fácil creer que el funcionamiento o no dependerá del que escojas… que si de alcachofa, que si de pimiento (sí, ya lo sé, capsicum queda más enrollado y da mejor el pego), que si de judía (venga va… faseolamina mola más), que si de café verde (si ponemos ácido clorogénico suena más serio, pero solo suena), que si de mango africano, que si de Garcinia cambogia, que si… etcétera. Pero no. Va a ser que no, ya que la “ayudita” extra no depende de la naturaleza o “principio activo” ¿Sabes porqué? Porque ninguno ha demostrado funcionar como tú esperas que funcione. Por algo se llaman productos milagro, porque necesitan de creyentes.

Entonces, habrá quien piense que dicho funcionamiento dependerá del fabricante que los produce (laboratorio para los técnicos en marketing): que si con no-sé-cuantos controles de calidad, que si obtenidos solo a partir de cultivos orgánicos o de agricultura ecológica, que si producido en Alemania o en Japón, que si más o menos “natural”… y demás para bienes. Ya siento desilusionarte, pero va a ser que tampoco, la “ayudita” en cuestión tampoco va a depender de la supuesta excelencia en su fabricación, ya que, como te he dicho en el párrafo anterior, ninguno funciona aunque el procedimiento de su elaboración cuente con las máximas garantías. Y, no, tampoco depende del precio. Como ninguno funciona, más barato o más caro tampoco es la clave. Consejo: si aun y todo decides usar alguno, mi recomendación es que sea el más barato. El efecto, creeme, será el mismo (ninguno), pero al menos habrás perdido menos dinero.

Entonces, ¿de qué depende?

Pues básicamente, agárrate a la silla, de que estén adulterados intencionadamente con ingredientes farmacéuticos no declarados que, ¡oh casualidad! esos ingredientes sí que tienen una evidencia detrás más o menos contrastada como coadyuvantes de la pérdida de peso. Seguro que más de uno se hará las consabidas preguntas obvias:

¿Por qué los ponen? Supongo que porque como algunos productores de suplementos saben que sus productos no hacen nada en referencia a la utilidad de su comercialización, el adelgazamiento, pues les ponen sustancias que “sí que hacen”. Así el cliente seguro que queda “satisfecho” y además, le dan un repasito a la competencia.

¿Por qué no los declaran? Porque están prohibidos. Se suele tratar de sustancias con actividad farmacológica que se usan (o no) en algunos medicamentos. Como la categoría de producto de la que estamos hablando es la de los “suplementos o complementos alimenticios” estas sustancias están prohibidas en tales productos. Para más inri, algunas de estas sustancias además tienen prohibido su uso incluso como medicamentos.

Sorpresa (2)

Entonces ¿los fármacos auténticos que contienen esas sustancias prohibidas en algunos suplementos, podrían ofrecer esa “ayudita” extra? Vuelta a la misma respuesta de antes: depende. A día de hoy se conocen decenas de compuestos que bien a través de un mecanismo fisiológico u otro pueden ayudar a perder peso, y ese efecto es algo bueno y deseable… pero al mismo tiempo también suelen tener otros efectos que son malos e indeseables. Lo malo es que esos efectos secundarios negativos suelen resultar inaceptables y, en la actualidad y por estas razones solo hay un principio activo legalmente aceptado en España para el tratamiento de la obesidad, y es el orlistat. Que además, para lo que nos interesa, lo del adelgazar, tampoco es especialmente efectivo.

Curiosamente el orlistat no es el principio activo con el que se suelen adulterar los suplementos alimenticios adelgazantes. Para ello se suelen utilizar drogas mucho más peligrosas que normalmente interfieren en el sistema nervioso.

Te cuento todo esto, porque hace unos pocos meses y de nuevo, la Food and Drug Administration norteamericana volvió a poner de relieve la presencia en el mercado de suplementos adelgazantes adulterados con sibutramina (un principio activo que estuvo legalmente incluido en algunos fármacos contra la obesidad y que hoy está retirado) y con sustancias con un negro historial como la dimetilamilamina. Quizá ahora muchos se pregunten, entonces…

¿Puede estar pasando esto en España con nuestros suplementos adelgazantes? Con sinceridad, no lo sé. Lo más “gracioso” del asunto es que como los controles que se les hacen a estos productos por parte de la administración, no son ni la mitad de la mitad de exigentes que a los fármacos, nadie podría asegurarlo. Y conste que anteriormente en España ya ha habido casos similares.

Así pues, creo que la conclusión es bastante clara. Ningún suplemento dietético ha demostrado funcionar como se espera que funcione; al mismo tiempo los controles a los que están sometidos son escasos; y además hay una cierta probabilidad de que estén adulterados con peligrosas sustancias (sobre todo si no se sabe que están ahí pudiendo interaccionar con verdaderos fármacos).

De veras que no sé dónde puede estar el beneficio de arriesgarse a tomar ningún suplemento adelgazante, y mucho menos comprarlo.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interese consultar:

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Imagen: Toa55 y stockimages vía freedigitalphotos.net

Nutrición-área 51: Estimulación eléctrica del estómago en el tratamiento de la obesidad

EstómagoSi estás atento a las noticias es probable que te haya llamado la atención la existencia de un novedoso tratamiento para la obesidad a medio camino entre la cirugía bariátrica y los conocidos marcapasos para el corazón. Este dispositivo trabajaría mediante la estimulación eléctrica (o inhibición, según convenga) de la musculatura del estómago con el fin de ocasionar una pérdida de peso.

La técnica, mínimamente invasiva, consiste en implantar en la pared interna del estómago un dispositivo electro estimulador a modo de “marcapasos” normalmente por vía laparoscópica. En esencia, este aparato emitiría pequeñas descargas eléctricas de baja intensidad; con esta alteración eléctrica se trataría, por ejemplo, de retrasar el vaciado gástrico una vez que se haya comido y de esta forma sentirse lleno durante más tiempo y por tanto con una menor tendencia hacia la comida, como se desprende de este estado.

El origen de esta técnica aplicada al tratamiento de la obesidad fue más o menos accidental cuando se estaba estudiando la estimulación eléctrica del estómago para tratar pacientes aquejados de gastroparesia (enfermedad que reduce la capacidad del estómago para vaciar su contenido pero no implica su bloqueo u obstrucción) a finales de los años 80. En poco tiempo alguien tuvo la feliz idea y propuso que si en vez de estimular su vaciado se pudiera inhibir temporalmente, esta podría ser una estrategia que pudiera ayudar a pacientes con exceso de peso. Así, a mediados de los años 90 se realizaron bastantes investigaciones con modelos animales para contrastar las posibilidades de esta alternativa y los resultados fueron francamente esperanzadores: controlando el vaciado gástrico normal y fisiológico mediante la estimulación del eléctrica del estómago de los animales (muchos de ellos mamíferos superiores) estos conseguían reducir su ingesta y de ahí el peso.

De esta forma, en poco tiempo teníamos ya los primeros estudios con humanos que testaron este dispositivo en el tratamiento de la obesidad y lo cierto es que con resultados en principio también bastante optimistas, al menos en el medio-corto plazo (1 año de intervención).

Uno de los aspectos que mas incertidumbre genera es que en gran medida se desconocen los mecanismos precisos por los que este tipo de intervención funciona. El caso es que, si se me permite la expresión, a base de toquitear y jugar con los estímulos eléctricos (con diversa intensidad, voltaje, frecuencia etcétera) se persigue inducir la distensión del estómago, reducir su “acomodación”, así como inhibir su peristaltismo… lo que conlleva tanto por separado como en suma a un retraso en el vaciamiento gástrico y a un aumento de la saciedad.

Sin embrago, a pesar de las recientes noticias al respecto de estudios que han logrado exitosos resultados, lo cierto es que todavía no se pueden echar las campanas al vuelo alegremente… te cuento. De entrada, al parecer hay distintos procedimientos de estimulación eléctrica y no todos obtienen los mismos resultados. Desde el descubrimiento de esta técnica, se han realizado muchos estudios experimentales con animales, así como no pocos ensayos clínicos en seres humanos. A pesar de ello, parece que el número de ensayos realizados con suficiente calidad es bastante limitado, tal y como reconoce esta revisión sistemática al respecto, la primera realizada hasta la fecha sobre este tema. Así, en sus conclusiones, después de haber analizado la metodología, muestra y resultados de más de 30 estudios con humanos, concluye que aunque la gastro-estimulación constituye una prometedora técnica para el abordaje de la obesidad, a fecha de hoy (la revisión mencionada es de septiembre de 2014) se requiere una mayor evidencia y resultados más claros, así como una estandarización de los ensayos para establecer sin dudas el efecto a largo plazo de esta estrategia terapéutica en la obesidad. De hecho, las pérdidas de peso contrastadas con este sistema son menores que las observadas con la cirugía bariátrica, aunque mayores eso sí, que las obtenidas mediante técnicas de modificación del comportamiento no invasivas.

Sea como fuere y tal y como reconocía la Asociación Mexicana de Cirugía Endocóspica en 2009:

A pesar de que la estimulación gástrica eléctrica es una alternativa disponible desde hace años en el tratamiento de la obesidad, esta no ha ganado mucha popularidad probablemente por su alto costo y baja efectividad a largo plazo, comparado con otras alternativas quirúrgicas. Una más de sus limitaciones es la necesidad de contar con una fuente de energía que obliga a conectar los cables a una batería de tamaño mediano que se ubica fuera del estómago.

Para que esta técnica termine siendo más aceptada en el tratamiento de la obesidad en orden a su eficacia y seguridad, la utilización de un “marcapasos gástrico” debería ser un recurso adaptado de forma individual a cada paciente. Actualmente su principal inconveniente es que los electrodos se colocan «en cualquier lugar» en el estómago de los pacientes. Para una correcta hipótesis en cuanto a su eficacia sería necesario que la ubicación del marcapasos gástrico variara de un paciente a otro en virtud de sus concretas necesidades, así como poder modificar la sensibilidad de estos dispositivos a los estímulos eléctricos. Al mismo tiempo, sería imprescindible que para su éxito como estrategia en el tratamiento de la obesidad se incluyera una herramienta que monitorizara la actividad del marcapasos gástrico con el fin de mejorar su facilidad de uso y que tanto los pacientes como los profesionales sanitarios tuvieran una cierta capacidad de interacción inalámbrica con el dispositivo. En relación con el propio aparato, este debería poder ser implantado sin tener que someter al paciente a anestesia general y, además, tener la posibilidad de controlar su funcionamiento sin recurrir a “cables” que lo conecten desde el exterior (tal y como ahora ocurre), por ejemplo, con un teléfono o dispositivo móvil.

De todas formas, funcione o no, a mí esta solución me sigue pareciendo «hacer trampas», y me explico. Tanto este tratamiento como todos aquellos en los que está implicada cualquier tipo de cirugía bariátrica me parecen solo una forma de puentear la causa original del problema. No digo que en determinados casos puntuales estas soluciones no pudieran ser válidas o tenidas en cuenta, pero con las actuales cifras de obesidad en el mundo veo francamente difícil que esta sea «la solución». Este tipo de recursos, en mi opinión solo deberían estar disponibles para pacientes muy concretos ya que, además, su coste relativamente elevado hace que solo una reducida élite social pueda ¿beneficiarse? de su aplicación. Con sinceridad, me niego a contemplar un futuro más o menos lejano en la que, si no todos, si al menos una gran parte de la población porte su marcapasos gástrico. No creo que el problema de global de incidencia de obesidad tenga la solución en manos de esta u otro tipo de estrategias similares. Ni lo veo, ni lo quiero.

Dejando la seriedad a un lado, tanto hablar de marcapasos y tal (no lo he podido avitar) me ha llevado a esta asociación de temas.

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Imagen: samarttiw vía freedigitalphotos.net

Encontraron un auténtico “quema grasas” y acabaron literalmente incinerados (o enterrados)

La mayor parte de las veces que se alude a remedios adelgazantes “alternativos” por no decir de moda o milagro, se suele hacer referencia a la simpleza de los mismos, al fraude inherente que en ellos subyace y, evidentemente a su inutilidad. Pocas veces se comenta los riesgos que entrañan algunos de ellos. Y no me refiero al aumento de la probabilidad de un riesgo a largo plazo y tal, en esta ocasión, en la que hoy acerco hasta el blog, me refiero a un perjuicio real y palpable que se traduce en fallecidos ipso facto… no es broma.

Así, la agencia Reuters se hizo eco el otro día de la creciente utilización de una sustancia en el Reino Unido que obtenida a través de canales alternativos, sirve en teoría para adelgazar ya que es un potente “quema grasas” (esa absurda y recurrente denominación de tantos y tantos productos que se venden con la pérdida de peso como reclamo). La noticia en sí surgió a raíz de esta publicación en la que se dan más detalles. El caso es que su creciente uso se ha traducido en una serie de luctuosos acontecimientos que han provocado el fallecimiento de no menos de 5 personas en los último años y numerosos afectados.

2,4-Dinitrophenol

Se trata de una potente droga sintética que responde al nombre de 2,4-dinitrofenol (más conocido como DNP) y de la que incluso la Wikipedia da cuenta. Esta fuente solo indica que al parecer su uso se circunscribió en el tratamiento de la obesidad allá en la década de los años 30 del pasado siglo cuando ya entonces se prohibió por los importantes peligros que sobre la entrañaba. En realidad, esta sustancia se usaba anteriormente en la fabricación de colorantes, conservantes de la madera, explosivos y pesticidas (como ves una joyita para meterse entre pecho y espalda).

No quiero agobiar con detalles demasiado técnicos, pero para el que le interese diré que esta sustancia actúa en las mitocondrias alterando la forma normal de obtención de energía a partir de las grasas. En realidad lo que se impide es la fosforilación oxidativa del ADP (o adenosín difosfato) y por tanto su transformación en ATP (o adenosín trifosfato, verdadera molécula que funciona como pila energética) por parte de la célula. Este hecho deriva, muy en resumen, en la obtención de una gran cantidad de energía que no puede ser almacenada como debería en «las pilas» (en el ATP) a causa de esta sustancia. De esta forma se genera un exceso de energía en el interior celular que se disipa en forma de calor. Como consecuencia, la tasa metabólica, la glucólisis (ruptura de la molécula de glucosa que resulta en la obtención de más energía) y la lipólisis (ídem que anterior pero con los ácidos grasos) se aumentan y se reducen las reservas de grasa. De forma muy sintética, se aprovechan las grasas para obtener en principio energía metabólica (ATP) pero en realidad solo se consigue generar calor; no se obtiene ATP, y entonces se utilizan más grasas para sintetizarlo, entrándo en un peligrosísimo ciclo de retroalimentación positiva. Al final la gente termina auto asándose desde dentro. Es decir… esto sí que es un auténtico quema-grasa de ensueño para mucha gente. De ensueño sí, siempre que no se consideren sus graves efectos secundarios que es lo que al parecer ha ocurrido con no pocas personas que, como decía, fallecieron tras usar el 2,4-dinitrofenol.

Sus efectos son tan conocidos y peligrosos cuando se utiliza con este adelgazante propósito que ya en 1938 la FDA nortemericana prohibió su utilización. Como curiosidad, diré que el anterior artículo menciona que esta sustancia era distribuida entre los soldados rusos de la II Guerra Mundial para que se mantuvieran calientes (¡con esa clase de jefes rusos “amigos” quién necesitaba alemanes para que les tirotearan!)

Bueno, a lo que íbamos. Ya ves que se trata de una peligrosa sustancia de la que jamás te hablarán de su negra realidad aquellos que la ponen en circulación (nunca en los canales sanitarios legales). Te lo puedes imaginar: “la pastilla maravillosa que te hace adelgazar sin hacer nada más que tomarla”. Paso olímpicamente de poner enlaces en las que se puede, al menos en apariencia, encontrar y comprar esta sustancia, pero haberlos los hay a patadas. Y que no te engañen, según diversos especialistas no hay una dosis segura.

Siento desilusionar a todos aquellos que tan frecuentemente me preguntan si de verdad, de verdad no hay una pastilla mágica que te haga adelgazar per se. Mi respuesta es siempre la misma, la pastilla esa existe, pero los efectos secundarios de su uso trascienden en varios órdenes de magnitud el problema que se pretende atajar. De la misma forma que también existen sistemas para ser feliz forever… por ejemplo con la heroína, la cocaína y demás (modo ironico). Creo que ya me entiendes.

Al loro pues con el DNP que por lo que se ve, además de peligroso y seductor, se está poniendo “de moda”.

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Imagen: vía Wikimedia Commons

“Fed Up”: Brillante documental sobre obesidad, industria, administraciones y soluciones que no lo son

¿Somos tan egoístas, ruines y desafectos como para dejar la solución de la obesidad en manos de las respectivas responsabilidades personales?

Pues eso es exactamente lo que la industria alimentaria promueve y lo que las administraciones jalean.

fed_up_28810Fed Up es un documental estrenado recientemente en los Estados Unidos que a partir de preguntas obvias, al tiempo que incómodas, nos plantea una más que probable realidad en la que la industria alimentaria y las administraciones desempeñan un papel más que destacado en la incidencia de la obesidad y todos sus trastornos asociados. Su traducción juega con el doble sentido ya que Fed Up se utiliza tanto para indicar que uno está harto de comida o de tanto comer, como para expresar que esta hasta los… mismísimos en relación a un determinado tema. Y el tema del documental es la obesidad, sus causas, sus soluciones y los actores implicados.

¿Existe una relación entre el diámetro de nuestras cinturas, en continua expansión, y las recomendaciones dietéticas de las administraciones sanitarias?; ¿y si el enfoque para acabar con la obesidad estuviera claramente equivocado?; ¿las soluciones que se proponen son verdaderas soluciones?; ¿y si esas las “soluciones”, en el fondo, solo consiguen agravar el problema? Lo que desde luego está claro es que las soluciones propuestas hasta la fecha han coincidido con un aumento de las cifras de obesidad, más que en su retroceso.

Si te gustó esta entrada: Todo podrido: los intereses de la industria alimentaria distorsionan las políticas de salud pública o esta otra: “Más allá del peso”, el mejor documental que he visto sobre obesidad infantil, no puedes dejar de ver Fed Up. Es imprescindible.

Resulta llamativo el contrastar que aunque el problema de la obesidad se venía barruntando desde mediados del siglo pasado, ha sido a partir de finales de la década de los años 70 cuando su progresión ha dado un salto cuantitativo, hacia arriba, importante. Precisamente cuando las administraciones sanitarias se han puesto manos a la obra “en serio” haciendo recomendaciones en un sentido u otro. Y lo ha hecho bajo unas presiones inauditas por parte de la industria alimentaria, la cual, cuando ha visto sus intereses peligrar, ha apretado como ella solo sabe hacer para que dichas recomendaciones y la forma que tienen de llevarse a cabo resulten lo más cómodas posible en atención a sus “valores”.

No soy de los que sostienen la opinión de que la industria alimentaria produce una serie de alimentos para enfermar a la población… Sin embargo, sus intereses, “el para qué” los produce (sin duda alguna para mejorar su balance de cuentas) comporta al mismo tiempo un grave menoscabo en la salud de los consumidores. Lo hace empezando con el mismo diseño de sus productos, con su embalaje, con los regalos promocionales, con su constante bombardeo de una publicidad malsana, con sus grupos de presión, con su omnipresente presencia en no importa casi qué entorno y así, en definitiva, dando pie a crear un ambiente obesogénico del que, para muchas personas, es francamente difícil evadirse.

Me cuesta encontrar en este documental algún aspecto criticable. Pese a su extensa duración, más de hora y media, todos los temas que aborda son de una importante relevancia y los toca de manera sublime, aportando los más contundentes argumentos y contando con las más expertas de las opiniones. Empezando por el principio cuando cuestiona abiertamente si es honesto el hecho de culpabilizar individualmente a las personas que padecen obesidad. Una explicación que a la industria alimentaria le viene muy requetebién.

De este modo, sostener que todo lo que hay que hacer es decir a la gente que coma menos y que haga más ejercicio resulta en la constatación de un grave problema de perspectiva. Digo de falta de perspectiva porque esto es lo que se viene diciendo a través de las recomendaciones “oficiales” desde hace prácticamente medio siglo… y el problema global más que atajarse, o al menos contenerse, sigue en aumento. Con este planteamiento se hace descansar, sin duda alguna, la culpa en la persona implicada. No diré que las personas, individualmente, no está implicadas; pero desde luego, colectivamente, tiene pinta de que hay alguna razón general que dificulta o impide a esas personas alcanzar las metas a través de la solución propuesta. Con sinceridad, habida cuenta de la magnitud del problema creo que no se puede hacer descansar todo, ni tan siquiera la mayor parte de las causas del problema, en la responsabilidad individual.

Me ha gustado tanto que, el verlo, me ha llevado casi cuatro horas a la hora de parar y tomar notas o buscar más información en la red al respecto de los temas que aborda y los datos que aporta. De hecho pocos son los temas, por no decir ninguno, que no hayan sido ya tratados en este blog:

Empezando por la absurda estrategia de contar calorías, el tema de las calorías vacías, por no hablar de la desmadrada presencia del azúcar en nuestro entorno (en especial cuando está camuflado en alimentos “saludables”), el impacto de la diabetes en nuestro entorno, el papel de la publicidad malsana, el doble juego de la industria que nos quiere vender como saludables aquellos alimentos con peor perfil nutricional, los curiosos socios de la administración sanitaria para hacer frente, poblacionalmente hablando, al problema de la obesidad (en todas partes cuecen habas), el peso del coste económico de una dieta saludable vs otra menos saludable, la importancia de los menús escolares, la de la educación nutricional y culinaria en casa, lo de atar los perros con longanizas etcétera. El caso, es que además el documental cuenta con la participación de no pocas personalidades y expertos de primera línea que tienen mucho que decir… y lo dicen, sobre esta cuestión.

En definitiva se trata de un completísimo documental que deja una misma pelota en tres balcones diferentes al mismo tiempo: en el de las administraciones, en el de la industria y en el de los ciudadanos. Está claro que las circunstancias invitan a pensar que los tres actores implicados van a hacer cosas muy distintas.

Por un lado, la industria es improbable que cambie su forma de actuar, tal y como sucedió con la industria del tabaco, seguirán negando la mayor ya que su porvenir depende de sus ingresos y, a día de hoy, con sinceridad, ya he desterrado cualquier idea de mi cabeza que invite a pensar que vayan a cambiar de forma positiva. Por su parte, es de esperar que un día la administración se dé cuenta de lo que tiene entre manos y de lo que se le avecina mientras le siga haciéndole el caldo gordo a la industria. Así, mientras ese día llega, que creo que lo hará, son los ciudadanos los que de forma colectiva tienen que decirle a la industria por donde pueden meterse sus productos, campañas, publicidades y demás ayudas privadas “para el desarrollo”. Es la sociedad la que con una mayor conciencia y castigando en el punto de venta a determinados productos, ha de terminar poniendo a esa industria en el sitio que se merece en virtud de la necesidad de la población… comprando más productos frescos y menos comida basura, cocinando más y dejarse de tantas declaraciones saludables, contenidos reducidos y enriquecimientos en los alimentos. En definitiva dejar el “nutricionismo” a un lado. Si queremos que algo cambie tenemos que tomar la iniciativa y no esperar a que alguien cambie las circunstancias por nosotros.

Podría extenderme bastante más contándote algunas de las escandalosas cifras que se manejan en el documental o haciéndote saber de las extorsiones y del mamoneo que se llevan entre manos la industria alimentaria, las distintas administraciones y, por ejemplo, la OMS… pero si así lo hiciera poco te quedaría por ver en un documental que, a pesar de lo dicho, tiene muy, muy poco de conspiranoico y mucho de realidad. Baste decir que entre los invitados a prestar su voz e imagen están el expresidente Clinton, investigadores de la escuela de Medicina de Harvard, numerosos políticos de Estados Unidos, representantes de la FDA, la cabeza del Servicio Público de Salud de Estados Unidos, Marion Nestlé… y tantos otros.

Sin embargo, déjame decirte que otros muchos representantes de la industria fueron invitados a participar en el documental y no accedieron. Entre quienes se negaron a participar figuran empresas como: Coca cola, Kellogg, Nestlé, Pepsi, la Asociación Norteamericana de Bebidas, Kraft, La Asociación del azúcar, etcétera. Ellos sabrán porqué ya que la realización del documental es, desde mi punto de vista, exquisita.

Por último, decir que te dejo a continuación el enlace al video que actualmente está colgado en el canal de YouTube con subtítulos en castellano. Ciertamente no confío demasiado en que siga ahí colgado mucho tiempo ya que tiene pinta de ir en contra de los derechos de autor. Así que ya lo puedes ver cuanto antes y, mejor aun, ya puedes ir encargando una copia. Yo ya lo he hecho.

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Nota: Mi agradecimiento una vez más para un buen compañero, Pablo Zumaquero (@pzjarana)

Imagen: http://www.elseptimoarte.net/peliculas/carteles/fed-up-9434.html

“That sugar film”: nuevo documental masoquista sobre el azúcar oculto en alimentos “saludables”

That sugar filmLa verdad es que no sé como la traducirán en España (si llega) pero el próximo mes de febrero se estrena en Australia That sugar film (“Ésa película azucarada (o sobre el azúcar)”, me atrevo a traducir así, un poco a vuela pluma) que sigue la estela de aquel clásico, Super size me, que acaba de cumplir 10 años. En aquella peli-documental, sin traducción oficial en el circuito español, pero que podría interpretarse como “Agigántame” o “Superagrándame”, su protagonista Morgan Spurlock decide someterse a una dieta drástica de McDonalds a base de comer en los restaurantes de esta franquicia durante todo un mes… desayuno, comida y cena, todo en McDonalds y chequear periódicamente sus indicadores de salud más típicos, empezando por el peso, pasando por ejemplo por los niveles de colesterol, glucemia, triglicéridos y demás y acabando por las transaminasas. El resultado, ya te lo puedes imaginar, al cabo de un mes el bueno de Morgan acabó con unos cuantos kilos de más y con unos significativante peores indicadores de salud. La película tiene varias aristas, pero digamos que a la compañía de las hamburguesas no le hizo mucha gracia y muchas cosas cambiaron en ella (al menos en su imagen) a partir de su estreno. El caso es que tuvo un éxito relativamente importante ya que incluso estuvo nominada a los premios Oscar… en su categoría, claro.

Pues bien, el caso es que un poco con la misma idea auto castigadora en la cabeza pero con otro objetivo en el punto de mira, está presta para su estreno la película mencionada. Como es fácil de presagiar, en este caso el objeto de la ira será el azúcar. Es decir, hay un sujeto, un tal Damon Gameau, actor australiano que se ha sometido a una estricta dieta especialmente rica en azúcares durante dos meses y nos cuenta en la peli su experiencia. Pero lo más llamativo de su propuesta no está en que sea él el que voluntariamente use ese azúcar y lo añada a su menú, no… Lo más destacado de su idea radica en seguir una dieta rica en azúcar pero a partir solo de alimentos que la industria cataloga o comercializa como “saludables” y que por tanto no pocos consumidores los consideraran de la misma forma y los incorporan sin el menor de los prejuicios a su ingesta habitual. Es más, por su supuesta cualidad mercantilista de “saludables” es más que probable que lejos de observarlos sin prejuicio alguno, estos productos “saludables” (pero con una cantidad importante de azúcares) sean buscados con el fin de seguir un patrón de vida saludable. Al fin y al cabo lo pone en la etiqueta, ¿no?

En resumen, la historia al parecer consiste en poner de relieve y en las carnes propias de este actor en principio bien parecido lo que te contaba en esta entrada acerca de si el problema con el tema del azúcar está en el azucarero o en otros alimentos que, al igual que sucede con la sal, por ejemplo, lo incorporan de forma que el consumidor medio es poco consciente de su presencia.

Al final, también nos lo podemos imaginar ya que de otro modo no habría peli, el bueno esta vez de Damon recibe las peores noticias por parte de sus médicos (spoiler): está desarrollando hígado graso entre otras calamidades relacionadas con su salud; aumento importante de su perímetro de cintura, aumento del peso, de la glucemia… y eso tan solo en las tres primeras semanas de experimento (recuerdo que se prolonga por espacio de dos meses) y en el que su meta es incorporar con esos alimentos “saludables” el equivalente a 40 cucharaditas de azúcar por día. Nada más… pero tampoco nada menos.

Como te decía se estrena en Australia el próximo febrero y no hay aun prevista fecha de su estreno en el mercado estadounidense… así que para el europeo imagínate. Eso sí, en cuanto podamos acceder a ella y verla al completo, no dudes que la comentaremos en este blog.

Puedes acceder a la página oficial de la película en este enlace, así como al blog de su protagonista en este otro (yo que acabo de saber de él creo que se le va un poco la pinza en relación los trabajos en los que participa y que comparte en su página) y al tráiler oficial aquí.

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Vinagre de manzana para adelgazar: mi historia de amor y desencuentro con él

Apple_cider_vinegarParece mentira pero hace ya más de 11 años de mi primer escrito dirigido a desterrar soplapolleces en el mundo de la dietética. En aquel entonces fue sobre la supuesta indicación del vinagre de manzana como suplemento adelgazante y quema-grasa. Fue también un encargo, yo estaba haciendo mis prácticas obligatorias para acabar la carrera de Nutrición Humana y Dietética y me encargaron un artículo que estaba previsto publicar en el portal de alimentación de Consumer sin mi autoría reflejada. Me daba igual, me hacía mucha ilusión ver un texto mío publicado en el “Internet” de la época y además quería gritar al mundo la tontería esta. En cierta medida tenía la esperanza de que pudiera abrir los ojos a mucha gente y que esta mandanga caería en el olvido. Ya ves… siempre he sido un poco iluso. Y hasta aquí el especial cariño que le tengo al tema del vinagre de manzana, ahora viene el desencuentro.

El caso es que el otro día una conocida me preguntó por el vinagre de manzana como elemento adelgazante (es decir, que siguen dando guerra). No es que ella se lo crea, ni necesitara saber si verdaderamente funciona a través de mi opinión, ya está convencida de ello aunque solo sea por el marco y manera en la que se publicita.

No obstante, no todo son cápsulas de vinagre de manzana, también hay quien propone usar este aliño diluido en agua y con ello promocionar el adelgazamiento. Así, no hace mucho tiempo pudimos constatar este escrito en una conocida publicación semanal en el que se refleja como se pueden sacar las cosas de contexto a pesar de toda la NO evidencia al respecto de las propiedades adelgazantes del vinagre. Se hizo así poneinedo en alza este estudio de 2009 (Vinegar intakes reduces body weight, body fat mass and serum triglyceride levels in obese Japanese subjects*) y haciendo aquello a lo que tan acostumbrados estamos: descontextualizar el actual conocimiento que se tiene sobre una materia en concreto y coger solo aquellos estudios y artículos que afirman aquello que queremos oír o de lo que queremos escribir. Lo más curioso de este tema es que el estudio en cuestión realizado con 175 pacientes y durante 3 meses, efectivamente contrastó una diferencia leve pero significativa en el adelgazamiento entre los que tomaban vinagre y los que no y además de forma dosis dependiente. Y digo solo vinagre y no “vinagre de manzana” porque esta variedad fue elegida solo por su mejor tolerancia en cuanto al sabor, no por sus milagrosas y únicas propiedades. Así, los autores del estudio hicieron descansar una gran parte de los resultados no al hecho de que fuera vinagre de manzana sino a que fuera simple y llanamente vinagre. De todas formas esas diferencias significativas en cuanto a la pérdida de peso entre quienes tomaban y no tomaban vinagre poseen una escasa relevancia clínica. Para que te des cuenta, tras tres meses de estudio la media de pérdida de los que más adelgazaron (y que más vinagre tomaron) fue de 1,9 kg, frente al grupo que tomo la mitad de la dosis y que perdió una media de 1,2 kg o el grupo control (que no tomó vinagre) y que ganó una media de 0,4 kg. Además, tras 1 mes de haber acabado el estudio las diferencias eran apenas perceptibles entre los tres grupos ya que en aquellos que habían perdido peso (y poco) lo habían recuperado prácticamente todo.

Así, el resumen al respecto de la cuestión adelgazante del vinagre es que solo existe un único estudio serio y de calidad a priori aceptable que haya reflejado una pérdida, muy modesta, de peso con su uso. Además, el hecho de que haya sido con vinagre de manzana parece más un hecho circunstancial que trascendental. Es decir, una evidencia muy escasa como para hacer grandilocuentes artículos y recomendaciones al hilo del vinagre de manzana.

Tal es así que a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria también se le ha preguntado su opinión al respecto de si podría decirse o hay datos que apunten hacia que la ingesta de vinagre de manzana podría ser un elemento que ayudara en algún sentido al control del peso. La respuesta (sé que te la estás imaginando) fue que no, redactada en 2011 al modo y manera que ya conocemos:

En base a la evidencia disponible no se puede establecer una relación de causa y efecto entre el consumo de vinagre de manzana y el control del peso.

Sin embargo, ya lo ves, a día de hoy siguen siendo frecuentes no ya solo la publicidad de este tipo de productos milagro, sino al mismo tempo la labor, ¿desinteresada? seguro desinformada, de algunos profesionales del periodismo que dicen de sí mismos ser expertos de referencia en temas de nutrición.

Supongo que si después de tanto tiempo entre nosotros del vinagre de manzana (al menos 11 años) y de tantas otras zarandajas, hubiera demostrado al menos un mínimo efecto coadyuvante en la pérdida de peso, a estas alturas sería un clamor conocido por todo el mundo en vez de estar relegado, como le corresponde, a la ignominia de formar parte de ése selecto grupo de productos milagro cuyo éxito real tan solo depende de la credulidad y desesperación de algunas personas.

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*Nota: lo siento por el enlace pero no hay forma que de que redireccione de la forma correcta al estudio completo. En cualquier caso se puede consultar (espero) en la página de la publicación

Imagen: Phongnguyen1410 vía Wikimedia Commons

Una dieta saludable también lo es para el planeta (y al contrario igual)

Planeta árbolInteresante artículo el que se publicó el otro día en la prestigiosa revista Nature que bajo el título Food choices for health and planet (Elecciones alimentarias por la salud y por el bien del planeta) viene a decirnos que los hábitos de alimentación típicamente accidentales no solo perjudican la salud de los consumidores sino que al mismo tiempo afecta de forma negativa al medio ambiente y por ende al planeta. El artículo en realidad es un análisis de un estudio publicado en la misma revista Global diets link environmental sustainability and human health en el que el título ya explica bastante bien esta relación (Los patrones dietéticos globales ponen en relación la salud humana con la sostenibilidad).

Así, dar de comer a la parte “occidentalizada” de los más de 7.000 millones de habitantes del planeta del modo y manera que al parecer les gusta comer, es decir, con una alta proporción de productos de origen animal, implica una emisión altísima de gases de efecto invernadero. Es más, la cría de ganado con fines productivos es a día de hoy la principal causa del aumento de este tipo de gases. Nada más y nada menos que el 25% de los gases de efecto invernadero es atribuible a esta práctica. Un impacto ambiental importante al que habría que sumar también el muy alto consumo de agua que requiere esta cría.

Por una parte, los autores del estudio resumen que el aumento de los ingresos y la urbanización han impulsado una transición alimentaria mundial en el que patrones de alimentación tradicionales se están sustituyendo por dietas altas en azúcares refinados, grasas y carnes. Si esta tendencia dietética sigue por el mismo camino y no se controla, se estima que para el año 2050 se incrementará en un 80% las emisiones de gases de efecto invernadero. Por otra parte, tal y como es bien sabido, este cambio en el patrón dietético propicia el incremento de diversas enfermedades especialmente típicas de nuestro tiempo y en constante crecimiento: la diabetes tipo II, enfermedades coronarias y otras patologías crónicas no transmisibles que reducen de forma significativa tanto la esperanza de vida como su calidad.

En este contexto es indispensable proponer patrones dietéticos alternativos que además de los contrastados beneficios sobre la salud podrían, si la estrategia fuera asumida de forma global, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Así, el trinomio dieta-salud-medio ambiente precisa asumir estas cuestiones como un desafío global, con el fin de mejorar tanto la salud pública como el entorno en el que vivimos.

En opinión de los autores y en base a su extensa revisión de los datos actuales un cambio dietético basado en la dieta mediterránea, especialmente rica en productos vegetales frescos, frutas y productos marinos, implicaría probablemente unos mejores indicadores de salud en la población y además una gestión de los recursos planetarios más eficiente y sostenible.

Así pues, no es cuestión de decidir por qué razón habría que hacer un cambio en el planteamiento dietético general, las dos razones son positivas tanto en el plano individual como en el colectivo. Ahora solo haría falta que las administraciones e instituciones se coordinaran para el cambio. Ojalá sea, aunque no sé porqué, pero creo que el asunto, tristemente, va para largo.

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Imagen: winnond vía freedigitalphotos.net

Jeffrey Friedman: no existe una sola dieta válida que no sea la equilibrada (y no estoy seguro)

Ratón obesoPara los que no conozcáis a Jeffrey Friedman se trata de un reconocido investigador especialista en genética molecular, más en concreto en el área de la obesidad y los mecanismos biológicos reguladores del peso.

A mediados de la década de los noventa del pasado siglo veinte saltó a la fama al identificar una hormona, la leptina (o proteína OB), que en modelos animales (ratones) se identificó como una molécula inhibidora del apetito. De forma muy breve, está proteína sería secretada por los adipocitos (entre otros tejidos) cuando estos ya tuvieran una cantidad de grasa almacenada elevada. Una vez liberada en el torrente sanguíneo, la leptina, a modo de “señal” sería recibida por el “centro regulador” del apetito, el hipotálamo, y promovería la inhibición del mismo. Un claro ejemplo de retroalimentación negativa.

Este proceso, relativamente simple, se contrastó de forma bastante consistente en ratones observando que existían algunos ratones obesos que en base a una mutación que codificaba para la formación de leptina eran incapaces de controlar su apetito. En estos ratones la administración exógena de leptina, calmaba su apetito y conducía a una reducción del peso.

El caso es que el futuro para tratar la obesidad humana se tornó claramente esperanzador. Si este mecanismo fuera reproducible en los seres humanos se habría dado con una especie de piedra filosofal al respecto del tratamiento de la obesidad. Pero la realidad terminó por no ser tan sencilla. En el caso de los seres humanos pocos eran (y son) los pacientes obesos que mantuvieran unos niveles de leptina deficitarios, en lo que la administración de más leptina, de más “señales” para que se inhibiera el apetito, no iba (y no es) la solución milagrosa para la inmensa mayoría de personas aquejadas de obesidad.

Valga esta introducción sobre el protagonista de hoy, Jeffrey Friedman, para hacernos una idea de su perfil como investigador y para destacar que no es precisamente un donnadie ya que sus trabajos pasados y actuales son ampliamente reconocidos por la comunidad científica. Aunque la cosa se ha puesto muy interesante con el tema de la leptina y seguro que os ha puesto los dientes muy largos, no es el tema del post de hoy (a ver si saco tiempo y le dedico un par o más de post, porque la cosa es de todo menos sencilla).

Friedman

Saco a colación a este investigador para poner en alza sus declaraciones en esta entrevista publicada la semana pasada en El País. Empezando por el título “No hay pruebas de que las dietas que eliminan grasas o hidratos funcionen” que resume de alguna manera sus declaraciones, es posible que sus afirmaciones puedan ser descontextualizadas cuando, más al contrario, me parecen francamente lúcidas y esclarecedoras de la situación a la hora de poner de relieve el escaso valor de cualquier estrategia dietética en el tratamiento de la obesidad en las que solo se tenga en cuenta la proporción de macronutrientes.

Desde su primera respuesta este especialista afirma que la mayoría de las personas y no pocos profesionales sanitarios tienen un objetivo erróneo: no es cuestión de pesar menos sino de obtener mejor salud. Algo que ha defendido un servidor infinidad de veces.

Pregunta. ¿Aspirar a estar más delgados es positivo?

Respuesta. Creo que depende de cuáles sean nuestros objetivos. Si alguien tiene sobrepeso o está obeso, nuestro objetivo debería ser mejorar su salud. Eso puedes hacerlo sin perder mucho peso. Comiendo una dieta saludable y haciendo ejercicio para perder un poco de peso, con mucha frecuencia, los problemas de salud mejorarán. Si nuestro objetivo es mejorar la salud, no insistiría en que la gente esté delgada. No hay evidencia de que alguien que es obeso vaya a estar mejor quedándose muy delgado. Y más importante, no creo que haya muchas posibilidades de lograrlo, porque hay un sistema biológico muy poderoso que mantiene nuestro peso y hace que nuestro peso se mantenga sin grandes variaciones por arriba o por abajo.

Además, comparto su particular escepticismo a la hora de hablar del éxito de cualquiera de los tres modelos dietéticos clásicos que habitualmente se postulan para el tratamiento de la obesidad desde este prisma (1º bajo en hidratos de carbono; 2º bajo en grasas y; 3º bajo en calorías con los tres macronutrientes “equilibrados”).

P: ¿Las dietas más populares tienen una base científica?

R: Hay mucho debate sobre cuál es la mejor dieta para perder peso. El consejo estándar sería: toma una dieta equilibrada y con menos calorías, y ya está. Pero después habrá gente que te recomiende no comer ninguna grasa, lo que se llama la dieta Pritikin, o no comas hidratos de carbono, en la dieta Atkins. En realidad, no sé cuál es la mejor opción, porque para averiguarlo necesitaríamos un experimento que es muy difícil. Tienes que poner grandes cantidades de gente en una de las dos dietas durante mucho tiempo.

El problema con las dietas es que no puedes mirar a los datos en seis meses; normalmente hacen falta uno o dos años para que la gente vuelva a su peso, así que tienes que tener grandes cantidades de gente en cada una de las tres dietas, y entonces tienes que hacer observaciones mucho tiempo después, de una manera rigurosa. El problema es que a largo plazo hay tan poca gente capaz de mantener la pérdida de peso que nunca consigues una respuesta. Así que yo soy agnóstico sobre cuál de las tres funciona. Intuitivamente, diría que lo mejor es comer una dieta equilibrada, pero tampoco hay pruebas de que eso funcione.

Y luego la puntilla… no se puede hacer descansar toda la cuestión de la obesidad en elementos biológicos del tipo hambre y saciedad y ya está. En este problema hay muchos otros factores e intereses implicados tal y como también he defendido en múltiples ocasiones: las industrias alimentaria, dietética y farmacéutica, los hábitos sociales, culturales, la organización de los tiempos laborales, los conocimientos para implementar la cuestión alimentaria de una forma u otra…

P: Pero quienes promueven las dietas hablan de ellas como si estuviesen bien probadas

R: Si piensas sobre la obesidad, es posible que, más que ningún otro problema de salud, esté en el centro de muchas partes interesadas. La industria de las dietas es inmensa y tiene un mensaje claro: toma nuestra dieta y perderás peso. La industria farmacéutica también tiene intereses. Si fabricamos un fármaco, tómalo y perderás peso. Además, a la industria del medicamento le gustaría que las reglas para aprobar fármacos fueran relajadas, y cuanto más drama haya, mejor es el clima para que eso suceda. Cuando quieres que tu mensaje llegue al público, necesitas dinero, y por eso muchas veces el mensaje de los científicos queda ahogado entre el de todas estas partes interesadas que tienen mucho dinero.

Lo que sabemos que funciona es que si comes una dieta equilibrada con menos calorías, pierdes peso. Y en esas dietas los carbohidratos, las proteínas y las grasas están equilibradas. El problema viene con las dietas que eliminan carbohidratos o grasas, que te dicen que puedes comer lo que sea y perder peso igual, solo se trata de cambiar lo que comemos. Creo que eso sería muy bonito, pero no creo que haya pruebas de que eso funcione a largo plazo y que sea saludable. Así que es mejor que hagamos lo que sabemos que funciona.

[…] Nos estamos centrando en un aspecto equivocado. Nos centramos en el peso cuando deberíamos centrarnos en la salud. Si estás obeso y tienes problemas de salud, como diabetes o enfermedades cardiacas, deberíamos pensar en cómo mejorar tu salud. […] De hecho, si estás muy obeso y no tienes problemas médicos, no estoy seguro de que debiéramos hacer nada, más allá de la recomendación que sirve para el resto de comer una dieta saludable y completa y hacer ejercicio. […]

En resumen, las declaraciones de este señor me parecen muy acertadas. No obstante, he echado una cosa de menos que en mi opinión hubiera supuesto un broche de oro a la entrevista. Me explico, decir que hay que comer mejor y llegado el caso menos, a la vez que moverse más no es decir gran cosa. La clave, tal y como yo veo el panorama está en conseguir que las personas implicadas logren eso y además sean felices, les guste, les compense… o como quieras decirlo. Es decir, además de los procesos biológicos genéticamente influidos, ¿qué es lo que hace que una persona que ha perdido una cantidad de peso en el corto plazo (seis meses) esté con el mismo peso que al principio tras, por ejemplo, dos años? Y más aun… ¿qué es lo que provoca que los pacientes terminen por abandonar ese patrón de alimentación adelgazante (dieta) y se vuelva en este sentido a la casilla de salida?

Sopena de repetirme, opino que el posible remedio al problema genérico de obesidad pasa por buscar una solución de boca hacia arriba al menos con tanta intensidad como las soluciones propuestas de boca hacia abajo.

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Nota: Quiero agradecer a @carlosxabier su aportación para esta entrada

Imágenes: http://wellcomeimages.org/indexplus/obf_images/f8/b4/c49c22fb05314d0c5915103a1217.jpg vía Wikimedia Commons y  http://www.rockefeller.edu/research/faculty/labheads/JeffreyFriedman/

Piensa en una enfermedad… ¿ya? Puedes culparle al gluten

Panes variosLa actual fobia hacia el gluten está alcanzando el paroxismo en Estados Unidos y, como bien sabes, tal y como suelen suceder estas cosas, nos salpicará… o a lo mejor peor, no solo nos salpicará la estulticia norteamericana en este sentido, sino que nos ahogaremos en su gluteínico y absurdo maremoto. Ya tenemos algunas muestras en nuestro entorno.

Es posible que algo haya llegado hasta tus oídos. El origen de esta manía superlativa e injustificada hacia el gluten tuvo un detonante bien conocido hace tres años cuando se publicó un libro de adelgazamiento al uso (al uso de las tonterías a las que nos tienen acostumbrados este tipo de libros) titulado Wheat belly, escrito por el cardiólogo William Davis, y que viene a traducirse más o menos como “Barriga triguera” aunque en España se ha publicado como “Sin trigo, gracias”. Su portada ya nos avanza un estribillo bastante común en esta clase de libros: “Aléjate del trigo, pierde peso, y rencuéntrate con la salud”. Qué bonito, qué sencillo… qué chorrada.

Este detonante literario no hizo sino aprovechar la ola de una creciente corriente anti gluten y anti trigo que se venía gestando desde hacía unos pocos años atrás en Estados Unidos. Digamos que el tal médico lo único que hizo fue aprovechar esa ola y surfearla al modo y manera que algunos médicos tienen de interpretar la salud, es decir, aprovecharse sin fundamento científico alguno (o apenas fundamento) de una tendencia en aumento y con ello forrarse (supongo) vendiendo su obra.

Buena prueba de la magnitud de esta fiebre anti gluten la puedes encontrar en este ensayo que hace pocas semanas dedicó con todo lujo de detalles el conocido medio The New Yorker a la cuestión del trigo y del gluten. El artículo es largo y está en inglés, pero de verdad te recomiendo que le dediques un tiempo porque es francamente esclarecedor de hasta donde está llegando esta absurda moda en la que hasta la comida para perros se ha sumado a la corriente sin gluten.

Y es que la cuestión ha dado un salto mortal con la publicación de estas obras. Hasta el punto no ya de obtener mejores digestiones cuando lo que se come no contiene gluten (algo que no tiene el menor sentido más allá de la población celiaca o con sensibilidad al gluten no celiaca), sino que además en la actualidad se le está culpando a este elemento de una cantidad importante de diversas enfermedades y situaciones metabólicas y neuropatológicas que van desde la artritis, la diabetes o el asma, hasta la esclerosis múltiple y la esquizofrenia pasando por el autismo (entre muchas otras)

El tema, desde un punto de vista crematístico no tiene desperdicio… da escalofríos el saber (según The New Yorker) que hasta un tercio de la población adulta norteamericana manifiesta estar intentando reducir el gluten de su dieta. En esta paranoica búsqueda de la excelencia libre de gluten se estima que en 2016 el mercado estadounidense de los productos sin gluten genere unas cifras de venta cercanas o superiores a los 50.000 millones de dólares. Para que puedas poner esta cifra en contexto baste decir que esta cifra de ventas será el doble que la generada en 2011 por esta gama de productos; o conocer que en 2013 la venta de suplementos dietéticos y vitaminas se cuantificó “solo” en unos 26.400 millones de dólares.

¿Hay pruebas que sustenten las propuestas antigluten?

La verdad es que ninguna, al menos entre las serias. Sí que es cierto que en concreto el médico William Davis, el autor de Wheat Belly, es especialmente prolijo en citas bibliográficas para aportar credibilidad a sus argumentos. Sin embargo, descontextualiza las conclusiones, las toma a medias (solo la parte que le interesa) o basa sus recomendaciones en estudios de escasa calidad (habiendo otros que con más calidad sostienen lo contrario y que casualmente se olvida de citar). En sentido contrario ya hay quien le ha dedicado a su obra un análisis pormenorizado desde un punto de vista serio y de las evidencias. En este documento, Wheat Belly: An Analysis of Selected Statements and Basic Theses from the Book, (Un análisis de las principales sentencias y tesis del libro “Barriga triguera”) los autores de la Universidad Saint Paul, le dan un “repasito” a los planteamientos de este médico viniendo a decir lo que ya sabemos y que de alguna manera conté en esta entrada: No sin pruebas… y tampoco con pruebas “retorcidas” o sesgadas.

En mi opinión se trata de una moda buenrollista más. Así, este posicionamiento implica más la adopción de una cierta postura “en la onda” o estilo que de vida “guay”, que un verdadero cambio dietético conducente a una mejora en la salud. Cambio dietético que salvo lo ya apuntado no tiene además ninguna justificación científica y que además solo puede permitirse una élite ya que el precio de los alimentos sin gluten son, habitualmente, más caros que sus homólogos con gluten. Una injusta situación en especial para los celiacos que ven como se frivoliza con sus circunstancias.

Por el momento, ya lo ves, con este panorama se podría parodiar la canción de Michael Jackson y sus cuatro hermanos, Blame it on the Boggie (Échale la culpa al Boggie) y modificar su estribillo (traducido) tal que de esta manera:

  • No culpes a los rayos del sol
  • No culpes a la luz de la luna
  • No culpes al hecho de que sea un buen momento
  • Échale la culpa al boogie gluten

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Imágenes:  Apolonia vía freedigitalphotos.net